03/12/2024 MÉXICO

Feminicidio global, resistencias g-locales e interseccionales

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Ante el feminicidio, una forma de violencia global que causa más del 50% de los asesinatos de mujeres en el mundo, se debe dar una respuesta global para garantizar a las mujeres el derecho a una vida sin violencia.

“Cinco mujeres mueren al día en México víctimas de la violencia” (El País, 18 de noviembre de 2014), “Más de cien mujeres son víctimas de feminicidio en el país cada año” (La República, 8 de marzo de 2015), “Con feminicidio no hay democracia” (Europa Press, 13 de febrero de 2015), “En el mundo se registran anualmente 65.000 muertes por feminicidio” (El Espectador, 15 de septiembre de 2014), “Desde 2013 hubo 206 feminicidios en Bolivia, pero solo 8 sentencias” (La Razón –Bolivia–, 13 de noviembre de 2014), “La mujer asesinada en Paterna por su pareja estaba tramitando la separación” (Lainformación.com, 9 de diciembre de 2014)… Y así cada día en distintos puntos del planeta.

El feminicidio: una lacra global

Cuando hablamos de feminicidio, en Europa este suele identificarse como algo lejano que sucede en países en desarrollo, en ese “sur” estereotipado desde este “norte” reduccionista y miope ante nuevos conceptos y epistemologías acuñadas desde todo aquello que rehúye el paradigma hegemónico occidental y que hemos catalogado como “lo otro”. Desprenderse de esa mirada neocolonialista y etnocentrista cuesta, pero el caso es que solo en el Estado español, desde 1999, más de 1.000 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas. A nivel mundial, aunque no se puede ofrecer una cifra exacta, la Organización de las Naciones Unidas estima que los feminicidios suponen bastante más del 50% de los asesinatos de mujeres en todo el planeta.

Foto: Feminicidio.net

República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Colombia, Bolivia, Sudáfrica, Rusia, Azerbaiyán, Noruega, España… Es cierto que la impunidad en casos de violencia machista es mayor en unos países que en otros, que la interseccionalidad entre desigualdades (de género, raza, clase social, opción sexual, etc.) no se da por igual en todas las regiones del planeta, pero es igualmente cierto que el feminicidio es un concepto integral que engloba diversos tipos de asesinatos de mujeres por razón de su sexo (feminicidio íntimo, no íntimo, por trata, por mutilación genital, feminicidio serial sistémico, feminicidios en contexto de conflicto armado como crimen de guerra, etc.) y que su uso responde a un posicionamiento político específico respecto a la violencia contra las mujeres como un problema público y global.

Así lo expresaba la antropóloga feminista Marcela Lagarde en una entrevista para el periódico mexicano El Universal el pasado mes de noviembre:

“Hay muchos tipos de crímenes contra mujeres, pero todos tienen la característica que son crímenes de odio basados en la desigualdad, la discriminación, la exclusión, un odio gestado socialmente hacia las mujeres. (…) crímenes que gozan de impunidad social, que se incuban en la misoginia, en el machismo, en el desprecio a la vida de las mujeres, en la desigualdad brutal, en los bajos salarios, en la exclusión. Todo eso es una teoría, la teoría del feminicidio. El feminicidio no es una palabra, es toda una teoría”.

Hace algunos días se presentaba en Barcelona –además del Informe de Feminicidios en Cataluña 2010-2014 – el libro Feminicidio. De la categoría político-jurídica a la justicia universal coordinado por Graciela Atencio, responsable de Feminicidio.net, cuyo trabajo de recuento y mapeo de los feminicidios es digno de mención y admiración (igual que el del Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio, entre otras entidades de la sociedad civil) y constata que el número de feminicidios en el Estado español casi duplica al de asesinatos por violencia machista reconocidos por las instancias oficiales.

