19/09/2024 MÉXICO

La caída del Califato
La 16ª División del Ejército de Irak dirigiéndose a sus posiciones para iniciar la ofensiva contra Mosul [Foto: Quentin Bruno vía Flickr].

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¿El fin del Estado Islámico ha comenzado? La ofensiva sobre Mosul puede arrebatar al "Califato" su capital, y son muchas las fuerzas que están luchando para conseguirlo. Sin embargo, también son muchos, y contrapuestos, los intereses de los actores implicados. ¿Será posible ganar esta batalla contra el ISIS? ¿Quién será el verdadero ganador?

Estábamos en la primavera de 2014 cuando Ayman al-Zawahiri, sucesor de Osama Bin Laden al frente del grupo terrorista al-Qaeda, acusó al Estado Islámico (ISIS) de Abu Bakr al-Baghdadi de estar fuera de control. Zawahiri quiso reiterar en un comunicado la falta de vínculo entre al-Qaeda y el grupo de al-Baghdadi. Esto cogió al mundo por sorpresa: ¿acaso había un grupo tan radical que ni siquiera los hombres de Bin Laden querían saber nada de él? ¿Quiénes eran estos islamistas que campaban a sus anchas en Siria e Irak?

Abu Bakr al-Baghdadi, líder del ISIS, el día en el que proclamó el califato del Estado Islámico en la Gran Mezquita de Mosul [Foto vía infobae.com].
Abu Bakr al-Baghdadi, líder del ISIS, el día en el que proclamó el califato del Estado Islámico en la Gran Mezquita de Mosul [Foto vía infobae.com].

El comunicado del líder de al-Qaeda resaltaba, más que nada, que la rama de la organización en Irak había resultado ser rebelde, algo que al-Baghdadi ya había formalizado cuando proclamó que él elegía “el gobierno de Dios”, no el de Zawahiri. Además, éste último instaba al ISIS a centrarse en su territorio natural, Irak, y dejar de combatir en Siria, dónde el Frente al-Nusra (rama de al-Qaeda en el país) debía liderar el frente yihadista en la guerra. Así, tímidamente, empezábamos a saber de un grupo llamado ISIS. El brazo de al-Qaeda en Irak era díscolo y se había separado de la organización bajo el liderazgo de un yihadista que se atrevía a plantar cara a al-Zawahiri.

En verano de 2014 la historia cambió por completo. El grupo formado por insurgentes suníes liberaba presos, despertaba simpatías entre unas poblaciones aplastadas por guerras provocadas por intereses externos y, lo más importante, contaba con una cúpula dirigente en la que había altos mandos del antiguo ejército de Saddam Hussein. Todo ello catapultó meteóricamente al ISIS que, en pocos meses, había pasado de ser un grupo terrorista escindido a un ejército que se había extendido por Siria e Irak. Así, en junio de 2014, ISIS capturaba la ciudad de Mosul y proclamaba la creación del Estado Islámico, con Abu Bakr al-Baghdadi al frente como líder de todos los musulmanes, el nuevo Califa.

Recuperando el honor: el contraataque de Irak

Meses antes, en enero de 2014, el grupo yihadista ya estaba en plena expansión. En Irak, los hombres de al-Baghdadi habían capturado Fallujah y Ramadi, dos estratégicas ciudades del país. La amenaza sobre Mosul era obvia y, por ello, el gobierno iraquí destacó 30.000 soldados para proteger la ciudad. Sin embargo, una fuerza de 1.500 militantes del ISIS consiguió ahuyentar a unos soldados iraquíes corruptos, desmotivados y faltos de entrenamiento. De esta manera, la toma de Mosul se convirtió en uno de los episodios más vergonzosos de la historia de Irak.

Desde entonces, el gobierno del país tenía una cuenta pendiente y recapturar Mosul se convirtió en una prioridad para recuperar el honor del Estado. Y no sólo eso, tanto el gobierno de Baghdad como el gobierno de Estados Unidos sabían que recuperar la ciudad era prioritario por varias razones: por un lado, Mosul es un enclave estratégico en tanto que es la ciudad más importante del norte de Irak, posee grandes recursos petrolíferos que ISIS está usando en su beneficio, y cuenta con el mayor embalse del país, la presa de Mosul, ubicada en el río Tigris. Por otro lado, el hecho de que el propio al-Baghdadi eligiera la ciudad para proclamar el Estado Islámico y la convirtiera en la capital del mismo tiene una carga simbólica que puede aprovecharse para destruir la moral y la fuerza propagandística del ISIS: recuperar Mosul ‘será’ el principio del fin.

