“Definir lo justo siempre será difícil y es algo a lo que quizá sea poco realista aspirar a conseguir. Sin embargo, si estamos un poco más conscientes de cómo la desigualdad afecta nuestra libertad y cómo se refleja en el bienestar y calidad de vida de las personas, podremos poner en contexto una discusión que tendremos cada vez más presente en el mundo y en el país”.
Diego Castañeda
Panorama general de la desigualdad y la pobreza de México
La pobreza y la desigualdad son problemas históricos que ha vivido la región de América Latina. Parece evidente que esta situación surge debido a la disfuncional y poco conveniente estructura financiera y política del sistema internacional, que muchas veces se guía únicamente a partir de los intereses particulares y nacionalistas de las principales potencias del mundo; tal y como hacen países como Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Alemania, moviéndose en plataformas de instituciones como las del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el mismo Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Estos países generalmente trabajan sólo por su razón de Estado y no velan realmente por el desarrollo integral de los países en vías de desarrollo.
Sin embargo, no se puede mirar sólo al exterior a la hora de buscar la responsabilidad que han debido asumir los latinoamericanos en su tarea de combatir la pobreza, la desigualdad y la miseria en sus poblaciones y localidades. Es evidente que la corrupción, la ineficaz administración de los recursos y la cultura de la ilegalidad e impunidad han colaborado enormemente al retraso de la región de América Latina y a la agudización de la pobreza y la marginalidad en la región.
México a pesar de ser un país con fuertes reservas de recursos naturales y humanos, y de estar posicionado, según el Fondo Monetario Internacional, como la economía número 13 a nivel mundial, es un país que tiene 55’3 millones de personas pobres que se encuentran en grave situación de miseria y desigualdad. Tan sólo de 2010 a 2012, la cantidad personas en situación de pobreza disminuyó a un mínimo de 53’3 millones de personas pobres, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Y esta situación se agrava más sabiendo que la población de México está creciendo significativamente. Según el Consejo Nacional de la Población (CONAPO), la población de México pasó de 114’5 a 117’3 millones de habitantes en el periodo de 2010 a 2012. Lo peor de este escenario es que este crecimiento no se da bajo estándares de desarrollo integral e incluyente, y con perspectivas de calidad de vida, sino que se prevé un aumento de la pobreza y la desigualdad. La riqueza del país está mal distribuida y las personas se ven cada día más rezagadas y empobrecidas por la carestía.
Gerardo Esquivel, economista por la Universidad Nacional Autónoma de México y el Colegio de México, afirmó en el informe Desigualdad Extrema en México: Concentración del Poder Económico y Político, hecho por Oxfam México, que “México está dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo y es uno de los dos países más desiguales de la OCDE”. Lo que nos demuestra que la problemática de la pobreza y la desigualdad en México no es un tema sencillo, sino que es una situación que requiere de un profundo debate que englobe razones éticas, políticas y económicas enmarcadas en las perspectivas de futuro del país y la calidad de vida de los mexicanos y mexicanas.
Según este estudio, en México la desigualdad es una realidad tajante porque las riquezas del país están secuestradas por élites muy reducidas que son alimentadas por la corrupción y malversaciones propias del sistema. Estas élites no sólo son políticas, es decir, exclusivas de los partidos políticos del país que se hacen ricos con el erario público (como es práctica de forma consuetudinaria en México), sino de clases empresariales que son constantemente favorecidas por los gobiernos a través de contratos millonarios; lo que, en conjunto, supone la miseria de mucha gente en el país.
En México no hay suficientes datos y mecanismos de acceso a la información pública sobre la situación de la desigualdad y la pobreza. El país padece una grave enfermedad crónica de desigualdad y pobreza que parece no tener remedio, lo cual nos permite visualizar la incompetencia y falta de voluntad del Estado de cumplir con la responsabilidad de protección social para con sus ciudadanos y ciudadanas. Según el estudio del año 2015 “Desigualdad Extrema en México: Concentración del Poder Económico y Político”, realizado por Oxfam México, se presentan una serie indicadores que denotan la gravedad de la desigualdad en el país:
1) El 1% del total de la población recibe el 21% de los ingresos de todo el país: este dato nos deja ver que México es el país con mayor concentración por ingresos en comparación con 23 de los países de la OCDE. Lo que se traduce en el aumento de la pobreza, la miseria y la ampliación de la brecha entre ricos y pobres, haciendo que México sea un país de privilegios y de élites adineradas, un país que cuenta con uno de los hombres más ricos del mundo y que al mismo tiempo es uno de los países que cuenta con la cantidad de pobres más grande. “Según un reporte de Wealth Insight, el número de millonarios en México creció un 32% entre 2007 y 2012, cifra que sólo disminuyó un 0’3% hasta fecha de hoy”. En comparación con otros países, los millonarios de México tienen más posibilidad de hacerse más ricos que otros millonarios que viven en otros países.