En dicha presentación se plantearon algunas cuestiones interesantes sobre las estrategias a seguir para poner fin a esta pandemia y presionar a los Estados por unas políticas públicas que ciertamente prevengan todas las formas de violencia contra las mujeres. ¿Qué sucede con la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género? ¿Es realmente integral o resulta insuficiente? ¿Se podría definir un tipo legal internacional unificador alrededor del concepto de feminicidio? ¿Cabe exigir que se declare una alerta de género que haga que todas las instancias públicas trabajen de forma coordinada e integral para prevenir la violencia contra las mujeres?


A pesar de la buena predisposición general hacia la tipificación específica del feminicidio dentro del Derecho Internacional, el problema que se plantea no atañe solamente a que se elaboren leyes tanto a nivel estatal como internacional sino que estas se apliquen con diligencia.

Prevenir el feminicidio: un imperativo global

Y si bien la sanción de los crímenes contra las mujeres por razón de género es un elemento esencial de la lucha contra los mismos, resulta imperativo situarse en un estadio previo: el de la prevención y el abordaje de las causas culturales que salvaguardan socialmente la violencia machista. La tipificación legal, sin más, no basta si dichas leyes no están dotadas de presupuesto para incidir a nivel educativo, mediático, político, económico, jurídico, etc. y para promover una verdadera transformación social respecto a la desigualdad estructural que sufren millones de mujeres en el mundo.

Porque el feminicidio, como bien dice Graciela Atencio, es el último escalón, el resultado último de la desigualdad entre hombres y mujeres, y necesitamos abordarlo desde una dimensión holística e interdisciplinar, como un instrumento para trabajar la prevención como política de Estado y dentro de los currículos académicos, y como una “herramienta de lucha hacía la utopía del buen trato hacia las mujeres”.

Y es que ante la globalidad del feminicidio, la respuesta y las resistencias frente a la (re)producción de la violencia contra los cuerpos femeninos deben ser también g-locales, o en palabras de Sayak Valencia en su obra Capitalismo gore, que estas “se piensen en forma global y se ejecuten en forma localizada” para reivindicar que “vivas nos queremos” y asentar las bases para garantizar el derecho de las mujeres a una vida digna libre de violencia.


 

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Sonia Herrera

Barcelona, España. Doctora en Comunicación Audiovisual y Publicidad y especialista en educomunicación, periodismo de paz, cine y estudios feministas. Es miembro de diversas organizaciones y asociaciones defensoras de Derechos Humanos, vinculadas a la cultura de paz y a la igualdad de derechos de las mujeres. Ha publicado múltiples artículos de divulgación y ensayos académicos sobre comunicación y medios desde una perspectiva feminista. Enamorada de América Latina. Soñadora de otro mundo posible. Email: sonia.herrera.s@gmail.com


3 comments

  • Andrea Parra

    06/04/2015 at

    Muy buena reflexión. Quisiera saber si estas consideraciones incluyen los asesinatos de mujeres trans.

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    • Sonia Herrera

      06/04/2015 at

      ¡Hola Andrea! Me alegro de que te haya gustado el artículo. Sobre tu duda, te cuento. En las cifras oficiales en España no se contemplan los asesinatos de mujeres trans, como tampoco se contemplan todos los feminicidios no íntimos (es decir, cuando el victimario no es la pareja o ex pareja). Sin embargo, en los recuentos y registros de otras organizaciones como Feminicidio.net, por ejemplo, sí se contempla el feminicidio transfóbico. Queda mucho por hacer y mucho por exigir. Abrazos

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  • Guest

    06/04/2015 at

    ¡Hola Andrea! Me alegro de que te haya gustado el artículo. Sobre tu duda, te cuento. En las cifras oficiales en España no se contemplan los asesinatos de mujeres trans, como tampoco se contemplan todos los feminicidios no íntimos (es decir, cuando el victimario no es la pareja o ex pareja). Sin embargo, en los recuentos y registros de otras organizaciones como Feminicidio.net, por ejemplo, sí se contempla el feminicidio transfóbico. Queda mucho por hacer y mucho por exigir. Un abrazo

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