De esta manera, des del mismo momento en que las fuerzas iraquíes se retiraron, comenzó a gestarse la reconquista. Los asesores militares de Estados Unidos empezaron a entrenar a las fuerzas de Baghdad y a idear la ofensiva que recapturaría no sólo la ciudad sino la región de Mosul. Así fue como, en el período que va de julio de 2014 a marzo de 2016, los estadounidenses entrenaron a más de 54.000 efectivos iraquíes, entre militares del ejército, miembros de la policía nacional y fuerzas especiales; y dieron nacimiento, el mismo junio de 2014, a la coalición internacional para derrotar al ISIS, creando la Combined Joint Task Force – Operation Inherent Resolve.


Fuerzas estadounidenses entrenando a soldados del ejército iraquí en las afueras de Baghdad, Irak [Foto vía The Washington Times].
Fuerzas estadounidenses entrenando a soldados del ejército iraquí en las afueras de Baghdad, Irak [Foto vía The Washington Times].

En marzo de 2016, se lanzó la ofensiva de Mosul, un plan de ataque liderado por 25.000 fuerzas iraquíes, que coordinan a las demás fuerzas en combate: los peshmerga kurdos, y las milicias suníes y chiíes; y que cuentan con la ayuda de los bombardeos de la fuerza internacional y limitadas tropas terrestres de las fuerzas especiales estadounidenses. Esta ofensiva ha llegado ahora a las puertas de Mosul, después de ir recapturando todo el territorio de la región hasta conseguir llegar al objetivo final, la propia ciudad. Llegados a este punto, a mediados de octubre, el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, se apresuró en declarar que eran las Fuerzas de Seguridad Iraquíes (lo que incluye diversas facciones del Ejército de Irak y la Policía Nacional) las que habían liderado la ofensiva y las que estaban al frente de la captura de Mosul.

El embate kurdo: las fuerzas peshmerga

La segunda facción más poderosa que interviene directamente en esta campaña es la de los peshmerga, nombre con el que se conoce a los combatientes kurdos. Si bien los peshmerga nacieron como una milicia equiparable a cualquiera de las que hay en los territorios kurdos, hoy en día se estructuran como un ejército regular. Pero para entender correctamente el papel que juegan en esta batalla, debemos entender su historia reciente.

En el año 2003, Estados Unidos y su coalición iniciaron la invasión de Irak. Buscando aliados sobre el terreno, los estadounidenses encontraron a los kurdos, comunidad oprimida durante décadas por el gobierno de Saddam Hussein. Así pues, los peshmerga fueron entrenados y equipados por las fuerzas de EE.UU., llegando incluso a integrarse a la División de Actividades Especiales de la CIA y al 10º Grupo de Fuerzas Especiales de los EE.UU. para combatir, codo con codo, a las tropas de Saddam.

De esta manera, lo que antaño era una milicia se convirtió en un ejército regular que, durante la invasión, se encargó de capturar y asegurar el control de las áreas kurdas que se encontraban bajo el dominio del gobierno iraquí. En este sentido, los peshmerga lideraron la campaña contra la insurgencia, precisamente, en la ciudad de Mosul.


Entre 2003 y 2005, los kurdos iraquíes consiguen estructurar un ejército regular, aumentar sus efectivos, recursos y eficacia; y se proclama la Región Autónoma del Kurdistán gobernada por el Gobierno Regional del Kurdistán, con Masoud Barzani al frente.

Así pues, las fuerzas kurdas han sido un muro de contención situado al noreste de Mosul y han actuado como freno al ISIS en la región. Su papel en esta campaña es muy importante ya que son una fuerza bien estructurada y entrenada con experiencia combatiendo en el territorio de Mosul. Sus efectivos parten, mayormente, del este de la ciudad, saliendo directamente de la capital del Kurdistán Iraquí, Erbil.

