La legislación europea e internacional, aunque de forma insuficiente, ofrece instrumentos y mecanismos aplicables a la situación actual. Sin embargo, como se explicó en la primera parte de este artículo, la UE no ha conseguido desarrollar una respuesta común y coherente con dicha legislación a la crisis de los refugiados. De hecho, los Estados miembros han mantenido posturas muy distintas, dificultando así una mejor gestión de la dramática situación.
El caos fronterizo: las profundas diferencias entre países
La deficiente legislación europea e internacional, que debería ser observada uniformemente en todo lugar, se aplica de forma muy desigual entre los distintos Estados miembros. Entre otros efectos, países fronterizos como Grecia o Italia, ya fuertemente golpeados por la crisis económica, se ven literalmente desbordados en el registro de solicitudes de asilo. A raíz de esta situación se cuestiona de nuevo el cumplimiento del Reglamento “Dublín II”, un instrumento que presuponía la unanimidad de los Estados miembros en la implementación de unos mismos criterios de protección, pero cuyo efecto real está siendo una auténtica lotería de asilo, pues cada país aplica sus particulares políticas a este respecto.
Las situaciones de desconcierto vividas en los países fronterizos, ligadas a los discordantes criterios de asilo, han originado que muchos refugiados hayan optado por desplazarse, de forma clandestina y arriesgada, hasta los países más ricos o con leyes de acogida más ventajosas, donde pueden esperar mejores resultados para sus peticiones y unas condiciones de vida más dignas durante la tramitación de asilo.
Estas irregulares y peligrosas vías de huida han provocado la previsible e inmediata aparición de redes mafiosas. Organizaciones criminales que, aprovechándose del miedo y la desesperanza, se lucran con el traslado, en condiciones infrahumanas, de innumerables indocumentados a distintos puntos del interior de Europa. La aparición de estas redes mafiosas está dando pie a verdaderos dramas humanos que incluyen desde el secuestro y la trata hasta las desapariciones y la muerte de cientos de personas, como la acaecida a 71 refugiados sirios en un camión frigorífico en Austria, a finales de agosto de 2015.
En las mismas fechas, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés François Hollande avanzaron conjuntamente una propuesta para una política unitaria de asilo, a la que calificaron como un “acto de solidaridad europea”. Esta propuesta también se presentaba como una verdadera colaboración con Grecia e Italia, países a los que se instaba a reabrir, sin mayores dilaciones, los centros de registro de refugiados (cuestión que, posteriormente, ha motivado la apertura de un procedimiento de infracción a ambos países, junto a Hungría y Croacia).
Dicha propuesta consistía, de hecho y como ya se pudo constatar en septiembre, en un nuevo mecanismo de emergencia, al estilo del intentado en mayo de 2015 con el objetivo de reubicar en otros puntos de la Unión, desde Grecia, e Italia, a 40.000 refugiados que de forma voluntaria por los Estados recibirían protección internacional.
Sin embargo, la propuesta no recibió el respaldo que se esperaba por parte de los 28. España, por ejemplo, no estuvo conforme con la cuota de 4.300 refugiados que se le propuso y aceptó tan sólo 1.300, alegando que esta iniciativa podría generar un “efecto llamada” y agravar el problema. Además, otros países, como Hungría, quedaron exentos en el reparto, en contraposición con países como Alemania, Francia o Suecia, que adelantaron que se comprometerían a aceptar a más refugiados de lo que les correspondía. Por otro lado, países como Reino Unido, Dinamarca e Irlanda no se veían tampoco obligados a participar por la particularidad de su membresía en la Unión Europea.
Decepcionado con el estrepitoso fracaso de este primer mecanismo de emergencia, el presidente Juncker precisó en su Discurso sobre el Estado de la Unión, que esta segunda propuesta conllevaría un obligatorio sistema de cuotas para los Estados miembros con el que, desde Hungría, Grecia e Italia, se iban a reubicar 120.000 personas más mediante un método que tendría en cuenta:
- la población del país receptor,
- su riqueza nacional (el PIB),
- su tasa de paro y
- sus esfuerzos previos (por lo que Italia y Grecia quedaban exentas).
En realidad se trataba de un acuerdo de mínimos claramente insuficiente para muchos países, ya que por mar y por tierra las fronteras soportaban diariamente avalanchas de millares de personas. Sin embargo, la propuesta fue solamente aprobada por una mayoría de miembros, pues Hungría, República Checa y Eslovaquia la rechazaron (la reticente Polonia terminó por aceptar), de manera que el acuerdo se tambaleó y hubo que proceder a un nuevo cambio de las condiciones de reparto.
En términos de solidaridad y de voluntad para acordar soluciones, son difícilmente entendibles o justificables las actitudes de determinados mandatarios, como la del húngaro Viktor Orban, que se opuso frontalmente al sistema de cuotas obligatorio y a que sus funcionarios implementasen el registro de refugiados. El pretexto fue que ese trámite le correspondía, a su entender, a Grecia. Orban no entendió, o no quiso entender, que el sistema propuesto pretendía precisamente aliviar el flujo de refugiados a su país.
