El cineasta austriaco Michael Haneke se propone que cada una de sus películas nos lleve a una reflexión sobre algún aspecto sombrío e inquietante del ser humano en relación a la sociedad contemporánea. ‘La Cinta Blanca‘ (2009) presenta un mundo de fuerte represión, opacidad, violencia, y comportamientos grupales e individuales marcados por una moral religiosa rígida y estricta; un modelo de educación familiar y escolar que anula la expresión, la creatividad y la voluntad de las personas; y una sociedad que, en su conjunto, se encuentra cerrada sobre sí misma.
Un modelo de crianza militar
La película muestra un modelo de crianza fiel a la época histórica y el lugar en la que ésta se ambienta, es decir, en las vísperas de la Primera Guerra Mundial en el Imperio Prusiano. Se trata de una forma de crianza y educación rígida y estricta con la obediencia a la autoridad como elemento central.
El ejercicio de la autoridad de los padres en relación a sus hijos se practica en un sentido casi militar, los niños han de obedecer como el soldado que acata órdenes de sus superiores. El universo de los niños y el de los adultos están muy separados y distanciados. Es un modelo familiar de plena sumisión de los niños frente a personajes adultos extremadamente tiránicos y despóticos.
Una educación en base a la moral protestante
Un contexto fuertemente marcado por la moral tiene como resultado la represión, la opacidad e incluso la negación de la expresión individual ante la estricta necesidad de seguir y obedecer unas costumbres sociales y religiosas impuestas verdaderamente rígidas.
Muy en la línea de lo indicado en relación al modelo de crianza, el modelo educativo tiene dos fundamentos esenciales: la obediencia y la interiorización de los valores propios de la moral protestante, esto es, el sacrificio, el esfuerzo y sobre todo el puritanismo religioso. El autor selecciona un puritanismo religioso de tipo fundamentalista que tiene consecuencias terribles, precisamente para hacer un claro alegato en pro del laicismo.
Esa rigidez e inflexibilidad en la educación inculcada por los adultos crea un lado oscuro en los niños. El castigo es una herramienta básica y cotidiana en el modelo de educación autoritaria que retrata la película. En este sentido, es muy destacable la escena en la que el sacerdote castiga a la familia sin cenar y les advierte de que castigará al día siguiente a los niños con golpes de vara. La cinta blanca que han de llevar los niños como castigo constituye una interesante metáfora en relación a los brazaletes con esvásticas propios del nazismo. Este modelo educativo genera auténticos monstruos capaces de realizar todo tipo de barbaridades.
Los hombres son los que deciden
La sociedad reflejada en la película es claramente de tipo patriarcal, en la que el rol de la mujer en la esfera pública es totalmente inexistente. Socialmente, el hombre ejerce de pater familia, ya que es quien ostenta la última palabra a la hora de tomar las decisiones importantes. Por su parte, la mujer no se considera un sujeto titular de derechos y su papel es el de mera subordinación a los designios de un tiempo y una época de absoluta dominación masculina.
Las relaciones entre hombres y mujeres también están marcadas por un fuerte puritanismo y una enorme hipocresía. En algunos casos se otorga más importancia a cuestiones como la apariencia de felicidad o la fidelidad, que al amor que realmente existe en la pareja.
El desprecio por la discapacidad
Muchos autores hablan de la descripción y explicación que hace Haneke en esta obra de la denominada sociedad del desprecio, concepto desarrollado por Axel Honneth, discípulo de Jürgen Habermas.
El desprecio, entendido como invisibilización y negación de las personas, se produce en las relaciones de los adultos hacia los niños, de los hombres hacia las mujeres y de los adultos hacia los discapacitados.
La película plantea la discapacidad como una diferencia en el peor significado de la palabra, casi nuevamente como una desviación. Por ello, es una realidad despreciada y no tratada. Lo destacable es que no se afronta esta cuestión en el ámbito público, social o colectivo, ni en el individual o familiar.
Lo desconocido es lo sospechoso
En un entorno fuertemente cerrado como es el pueblo que recrea la película, lo que existe es fundamentalmente miedo a lo que viene de fuera, es decir, miedo a lo desconocido.
Esta actitud de rigidez y de rechazo a los cambios y a la desviación en relación a las costumbres sociales impuestas es una clara consecuencia del modelo educativo y de crianza, y en general de sociedad, descrito anteriormente.
Bajo ese prisma, se puede afirmar que no se acoge a las personas foráneas, ya que existe una sospecha permanente sobre lo nuevo y desconocido, sobre lo que viene de fuera y supone una novedad.
¿Qué sentimientos y emociones suscita la película?
La película genera un gran desasosiego y una inquietud que es difícil de describir. Además, como es habitual en el cine de Haneke, la historia es inconclusa. De todos modos, la clave está en la radiografía que el autor hace de la época. La crianza, la educación y la relación entre hombres y mujeres son los vehículos para profundizar en la conducta del ser humano construyendo una sociedad tan terrible como la descrita.
Sin embargo, también hay lugar para la esperanza, sobre todo si analizamos la figura del maestro, quien representa la humanidad en un ambiente plenamente deshumanizado. Pese a ello, tal y como muestra la película, conviene siempre tener en cuenta referentes del pasado para no involucionar como sociedad hacia modelos ya superados. Esto es especialmente relevante si consideramos la amenaza constante que de manera cíclica aparece en torno al resurgimiento de los totalitarismos.
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