Cada vez existe mayor consenso respecto a la idea de que la dinámica de la población, tanto en su conjunto como en su distribución, está intrínsecamente relacionada con el desarrollo. En un sentido amplio, ésta condiciona la capacidad productiva y reproductiva del capital humano y con ello, el proceso formativo de las nuevas generaciones. Esto se debe a que la posibilidad de crianza en unas condiciones adecuadas, así como el desempeño e inserción en el sistema educativo, dependen de factores tales como la reproducción, las condiciones de salud y la movilidad. Además, estos comportamientos condicionan la inserción laboral, la protección y la participación social así como la productividad de las personas, teniendo, todo ello, importantes efectos en individuos y familias.
Los comportamientos demográficos se relacionan estrechamente con los niveles de pobreza en la medida en que pueden producir vulnerabilidad demográfica, entendida como el conjunto de características demográficas que limitan la acumulación de recursos y el goce efectivo de los derechos. Por su parte, la vulnerabilidad demográfica se asocia con las desventajas sociales que afectan a los grupos de población en situación de exclusión; ocasionadas por desigualdades en la supervivencia, reproducción, hábitat o género, entre otras. Estas desigualdades, limitan su capacidad de inserción social y productiva. A su vez, la pobreza causa vulnerabilidad demográfica, retroalimentando un ciclo en el que las condiciones desiguales de género, reproducción, supervivencia y hábitat están altamente influenciadas por la dinámica de la población. La vulnerabilidad se manifiesta de forma directa en las tres dimensiones fundamentales que componen esta dinámica:
- Nacimientos (reproducción)
En situaciones de pobreza y vulneración de Derechos Humanos, es común la falta de planificación familiar, lo que a su vez genera altas tasas de fecundidad y de embarazo adolescente. Las altas tasas de fecundidad generan una mayor carga de crianza y, con ello, alta dependencia familiar. Por su parte, el embarazo adolescente impide la inserción educativa de las mujeres adolescentes. Ello conlleva una serie de desventajas sociales que limitan la acumulación de recursos, el manejo de activos, las oportunidades y la posibilidad de respuesta a cambios externos. La suma de todo lo anterior, provocará mayores situaciones de pobreza.
- Defunciones (esperanza de vida)
La pobreza tiene como consecuencia -debido a la falta de acceso a servicios de salud y una alimentación adecuada-, mayores índices de morbilidad y de mortalidad, lo que a su vez genera mayor dependencia de cuidados, ayudas y de factores externos. Esta dependencia se manifiesta en una mayor vulnerabilidad, lo que también podrá generar o acrecentar las situaciones de pobreza.
- Movilidad (migraciones)
La movilidad y el desplazamiento -dentro o fuera de un país- se dan como una estrategia que utilizan las personas para mejorar sus condiciones de vida y ampliar sus oportunidades -especialmente cuando se vulneran sus derechos-. Sin embargo, también se trata de una apuesta en la que se pueden exponer a nuevas vulneraciones de derechos y dificultades. Además, esto puede tener repercusiones en la sociedad o comunidades receptoras, provocando desafíos de integración. Si bien las migraciones alientan la diversidad y en muchos casos incrementan la productividad -además de suplir demanda de mano obra de las sociedades receptoras-; también tienen grandes implicaciones en la distribución del poder, la participación social y en el proceso formativo de quienes se desplazan.
La combinación de estas dimensiones determinará cuestiones como el envejecimiento de la población -que ocurre al reducirse la tasa de nacimientos y defunciones-; o el bono demográfico, –que tiene lugar cuando se reduce la tasa de defunciones y se mantiene la tasa de nacimientos-. Estos dos fenómenos son clave para entender los efectos de los nacimientos y las defunciones en las políticas de desarrollo.
El envejecimiento de la población
El envejecimiento de la población considerado un triunfo del desarrollo, se debe a mejoras en la salud, nutrición, la educación y el bienestar de una sociedad. Sin embargo, también puede afectar el desarrollo de un país o territorio al desequilibrar la pirámide poblacional hacia edades avanzadas. Esto supone que la población activa y productiva ocupa menores proporciones. Un desequilibrio en la pirámide poblacional implica mayores gastos sociales (tanto privados como públicos); especialmente en atención, cuidados, pensiones y salud. Además, las personas mayores constituyen un grupo etario especialmente vulnerable a la discriminación, la pobreza, los abusos, la violencia y el abandono así como a la falta de medidas y servicios específicos que atiendan sus necesidades. Esta realidad merece atención y la adopción de medidas contundentes en materia de política pública, además de la promoción de derechos específicos que protejan a las personas de edad.
Es claro que las políticas de desarrollo deben adaptarse a las diferentes dinámicas de la población. La falta de acciones y medidas que produjeran una quiebra o mal funcionamiento de un sistema de seguridad social podría tener graves consecuencias en términos de desarrollo, lo cual podría afectar notablemente la capacidad de inversión social y con ello el bienestar general de la población.