Ahora bien, ¿cuál es su interés? Su principal objetivo es derrotar al Estado Islámico, sin embargo, no es el único. Mosul siempre ha sido una ciudad que ha servido de frontera entre los territorios kurdos y árabes, estando rodeada, al noreste, por zonas que han ido cambiando de manos a lo largo de los siglos. Así, dada la estabilidad de la Región Autónoma del Kurdistán y la inestabilidad del gobierno iraquí, Barzani se ha sumado a la campaña no sólo pensando en la derrota del ISIS sino también en la expansión del territorio kurdo. Es por eso que el gobierno de Baghdad se apresuró en dejar claro que eran sus fuerzas las que lideraban la campaña, motivo por el cual acordaron que las tropas peshmerga podían ir capturando territorios pero no entrar en la ciudad de Mosul.

Estados Unidos y la coalición internacional

Occidente decidió sumarse al intento de robarle Mosul a la organización terrorista desde el momento en el que ésta capturó su mayor bastión en territorio iraquí. Los ejércitos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Dinamarca, Bélgica, Canadá, Australia, y otros países que forman la coalición internacional contra el Estado Islámico, están apoyando al ejército iraquí y a las fuerzas peshmerga en la liberación de la provincia de Nineveh.

Fuerzas peshmerga posando después de la captura de la ciudad de Bashiqa, parte de la ofensiva sobre Mosul [Foto vía english.almanar.com].
Fuerzas peshmerga posando después de la captura de la ciudad de Bashiqa, parte de la ofensiva sobre Mosul [Foto vía english.almanar.com].

Estados Unidos y Francia son los países que más han contribuido a la ofensiva, con tropas sobre el terreno y aviones de combate. En el caso de los primeros, las tropas están situadas en la base de Qayyarah, a 60 km al sur de Mosul; así como en Erbil, en el portaaviones Charles de Gaulle y en bases aéreas francesas situadas en los Emiratos Árabes Unidos y en Jordania, en el caso de los segundos. También hay tropas australianas y personal médico canadiense en el terreno, además de apoyo de inteligencia de los cuatro países.

Mientras que Estados Unidos presta su apoyo directamente al ejército iraquí, Francia, Canadá y Australia colaboran con la “coalición anti-Daesh” dando soporte a las tropas kurdas. Pero, tal y como se ha comentado anteriormente, más allá de la lucha conjunta contra el ISIS, lo más significativo de esta campaña es el liderazgo iraquí y el rol secundario de las tropas occidentales, eclipsado claramente por la colaboración de los peshmerga.


Así, el papel de la coalición internacional se ha limitado al entrenamiento de tropas iraquíes previo a la ofensiva, al apoyo de los consultores militares y la inteligencia, a los ataques de artillería y apoyo aéreo y, en el caso de Estados Unidos y Australia, al destacamento de pequeños contingentes de fuerzas especiales.

Juntos contra el enemigo común: las milicias chiíes y suníes

En el contexto de la ofensiva, se dan una serie de elementos que dejan a la ciudad de Mosul abocada a un futuro incierto que, si bien puede lograr apartar al ISIS del control de la ciudad, no garantiza el fin del conflicto. Las fuerzas militares iraquíes no podían enfrentarse solas a los yihadistas, esto ha hecho necesaria la colaboración entre los diferentes opositores al Daesh, lo que entraña riesgos: cuánto más grande sea este número, mayores serán las partes en las que se tenga que dividir el pastel.

Además, lejos de limitarse a las divisiones tradicionales del territorio iraquí (suníes, chiíes y kurdos) la peculiaridad de esta batalla recae en la participación de batallones turcos que representan una amalgama de otras etnias, además de la intervención estadounidense. No obstante, lo que es imprescindible es comprender el conflicto suní-chií para entender cuáles pueden ser los riesgos de que la invasión del Daesh en Mosul desemboque en una nueva guerra.

