“La acción [y resistencia] no violenta es una forma de conflicto que puede construir en vez de destruir” Stephen Zunes
Desde monjas, obreros y cantantes de folk como Bob Dylan hasta Gandhi, la Madre Teresa de Calcuta o Martin Luther King, muchas personas han contribuido al fin de dictaduras y gobiernos represivos a través de la lucha no violenta. Y no solo regímenes autoritarios han caído sino que los movimientos no violentos han cambiado leyes y normas injustas y han mejorado la calidad de vida de muchas personas en países democráticos.
Parece complicado utilizar en la misma frase las palabras “lucha”, “resistencia” o “acción” y la connotación “no violenta”. Todos tenemos muy claro que, desde siempre, las guerras se luchan y ganan con armas pero ¿estamos equivocados? Países del mundo entero gastan millones de sus presupuestos en ejércitos, armas y vehículos de combate para ganas guerras o, irónicamente, para prevenirlas. Sin embargo, desde 1900, el 53% de los éxitos en la autodeterminación o independencia de los pueblos del mundo y la transición de dictaduras a democracias –en diferentes niveles del significado de la palabra- se han llevado a cabo a través de campañas no violentas realizadas por organizaciones civiles o asociaciones ciudadanas.
Puede que estemos presenciando un patrón que nos advierte de la importancia de la no violencia y rechaza la lucha armada. Los desafíos al régimen Sudafricano por parte de jóvenes estudiantes, obreros y otros ciudadanos consiguieron vencer el apartheid y terminar con la injusticia generalizada. En Nigeria, ya antes de que el secuestro de casi 300 niñas atrajera la atención de los medios internacionales, la población ya había demostrado su rechazo a las acciones violentas de Boko Haram a través de marchas pacíficas a lo largo y ancho del país que continúan hasta hoy. Como ellos, muchas otras personas a lo largo y ancho del mundo han plantado cara al autoritarismo y a las leyes o decisiones políticas injustas y han conseguido vencer o, por lo menos, dar pasos en la dirección correcta. Cuando un colectivo no violento desafía el orden establecido es difícil contraatacar: los opresores quedan desarmados ante la persistencia de los desafíos no violentos, el miedo a las repercusiones de la comunidad internacional y, cada vez más, la posibilidad de atraer a medios de comunicación y convertir la protesta en un movimiento global. Cuando la violencia toma las calles solo se necesita más violencia para intentar acallarla, entrando en un círculo vicioso del que es muy difícil salir.
Las distintas caras de la violencia
De todas maneras, debemos tener en cuenta, como manifiesta Barbara Deming en su artículo On Anger, que “las balas y las bombas no son la única forma en que la gente muere. Si a los miembros de una sociedad se les niega el acceso a la comida o a la atención médica, o a tener voz política, o a sentirse útiles, o el derecho a desarrollar sus talentos – esto también es hacer la guerra de cierta manera”. La violencia tiene cientos de caras y formas diferentes. Muchos gobiernos tratan con violencia a sus ciudadanos sin necesidad de apuntar con una pistola. Otros muchos utilizan todos los tipos de violencia imaginables para doblegar a la población. La violencia atacada con más violencia raramente alcanza la paz, sino que deriva en rencores, odios y, finalmente, más violencia y muerte de los cuerpos y almas, no solo de las víctimas sino también de los perpetradores.
“Mientras caminaba al lado de jóvenes desesperados, rechazados y enfadados, les dije que los cócteles molotov y los rifles no resolverían sus problemas, manteniendo mi convicción de que el cambio social llega de forma más eficaz a través de la acción no violenta. Pero ellos preguntaron, y con razón, qué había sido Vietnam. Preguntaron si nuestra nación no había usado dosis masivas de violencia para resolver sus problemas y traer el cambio. Su pregunta golpeó en casa y supe que nunca más podría alzar mi voz contra la violencia en los guetos sin antes hablar con el mayor perpetrador de violencia del planeta – nuestro propio gobierno” Martin Luther King, Jr. NYC 4 de abril de 1967.
Las palabras de Martin Luther King, Jr. demuestran que la violencia no es una herramienta utilizada solo por dictadores o grupos armados. Los países que claman ser los mayores representantes de la democracia y las libertades también utilizan armas y leyes injustas para reprimir al pueblo. En la mayor parte de las democracias, la desobediencia civil, el entorpecimiento del trabajo administrativo y burocrático, y sobre todo, las manifestaciones y huelgas están al alcance de la población para oponerse a la violencia, sin hacer uso de la misma y, a su vez, rechazándola.
¿De qué formas nos podemos encontrar la resistencia o acción no violenta?
La acción no violenta se manifiesta a través de diferentes estrategias y formas tales como huelgas, manifestaciones pacíficas, sentadas, boicots o desobediencia civil. La clave está en cortar la cooperación y la obediencia que otorgan el poder a los opresores. Cuando un dirigente pierde legitimidad es más fácil que surja desobediencia civil y resistencia que, a medio-largo plazo, puede derivar en un cambio político. La no violencia puede llegar a provocar colapsos de la economía de un país, ciudad o región a través de huelgas generales o falta de cooperación con la burocracia.
La clave del éxito de la no violencia es el hecho de que, aunque mucha gente piense lo contrario, incluso los regímenes dictatoriales necesitan del apoyo de parte de la población para mantenerse en pie. Cuando la población se subleva y protesta contra los que mandan éstos pierden apoyo, por tanto, pierden la base de su poder. Cuando un gobierno pierde sus apoyos es muy sencillo que las herramientas de resistencia y acción no violenta vean sus frutos y consigan el cambio.
Foto de portada: Pentagon March 1967, foto de Marc Riboud
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