El ex Secretario General de la ONU, Kofi Annan, llamaba “un concepto más amplio de la libertad” al balance entre desarrollo, seguridad y derechos humanos para que hubiera paz/estabilidad y, por consiguiente, libertad. No hay desarrollo sin seguridad y no hay seguridad sin desarrollo. El vínculo entre ambos conceptos es algo que también aprecia Ángel Losada, encargado de los asuntos del Sahel para la Unión Europea (UE).
En esa misma línea, el concepto, las formas, los canales, los focos y los actores inicialmente involucrados en la Cooperación Internacional fueron modificándose de acuerdo con los sucesos de la coyuntura mundial. Si bien en los 50’s se priorizaban las zonas geográficas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, para la década de los 60’s esto evolucionó y ya no se utilizaron las prioridades geográficas como el principal indicador para ofrecer ayuda sino que, ante el fenómeno de los procesos de descolonización en el continente africano, por ejemplo, ahora iba a haber otro principio rector: el nivel de pobreza. Así, África se convertiría en el nuevo foco de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) de la Cooperación Internacional.
Vemos como, desde hace décadas, los esfuerzos prioritarios de AOD van dirigidos a África y aún no se ven los resultados esperados. Hay zonas concretas en el continente que poseen un crecimiento económico inexistente y, por ende, sus niveles de pobreza aún siguen colocándolos en los últimos niveles del Índice de Desarrollo Humano, que es un índice compuesto que mide el promedio de los avances de desarrollo en tres grandes ejes: vida larga y saludable, conocimientos, y nivel de vida digno.
Ahora bien, aunque es destacable que del puesto 145 del ranking en adelante (catalogados en el mismo índice como de “Bajo Desarrollo Humano”) es fácil reconocer que en su mayoría son Estados africanos, hay una región concreta que sufre especialmente esta lacra. De los 188 estados analizados en este índice, en los últimos 15 puestos podemos encontrar a 7 de los 8 países que conforman el área del Sahel.
¿Dónde está localizada?
El Sahel es un cinturón a caballo entre el Desierto del Sáhara y el inicio de la sabana sudanesa que se ubica de oeste a este del continente africano. Se compone de ocho países: Mauritania, Malí, Níger, Gambia, Senegal, Burkina Faso, Camerún y Chad. Este listado de países coincide en una gran doble variable: sufren los estragos de la pobreza extrema y son parte de una región semiárida. Pero ¿por qué se encuentran en esas condiciones? ¿El clima explica que ésta sea una de las regiones más pobres del planeta?
¿Qué está pasando en el Sahel?
Gran parte de las 150 millones de personas que habitan el Sahel son víctimas de la inseguridad alimentaria, la desnutrición, la violencia por conflictos armados, las epidemias y las consecuencias y efectos del cambio climático que se han intensificado en los últimos años. Esta zona, además de mantener unos altos niveles de pobreza, una escasez de servicios básicos, y unas fluctuaciones desmedidas en el precio de los alimentos, también vive un rápido crecimiento demográfico.
Pero ¿qué pasa cuando hay un crecimiento demográfico tan acelerado? Existe un desequilibrio entre este crecimiento poblacional y una economía y producción agrícola que no crecen al mismo ritmo. Lo anterior conlleva un grave riesgo de vulnerabilidad económica, una activación del factor beligerante y una notable reducción del acceso a servicios básicos, llevando todo ello a graves vulneraciones de los DD.HH.
Esto, sin lugar a duda, pone en riesgo la vida y los medios de subsistencia de millones de personas que habitan la región, obligándolas a un desplazamiento forzado que hace surgir nuevas amenazas: el tráfico y la trata de personas, y los extremismos religiosos. Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), hay cinco situaciones concretas que se viven en la región y que se convierten en desafíos constantes de la ayuda humanitaria:
- Extrema pobreza
La pobreza afecta a una de cada dos personas en esta zona, lo que convierte a la región del Sahel en una de las más pobres del planeta. La falta de oportunidades económicas, especialmente para la juventud, combinada con la débil provisión de servicios básicos y la limitada seguridad social agrava la vulnerabilidad de las comunidades ante la inseguridad alimentaria, la malnutrición y las enfermedades persistentes. En 2017, se calcula que alrededor de 30 millones de personas se verán afectadas por la inseguridad alimentaria, casi 12 millones de ellas en niveles de emergencia humanitaria. En este sentido, se han observado déficits de pastos en ciertas zonas de Chad, Malí, Mauritania y Níger y se han identificado riesgos de plaga de langostas en Mauritania y en las zonas limítrofes. Por otra parte, la situación de las personas que viven en las regiones afectadas por los conflictos de Malí y la cuenca del lago Chad es especialmente crítica.
- El cambio climático golpea a los más vulnerables
A pesar de que ésta es una de las zonas que genera menos emisiones de carbono, es una de las regiones del mundo que más sufre los efectos del cambio climático, siendo las lluvias irregulares, las prolongadas sequías, las inundaciones y la erosión costera algunas de sus consecuencias. Es decir, hay patrones meteorológicos cada vez más impredecibles. Los expertos identifican a Chad, Níger y Nigeria como los países de “riesgo climático extremo” y a los demás estados de la región como de “alto riesgo”.