Así pues, el proyecto quedó modificado con la distribución, en una primera fase, de tan sólo 66.000 refugiados desde Grecia (50.400) e Italia (15.600). Los 54.000 restantes, que le habrían correspondido a Hungría, quedaron pendientes para una segunda fase, por lo que se creó una especie de fondo de reserva. Así se mantenía el plan inicial, ya que ese cupo pendiente seguirá vigente para refugiados que provengan de ambos países mediterráneos o de cualquier otro en el que pudiera producirse una crisis súbita.
Las vallas vuelven a las fronteras de Europa
Ante este confuso panorama Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, ya advirtió que todos los países miembros estaban obligados a acatar las medidas aprobadas, aunque algunos hubiesen votado en contra, pues la normativa europea no exige la unanimidad sino tan sólo la mayoría cualificada para el obligatorio cumplimiento de los acuerdos. No proceden, por tanto, ni engaños ni incumplimientos que abrirían escenarios indeseados y peligrosos por el pernicioso mensaje de división y desunión en el seno de Europa, cuyos efectos podrían ser desastrosos. Es urgente, además, frenar la idea según la cual el Espacio Schengen puede ser suspendido durante dos años: además de no garantizar una respuesta eficaz contra el yihadismo, los refugiados quedarían atrapados en países que abiertamente han manifestado su rechazo a acogerlos.
A pesar de todo, la obstinación de algunos gobiernos europeos es exasperarte. Si bien desde Berlín y Bruselas se amenaza con sanciones a los países incumplidores, Hungría decidió cerrar sus fronteras con el lamentable argumento de los que los refugiados musulmanes ponían en riesgo la cristiandad europea. Así, desde el pasado verano no se puede circular libremente desde Serbia o Croacia a causa de la instalación de vallas de alambre de espino. Desde octubre el ejército se encarga de controlar la frontera con Eslovenia.
En un peligroso contagio, en el interior de la UE se han construido, según denuncia Amnistía Internacional, más de 235 km de vallas instaladas en sus fronteras exteriores (todo ello acarreando un coste de 175 millones de euros):
- una valla de 175 km en la frontera entre Hungría y Serbia,
- una valla de 30 km en la frontera entre Bulgaria y Turquía, que se ampliará 130 km más,
- 18,7km de vallas en las fronteras de los enclaves españoles de Ceuta y Melilla con Marruecos, y
- una valla de 10,5 km en la región de Evros, a lo largo de la frontera entre Grecia y Turquía
El fracaso de la UE en el Mediterráneo: Operación Mare Nostrum y Operación Tritón
Lejos de disuadir a los migrantes, las vallas sólo han conseguido que cambien sus rutas terrestres o que opten por rutas marítimas, aún más peligrosas. Las 3.500 personas muertas en el Mediterráneo y las más de 500 en el Mar Egeo en 2014 así lo atestiguan.
Además, la UE también modificó su gestión de los flujos migratorios agravando el problema, como ya denunció Amnistía Internacional en su informe “La vergüenza de Europa, a pique: omisión de socorro a refugiados y migrantes en el mar”, y que llevó a esta organización a renovar su campaña “#SOSEurope. No más muertes en el mar”.
La Operación Mare Nostrum fue impulsada por el gobierno italiano tras la tragedia de Lampedusa en 2013, en la que murieron ahogados frente a las costas italianas 366 personas provenientes de Libia. Esta operación militar y humanitaria duró un año, estaba diseñada para socorrer a personas y embarcaciones en el Mediterráneo y fue financiada en su totalidad por Italia (desembolsando 9 millones de euros al mes desde finales de octubre de 2013 hasta noviembre de 2014).
Gracias a que Mare Nostrum cubrió más de 70.000 kilómetros cuadrados (centrados en el Canal de Sicilia), a su gran despliegue de medios (entre los que se encontraban helicópteros de búsqueda, drones espía, aviones de reconocimiento y buques) y a la colaboración con el Gobierno de Libia, se consiguieron salvar a más de 155.000 personas en el mar ese año.
Después de un año de presiones a la Unión Europea, su agencia de control de fronteras Frontex, tomó el relevo al gobierno italiano en 2014 en la vigilancia de las aguas del Canal de Sicilia con la Operación Tritón. Sorprendentemente el presupuesto europeo para esta operación se rebajó a 3 millones de euros por mes, consiguiendo en 6 meses salvar tan sólo 5.000 vidas y no pudiendo hacer frente al naufragio y muerte, en un mismo día, de 700 personas frente a las costas libias en abril de 2015.
