Las controversias en torno a la reciente detención de Gerry Adams han dejado en relieve los vestigios de un proceso de paz que no ha logrado consolidarse. Sin lugar a dudas, las acusaciones sobre su rol en el secuestro, ejecución y entierro clandestino de Jean McConville hacia 1972 -una viuda de 37 años, madre de 10 hijos, y acusada por el IRA (Ejército Republicano Irlandés) de colaborar con el Ejército Británico- han puesto en evidencia el verdadero estado del proceso conciliatorio.
Cabría recordar que el político irlandés –una figura reconocida por su relevante rol en el curso de los eventos – ha enfrentado estas acusaciones en otras oportunidades. Su carrera nunca estuvo completamente desligada de las sospechas de su pertenencia al IRA, hecho que ha negado de forma constante. Según Adams, a pesar de que puede haber influido en la organización armada, sostiene que nunca tomó parte de la violencia. En sus palabras, “nunca me he disociado del IRA y nunca lo haré. Pero soy inocente del asesinato y del secuestro de Jean McConville“.
El arresto de Adams pone en tela de juicio los verdaderos alcances del proceso de paz: éste ha dejado fuera a las víctimas del conflicto, y la exigencia de justicia es cada vez más fuerte.
En una manifestación a favor de la inocencia del líder del Sinn Fein, se ha señalado que la detención es tan sólo un ardid de las autoridades, un intento de desprestigiar públicamente a Adams, de cara a las elecciones de fines de mayo. Según Martin Mc Guinnes –el viceprimer ministro de la provincia- hay sectores “(…) en la policía que quieren hacer un ajuste de cuentas, cueste lo que cueste (…)”. En efecto, la proximidad a los comicios del 22 de mayo, y el hecho de que estas acusaciones se remontan a más de 40 años atrás, hace que no podemos evitar preguntarnos, ¿por qué ahora?
Posiblemente dado por el carácter internacional que adquirió el tema durante comienzos de mes, la policía de Irlanda del Norte tomó la determinación de liberar a Adams, tan sólo cuatro días después de ser detenido. Sin embargo, esto no implica su exoneración de las acusaciones. Es así que las autoridades han entregado a los fiscales británicos pruebas potenciales sobre la culpabilidad del político irlandés.
Historia: El conflicto en Irlanda del Norte
El conflicto en Irlanda del Norte hace referencia al enfrentamiento armado que se desarrolló durante el siglo XX. En él se enfrentaron –por un lado- los republicanos (en su mayoría católicos, demográficamente minoritarios, a favor de la independencia del Reino Unido), y –por el otro- los unionistas (protestantes, demográficamente mayoritarios, y partidarios de mantener la vinculación con Gran Bretaña).
El histórico enfrentamiento entre republicanos y unionistas es parte esencial de la historia de la nación, la cual se ha plasmado en décadas de tensiones y rivalidades.
Dado que –hacia la década de 1960- ambas facciones recurrieron a las hostilidades, la región se sumergió en un torbellino de violencia, que conoció su final sólo cuando en abril de 1998 se firmó el Acuerdo del Viernes Santo. Se suponía que éste sentaría las bases y prioridades de una nueva administración, en donde representantes de ambos bandos pudieses coordinar y cooperar las funciones y objetivos. Ahora bien, ¿fue esto realmente lo logrado?
El Acuerdo del Viernes Santo
Tal como menciona María Eugenia Cruset, este acuerdo es obra de cuatro actores protagonistas: Inglaterra, la Diáspora irlandesa, David Trimble (representante de los unionistas protestantes) y Gerry Adams (como líder indiscutible del Sinn Fein). Según la autora, la relevancia del Sinn Fein fue reconocida por lograr acabar con el gobierno del partido único unionista. En este marco, pudieron crear el contexto y coyunturas necesarios para una favorable unidad en todo el territorio.
A grandes rasgos, el acuerdo fue percibido como una victoria total. Pero esa visión ha sido demasiado optimista y apresurada. El paso del tiempo ha dejado el entusiasmo atrás, y –con él- la ceguera que cubría la vista del mundo. En retrospectiva, se puede afirmar que el triunfo ha sido, como mínimo, limitado.
La sociedad presenta aún hoy una marcada segregación, y las agresiones continúan siendo las estrellas de esta triste película. El pacto tiene graves deficiencias, que han afectado sin lugar a dudas el proceso de pacificación regional: al no crearse comisiones que profundicen las investigaciones sobre los hechos acaecidos; al no explicar cómo proceder ante el tema del desarme; al no abordar los crímenes que han quedado pendientes de ser revisados; ni expresarse una solución concreta y real para la cuestión relativa a los desaparecidos, poder cerrar la herida que el enfrentamiento ha dejado abierta resulta una aspiración prácticamente utópica.
Sin embargo, cometería un grave perjuicio si no reconociera los no escasos éxitos que ha logrado este convenio, que involucran el reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo de Irlanda del Norte; la liberación de presos republicanos, y el compromiso a la renuncia de conflagración armada por parte del IRA. No puede contrariarse el hecho de que la firma del Acuerdo de Viernes Santo representa un punto de inflexión, el primer paso en la dirección correcta: aquella que conduce hacia la paz y permite la convivencia pacífica.
Lamentablemente, el fin del conflicto armado no supuso la paz. La firma del pacto no ha eliminado los resentimientos, dicotomías, y odios dentro de la sociedad irlandesa. Y ambos colectivos, católico y protestante, se rehúsan al olvido.
¿Como puede la detención de Adams afectar el proceso de paz?
Siendo considerado uno de los máximos representantes del proceso de pacificación irlandés, al tiempo que se lo asocia con atroces hechos perpetrados por el IRA, la convicción de las autoridades en cuanto a su culpabilidad es una cuestión clave.
No puede negarse que –tal como destaca Susan McKay en The Observer -su detención “nos ha sumido de nuevo en la contemplación de los horrores de un pasado colectivo que muchos estaban en el buen camino para olvidar”.
Uno de los obstáculos más considerables para la consecución de los objetivos del Acuerdo ha sido la displicencia con la que se ha tratado a las victimas y desaparecidos del conflicto. Mayores certezas sobre un periodo tan sombrío podrán abrir paso a la justicia y el respeto por los derechos. Así, la paz sólo podrá ser lograda a través de la verdad.
Si bien es cierto que el acuerdo implicó considerables avances en cuanto a la determinación del cese al fuego y la inauguración de tiempos más diplomáticos y de acción conjunta, aún es necesario recorrer un largo camino. Modificar el imaginario social, sin mencionar alterar siglos de rivalidad y odio, será un proceso a (muy) largo plazo. Resultará menester comenzar a trabajar desde abajo, mediante la educación, justicia, procedimientos trasparentes, y el esfuerzo común. Solo así los irlandeses podrán aspirar a algo más que violencia y atropellos.
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