Érase una vez…
Tras el lanzamiento del euro en 1999, la UE aprobaba la Agenda de Lisboa con el objetivo de convertirse en «la economía más competitiva y dinámica del mundo capaz de un crecimiento económico duradero acompañado por una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y una mayor cohesión social». Asimismo, se amplió la integración europea en el ámbito policial, judicial y de inmigración y se puso en marcha el proceso de elaboración de la Constitución europea. También, y bajo una óptica de futuro, se lanzaba un ambicioso proceso de ampliación hacia el Este y se abrían negociaciones de adhesión con Turquía. Diez años más tarde, ¿dónde han quedado estos buenos propósitos?
La crisis del euro
Tras celebrar el noveno aniversario del euro empezamos a cuestionar su futuro, pero ¿era viable una moneda única para países con economías tan diferentes? No estamos ante una crisis coyuntural, sino que la crisis financiera ha sacado a la luz uno de los problemas estructurales de la eurozona: el aumento en las diferencias de productividad. Por un lado, la Europa del Sur, con moneda fuerte, inflación e intereses bajos, aumentaba sus salarios y el consumo por encima de sus posibilidades mediante actividades poco productivas (como la construcción), mientras que la del Norte, con Alemania a la cabeza, aumentaba sus exportaciones a la eurozona.
Sin embargo, existen posturas diferentes acerca de la entrada en la crisis del euro y, consecuentemente, sobre cómo salir. Uno de los discursos, liderado por Alemania, considera que la causa radica en la irresponsabilidad fiscal de algunos Estados. Y para salir de la crisis, éstos han de seguir una serie de planes de austeridad (cada vez más endurecidos). Este discurso, además, parece ir acompañado de otro de índole moral donde una periferia europea, católica y despilfarradora no genera ninguna confianza.
Esto ha ocasionado la imposición de un modelo económico, dando por hecho que todos los países tienen las mismas condiciones y funcionan bajo los mismos supuestos. La experiencia vivida en otros países, en otros tiempos y por otros organismos, nos dice que tanto los ajustes como los planes de “rescate” no ayudarán a los países a salir de la crisis.
Bajo el prisma alemán
El 63% de los alemanes ha dejado de confiar en Europa y un 53% no ve el futuro de Alemania vinculada a ella. Si nos centramos en el euro, el 51% de los alemanes está descontento con la moneda y el 49% desea el regreso al marco[1]. De los 662 miembros del Parlamento alemán sólo 38 ocupaban sus escaños en 1989. Esto se traduce en que, con el paso del tiempo, la memoria de la construcción europea se ha ido evaporando y, de este modo, la confianza que exportó el país hace años se ha transformado en una fuerte desconfianza.
Tras el millonario y polémico primer paquete de ayuda al país Heleno el pasado año, la ciudadanía alemana se muestra reticente contra un nuevo desembolso. La nueva Alemania parece ver al Sur como un freno a su propio crecimiento y la prensa sensacionalista denuncia que los trabajadores y ahorradores alemanes han de pagar a los malgastadores PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España). Junto a ello, las recientes derrotas electorales del partido democristiano de Merkel nos dan una pista de por qué quieren asegurarse de que el rescate se reparta y se apliquen duros planes de austeridad. De esta manera, la canciller considera que la causa de la crisis de deuda descansa en unos países insuficientemente competitivos viviendo por encima de sus posibilidades. “Europa necesita una nueva cultura de estabilidad”, dijo, con un castigo más duro a países que sufren de forma habitual grandes déficits presupuestarios. Planteó dichos castigos en términos de restringir fondos estructurales de la Unión Europea o retirar los derechos a voto.
Hace escasos días, los desacuerdos entre los líderes europeos y consecuentemente las dilaciones para poner en marcha el segundo rescate a Grecia colocaron a la zona euro en una situación muy comprometida. Finalmente, el 17 de junio se cerró un acuerdo bajo el cual Alemania no lograba asegurarse de que, si Grecia reestructurara su deuda, los inversores privados también estarían obligados a asumir parte de las pérdidas. Apoyado por Francia, el BCE se ha resistido a las propuestas alemanas de incluir a los acreedores privados en el paquete de ayuda. Sin embargo, países como Finlandia, Holanda, Luxemburgo y Eslovaquia defendieron propuestas similares a la de Alemania alimentando (no sólo en el plano económico sino de seguridad o libre mercado) la diferenciación entre un Norte y un Sur europeo. Mientras, Grecia se hunde en el caos político.
El plan de austeridad griego propuesto por Alemania en 7 puntos
1. El Gobierno someterá a votación el programa de ajuste basado en el aumento de la presión fiscal y en las privatizaciones. Ingresos previstos por el Estado: 78.000 millones hasta 2015.
2. Subida de impuestos en 2.300 millones (2011) y en 3.380 millones (2012).
3. Tasa solidaria que gravará proporcionalmente los ingresos, con tasas entre el 1% y el 5%. El mínimo exento de contribución baja de 12.000 a 8.000 €. Ingresos previstos por el Estado: 1.300 millones
4. Aumento del IVA del 13% al 23% en bares y restaurantes y sobre bienes santuarios.
5. Privatizaciones (monopolio de juegos de azar, la caja postal y los operadores de los puertos de El Pireo y Salónica). Ingresos previstos por el Estado: 50.000 millones hasta 2015.
6. Recortes en el sector público por 770 millones en 2011 y 600 en 2012, mediante la disminución de funcionarios, por jubilación o extinciones de contratos temporales.
7. Descenso de beneficios sociales (5.000 millones) y aumento de las contribuciones a la seguridad social para atajar trabajos informales y sin declarar.
Dado su peso e importancia, cualquier cambio en Alemania tiene un importante impacto sobre el compromiso europeo, entre otras razones porque parece no tener sustituta. Quizá Francia y Reino Unido puedan avanzar en materia económica y de política exterior, pero Europa no avanzará sin una Alemania comprometida. En el plano de política exterior, Alemania ha vuelto a sorprendernos dándole la espalda a la ola de cambio en el mundo árabe como lo ha hecho con Libia.
El futuro del € y ¡el de todos los europeos!
“Esa es nuestra tarea histórica; si el euro fracasa, entonces Europa fracasa”. “Se trata de nada más y nada menos que la preservación de la idea europea”, dijo Angela Merkel. La UE se halla en una crisis de crecimiento donde una única política monetaria, no complementada por políticas fiscales y de regulación del sector financiero, ha ido generando desequilibrios. Asimismo, la Unión Monetaria fue diseñada sin los mecanismos necesarios para poder hacer frente a una crisis como la actual.
Uno de los dilemas a los que nos enfrentamos es si apostar o no por el euro. Si poner en marcha controles presupuestarios y una convergencia fiscal o volver a todas las antiguas monedas, con sus costes y riesgos. Parece lógico, pues, seguir avanzando, por difícil que sea, en el proceso de integración que dar marcha atrás. El euro es más que una divisa, la crisis no es coyuntural. Pero no debemos olvidarnos que la UE es un proyecto político, económico y social, y no una agencia de regulación que persigue la estabilidad macroeconómica.
Ésta es una explicación-opinión sin ánimo de lucro
[1] Según el Bundestank los alemanes guardan alrededor de 7 billones de euros en marcos (a pesar de que todavía pueden canjearla).
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One comment
Marta
13/07/2011 at
http://blogs.lainformacion.com/zoomboomcrash/2011/07/12/cinco-cosas-que-le-diria-a-la-merkel-en-la-cara/