Siempre hemos escuchado que son los países más grandes los que ayudan y contribuyen a que los países menos desarrollados y más vulnerables alcancen mejores condiciones de desarrollo. Sin embargo, muchos analistas coinciden con que esta propuesta está agotada. Pero, ¿cómo de agotada está?
Aunque hoy en día solemos escuchar muchas cosas sobre el papel inclusivo que debe tener la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) a través del establecimiento de alianzas con la sociedad civil, empresas, fundaciones y gobiernos subnacionales, aún persiste el modelo de ayuda de Norte-Sur.
Estableciendo la relación donante-receptor y su fundamentación
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, buena parte del mundo estaba devastado por la guerra, principalmente Europa, por lo que un nuevo mecanismo de cooperación era necesario. La extinta Sociedad de Naciones había sido ejemplo de que en algún punto se podía dialogar para alcanzar acuerdos. Pero nada se materializó hasta que la Carta de San Francisco y el consenso internacional establecieron en su primer artículo uno de los propósitos más significativos del Tratado que dio vida a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Carta de las Naciones Unidas. Capítulo I. Artículo I. […] Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión […]
De manera simultánea a la instauración del Sistema de Naciones Unidas y los acuerdos de Bretton Woods, el paradigma de donante-receptor comenzó a hacer acto de presencia. Por su parte, Estados Unidos lanzó el Plan Marshall para ayudar a la reconstrucción de Europa occidental. Posteriormente, la Unión Soviética trató de hacer lo mismo mediante el Plan Molotov con los países europeos de su periferia. Lo anterior es muestra de los preceptos básicos que más adelante se irían institucionalizando como Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD).
Es Walt W. Rostow quien afirmó que todos los países en algún momento se habrían situado como subdesarrollados, pero que posteriormente alcanzarían altos niveles de desarrollo, con el paso del tiempo. Éstos comenzarían como sociedades tradicionales definidas por una economía agrícola, pasando por el aumento del capital y de su productividad, incrementando y diversificando actividades con mayor tecnología y sosteniendo tasas de crecimiento óptimas, hasta llegar al alto consumo de masas para hacer del sector servicios el dominante en la estructura de sus economías. Al mismo tiempo, Rostow sostenía que para lograrlo, el suministro de capital era necesario y una de las formas predominantes de la época, dado el auge de flujos de financiamiento, era la ayuda al desarrollo. Sin embargo, la propuesta tomaba como referencia el auge del modelo de Estado de Bienestar y no las diferencias entre los países del Norte con los países africanos, asiáticos o latinoamericanos, por lo que, más adelante, con las turbulencias económicas, se evidenciaron algunos problemas en la construcción teórica.
La Ayuda Oficial al Desarrollo toma forma como uno de los instrumentos de política internacional en cuanto a poder blando, es decir, se convierte en un mecanismo que, por excelencia, dista de la acción de la fuerza y se concentra en medios ideológicos, culturales y de “buena fe” para el ejercicio de la política exterior de los estados. Fue a través del Comité de Asistencia al Desarrollo (CAD) de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) que se estableció que esta ayuda se compone de transferencias de recursos en condiciones definidas. Esto es, recursos financieros, créditos y donaciones que tienen como principal objetivo promover el desarrollo económico y social de los receptores; para ello se acordó que los miembros del CAD destinen el 0’7% de su Producto Nacional Bruto (PNB) a los países receptores.
Sin embargo, con el tiempo, los problemas de los países menos desarrollados se agravaron y la AOD parecía no solucionar los problemas de pobreza, desigualdad, salud y alimentación. No obstante, al mismo tiempo y, pese a los momentos de crisis, el incremento de los flujos financieros para la ayuda al desarrollo siguieron en ascenso.
No es extraño que con el fin del conflicto de la Guerra Fría y el surgimiento victorioso de Occidente se hayan establecido agendas comunes de desarrollo, pero a la par comenzaron a tomar fuerza movimientos de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y Sociedad Civil que pugnaban por cubrir aquellos vacíos que el Estado dejaba, o temas de reciente impacto que también se dejaban de lado como el medio ambiente, derechos humanos y salud, por poner algunos ejemplos.
Esta nueva tendencia se hacía presente cada vez más y, con la agenda del desarrollo en auge, se adoptaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), una iniciativa de desarrollo de la ONU que pretendía incorporar las necesidades de los países menos desarrollados para que lograran alcanzar un total de 8 objetivos destinados a solventar problemas como salud, nutrición, alimentación e inclusión. Sin embargo, su plazo de cumplimiento era 2015 y sus metas no se cumplieron del todo, quedando pendientes objetivos relacionados a la mortalidad neonatal, la desnutrición infantil o la erradicación de la pobreza.