Esta situación amenaza los medios de vida de una población en la que la mayoría depende de la agricultura para sobrevivir. Fue el caso del sur de Mauritania en el año 2012, donde la escasez alimentaria fue protagonista de una importante crisis. La temporada de lluvias fue muy escasa y, en consecuencia, provocó una sequía que derivó en que las cosechas fueran mínimas (casi un 50% menos de las cosechas de 2011). Este hecho provocó un alza desorbitante en los precios de los alimentos que impidió a la población acceder a ellos por falta de recursos económicos. La respuesta a nivel comunitario fue desprenderse casi de los últimos recursos con los que contaban, es decir, se desprendían del ganado para poder comprar cereales. La mano de obra joven empezó a migrar a las ciudades para poder alcanzar trabajos de jornaleros. Los pozos empezaron a secarse, lo que agravó la situación tanto en el consumo de agua para los humanos como para los animales, que morían de hambre y sed y así se reducía además una de las fuentes alimenticias.
Según los expertos, si las tendencias no cambian, África sólo podrá satisfacer el 13% de sus necesidades alimentarias para 2050.
- Inestabilidad y radicalización
El aumento de la violencia, los conflictos y la inseguridad en los últimos años han devastado los medios de subsistencia y expulsado a millones de personas de sus hogares. En África, este fenómeno se ha tornado más visible por la agitación en Libia, la profunda inestabilidad del norte de Malí y la escalada de la violencia de Boko Haram en Nigeria, que ha tenido un efecto devastador. En cifras, hay casi 5 millones de desplazados internos, refugiados y repatriados. Específicamente, en la cuenca del lago Chad, es donde esta situación es más pronunciada.
En consecuencia, esta zona está cada vez más explotada por las redes criminales y de tráfico. El 60% de su población tiene menos de 25 años y padece falta de educación, desempleo, pobreza y exclusión social, lo que se convierte en terreno fértil para la privación de derechos y la radicalización. La frustración que surge por la falta de oportunidades y la percepción de abandono que se genera puede atraer a jóvenes a grupos extremistas. En Nigeria, por ejemplo, más de 10 millones de niños no asisten a la escuela y de ellos, el 70% pertenecen a las regiones más pobres de norte del país. Ahí mismo, en 2015, se intensificó el conflicto bélico. La insurgencia de Boko Haram causó entonces casi 15.000 muertos, cerca de 1’5 millones de desplazados internos, específicamente en la región de Diffa, y casi 200.000 desplazados en búsqueda de refugio a países vecinos como Chad, Níger y Camerún; siendo los tres países parte de la región de extrema pobreza del Sahel y no pudiendo brindar oportunidades para cubrir las necesidades básicas.
Azahara, una refugiada maliense, cuenta cómo en 2012 tuvo que dejar Malí porque fue víctima de uno de estos conflictos: “El gobierno ya no puede protegernos más. Vinieron bandidos con armas y robaron la mayoría de nuestras pertenencias y tuve que marcharme sin poder coger nada para ayudar a mis hijos”. Vivía bajo una tela como único refugio. Azahara es sólo una de los más de 5.300 malienses atrapados en Gaoudel, en el norte de Níger.
- Crecimiento desmedido de la población
Los países de la región registran las tasas de natalidad más altas del mundo. En cifra, vemos que la población del Sahel crece a un ritmo del 3% por año. Ejemplo de ello es Níger, que tiene una tasa de natalidad de 7 hijos por mujer y hasta 8 en el área más vulnerable de la cuenca del lago Chad.
Continuando ese ritmo, los recursos alimenticios disponibles no serán suficientes para sostener el crecimiento demográfico. Las proyecciones estiman que se necesitarán dos veces más cereales para sostener las necesidades de la población para el 2050. Ha sido tanto el desequilibrio que el agua para la agricultura de la región (que proviene en 98% de la lluvia) es cada vez más escasa. Según el informe, la disponibilidad de agua por habitante ha disminuido en más del 40% en los últimos 20 años debido al crecimiento de la población y la disminución de los recursos.
- Migraciones masivas
La región presenta patrones migratorios dinámicos y ha tenido una larga historia de flujos migratorios. El Sahel es también el punto de partida y un corredor clave para las rutas de migración a Europa. La proporción de migrantes de África Occidental hacia Europa ha aumentado continuamente en los últimos años. Entre los migrantes que desembarcan en las costas mediterráneas, Nigeria es ahora el principal país de origen, mientras que otros migrantes de la región proceden principalmente de Gambia, Malí, Níger y Senegal.
En el denominado backway hacia Europa, casi todos los demás migrantes de África Occidental y Central también pasan por el Sahel para cruzar el desierto hacia Libia y Argelia. Unas 300.000 personas han transitado a través de Níger sólo en 2016. La migración se ha convertido en un motor económico importante. Las redes de contrabando están generando cientos de millones de dólares. La ruta del Mediterráneo Central, utilizada por estos flujos migratorios mixtos, también es la más peligrosa. En 2016, más de 4.000 personas perdieron la vida en esta ruta, más de la mitad de ellas de África Occidental.
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2 comments
Irmela
17/02/2019 at
La ayuda humanitaria suelen ser causas perdidas como lo es en África donde 7 hijos por mujer avivan el fuego de la rapiña, el tráfico y la esclavitud. La región del Sahel no tiene solución y sería irresponsable derivar ayudas que podrían servir para causas pasajeras como son terremotos e inundaciones en regiones con al menos mínima alfabetización.
pablo ljungberg
18/02/2019 at
porque no están alfabetizados consideras que deben morir de hambre ?