Por si esto no fuera poco, el pasado octubre también se acordó el Plan de Acción Conjunta UE-Turquía, por el que Turquía se comprometía a contener la llegada de refugiados a suelo europeo a cambio de 3.000 millones de euros. Amnistía Internacional volvió a pronunciarse ante este acuerdo y denunció en su informe “Miedo y vallas: los planteamientos de Europa para contener a las personas refugiadas” que este plan “hace la vista gorda ante las violaciones de Derechos Humanos a las que se enfrentan las personas refugiadas y migrantes en ese país”. Esto sería así porque Turquía habría estado deteniendo a migrantes y solicitantes de asilo interceptados sin permitirles acceder a asistencia letrada, además de devolver a refugiados a Siria e Irak, violando claramente el derecho internacional. El informe también revela que los guardias fronterizos de Marruecos estarían actuando como filtro para España, cuyo gobierno aprobó, en marzo de 2015, un texto que legalizaba las devoluciones “en caliente” que la Guardia Civil ha estado realizando en Ceuta y Melilla.
Propuestas y recomendaciones de la UE
Las propuestas por parte de la Comisión Europea para trazar el camino hacia la resolución de la crisis de refugiados incluyen, entre otras, las siguientes:
- Que los Estados miembros adopten las propuestas de la Comisión para la reubicación de un total de160.000 refugiados.
- Redacción de una lista común de la Unión Europea de países seguros, para acelerar los procedimientos de asilo.
- Modificación del sistema de Dublín y del tratamiento que se da a las solicitudes de asilo.
- Proposición de un mecanismo de reubicación permanente, para hacer frente a situaciones de crisis más rápidamente en el futuro.
- Revisión, por parte de los Estados miembros, de sus políticas de apoyo, integración e inclusión. Apoyo de la Comisión mediante fondos para estos esfuerzos (actualmente Europa ha ofrecido a los Estados miembros 6.000 euros por refugiado al año, cuando el coste se estima en 4.000 por cada uno).
- Permitir que los solicitantes de asilo puedan trabajar y obtener sus propios ingresos mientras esperan la respuesta a sus solicitudes de asilo.
- Apertura de canales legales y seguros para la migración.
A estas propuestas también cabe añadir las ideas del presidente Schulz, quien ha sido muy crítico con las políticas exteriores de algunos Estados miembros al declarar que “les falta coraje y solidaridad”, ya que cree que Europa es capaz de resolver esta crisis con una política migratoria común. El presidente del Parlamento Europeo recuerda que “la UE tiene 507 millones de habitantes y que, por tanto, si tenemos 500.000 refugiados distribuidos entre 507 millones de personas, se puede hacer”. Por esta razón propone, entre otras medidas, impulsar la tarjeta azul, un documento similar a la “green card” estadounidense. Se regula en la Directiva 2009/50/EC, relativa a “Las condiciones de entrada y residencia de nacionales de terceros países para fines de empleo altamente cualificado” pero, de momento, sólo Alemania la utiliza efectivamente.
Estas propuestas estarían en sintonía con las recomendaciones por parte de ACNUR o Amnistia Internacional que, entre otras cosas, también piden que se garantice de forma eficaz que las personas refugiadas tengan acceso al territorio europeo a través de las fronteras terrestres y que se pongan fin, de inmediato, a las devoluciones “en caliente”.
No obstante, todo lo expuesto anteriormente no tendrá sentido ni llegará a buen puerto si no hay una verdadera unidad de Europa en política exterior. Juncker lo sabe muy bien cuando dice que “no hay suficiente Europa en esta Unión ni hay suficiente unión en esta Unión”.
En este sentido, convendría prestar muchísima atención a las recientes manifestaciones de António Guterres, Alto Comisario de la ONU para los Refugiados:“la globalización nos ha conducido a la cruel paradoja de que el dinero, los bienes y los servicios circulan libremente, pero el movimiento de los seres humanos está fuertemente restringido, en un momento en que cada vez son más las personas forzadas a huir… La respuesta de la Unión Europea ha estado muy dividida, haciendo muy poco y muy tarde… La forma en la que tratemos a los refugiados determinará la fortaleza de nuestras sociedades en el futuro”.
Pero no hay que darles ninguna posibilidad ni a la desesperanza, ni al desánimo ni al abandono. Europa, la Unión Europea, tiene que seguir siendo todo un ejemplo de generosidad y toda una esperanza de solidaridad para afirmar y reafirmar las palabras de Juncker: “Europa es el panadero de Cos que da su pan a seres exhaustos y hambrientos. Europa son los estudiantes que en las estaciones de tren de Múnich y Passau dan ropa a los recién llegados. Europa es la policía de Austria que da la bienvenida a los refugiados agotados que cruzan la frontera. Esta es la Europa en la que quiero vivir… La crisis es grave y el viaje es aún largo. Cuento con ustedes, en esta Cámara y con todos los Estados Miembros para avanzar, haciendo gala de la valentía que ha caracterizado a Europa, en consonancia con nuestros valores comunes y nuestra historia”.
La Comisión tiene previsto presentar un paquete sobre migración legal bien definido a principios de este año . Esperemos que pueda dar más y mejores respuestas a esta crisis de refugiados de la que todos nos deberíamos sentir parte.
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro
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