La vinculación entre arte y naturaleza no tiene nada de nuevo. La naturaleza fue, durante mucho tiempo, aquello que el arte quería imitar. El medio natural era copiado, idealizado, recreado. Las artistas, esas que casi no recoge nuestra historia, bien por no recibir en su momento el reconocimiento merecido, bien porque, habiéndolo tenido, alguien decidió que su obra no era digna de pasar a la posteridad, reflejan esta mirada sobre la naturaleza en sus propuestas artísticas desde hace siglos.
Así, la holandesa Raquel Ruysch, ya en la primera mitad del XVIII, se hizo famosa por sus bodegones de flores, de los que nos dejó más de 200 lienzos. En la misma época, María Sibylla Merian, naturalista, exploradora y pintora alemana, investigó y dibujó la metamorfosis de las mariposas y reflejó en sus ilustraciones científicas la flora y fauna de distintos países. Un siglo después y en Inglaterra, Anna Atkins aplicaba la recién inventada cianotipia a las especies científicas y autoeditaba British algae: cyanotype impressions, un libro sobre imágenes de algas que la convertía en la primera fotógrafa de la historia. Más tarde, entrado el siglo XX y en un momento en el que las mujeres artistas alcanzaron un mayor grado de visibilidad, la estadounidense Georgia O´Keeffe se hizo famosa por sus espectaculares primeros planos de flores.
En los años 60 del siglo pasado, la naturaleza pasó de contenido a continente, convirtiéndose en el material con el que se realizaba el arte, el “lienzo” con el que se trabajaba. Lo que se denominó land art, earth art o earthwork, que en castellano podríamos llamar ‘el arte de la tierra’.
Es también en ese momento cuando la cuestión medioambiental se convierte, tenga o no la naturaleza como material con el que crear, en un tema político, un cauce para las reivindicaciones ecologistas. Aunque no son tiempos de terminologías cerradas, podríamos usar la categoría amplia de arte medioambiental para nombrar estas prácticas, o usar el concepto de eco-artivismo, definido por la artista e investigadora Verónica Perales como “aquellas prácticas artísticas que manifiestan un compromiso con la preservación de la biosfera y reivindican una actitud respetuosa con ella”1. En este marco, se incluyen las creaciones que aúnan la mirada feminista y ecologista de sus autoras.
Artistas actuales y compromiso ecofeminista
Gabriela Bettini (Madrid, 1977) es una artista hispano-argentina de hondo compromiso feminista cuya implicación con la defensa de los derechos humanos es una constante en su trabajo. En su obra evoca y reivindica la memoria y, especialmente, la postmemoria —la de la generación siguiente a quienes vivieron los hechos— vinculada a la dictadura argentina. Esta herencia la lleva a interesarse por el espacio doméstico, donde la historia atraviesa a las personas —como reflejan proyectos como Cuarto y Mitad o La casa despojada—, y por la historia de la violencia en América Latina, especialmente en relación al extractivismo y la violencia hacia las mujeres. Ha sido recientemente galardonada con el Premio internacional de artes plásticas Obra Abierta 2017 con Repoussoir, donde trata de vincular, en palabras de la autora, “dos temporalidades como son el colonialismo en América Latina y el neocolonialismo a la situación de crisis ambiental que se vive en el presente”.
Así, entre dos paisajes que recrean la obra del pintor barroco holandés Frans Post —uno de los primeros artistas que trasladaron a Europa imágenes del “Nuevo Mundo”—, Bettini pinta el lugar donde ha sido asesinada una activista ambiental. Esta relación entre los artistas del pasado, cuya obra probablemente fortaleció una mirada hegemónica de una cultura sobre otra, y la situación del presente, siempre vinculada al extractivismo en América Latina, ya la había trabajado antes. De hecho, la ha desarrollado en dos de sus proyectos más recientes: Paisajes de excepción (2016) y La memoria de los intentos (2017), donde a los cuadros del pasado y los lugares donde se han producido feminicidios de activistas, une la representación de las webs donde las empresas presumen de compromiso con el medioambiente.
La artista hipermedia, Verónica Perales Blanco (Madrid, 1974), se vincula con claridad al ecofeminismo. En palabras de la autora, co-fundadora del colectivo artístico internacional Transnational Temps:
“[…] desde el campo del arte, las mujeres pueden tener un papel crucial, no sólo como portadoras de un mensaje que nos oriente hacia una conciencia global medioambiental, sino como activadoras de una posición activa en busca del equilibrio en el planeta y la mejora de la situación de los sectores más desfavorecidos”2.
Este es el enfoque de su obra Grandes simios en femenino, una serie de retratos de gorilas hembras que se encuentran, actualmente, en los zoos españoles. La idea le surgió al reflexionar sobre cómo, al igual que sucede con el ser humano, también en el mundo animal, y específicamente en el de los gorilas, la imagen que habitualmente representa al grupo es la de la parte masculina de la especie, en este caso la de un gorila macho. Así, buscando el reconocimiento y la visibilidad de las hembras, se pasea por los lugares donde viven estas gorilas dedicándose a recoger, en un dibujo minucioso, sus rasgos y emociones.
Luna Begoechea Peña (Las Palmas de Gran Canaria, 1984) aborda en su obra multidisciplinar el cuestionamiento de la industria alimentaria, mostrando una preocupación por los modos de producción de alimentos que se vio fortalecida por vivir en primera persona problemas de salud que implicaron cambios en sus hábitos alimenticios. En sus propuestas artísticas pone en cuestión la desconexión del ser humano con el mundo de la naturaleza, plasmado en la despreocupación por el origen y procesamiento de los alimentos. La serie de pinturas Naturaleza muerta por asfixia, con sus bodegones empaquetados, es un claro ejemplo de ello.
Desde hace unos años Luna Bengoechea desarrolla un trabajo específico sobre lo que está sucediendo con las semillas y los granos en el mercado internacional. Es un proyecto, cuenta la artista, “con espíritu itinerante, que ha ido creciendo a lo largo de diferentes periodos en residencia en Ecuador, Bolivia y España”. En Bolivia realiza la intervención sobre el paisaje ¿A cuánto está la libra? Para ello, con granos de quínoa de diferentes variedades, colores y texturas, “dibuja”, al modo de las alfombras de sal del Corpus Christi, un billete de 5 euros en una cumbre andina donde las comunidades indígenas hacen sus ofrendas a la Pachamama, la Madre Tierra. La artista cuestiona así lo sucedido con este cereal, alimento tradicional de los pueblos originarios que, una vez conocido en el mercado internacional, ha multiplicado su producción (convirtiendo a Bolivia en principal productor y exportador del mundo) pero también su precio.
Estos son solo algunos ejemplos de lo que hoy en día las artistas están haciendo desde una mirada ecologista, feminista o que vincula ambas. Es sólo una muestra del ingente trabajo que, aun en parte desconocido —la invisibilización de las creadoras no es algo exclusivo del pasado, como siempre recuerdan en la asociación de Mujeres en las artes visuales MAV—, realizan las artistas en la actualidad. Con su obra nos invitan a ir más allá de la contemplación estética para mover y conmover nuestras conciencias ante un sistema capitalista y patriarcal que, nos lo están mostrando, es injusto e insostenible.
*1 y 2) Verónica Perales Blanco, Práctica artística y ecofeminismo; Revista Creatividad y Sociedad.
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.
¿Quieres recibir más explicaciones como esta por email?