El 14 de febrero de 2018 se desató un tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas High School de Parkland, en Florida, que terminó al menos con 17 muertos y decenas de heridos. Sin embargo, este no es un caso aislado. Estados Unidos es el único país donde los tiroteos en lugares públicos se repiten implacablemente. Las escuelas y centros de trabajo ya no son lugares seguros, sino sitios donde la violencia armada se ha vuelto habitual. ¿Por qué esta situación continúa y cómo se le puede poner fin?
Más armas que personas
Después del tiroteo en Parkland, el presidente estadounidense Donald Trump aseguró que fue “un problema de salud mental al más alto nivel”. En todo su discurso no mencionó ni una vez las armas de fuego, confirmando una tendencia en los comentarios sobre las masacres en EE.UU., los cuales aseguran que la única solución es atender el tema de la salud mental.
Como sabemos, “los estadounidenses constituyen el 4’4% de la población mundial, pero tienen en su propiedad el 42% de las armas del mundo”. Muchos aseguran que ésta es la causa principal de los tiroteos y que éstos se reducirían en gran número al aumentar las regulaciones para la venta de armas de fuego. Estados Unidos, a pesar de ser un país desarrollado, cuenta con uno de los controles más débiles a nivel mundial sobre quién puede comprar un arma y qué tipo de arma se puede comprar. Y esto, para muchos expertos, guarda relación con las probabilidades de que se produzcan tiroteos masivos.
A diferencia de otros países desarrollados como Reino Unido o Suiza, quienes redujeron la violencia armada al imponer leyes de posesión de armas más estrictas; Estados Unidos, a pesar de la cantidad de masacres ocurridas en los últimos años, no ha aplicado restricciones más duras para quienes buscan comprar un arma. Desde la Constitución, se piensa en las armas de fuego como un derecho inherente a cada ciudadano, en contraste con otros países, quienes presentan una forma distinta de pensar en cuanto a las armas y las ven como algo que los ciudadanos deben ganarse el derecho a tener.
Esta idea de las armas como un elemento necesario para cada ciudadano es una que comparte tanto el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como el 63% de la población estadounidense, quienes opinan que la salud mental es la principal causa de las matanzas, por lo que destinando más dinero del presupuesto a servicios psicológicos en las escuelas estas masacres no volverían a ocurrir.
La salud mental en EE.UU.
Actualmente, Estados Unidos cuenta con 43’4 millones de personas con historial de enfermedades mentales. De acuerdo con la fundación Kaiser, apenas un 3% tiene acceso a servicios médicos especializados. Varios expertos comentan que los enfermos mentales son más propensos a realizar actos de violencia si no están recibiendo el tratamiento o la medicación adecuada. Por ejemplo, Nikolas Cruz, el joven de 19 años que fue el autor de la matanza de Parkland, sufría de una depresión y esquizofrenia no tratada.
No obstante, eso no significa necesariamente que todas las personas que padezcan algún trastorno mental sean propensas a la violencia. Según Antonio E. Puente, presidente de la Asociación Americana de Psicología, “la gran mayoría de personas con enfermedades mentales no son violentas”, y varios especialistas médicos concuerdan con esto, mostrando su preocupación al ver que el presidente señala a quienes padecen alguna enfermedad mental como una amenaza para la seguridad nacional.
De igual manera, otro médico, Terrance McGill, asegura que “las enfermedades mentales sólo son responsables del 3 al 5% de los crímenes violentos”. Otras investigaciones y estudios también muestran que una gran mayoría de personas con enfermedades mentales graves, como esquizofrenia, depresión o bipolaridad, no son más propensas a ser más violentas que el resto. Asimismo, existen casos donde no hay una conexión de salud mental, sólo una persona con problemas o comportamientos impulsivos. Esto significaría que el estereotipo que promovió Trump sobre la salud mental y su relación con actos violentos no tiene una base sólida como piensa la mayoría de la población estadounidense.
¿Control de armas o salud mental?
Este debate sobre el sistema de salud estadounidense y el control de armas que suele ocurrir después de que un nuevo caso de violencia suceda en EE.UU. es un tema muy complejo en el que muchos coinciden que no hay una solución mejor que otra, o, en todo caso, lo necesario para poner fin a esta situación es encontrar una solución que englobe tanto la salud mental como el control de armas de fuego.
Jeffrey Swanson, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Duke especializado en violencia de armas y enfermedades mentales, declaró que si se tuviera una mejor atención de la salud mental y las personas tuvieran más acceso y menos barreras para esa atención, se podría reducir significativamente la violencia. No es algo nuevo que los sistemas de salud mental en Estados Unidos están sobrecargados, además de ser costosos, lo que los vuelve inaccesibles para muchos. Sin embargo, el factor mental no es el único problema urgente que Estados Unidos debe solucionar:
La Asociación Estadounidense de Psicología señala que los criterios de accesos a armas no sólo deben estar basados en diagnósticos de enfermedades mentales, sino en indicadores más sutiles de comportamiento potencialmente peligroso, como tener condenas o cargos por delitos violentos menores, órdenes de restricción, delitos relacionados a la violencia doméstica o a conducir bajo la influencia del alcohol, entre otros.
“Un historial de comportamiento violento predice mucho mejor la violencia futura que la enfermedad mental” señala Swanson, con lo cual centrarse en indicadores de conductas agresivas, impulsivas o peligrosas sería la mejor alternativa para reducir las masacres que se realizan en Estados Unidos. De esta forma, se anularía la relación entre problemas de salud mental y violencia con armas de fuego, y con esto se reduciría el estigma frente a los trastornos mentales.
Para tratar un problema tan grave como lo son los tiroteos masivos y la pérdida de vidas inocentes se requieren intervenciones desde el ámbito de la salud, de la seguridad y de la misma comunidad. De igual manera, son importantes las investigaciones sobre el tema, para así poder encontrar soluciones lo más pronto posible. No obstante, el Congreso estadounidense aprobó en 1996 la enmienda Dickey, que prohibió usar dinero en investigaciones sobre el control de armas. En consecuencia, hay poco conocimiento sobre la violencia armada y pocos datos sobre muertes con armas de fuego o tiroteos en lugares públicos como escuelas e institutos. Y, al no tener una base de datos registrada y confiable, resulta más difícil poder entender el impacto de este problema o solucionarlo.
En un país que es, estadísticamente hablando, el país con más tiroteos públicos masivos del mundo, es imprescindible que se haga algo al respecto para detener esta situación y, sobretodo, para que los ciudadanos estadounidenses puedan dejar a sus hijos en las escuelas o ir a trabajar con la tranquilidad de que llegarán sanos y salvos a casa.
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