Un tesoro bajo la tierra… y un dilema moral
Imagínate: Un día, haces un descubrimiento maravilloso en el desván de tu casa. Según los documentos amarillentos en tus manos, se encuentra, escondido a unos metros bajo la tierra del jardín, un tesoro inimaginable. Ilusionadísimo/a, sales al jardín, sigues las indicaciones del mapa dibujado en los papeles, y descubres… que el tesoro yace justo debajo del árbol magnífico. ¡Caray! No sólo se trata del único ejemplar superviviente de su especie, sino que además este árbol sirve de hábitat para decenas de nidos de un tipo de pájaro en peligro de extinción. Este ave de plumaje lustroso es el único pájaro que propaga las semillas de la magitata, o sea el alimento base de tu cultura.
Ante este dilema, te pones a reflexionar: es casi irresistible la fortuna del tesoro, pero este árbol, con toda su belleza y sus funciones esenciales, no tiene precio – ¡y no se puede reemplazar! Al cabo de unos días, una idea empieza a tomar forma. Es radical, es innovadora… ¿se podría aceptar? Bueno, se dice que quien no arriesga, no pasa el mar, así que decides invitar a los del barrio y hacer tu propuesta. Si la comunidad acepta pagarte la mitad del valor del tesoro, no lo excavarás y el árbol seguirá viviendo, sirviendo a la comunidad por muchos años más. Sin embargo, si la comunidad no se junta para pagar el montado, se pasa al Plan B: se talará el árbol, y serás más rico/a de lo que jamás habrías podido imaginar.
La riqueza triple de Yasuní
Ahora, hay que saber que en la selva Amazónica de Ecuador existen millones de estos árboles únicos. En el Parque Nacional Yasuní, que yace a unos 250 km al sur de Quito, se pueden encontrar en una sola hectárea más especies de árboles (unas 655) que el total de las especies nativas de árboles de Estados Unidos y Canadá. Además, el parque alberga a 593 especies de aves, 150 de anfibios, y en un único árbol pueden vivir más especies de insectos que el total de las especies encontradas en los Estados Unidos. En el parque entero, que cuenta con una extensión de 9.820 km², residirían más de 100.000 tipos de insectos. A esta riqueza natural, se añade un tesoro humano excepcional: en Yasuní viven los tagaeri y los taromenane, dos pueblos indígenas, en un estado de aislamiento voluntario. Estos pueblos figuran entre los últimos del mundo que no han sido contactados por nuestra civilización moderna.
Pero la riqueza de Yasuní no sólo queda en la superficie. Bajo la tierra fecunda, se extiende un lago de oro negro – unos 856 millones de barriles de petróleo crudo. Se estima que estos barriles, que se encuentran en los campos Ishpingo, Tiputini y Tambococha (ITT), valdrían al menos 7 mil millones de dólares. Es un hallazgo que podría ser de suma importancia para Ecuador, que sigue siendo un país en vías de desarrollo. Se calcula que el volumen de petróleo debajo de la zona Yasuní-ITT supone el 20% del total de las reservas probadas en el país.
La maldición del oro negro
Sin embargo, varios ejemplos mundiales han demostrado que grandes descubrimientos de petróleo y la riqueza que conllevan no siempre benefician a la población de un país – e incluso pueden llevar a distorsiones severas de la economía, corrupción y violencia (piensen en Nigeria, Sudán o Venezuela). Se trata de la llamada ‘maldición del oro negro’, o la temida ‘enfermedad holandesa’.
Además, las consecuencias de la explotación para el medio ambiente no son leves: si se explotara y usara el total del volumen de petróleo de Yasuní, esto resultaría -a parte de la grave afectación del hábitat- en la emisión de 407 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono en la atmósfera. Lamentablemente, ya no existirá en este momento parte del pulmón de la Amazonía (la parte correspondiente al Parque Yasuní) que sería capaz de absorber una porción este volumen enorme de gases emitidos, ya que quedará parcialmente destruido a causa de la explotación del crudo.