¿Cuáles son los intereses de las milicias chiíes en intervenir en la ofensiva para recuperar Mosul? La división entre árabes chiíes y suníes se remonta a una compleja ruptura que tiene lugar en el seno del Islam en el año 632 una vez se conoce la decisión del profeta Mahoma de, tras su muerte, designar como sucesor a su primo y yerno Alí. Esto no es aceptado por toda la comunidad musulmana, dado que muchos pensaban que Alí no era digno de recibir tal atributo ya que, a pesar de su vínculo de sangre con Mahoma, no tenía la importancia política de un califa, el cual para los suníes era aceptado como líder político y espiritual. Se produce así una separación entre creyentes que, a pesar de que mantienen el mismo dios, Allah, y el libro sagrado del Corán, difieren en muchas otras prácticas y corrientes ideológicas que han ido incrementando un odio que se trasladó del plano meramente religioso al político-económico.

Durante el proceso de descolonización, y tras llevarse a cabo un trazado aleatorio de fronteras que respondió exclusivamente a los intereses de las potencias europeas, se contribuyó a perpetuar este conflicto que se ha convertido en una herida latente que, en último término, enmascara los intereses de unas élites con influencias estratégicas. La división entre suníes y chiíes no es exclusiva del Estado iraquí, sin embargo, su tradicional debilidad institucional y la presencia de las minorías kurdas en el norte representan un caldo de cultivo que ha sido manejado al antojo no sólo de sus propios dirigentes sino también de fuerzas extranjeras. Muestra de ello son la dictadura de Saddam Hussein, en la que los árabes suníes gozaban de enormes privilegios en detrimento de una comunidad chií fuertemente reprimida.

Miembros de una milicia chiíta apoyada por Irán al oeste de Mosul [Foto vía kurdistan24.net].
Miembros de una milicia chiíta apoyada por Irán al oeste de Mosul [Foto vía kurdistan24.net].

Tras el desembarco, en 2003, de la operación Libertad Duradera de EE.UU., las fuerzas militares internacionales, con la excusa de derrocar al régimen de Saddam Hussein,  tomaron partido por la población chií, dando argumentos a los radicales suníes pertenecientes a Al-Qaeda. El apoyo del gobierno iraquí a los árabes chiíes se considera uno de los detonantes de la creación del Daesh, facción radical wahhabita, que aprovechó esta coyuntura para ganar adeptos entre las filas suníes e incrementar su ejército. Sin embargo, la salida de las tropas estadounidenses en 2011, dio un mayor margen de maniobra al presidente Al Maliki que, a pesar de haberse presentado como unificador, se dedicó a favorecer a los árabes chiíes, generando así un enorme rechazo entre la comunidad suní que, en muchos casos, encontraba en los argumentos sectarios del Daesh una protección. La mejor posición de los chiíes sumado al ridículo desmoronamiento de las tropas militares iraquíes llevó a que, paralelamente y con el apoyo armamentístico de otras potencias árabes, las milicias chiíes de Hashid Shaabi (Movilización Popular, en árabe) comenzaran a reactivarse. Hoy en día, tras dos años de control de Mosul por parte del Daesh, la situación ha cambiado y por encima del odio entre chiíes y suníes está el rechazo de la comunidad musulmana sometida al yugo yihadista, es por eso que han manifestado su voluntad de unir fuerzas para derrotarlo.

Se produce, por tanto, un contexto en el que suníes y chiíes deben luchar en las mismas filas, pero no sin riesgos. En cualquier caso, ¿por qué las milicias chiíes han aceptado a participar en esta coalición?

Los motivos que han llevado las milicias chiíes a intervenir en la ofensiva contra Mosul no sólo son diversos sino que deben de ser tratados con especial delicadeza. En primer lugar, para las fuerzas militares iraquíes, realizar un ataque sin contar con el apoyo de las milicias chiíes hubiera significado prescindir de un elevado número de soldados dispuestos a combatir al ISIS, lo cual hubiera representado un coste elevado e innecesario. El apoyo brindado por potencias estratégicas como Irán a las milicias chiíes ha derivado en una situación en que éstas casi superan en capacidad militar al propio ejército iraquí. Y, en segundo lugar, una vez se arrebate Mosul al control yihadista, dejar fuera de cualquier mesa de negociación a los chiíes no contribuiría ni mucho menos a la generación de un consenso.