En general, los sistemas de seguridad social actuales se basan en poblaciones con una mayor proporción de jóvenes en edad productiva que sostienen a la población pensionada. Al cambiar la estructura demográfica y aumentar la proporción de la población de edad, es necesario un replanteamiento que permita ajustar estos sistemas a los nuevos contextos. Los esfuerzos deberán partir tanto del sector público como del privado, llevando a cabo iniciativas que promuevan la integración y la participación efectiva de la población envejecida en la sociedad.
Las tendencias de la población son cada vez más diversas entre las diferentes regiones y países. Se ha producido un envejecimiento de la población a nivel global, especialmente en los países desarrollados, lo que implica la disminución de la proporción de los jóvenes en edad de trabajar. En muchos de estos países en desarrollo, esta tendencia se notará en los próximos años. En el año 2000 el porcentaje de personas de edad en el mundo superó el porcentaje de niños menores de 5 años, y se estima que para 2015 habrá más personas de edad que niños menores de 15 años.
El bono demográfico
Desde el lado contrario, existe el llamado bono demográfico, el cual tiene lugar cuando la población en edad productiva crece de manera sostenida en proporción a la población en edades no productivas (menores de 15 años y mayores de 60-65 años). Esta situación se considera una “oportunidad demográfica” ya que incide en el mejoramiento de la productividad y el crecimiento económico, haciendo que las condiciones de vida del total de la población mejoren. En los países más industrializados, esta situación se conoció como “Baby boom”.
No obstante, este mejoramiento está condicionado por las oportunidades, capacidades, así como la inserción laboral que puede ofrecer la sociedad a la población en edad productiva. Por lo tanto, para que constituya realmente una oportunidad y no se convierta en vulnerabilidad demográfica, es importante ampliar las oportunidades y capacidades de la población en edad reproductiva, en especial generando más empleo y mejorando las condiciones del mismo.
En la actualidad, algunos países de América Latina -a pesar de la reciente desaceleración-, ilustran las oportunidades del bono demográfico. Se trata de una región donde el crecimiento de la población en edades no productiva es sostenible, y a su vez, vive un momento de crecimiento económico y generación de empleo. Ejemplo de ello es el caso de Perú, país que se encuentra en fases intermedias de la transición demográfica y en el que su PIB aumenta a porcentajes superiores al 3%, siendo el desempleo de una cifra (cercano al 6.5% %). Los países centroamericanos son otro ejemplo de países emergentes en el que la población aumenta a la par que el PIB.
Europa en cambio, estaría en una situación opuesta. Afronta una larga crisis económica que afecta sobre todo al empleo, -en especial de los jóvenes-, contando con una población envejecida fruto de un estancamiento en el crecimiento demográfico. Ejemplo paradigmático de esta situación es el caso de España, país especialmente afectado por la crisis económica. El país tiene un crecimiento demográfico estancado, además de uno de los porcentajes de desempleo más altos del mundo y una población joven sin expectativas ni posibilidades de inserción laboral.
Las mayores tasas de fecundidad siguen dándose en los 49 países más pobres, la mayoría localizados en África y el sur de Asia, los cuales representan menos del 13 % de la población mundial. Aunque constituye un reto migratorio, también puede constituir una oportunidad, dado que el bono demográfico de los países más pobres podría compensar el envejecimiento de los más ricos.
Vulnerabilidad demográfica y políticas de desarrollo
Teniendo en cuenta la combinación de estos factores, queda de manifiesto que la vulnerabilidad demográfica afecta tanto a personas jóvenes y de edad avanzada en países caracterizados por el envejecimiento de la población, como a poblaciones jóvenes en países con bono demográfico. Este hecho explica, en gran medida, los fenómenos migratorios que tienen lugar desde algunos países del sur hacia países del norte, además de otras cuestiones como guerras, hambrunas o malos gobiernos. Si nos remitiéramos exclusivamente a las tendencias poblacionales, es lógico pensar que el bono poblacional de algunos países puede compensar el envejecimiento de otros.
Sin embargo, las políticas de desarrollo no deberían centrarse en esperar que las personas en vulnerabilidad demográfica se desplacen para compensar el envejecimiento poblacional de otros lugares. Tampoco, a esperar recibir migración para compensar el envejecimiento poblacional propio. Las políticas de desarrollo deben centrarse en ofrecer oportunidades suficientes para que las personas puedan escoger desplazarse o permanecer en sus lugares de origen, de tal modo que la migración no constituya una necesidad sino una elección.
Para ello, es importante rediseñar y repensar políticas de desarrollo orientadas a integrar a los diferentes grupos poblacionales, ofreciendo oportunidades tanto a la población joven como de la tercera edad. Esto puede implicar repensar o modificar los sistemas de seguridad social y las relaciones productivas, además de cambios culturales que transformen al papel de las personas mayores en la sociedad –pasando de una perspectiva pasiva a una más activa-. Todo ello, deberá partir siempre de un enfoque que asegure que las personas sean sujetos de derechos y no de necesidades, de tal forma que el desarrollo implique oportunidades y capacidad de elección, y no únicamente acumulación de recursos y avances tecnológicos.
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro
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