Una idea luminosa – Crowdfunding
Ante ese rompecabezas inmenso, salió de Ecuador una iniciativa creativa e innovadora: si la comunidad internacional pagara al país la mitad de los recursos que se generarían si se optara por la explotación del petróleo, Ecuador dejaría el crudo bajo la tierra.
Fueron unos grupos de presión ambientales que propusieron esta ‘iniciativa Yasuní-ITT’ en el 2007, y el gobierno ecuatoriano rápidamente adoptó el plan. Se trata de un tipo de crowdfunding, es decir un fenómeno en que una red de actores variados se construye para donar dinero a una causa, muchas veces por internet. A menudo vemos este tipo de iniciativas tras desastres naturales. ¿Pero cómo se arreglaría prácticamente esta idea tan nueva, desconocida y atrevida para salvar al Parque Yasuní?
Al final, se acordó que la comunidad internacional – es decir ‘países amigos’, organizaciones internacionales, ONGs, empresas (en el marco de sus programas de responsabilidad social corporativa), ecuatorianas y simplemente todos los ciudadanos mundiales – pueden donar dinero a la causa. El dinero acumulado, que tendrá que ascender a un total de 350 millones de dólares anuales durante los siguientes 13 años, será recogido en un fideicomiso bajo las alas de la PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Los fondos recogidos se dedicarán a varios programas de protección ambiental, reforestación nacional, educación social y programas para estimular un cambio de matriz energética en Ecuador hacia fuentes renovables.
Además, existen garantías para los contribuyentes. El gobierno ecuatoriano no podrá cambiar de idea y lanzar al Plan B (talar los árboles y explotar el crudo) sin consecuencias. Cada donación por encima de $50.000 da derecho a un certificado de garantía emitido por el gobierno, así que si en un momento dado el gobierno ecuatoriano pasara a explotar el petróleo de Yasuní, debería devolver las contribuciones.
Lanzamiento, con estrellas
En el año 2011, cuando el fideicomiso estaba plenamente instalado y equipado, tras duras y largas negociaciones, llegó un momento crítico. Si no se recaudaban al menos 100 millones de dólares antes de que terminara 2011, el gobierno ecuatoriano pasaría al Plan B: la explotación de Yasuní.
¿Qué sucedió al final? Se salvaron los insectos, las aves y los árboles. ¿Los héroes? Un grupo de lo más variopinto, desde estrellas Hollywoodienses como Leonardo DiCaprio y Edward Norton hasta países como Italia (que le perdonó a Ecuador unos $51 millones de deuda externa), Australia y Alemania, regiones como Valonia en Bélgica y la región Rhone-Alpes en Francia, compañías multinacionales de refrescos, instituciones rusas, figuras prominentes como Al Gore y Gorbachov, e incluso una banquera neoyorquina que donó la totalidad de su salario anual.
Así, se ha dado el disparo de salida para un proyecto muy ambicioso. Aún tiene muchos años difíciles por delante, ya que recaudar $350 millones anuales no será nada fácil. Además, no faltan las críticas, por ejemplo sobre el llamado ‘Bloque 31’, una parte del parque Yasuní que tiene características ecológicas muy parecidas a las de la zona ITT. Aunque el Bloque 31 queda justo al lado de la zona ITT y las reservas de petróleo en el Bloque 31 sean menores que en los campos ITT, el gobierno ha decidido perforar este área para explotar el crudo – justo al lado de su elogiada iniciativa ecológica.
Un modelo de desarrollo sostenible
Esto es sólo un ejemplo de las polémicas, críticas y dificultades que rodean la tan novedosa iniciativa Yasuní-ITT. Seguirán, sin duda, muchas más. Sin embargo, este proyecto de desarrollo sostenible podría servir de ejemplo para otros países. O como lo dijo Ban Ki-Moon, Secretario General de las Naciones Unidas: “El mundo está aprendiendo de Yasuní. Espero que el mensaje se disperse ampliamente. El desarrollo sostenible es posible, sólo hace falta liderazgo, creatividad y compromiso.”
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro
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