En el segundo día de la COP20, el plenario estaba lleno de delegados discutiendo la Plataforma de Durban para una Acción Reforzada (ADP por sus siglas en inglés). El ambiente era extremadamente caluroso, como si ya pudiésemos sentir los dos grados de aumento de temperatura provocados por cambio climático. Los delegados discuten el inicio del borrador y cuál debería ser su resultado final.
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El documento del ADP tiene una gran relevancia ya que su objetivo es definir el nuevo acuerdo climático de 2015 y fomentar la reducción de gases que causan el efecto invernadero. Esto va en línea con la ciencia climatica y sus últimos resultados: este pasado año el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) pedía la eliminación de emisiones que provocan efecto invernadero para finales de siglo y el Programa de las Naciones para el Medioambiente (UNEP) para 2070. Esto lograría el cumplimiento del Artículo 2 de la convención y “prevendría una peligrosa interferencia antrópica en el clima”.
Phase out – phase in. ¿Qué dice la COP?
El borrador de la ADP menciona la necesidad imperiosa de alcanzar emisiones netas. El artículo 3 sugiere “una reducción mundial de las emisiones que provocan el efecto invernadero de entre el 40 y 70 por ciento, por debajo de los niveles de 2010, para 2050 y llegar a la “cero emisión” de CO2 y otros gases longevos para finales de siglo”.
Algunos países colaboran a nivel individual para conseguir a un mundo libre de emisiones de carbono. Etiopía, Finlandia, Suiza, Costa Rica, Noruega, Francia y Georgia están comprometidos con su misión de conseguir emisiones netas. De hecho, hace poco Costa Rica hizo referencia a la posibilidad de alcanzar el objetivo de cero emisiones en 2050. Pueden encontrarse en todo el mundo iniciativas de ciudades, comunidades e individuos contribuyendo en la urgente necesidad de hacer desaparecer las emisiones nocivas.
La eliminación de combustibles es una gran meta pero los negociadores de la ADP deberían considerar incluir algo aún más relevante: la introducción de un nuevo objetivo, la promoción real de las energías renovables y el recorte de inversiones en combustibles fósiles.
Un hecho inquietante se repite: países participantes consideran la energía nuclear como una forma de transición hacia las renovables o, simplemente, como una manera de diversificar su provisión energética y obtener, así, mayor seguridad energética. La narrativa de las bondades de las nucleares, como que no generan dióxido de carbono y su seguridad, tienen que ser enfrentadas o las centrales nucleares podrían empezar a proliferar en todo el mundo.
La energía nuclear no es la solución
La energía nuclear está apareciendo cada vez más en las conversaciones relacionadas con el cambio climático. Por ejemplo, el último gran acuerdo entre China y Estados Unidos incluye la energía nuclear y el carbón como fuentes energéticas bajas en carbono que China impulsará. Es más, la ministra de Asuntos Exteriores australiana, Julie Bishop, dijo que la energía nuclear podría estimular la economía australiana y se está reabriendo el debate nuclear en el país, que tiene potencial para producir uranio.
La Unión Europea no está en mejor situación: Francia tiene 58 centrales nucleares que producen el 73% de su electricidad, seguida por Bélgica (52%), Eslovaquia (51%) y Hungría (50%). Greenpeace ha publicado recientemente una lista de las plantas nucleares más peligrosas de Europa debido a su antigüedad, apuntando especialmente a España, que ha extendido la vida de algunas de ellas. Tristemente esta semana ha empezado el juicio contra 17 activistas de esta organización que protestaban contra la energía nuclear en España, que ahora se enfrentan a penas de cárcel.
La energía nuclear no es solo peligrosa, sino que es injusta y contaminante. Hay muchos informes que demuestran que, con minerales de alta calidad, el CO2 producido por el ciclo completo de la vida nuclear es alrededor de un tercio del producido por una estación alimentada por gas. Por tanto, la energía nuclear contribuye al cambio climático produciendo emisiones de efecto invernadero. Es más, la energía nuclear perpetúa una industria minera muy contaminante e injusta. Numerosos informes de organizaciones internacionales denuncian el impacto de la minería de uranio en el medioambiente (aire, tierra, agua) y los efectos que puede llegar a tener en la salud de las personas. Aparentemente el mundo no está escuchando ya que recientemente China se ha movido en dirección a la compra de parte de las minas de uranio, como la de Langer Heirich en el desierto del Namib.
Tal vez aún haya esperanza y las energías renovables prosperen en los próximos años. Hemos visto señales positivas sobre esto llegadas desde Alemania, que acaba de anunciar que quiere cortar sus emisiones al 40% para 2020, un objetivo mucho más ambicioso que el paquete de medidas propuesto por la UE. Es más, el 43% de la generación de energía española este noviembre provenía de renovables, a pesar de la obsesión que parece tener el país por cortar la financiación de este tipo de energía promoviendo la industria nuclear.
Pero la esperanza no es suficiente, los negociadores necesitan promover un discurso pro-renovables en el texto de la ADP. Así podremos asegurarnos de estar construyendo un futuro liderado por las energías renovables.
Traducción del artículo original publicado en Adopt a Negotiator.
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