Cada día el diseño de muchas calles nos intenta obligar a tomar caminos que chocan con el sentido común. Me encuentro en la calle Cedaceros en Madrid. Mi objetivo como viandante es sencillo. Quiero llegar hasta el punto marcado en rojo en esta foto para seguir mi camino a Gran Vía. Sin embargo, la ordenación de las calles me obliga a ir hasta la flecha azul cuando la manera más directa es la ruta marcada por la flecha verde.
Si quiero cumplir con la legalidad y cruzar en un lugar más seguro, tengo que dar un buen rodeo.
En un acto de microanarquismo y guiados por el sentido común, un par de jóvenes ignoran la señalización y se lanzan corriendo por el camino más directo. El cruce es peligroso y en el otro lado de la calle hay una valla disuasoria, pero ellos siguen con su pequeño acto de desobediencia civil.
Esa línea roja imaginaria que dibuja es el reflejo de un deseo. Una decisión consciente de querer tomar otra ruta distinta a la que nos están obligando a tomar. Ese trazado imaginario en círculos de planificación urbana tiene nombre. Lo llaman desire lines o líneas del deseo, un término acuñado por el filósofo francés Gaston Bachelard en los años 50.
Pero volvamos a la calle. Ante la situación de las personas cruzando de forma ilegal, el Ayuntamiento puede hacer tres cosas.
La primera: nada. Simplemente ignorarlo y dejar que algunos individuos pongan en riesgo su vida apelando a la responsabilidad personal.
La segunda es penalizar ese comportamiento. Tirar de multas con el objetivo de desincentivar que las personas crucen por aquí.
La tercera es, sin duda, la más inteligente. Tras observar el creciente número de ciudadanos que deciden tomar este camino, utilizarlo como pretexto para adaptar el diseño de la calle al comportamiento de la gente.
Esta última política es la que ha seguido Copenhague a la hora de mejorar su planificación para la movilidad ciclista.
Mikael Colville-Andersen, ideólogo de Copenhagenize y uno de los mayores exponentes de la cultura de ciclismo urbano danesa, cuenta en su blog el caso de una calle en Copenhague donde lo pusieron en práctica. Una cantidad importante de ciclistas estaba optando por girar a la derecha e invadir la zona de la acera peatonal para poder llegar a las calles paralelas y evitar la gran aglomeración de ciclistas en momentos punta.
A medida que observaron el comportamiento de los ciclistas se dieron cuenta de que esta maniobra estaba motivada por el sentido común. Para amoldarse a este comportamiento pintaron un carril bici temporal con pintura para seguir estudiando su uso. Poco tiempo después, al ver el éxito que estaba teniendo, lo convirtieron en un carril bici permanente. Las líneas del deseo se convierten en grandes aliados para el diseñador urbano.
Estas lecciones antropológicas se aplican también en intervenciones mucho más pequeñas. Como estas pequeñas rampas instaladas en lugares donde encontraron que muchos ciclistas estaban cruzando la calle:
Estas líneas del deseo no siempre son invisibles. A menudo aparecen en parques y lugares naturales. «Son tan antiguas como la existencia del homo sapien», según Colville-Andersen. Es posible que algunas calles que tomas a diario en centros históricos deban su forma a rutas que antes eran caminos del deseo. Su evolución llevó a los humanos a crear casas a su alrededor y asfaltar esas propias rutas convirtiéndolas en calles oficiales.
Colville afirma que muchos planificadores urbanos aprovechan las nevadas para ir a visitar los caminos trazados por los viandantes en parques y zonas públicas. El manto de nieve oculta los caminos y el humano suele decantarse por la ruta más directa y práctica en lugar de la existente que normalmente promueve una ruta más circular orientada a caminar por placer. Esta información se analiza para tenerla en cuenta en caso de tener que intervenir en ese espacio público en el futuro.
Los holandeses tienen su propio nombre para describir este fenómeno antropológico. Lo llaman Olifantenpaadjes y significa ‘caminos de elefantes’. Este mismo término es el que da nombre al libro que el fotógrafo holandés Jan Dirk Van der Burg publicó en 2011 sobre los Desire Lines.
Con su cámara, Van der Burg documenta casos como este, en el que el ayuntamiento de Rotterdam reacciona poniendo una acera en el lugar donde se están produciendo caminos por tierra alternativos:
En esta otra foto, se intenta bloquear la incursión del ciudadano en la zona ajardinada con una serie de vallas, pero se olvidan de un pequeño hueco que acaba siendo colonizado de nuevo.
Aun así, cabe matizar que no siempre son positivas las líneas del deseo. En lugares que necesitan una protección natural especial pueden acabar causando incursiones indeseadas en hábitats naturales que afectan a los lugares por donde transcurren los caminantes. En el entorno urbano, en cambio, muchas veces se deben a un fallo de diseño:
Design vs User Experience [via @benkimediyorum] #ux#webdesign pic.twitter.com/OIaXBVAl5E
— Usabilla (@usabilla) septiembre 1, 2014
Para Colville Andersen, la correcta utilización de las líneas del deseo es un recordatorio de que para diseñar ciudades humanas no hay nada mejor que observar a las personas de la misma forma que un naturalista observa a los animales en la sabana africana.
«No olvidarse nunca de que no hay fórmula matemática capaz de remplazar a cientos de horas de observación de comportamiento humano», en referencia a la obsesión de algunos ingenieros de tráfico por la teoría en lugar de salir a la calle. Cruces como los que abren este artículo demuestran la ausencia de ese pensamiento. La decisión de primar los intereses de los coches y que el tráfico fluya por encima de los intereses de los peatones y ciclistas.
Mientras el humano siga en esta tierra, las líneas del deseo seguirán dibujándose por todos los hábitats donde nos movemos. En lugar de luchar contra ellas, nos conviene aprender de ellas para diseñar mejores ciudades.
Las líneas del deseo son expresiones de la libertad individual, caminos con pasión, alternativas a las restricciones de las barandillas, verjas y muros que han convertido al individuo en autómatas apáticos.
(Nick Crane, Two Degrees West, fuente: Desire Paths)
Más información:
The Copenhagenize Desire Lines Analysis Goes to Amsterdam
Desire Lines of 16536 Bicycle Users
Desire Paths, grupo de Flickr que celebra este fenómeno antropológico
Artículo originalmente publicado por Marcus Hurst en Yorokobu.
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One comment
Salvador Carrion
01/06/2015 at
Que inspirador… me hace pensar en los caminos naturales que hay en el proceso de aprendizaje y como nos empeñamos en conducir a los estudiantes por senderos forzados y artificiales que una mente preclara ha considerado como más adecuados.