Pocas expectativas ya antes de empezar
Era sabido, y las críticas ya estaban allí incluso antes de dar por inaugurada la cumbre: Río +20 no cumpliría las expectativas. Para empezar, las crisis económica y política que atraviesan la mayoría de países de la OCDE, dejaron en segundo plano a los proyectos de sustenibilidad y Río +20 empezó con las notables ausencias de Barack Obama, Angela Merkel y David Cameron. Pero, sin contar estas ausencias, el foro empezó bajo fuertes críticas al primer borrador de los temas a tratar -el Draft Zero- ya que estaba excesivamente orientado hacia temas de desarrollo económico y social y había perdido el eje sobre temas ambientales, los cuales fueron la prioridad en la cumbre original de 1992. Así pues, temas como el cambio climático, la desertificación o la pérdida de la biodiversidad, quedaron a la sombra en pos del crecimiento económico y la erradicación de la pobreza.
A pesar de estos inconvenientes y de las fuertes críticas que ha recibido por parte de la revista Nature o de organizaciones como CARE o Greenpeace, Río +20 ha cumplido su función como foro multiactor donde más de 50.000 representantes de distintas organizaciones, procedentes de 128 países, han debatido sobre los tres pilares de la sostenibilidad: economía, sociedad y medio ambiente. No se ha podido llegar a acuerdos vinculantes, ni se ha podido elevar la categoría de los temas de Medio Ambiente a más que un programa de Naciones Unidas (PNUMA), pero sí se han debatido temas tan importantes como la indexalización de la sustentabilidad para las compañías multinacionales y las directrices que han de regir la Responsabilidad Social Empresarial de estos actores.
Algunos avances a pesar de todo
Además, se han anunciado importantes medidas que no requieren de ratificación ni financiación directa, tales como las iniciativas de empresas como Microsoft y Femsa en matería de reducción de emisiones o el anuncio de las islas Salomón y Australia de que llevarán a cabo grandes proyectos de creación de reservas marinas para proteger las biodiversidad.
Por último, Río+20 ha servido para acercar las posturas entre el Norte y el Sur en materia de desarrollo sostenible. La creciente relevancia de los países en vías de desarrollo tanto a nivel político como económico les ha dado fuerza en los debates y la cumbre ha sido un claro reflejo de que el eurocentrismo, que generalmente ha llevado la voz cantante en temas de medio ambiente, está por fin dando paso a un debate más plural. También quedó reflejada la creciente importancia de actores no estatales como las empresas multinacionales o las plataformas civiles
En definitiva, a pesar de que el documento final de la cumbre “El futuro que queremos” ha sido un texto débil y con más intenciones que resoluciones, Río+20 no ha sido un fracaso absoluto. La conferencia ha pasado más bien intentando capear el temporal del panorama internacional actual, e intentando mantener vivo del espíritu de la sostenibilidad hasta la próxima cumbre.
Esperemos que para 2022, el compromiso internacional hacia el crecimiento verde y sostenible sea más vinculante y las condiciones internacionales más propicias para llegar a soluciones reales.
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