En 2016 se publica Indisposición general. Ensayo sobre la fatiga, un libro de Martí Peran (profesor titular de Teoría del Arte en la Universitat de Barcelona) que se enmarca bajo el proyecto curatorial de mismo título, presentado y expuesto en Fabra i Coats entre los meses de junio y noviembre del año 2015.
En dicho ensayo Peran realiza un análisis sobre el concepto de “fatiga”, una sensación cada vez más extendida e interiorizada en los procesos inherentes a los sistemas de autoproducción incentivados por la era capitalista. Estos procesos están enfocados particularmente en la proyección de un sujeto sometido a la imposición del “vivir” en un proceso positivo, susceptible a un cambio constante y obligado a permanecer en una felicidad auto-impuesta.
El autor halla un nombre específico para dicha ideología: Do it. Hazlo tú mismo, fórmate y moldéate todo el rato o, dicho de otro modo, construye un proyecto de ti mismo constantemente. Como apunta Peran, dicho concepto, a pesar de tener sus orígenes en la apología de la libertad, se ha colocado en la centralidad del sistema de la autorrealización imperativa, tergiversando su sentido primero y convirtiéndose en el eslogan de un sistema altamente agotador.
“Los ejes básicos de esta ideología Do it son el elogio radical de la libertad individual, la promoción de una positividad inquebrantable y el desarrollo de una cultura del proyecto que mantenga en abierto la tensión productiva. Los tres principios atañen directamente al sujeto, otorgándole la más absoluta centralidad en la cadena de producción. Con esta retórica, se consigue fácilmente que toda la actividad que desplegamos para constituirnos y desarrollarnos como sujetos libres y emprendedores de sí, se incorpore de forma automática al ciclo integrado del trabajo”. —Peran, 2016:31
Ser en el presente no es suficiente, pues la imposición de la autorrealización obliga al sujeto a convertirse —en el ahora y teniendo un pie en el futuro inmediato— en un proyecto de él mismo todo el tiempo. Esta imposición se extiende a todos los campos, pero se refleja de un modo evidente en la figura del artista. Aproximadamente desde principios de los años 2000 y hasta la actualidad, uno de los conceptos que más se manejan en el campo del arte es el de “proyecto”. Solo es necesario prestar un poco de atención al circuito artístico institucionalizado en las supuestas “ciudades referentes”. En el caso de Barcelona, por ejemplo, es muy común que en los procesos de convocatorias para la selección de los futuros artistas se les pida un proyecto —en muchas ocasiones preferiblemente abierto— en lugar de la materialización de una obra —sea esta realista o abstracta—. Esto se debe al hecho de que cada vez es más habitual entender la “obra” como la exposición de los “procesos creativos” mismos, revalorizando así esta fase de la producción artística.
Para Martí Peran, la “fatiga” es una sensación interiorizada incentivada por la era capitalista. Obligados a permanecer en una felicidad auto-impuesta, desde la ideología Do It construimos constantemente productos de nosotros mismos. Esta imposición se ve reflejada de forma evidente en la figura del artista.
En realidad, se trata de un ejercicio que se ha basado en sustituir la obra contemplativa realizada por el genio-artista —figura que alcanzó su esplendor en el pasado siglo XX, pensemos por ejemplo en Pollock— por la obra abierta y desmembrada en fases, la cual muestra todo su recorrido proyectual y necesita, en muchas ocasiones, el soporte del texto para la justificación de su exhibición, realizada por el artista-pensante característico del siglo XXI. Sin embargo, el fin de ambos casos sigue mostrándose dentro de un espacio que ya no responde a las formas que la actualidad más inmediata parece necesitar. Así, es importante entender esta cultura del proyecto dentro del marco de una crisis representacional del espacio expositivo basado en el recorrido lineal, puesta en evidencia, entre otros factores, gracias al auge de las redes y el sistema de configuración abierto de Internet.