Rompiendo el paradigma
Hoy en día, y después de vencido el plazo de los ODM, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) surgen como una nueva propuesta que trata de ser más incluyente en materia de CID. El papel de la Ayuda al Desarrollo continua, pero los esquemas han cambiado. Al mismo tiempo que se adhiere el concepto de sostenibilidad y se reconoce que los patrones actuales de consumo y producción merman las capacidades de desarrollo en el mundo, se plantean nuevas formas de estrechar lazos para combatir los males de la humanidad.
Asimismo, expertos como Dambisa Moyo exponen que, sin importar las grandes cantidades de ayuda al desarrollo, las condiciones de países, regiones o un continente entero como África no han visto mejoras tan significativas, dadas las condiciones de vulnerabilidad y fragilidad que el dinero no puede solucionar por sí solo, sino que hace falta una reformulación de sus necesidades más elementales.
En estos tiempos, el uso del término “Ayuda” para referirse a las contribuciones al desarrollo, ya no está tan bien vista como antes. La dependencia que se ha generado a raíz de la misma, plantea cambiar a mecanismos de cooperación que fomenten un desarrollo desde las propias prioridades de cada nación, representando un excelente punto de partida, puesto que estamos hablando de formas horizontales y más inclusivas de cooperación para el desarrollo. Es decir, cooperación técnica, científica, educativa, económica, financiera o cultural. Los ejemplos más destacados son:
- Cooperación Regional: participan varios países con organismos regionales especializados para atender problemas de una determinada región.
- Cooperación Sur-Sur: realizada entre dos o más países en desarrollo, principalmente a través de cooperación técnica mediante un esquema horizontal y reconociendo la condición multidimensional de los problemas.
- Alianzas Público-Privadas: generadas entre el sector público y privado para atender objetivos y problemas compartidos; por ejemplo, las alianzas entre gobierno y empresas para algunas cuestiones de filantropía con fundaciones, fondos y redes de cooperación.
- Cooperación Triangular: asociaciones nacidas de una relación bilateral o multilateral para realizar acciones en favor de un tercer país de menor desarrollo, partiendo desde la premisa que es el país receptor quien conoce a fondo sus problemas.
- Cooperación Multilateral: se presenta en el marco de iniciativas en foros internacionales u organizaciones que establecen alianzas, programas y proyectos a nivel global.
- Cooperación Descentralizada: se realiza con y entre gobiernos subnacionales para atender problemáticas locales y llevar a cabo iniciativas de desarrollo.
Aunque estos esquemas representan una gran oportunidad para cambiar el paradigma de donante y receptor hacia otros más justos y menos condicionados, la realidad es que aún existen temas pendientes por atender. Según estimaciones de UNICEF, aún existen alrededor de 230 millones de infantes que no están registrados ante alguna autoridad y, por lo tanto, no tienen derechos a salud, educación o seguridad social.
Una cooperación más inclusiva
Si bien aún existe una continuidad de los flujos de ayuda y asistencia, las iniciativas para el desarrollo surgen cada vez más desde distintos horizontes. Por ejemplo, hasta hace poco, el tema del cambio climático no era de trascendencia, pero gracias las acciones de las ONG’s, que han conseguido modificar la agenda global, hoy existe un Acuerdo de París que plantea un mejor futuro para mitigar este problema.
Por otro lado, hoy existen más comunidades y entidades subnacionales que poseen sus relaciones exteriores y de cooperación, como el caso de los hermanamientos entre ciudades. Y el sector privado o las empresas también contribuyen a cambiar el paradigma de la cooperación a través de sus fundaciones contribuyendo con parte de sus ingresos a iniciativas y proyectos dirigidos al desarrollo. Es el caso de la Fundación Bill y Melinda Gates o la Fundación Ford, por mencionar algunas.
La cooperación ya no se ve como un esquema que involucra solamente al gobierno mediante formas verticales de cooperación (donante-receptor), sino que actualmente las conexiones son muy diversas y se reconoce la pluralidad de las mismas.
El reconocimiento que tienen gobiernos locales, comunidades y sociedad civil para participar activamente en el establecimiento de las prioridades nacionales y la formulación de políticas públicas ha ido en aumento a nivel internacional. Es decir, el paradigma donante-receptor se está viendo mermado por una cooperación horizontal, donde las agendas locales influyen hasta el nivel global.
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