2) Los ricos y las clases apoderadas son los que se hacen más ricos: los multimillonarios en México son los que se hacen más multimillonarios. El sistema de corrupción, de favores y clientelismo político han hecho que el cáncer de la desigualdad se convierta en un verdadero escollo para la salud del país. El informe señala que los cuatro mexicanos más ricos del país son Carlos Slim, con una riqueza que asciende a los 77.000 millones de dólares; German Larrera, con una riqueza de 13.900 millones de dólares; Alberto Bailléres, con 10.400 millones de dólares; y Ricardo Salinas Pliego, con 8 millones de dólares. Las fortunas de estas cuatro personas representan el 9% del Producto Interno Bruto de México del 2011 al 2014. Pero este crecimiento sólo es para los multimillonarios, porque de 1996 a 2014 el PIB per cápita del país sólo ha crecido un 1% a tasa anual. Esto nos ayuda a preguntarnos qué está pasando con la distribución de la riqueza y qué está pasando en relación a la intervención del Estado en la regulación del mercado con fines de brindar igualdad de condiciones y oportunidades de desarrollo para sus ciudadanos.
3) Hay sectores privilegiados: existe un marco regulatorio muy débil y una enorme falta de competencia económica, dos escenarios que hacen que el abuso de los grandes empresarios con poder monopolístico sea habitual. Es el caso de Carlos Slim en el sector de telecomunicaciones, que obtiene favores, concesiones y privilegios al momento de hacer sus negocios en el país.
4) Régimen fiscal favorable a los más ricos: México es un país profundamente recaudador, en cambio su estructura fiscal está orientada a gravar el consumo diario de los mexicanos y mexicanas que viven al día y que sostienen la economía, en vez de enfocar la fiscalidad en los ingresos millonarios de los empresarios del país. Los ciudadanos sufren esta política, sumergiéndolos en la pobreza cada día más, algo que se relaciona con el primer factor mencionado. “En una economía tan desigual como la mexicana, esto significa que los hogares pobres pueden terminar pagando, en forma de impuestos, más que los hogares ricos.
5) La población indígena es 4 veces más pobre: “Mientras que el 38% de la población indígena vive en condiciones de pobreza extrema, el porcentaje correspondiente para la población total es inferior al 10%” (Oxfam, 2015). Además, las poblaciones indígenas son más pobres, más marginadas, y más vulnerables.
6) Educación pública vs. educación privada: el 48% de las escuelas públicas de México carecen de acceso a drenajes, el 31% no tienen agua potable, el 11.2% no tienen energía eléctrica y el 12.8% no tienen baños. Y en cuestión de tecnologías y equipos el 61.2% de las escuelas públicas no tienen acceso a computadoras y el 80% de los estudiantes no tienen acceso a internet, es decir se les está negando la información y la democratización de una educación de calidad. Estos estudiantes en comparación con las escuela privadas, evidencian la enorme desventaja en la que se encuentran las niñas, niños y jóvenes que asisten a la dichas escuelas . Las escuelas privadas por otro lado son apoyadas por el Estado ya que el pago de transportación y colegiaturas son deducibles de impuestos. No critico que se apoye en este rubro a las escuelas privadas, pero sí critico el hecho que a las públicas no le dan el apoyo y la prioridad que merecen, siendo estas las escuelas donde millones de estudiantes mexicanos estudian, mereciendo también una educación de calidad.
7) La violencia a causa de la marginación: los niveles altos de criminalidad y homicidios en el país se asocian a los malos niveles de educación y las altas tasas de desempleo juvenil. Aquí están los famosos “Ni-Ni”, jóvenes que ni estudian ni trabajan, y el bono demográfico, que en vez de convertirse en una oportunidad de crecimiento, donde se potencie el talento de los jóvenes, se está trasformando en una verdadera carga; a menos que se tomen medidas al respecto en términos de educación y empoderamiento de la juventud mexicana. Esto es más evidente en las ciudades y los centros urbanos, donde las oportunidades de trabajo son reducidas y muy competitivas. Así, el aumento de las tasas de violencia y delincuencia se explica a consecuencia de la desocupación.