Si debemos auto-explotarnos constantemente, si la vida —dentro y fuera del terreno artístico— se convierte en una imposición, el ejercicio desbordante de dicha práctica desgasta al sujeto hasta el punto de convertirlo en un ente empobrecido, llevándolo consecuentemente hacia un estado de “fatiga” permanente. Para Peran, la fatiga es el resultado de la competencia constante que la centralidad del sujeto ha establecido. En el espacio colectivo, un lugar que divide a la sociedad en fracasados y ganadores —perdedores aquellos que desaparecen en la masa, exitosos los que consiguen perpetuarse en lo efímero—, el “otro” no es un sujeto que nos resulte ajeno o extraño, sino que posee unas características tan similares a las nuestras, que se convierte en una necesidad básica el destacar, el diferenciarse, el desenmarcarse de la totalidad de la masa homogénea.
“Nos autoproducimos en función de nuestra capacidad de mantenernos activos en un espacio digital que sin embargo y de un modo amenazador, a medida que se agranda, empequeñece nuestro protagonismo emisor. En el interior de este bucle no hay más remedio que redoblar los esfuerzos de producción, y para satisfacer esta necesidad se multiplican las operaciones digitales mediante las que nos perfilamos y singularizamos (cada gesto digital genera una plusvalía)”. —Peran, 2016:36
De este modo se da paso a la autoexplotación de la propia identidad. Este ejercicio que se lleva a cabo de manera habitual en el mundo de las redes sociales, resulta una paradoja que se consume en su propio bucle: dado que existen unos mismos parámetros formales para todos (facebook, twitter, instagram, etc.), se crea la necesidad imperante de convertirse en una permanencia expositiva a pesar de que el sistema de la red esté permutando de manera constante. Y esta autoexplotación identitaria conecta las ideas de Peran con la obra de Dalila, aunque se debe profundizar en el punto de vista de la artista.
En el mundo del arte es cada vez más usual sustituir la obra contemplativa realizada por el genio-artista por la obra abierta y desmembrada en fases. Artistas como Dalila Virgolini han aprovechado esta circunstancia para crear alter egos que cuestionen la impuesta auto-explotación constante de la propia identidad: su “proyecto” es su propia vida.
La obra de Dalila Virgolini es difícil de encasillar
En algunos de los escritos que hablan sobre ella se le engloba en un terreno más ambientado a la fotografía, dado que éste es uno de los medios directos a través de los cuales manifiesta su obra, pero en este artículo nos centraremos en el sustento conceptual de su práctica. Dalila ha creado un alter ego basado en ella misma pero en versión famosa y a través del cual se expone en las redes sociales. Se trata de un personaje a la vez real y ficticio que Virgolini ha inventado. El trabajo de esta artista de origen argentino y que reside en la actualidad en Madrid, se caracteriza por su sencillez y su masivo despliegue virtual. Dalila muestra la multiplicidad del yo a través de fotomontajes y, en múltiples ocasiones, haciendo uso del disfraz, un rasgo que la liga con la práctica de Cindy Sherman (a pesar de que Sherman muestre un énfasis en las identidades-otras, y no en las muchas versiones de ella misma), mediante la exposición constante que nos permiten las herramientas de las redes sociales.
Si bien a través de toda esta muestra masiva de fotografías se cuestiona la problemática de la identidad entendida como una unidad inamovible, profundizaremos en la idea de que Dalila la agota al mismo tiempo que la multiplica. La artista se mueve en un terreno difuso que se aleja del discurso artístico convencional. Su “proyecto” es su propia vida y ésta viene siendo la fuente de su producción. Pone en evidencia todas las intuiciones de Martí Peran, sin embargo (y lo más interesante) es que lo hace desde una conciencia que se permite el lujo de “jugar” con dicha situación. No obstante, no debe confundirse esta actitud con frivolidad. Debería entenderse como un gesto inteligente ante el malestar general del siglo XXI.
