Nuestra vida diaria está influenciada por la propiedad intelectual y aun así, no solemos ser conscientes de la importancia que tiene este sistema para la economía de los Estados. Desde que nos levantamos a tomar el café de la mañana, vemos que está identificado con una marca, que probablemente tendrá una denominación de origen, y para su comercialización y su producción parte de una propiedad industrial que garantiza el secreto. Cuando estamos enfermos, las medicinas se distinguen por la marca y muchas de ellas están protegidas por patentes de invención. Cuando escuchamos música, las canciones y la melodía se protegen por derechos de autor, y si nos gusta un vídeo, éste está protegido por derechos conexos. Lo mismo sucede con la historia plasmada en tu libro o película favoritos.
La propiedad intelectual (PI) consiste en un conjunto de mecanismos que se ocupan de proteger la innovación en el campo artístico, literario, científico y tecnológico. Se vale de varios mecanismos, dentro de los cuales se encuentran las patentes, los modelos de utilidad, diseños industriales, denominaciones de origen, marcas, secretos industriales, derechos de autor y conexos, registros de obtentor de variedades vegetales, entre otros.
La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) agrupa estos mecanismos en dos grandes categorías de PI:
- Propiedad industrial: aplicable a la industria y al comercio, así como a las industrias agrícolas y del tipo extractivo.
- Derechos de autor y derechos conexos: abarca todo tipo de autoría artística, desde música, fotografías u obras literarias, hasta diseños arquitectónicos y obras de arte.
Individuos y empresas utilizan la PI como un incentivo al tiempo y a los recursos destinados a la innovación y como forma de expandir el conocimiento. Al inventor o autor, se le da una exclusividad sobre su obra o su invento para explotarlo por un tiempo determinado y cuando este expira cae en el dominio público. Su importancia está ligada a la etapa de la historia que estamos viviendo, es decir, la denominada sociedad del conocimiento, en donde éste se considera la fuente de toda innovación y desarrollo económico, tal y como afirmaba Peter Drucker.
La innovación y la difusión de la tecnología son fuerzas conductoras del avance industrial y la PI se convierte en un sistema de incentivos al ingenio generando así crecimiento económico, de acuerdo con las ideas de “destrucción creativa” de Schumpeter. Dicho de otra manera, si se fomenta por parte del Estado políticas públicas para generar desarrollo basado en innovación, ciencia y tecnología creando así un ecosistema de creatividad, entonces, el sistema de PI se convierte en un impulso para el progreso.
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Críticas al sistema de propiedad intelectual
Históricamente, la propiedad intelectual se percibe como contraria al desarrollo. Lo anterior se fundamenta en que es utilizada por los países desarrollados como una forma de ejercer poder hacia los países del tercer mundo, puesto que aumenta los términos de protección del sistema de patentes, obvia los derechos de las comunidades indígenas y/o tradicionales, incrementan las licencias sobre los medicamentos limitando su uso, y evidentemente, da lugar a delitos contra la PI que de otra manera no habrían existido.
Por estas razones muchas naciones y colectivos ven la PI como una limitación al conocimiento y por tanto al desarrollo económico. Los críticos sostienen que los derechos de propiedad no sólo no son necesarios para propiciar la creatividad y el avance científico, sino que suponen un costo muy alto para la sociedad, puesto que el monopolio de los mismos puede desincentivar la creación. En definitiva, se le considera como un sistema de opresión al estar concentrada la tecnología en ciertos sectores y limitar el acceso al conocimiento.
La creciente importancia de Internet y las nuevas tecnologías ha sido determinante a la hora de desarrollar alternativas a la PI clásica. Movimientos como el de software libre de Richard Stallman, los partidarios del código abierto (este último no condena las llamadas licencias privativas mientras que el primero sí lo hace), o nuevas licencias intelectuales mucho más flexibles como Creative Commons, por nombrar algunos de los más significativos, parecen señalar una clara tendencia en la red basada el acceso y circulación libre de productos culturales. Desde este punto de vista, se pretende anteponer el beneficio común antes que el personal. Sitios como Wikipedia sólo serían posibles gracias a esta filosofía.
La propiedad intelectual como instrumento, no como fin
Uno de los principales escollos con los que se topa la PI en los países del tercer mundo es que no se implementan políticas para generar desarrollo que impliquen creación de nuevas tecnologías o contenidos. En general existen trabas de carácter legal a la hora de proteger y comercializar las innovaciones, y tampoco existen políticas de apoyo a la competitividad, lo cual resulta en dependencia hacia los países desarrollados.
Es importante analizar casos específicos donde la PI actúa como limitación al bienestar y el desarrollo económico de las naciones o de comunidades específicas. Este sería el caso de los conocimientos tradicionales asociados a la biodiversidad, pertenecientes a comunidades indígenas y tradicionales de los pueblos de Latinoamérica. Actualmente no hay un tratado internacional, ni legislación interna en estos países que los protejan, dejándolos en calidad de patrimonio de las naciones. El problema latente es que individuos, generalmente trabajando para multinacionales, se apropian de estos conocimientos, los patentan en países diferentes a Latinoamérica y/o África y no reconocen su origen, dejando a las comunidades “dueñas” de ese conocimiento ancestral sumidas en la pobreza y aumentando los índices de desigualdad.
Por otra parte, existen casos en los que la PI permite a una nación o región convertirse en un polo de desarrollo, no solo económico sino social. Este es el caso de la región de Ontario en Canadá, que con el apoyo del gobierno canadiense se ha transformado en un foco de emprendimiento, ciencia, tecnología e innovación, que apuesta por las empresas de base tecnológica, la creación de contenidos protegidos por derechos de autor y la transferencia tecnológica en diferentes campos de conocimiento.
En conclusión, podemos decir que la propiedad intelectual en sí no es buena ni mala. Es solo un medio para conseguir un fin, que en última instancia es el bienestar de las naciones. Y para conseguirlo, es necesario crear un ecosistema de innovación, respeto y utilización de los derechos de propiedad intelectual donde se estimulen las ideas. Como decía Victor Hugo, “Lo que conduce y mueve al mundo no son las maquinas, son las ideas.”
Foto de portada: ‘Pirate street vendor‘ [Fuente: Wikimedia Commons]
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One comment
Geo
30/10/2013 at
eeeeerrr… en mi opinión, no es que se tenga que definir si es buena o mala. simplemente hay que ajustarla de alguna forma según el contexto en el que se vea sumergido el país o comunidad al que se le aplique.
Es cierto que se tienen que proteger tus derechos como propietario, se te debe reconocer la autoría, pero al mismo tiempo se están poniendo miles y miles de barreras y limitantes para el desarrollo creativo de las personas.
Ninguna idea es realmente original, en la actualidad, la mayoría de las veces simplemente se trata de innovación…