Ahora bien, hay voces que dicen que hay que reconocer algunas mejoras en el país. Aunque los pobres aumentaron, la pobreza extrema ha disminuido, según datos del CONEVAL del 2014. Sí, disminuyó, pasó de 11’5 millones de personas en el 2012 a 11’4 millones en el 2014. Una cifra mínima que significa que 100.000 personas que estaban en situación de pobreza extrema se unieron ahora a las filas de los “sólo” pobres. ¡Qué mejora! Es evidente que las políticas emprendidas siguen siendo insuficientes ya que el 9’5% de la población mexicana está viviendo en pobreza extrema, es decir, sin recursos ni para alimentarse. En cambio, podemos decir que la pobreza repuntó en estados como Morelos, Campeche, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Estado de México, Sinaloa, Coahuila, Hidalgo y Baja California Sur. Y se redujo en estados como Guerrero, Nayarit y Juliaca.
La desigualdad es un problema tan arraigado en el país, que México tiene índices de desigualdad mayores que países socioeconómicamente menos desarrollados. México está entre el 25% de las economías mundiales con mayores índices de disparidad en relación al ingreso, tanto así que superara a varios países de África según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2015).
La diferencia de ingresos entre los que más ganan y los que menos ganan es la más grande a nivel mundial, según el PNUD y el país ocupó el puesto 105 de 137 de los países más desiguales del mundo en el año 2013.
México apenas alcanzó “un coeficiente de Gini de 0.472 puntos, teniendo más desigualdad que países como Afganistán (0.278), Nigeria (0.346), Togo (0.393) o el Congo (0.444). De igual forma se encuentra peor que países como China y Venezuela con coeficientes de 0.421 y 0.448, respectivamente, y muy lejos del primer lugar, Suiza que logró 0.250 puntos” (BM, 2015).
En el siglo XXI, México es más desigual que en otros momentos de su historia, y el crecimiento en el Gini no ha sido significativo para el momento económico y político que estamos viviendo. En 1983, el Gini de México era de 0.429, no tan distante al Gini actual del país, según datos del INEGI. La desigualdad y la brecha social es más ancha cada día que pasa. Según el informe publicado por el Banco Mundial, La pobreza y prosperidad compartida 2016, México ocupa la posición número 10 de los países más desiguales del mundo sobre un total de 83 estados analizados.
El país vive constantemente envuelto en la desigualdad, la pobreza, la falta de crecimiento y la competencia económica. “(…) La desigualdad ha frenado el potencial del capital físico, social y humano de México, haciendo que en un país rico sigan persistiendo millones de pobres”. Y esa desigualdad se refleja en las dinámicas de comparación entre ricos y pobres, la podemos ver de una delegación a otra, demostrándonos como los elementos de territorialidad influyen en la marginalización de los mexicanos y mexicanas.
Según la Encuesta de Ingreso y Gasto de los Hogares del INEGI, el 10% de las familias más ricas del país ganan 21 veces más que el 10% de las más pobres. Concretamente, las más ricas ganan 47.950 pesos mensuales en comparación con los 2.301 pesos al mes que ganan la más pobres. “Sin embargo, varios expertos mencionan que en los resultados de la encuesta realizada por el Instituto, las familias ubicadas en los deciles más altos tienden a reportar un ingreso más bajo que el que realmente perciben”.
Esto nos hace preguntarnos ¿dónde nos encontramos? Y llegamos a la conclusión que el desarrollo y la justicia social son asignaturas pendientes en el país. México se ha convertido en un Estado enormemente corrupto, donde la clase política asciende al poder con el objetivo de enriquecerse, y donde el Estado no regula a los privados para que el sistema sea competitivo, sino que da concesiones a cambio de favores y vende patentes detrás de las bambalinas.
México necesita cambiar, necesita crecer, necesita erradicar la desigualdad y la pobreza que lo están matando. Necesita deshacerse de los políticos corruptos que controlan el poder y necesita empoderar a su ciudadanía. Sólo con el pueblo gobernando se podrá, algún día, acabar la desigualdad.
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