“Obviamente, no todo el mundo hace una lectura artística de lo que sucede en mi Facebook. Por una parte, esto me parece muy interesante. Es ya esperable que el arte haya trascendido los lugares establecidos: (galerías, museos, salas), y que se genere esta ambigüedad en la que no se sabe realmente “si es o no es”, es parte de los elementos con los que trabajo. Claro que a veces yo misma lo dudo. Cuántas veces, me pregunto, simplemente estoy reproduciendo la misma necesidad de todo el mundo por compartir su vida diaria, generando mensajes del montón, que pasarán totalmente desapercibidos (¿necesitamos realmente y en todo caso, de una audiencia?). Y, por otra parte, me cuestiono acerca del espacio donde las obras de arte se exhiben, o el prestigio que un artista ha conseguido […] ¿pero quién establece ese valor?, ¿qué es lo “artístico” ?, ¿vale todo?”. —Dalila, 2016:8
Un dato interesante que pone en jaque todas estas cuestiones es que la artista considere su Instagram, una de las redes sociales con más usuarios hoy en día, una obra más de su práctica artística. En el apartado de exposiciones individuales de su currículum, expuesto en su web, puede advertirse que integra su red social como una exposición más.
Peran defiende convertir la fatiga en un motor capaz de generar una crítica, desde una posición política más bien seria. Dalila Virgolini, por su parte, convive con ella desde lo lúdico, desdramatizándola, convirtiendo la auto-explotación en su propia herramienta de trabajo.
Desde el punto de vista de Peran, la fatiga debe convertirse en un motor capaz de generar una crítica. Como bien dice, no vale con el despertar de la conciencia, con estar cansado de ser uno mismo, sino que debe fundarse un derecho a la fatiga sin llegar a banalizarla. No obstante, mientras en la exposición formal de Martí Peran las obras reflexionan o tratan el tema de la fatiga desde una posición política más bien seria, con una conciencia de lucha bastante integrada, Dalila convive con ella desde lo lúdico, pero sin restar importancia al acertado análisis de Peran. Dalila “vive con” la fatiga tal y como Virginie Despentes lo hace con la violación, desdramatizándola. Virgolini se posiciona casi de manera radical ante el drama, el fracaso, el agotamiento y la existencia, convirtiendo a las redes sociales, la estética kitsch y recargada, la superproducción, el absurdo, el juego, el retrato y el disfraz, en sus herramientas de trabajo.
Cómo gestionar esta fatiga es una cuestión de actitud
Según Peran, existen dos métodos para combatir la fatiga y “suspender el hacer”: hacer todo y/o hacer nada, sin embargo “ambos gestos son paradójicamente poiéticos en la medida en que conservan su carácter productivo aun no produciendo nada específico. Hacer todo es agotar todas las posibilidades más allá de cualquier determinación; a su vez, hacer nada no es un mero dejar de hacer, sino un hacer la nada”. —Peran, 2016:79
¿Pero qué significa hacer y, por otro lado, qué conlleva el no hacer? ¿Hay alguna alternativa real al cansancio que genera la ideología del capital? En ocasiones, analizar el sistema no es suficiente para combatirlo, aunque se trate de una resistencia en escala menor. En primer lugar, deben comprenderse las contradicciones del propio sujeto que está cansado pero que, a la vez, se resiste a la nada, ya que ésta comporta la nulidad de la existencia dentro del bucle de la autoproducción.
Virgolini, al generar una suma ingesta de fotografías de sí misma, propone una masificación de su propia identidad. La expone a tantas potencias como imágenes ofrece en sus redes sociales. Se es uno todo el tiempo, sin embargo, nunca el mismo, y en un mismo espacio conviven tantas multiplicidades como uno es capaz de entender, exponer y mostrar.