No obstante, no hay que olvidar que se trata de formaciones de milicianos que no le deben lealtad a las órdenes del gobierno. Así, su participación debe estar estrictamente monitoreada por el resto de fuerzas aliadas por diversos motivos: ni los chiíes van a ser bien recibidos entre la mayoría civil suní de Mosul, ni existen garantías de que las primeras vayan a respetar la integridad de los ciudadanos suníes. Esta última apreciación se basa en episodios documentados por Naciones Unidas que certifican abusos cometidos por las Fuerzas de Movilización Popular chiíes en territorios de mayoría suní como Ramadi o Fallujah, recientemente arrebatadas al Daesh. Es por eso que, finalmente, un contingente de 15.000 milicianos suníes originarios de Nínive –región cuya capital es Mosul– pertenecientes a la Multitud de los Clanes han sido entrenados para participar en la contienda, mientras que las milicias chiíes brindan su apoyo, por el momento, desde la retaguardia junto con los peshmerga kurdos.

Por si fuera poco, esta división interna cuenta con su extensión a nivel internacional en el que cobran vital importancia los países vecinos de Irán y Arabia Saudí. Los iraníes, de mayoría chií, han contribuido a reforzar a las milicias que comulgan con sus intereses, procurando decantar la balanza hacia una victoria chií que les permita ejercer una mayor influencia en el territorio de Oriente Próximo. Además, Irán ha acusado en repetidas ocasiones a los wahhabitas saudíes de apoyar al Daesh.

Es por ello que en una entrevista realizada antes del anuncio de la ofensiva contra Mosul, Atheel al Nujaifi, gobernador en el exilio, declaró que sería importante evitar la participación de actores internacionales con intereses enfrentados, dado el riesgo de que emerjan nuevos conflictos en el caso de que finalmente se arrebate Mosul de manos del Daesh.

La larga mano de Erdogan

Que la ofensiva sobre Mosul es clave para Oriente Medio lo demuestra la cantidad de intereses internacionales que ha despertado. En este caso, el último actor relevante en entrar en escena fue la Turquía de Erdogan. El líder turco, en su deriva autoritaria, ha penetrado territorio iraquí para participar en la batalla para liberar la ciudad, aún cuando el gobierno de Irak ha exigido la retirada de los soldados turcos de su territorio. Ante la negativa de Erdogan, ha estallado un conflicto diplomático entre Baghdad y Ankara.

Quema de petróleo por parte del ISIS para entorpecer el ataque de las fuerzas que realizan la ofensiva [Foto vía cnn.com].
Quema de petróleo por parte del ISIS para entorpecer el ataque de las fuerzas que realizan la ofensiva [Foto vía cnn.com].

Por el momento, las tropas turcas se limitan a permanecer estacionadas cerca de Mosul y entrenar a las milicias suníes que convergen con sus intereses. En definitiva, si bien Erdogan no ha mostrado intenciones de llevar a cabo una gran participación en la ofensiva, pretende que sus aliados estratégicos estén presentes en la toma de Mosul y se aseguren que el resultado de la batalla no es desfavorable a sus prioridades. En el peor de los casos, Mosul, o partes de su región, podría quedar en manos kurdas, algo que Turquía quiere evitar.

Por otro lado, las milicias kurdas del PKK también se encuentran preparadas para intervenir en caso de que las tropas turcas invadan masivamente el norte de Irak, algo que pondría en riesgo a la población kurda de Irak.

La importancia y peligros de Mosul

En conclusión, la toma de Mosul es una operación que implica un frágil equilibrio de fuerzas contrapuestas y, al mismo tiempo, es una demostración de unidad ante un enemigo terrible. Sin embargo, son muchos los peligros que entraña esta ofensiva: los expertos auguran que será una campaña que durará semanas porque las fuerzas del ISIS utilizarán a la población civil como escudos humanos, colocarán trampas explosivas por toda la ciudad, quemarán los pozos de petróleo para contaminar el ambiente e impedir a los bombarderos fijar sus objetivos y, en definitiva, lucharán calle por calle para defender la capital del Califato.

De hecho, todo esto ya está ocurriendo y sólo queda esperar que las previsiones de Naciones Unidas en cuanto a la población civil que puede morir durante la ofensiva no se cumplan. De momento, más de 80.000 personas ya han conseguido huir de su ciudad. O, visto de otra manera, ya hay 80.000 desplazados más en una nueva crisis humanitaria del siglo XXI.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.

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