‘Hacer todo’ y ‘hacer nada’ son los métodos que Peran identifica para combatir la fatiga y “suspender el hacer”. Dalila Virgolini propone una masificación de su propia identidad en el que su cuerpo pasa a convertirse en un medio, un escenario en el que conviven tantas multiplicidades como uno es capaz de entender, exponer y mostrar.
La artista plasma y genera a través de sus posts tantos yoes como, a la par, decide agotar. Una vez expuestos, terminan. De este modo, el cuerpo pasa a convertirse en un medio, pasa a ser un escenario. Se extenúa en sí y desde él mismo. Sin embargo, cada vez que se agota una identidad, nace la posibilidad de generar otra nueva y distinta, y esta regeneración se plantea desde una perspectiva que asume el fracaso desde lo festivo: nos encontramos ante la celebración de la fatiga.
La masividad de la autoproducción de retratos de la artista convierte el agotamiento en un medio que da cabida a la expansión evidente de los cuerpos que se piensan, tanto conceptual como físicamente, y que materializan -dejan constancia, una evidencia- su multiplicidad cambiante. Dalila no es un ente alienado. La artista actúa desde la completa conciencia de su corporeidad. Se sitúa de manera voluntaria en el bucle constante que nos caracteriza. Perpetúa un instante que se perderá para siempre. Y agota el hacer a través de la producción masiva de imágenes.
Las publicaciones de Virgolini equivalen a un hacer improductivo, no reconocido, ya que vivir -tener un instagram, no hacer nada en casa y publicarlo- no se considera como haber realizado una obra de arte “real”. Sin embargo, para Dalila, en esa nada cotidiana y reconocida por la mayoría, donde todos nos vemos reflejados, es donde reside el arte, pues como ella misma decide exponer: my life is my message. La artista retrata sus quehaceres muertos: sus almuerzos, sus visitas al supermercado, la banalidad más inmediata y lo incluye en su propio proyecto artístico, porque “esas cosas supuestamente no-artísticas” constituyen, en un mismo eje, lo que ella considera de por sí una obra de arte: vivir aquí y ahora.
Es en esa nada cotidiana y reconocida por la mayoría donde reside el arte de Dalila Virgolini. Porque “esas cosas supuestamente no-artísticas” constituyen, en un mismo eje, lo que ella considera de por sí una obra de arte: vivir aquí y ahora.
Aún con todo, tanto Peran como Dalila exponen y hacen. Producen. Estamos “cansados” pero de algún modo permanecemos en el agotamiento, y lo perpetuamos, y lo abordamos, y reflexionamos, es decir: comparecemos todos ante el testimonio de una paradoja, de nuevo. Nuestra vida es nuestro mensaje, y existe la necesidad de que este sea narrado. Aunque no diga nada. Cómo vivir, cómo convivir con la vida misma (y con sus fatigas) es otra cosa. En Artistas sin obra, Jean-Yves Jouannais establece una diferencia evidente, pero necesaria, entre el concepto de fiasco y el de fracaso. Fracasar significa perder, es el resultado negativo del intento de ganar. Sin embargo, un fiasco implica abordar la nada y llevarla al extremo: un fiasco es una disfunción, es abandonar el proceso sin contemplar la posibilidad de un epílogo. Sea como sea, tanto la teoría de Peran como la práctica de Dalila no se mueven en el terreno del fiasco, pues si se trata de evidencias, solo es necesario caer en la cuenta de que si Peran y Dalila hubieran “hecho nada”, nadie estaría escribiendo sobre esto.
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Bibliografía:
- Peran, Martí. Indisposición General. Ensayo sobre la fatiga. Hondarribia: Hiru, 2016.
- Virgolini, Dalila. ¿Qué es y qué no es arte? Análisis a través de mi propio trabajo artístico y el medio en el que se desarrolla: internet, 2016. [Consulta: 20 diciembre 2018]. Disponible en: http://www.dalilavirgolini.com/imagenes/varias/Qu%C3%A9%20es%20y%20qu%C3%A9%20no%20es%20arte.pdf
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