Obstáculos para la igualdad en el trabajo
María Luisa Balaguer, catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad de Málaga, dijo en su obra Mujer y Constitución: La construcción jurídica del género: “Para construir el derecho con perspectiva de género hay que tener en cuenta que la igualdad no se consigue cuando se tienen los mismos derechos que los hombres, sino cuando se está en condiciones de producir normas jurídicas que respondan a la suma de los géneros”.
Teniendo siempre presente la base androcéntrica del Derecho y sus ordenamientos jurídicos que reproducen el patriarcado sin proponer ni alcanzar cambios sociales e ideológicos estructurales y teniendo también en cuenta las diversas formas de discriminación padecidas por las mujeres en el ámbito laboral (entre ellas la salarial, como revela un reciente informe de UGT) cabe considerar al menos tres graves obstáculos que bloquean la igualdad real de mujeres y hombres en el trabajo:
– La falta de voluntad política ante el asunto que sigue sin considerarse una prioridad en la agenda política de los gobiernos.
– La ineficacia de la ley ante la protección de ciertos tipos de discriminación como el acoso sexual o el mobbing que impide que la Justicia se adapte a los valores que requiere la perspectiva de género. La interpretación de las leyes por parte de los jueces también sigue siendo un impedimento en muchas ocasiones para la igualdad de facto.
– El propio concepto de empleo que excluye muchos otros tipos de trabajo que suelen estar en manos femeninas como, por ejemplo, el trabajo doméstico.
A pesar de las acciones positivas que se están intentando llevar a cabo y que se contemplan en la Ley de Igualdad, las mujeres deben enfrentarse todavía a otra gran traba: el techo de cristal; una barrera invisible que no responde a normas ni códigos impuestos que impidan a las mujeres ascender y mejorar en su vida laboral, sino que se basa en otros contravalores y rasgos poco visibles, pero eminentemente eficaces a la hora de frenar el acceso de las mujeres a los vértices jerárquicos de las organizaciones y de las empresas.
Un sistema que prioriza la producción por encima del cuidado
Las mujeres ven limitada su carrera profesional por muchos factores sociales y económicos. El “sueño” de la corresponsabilidad aún parece inalcanzable y siguen siendo ellas las que deben conciliar su vida laboral y familiar, haciéndose cargo a la vez de sus tareas productivas y de todas aquellas relacionadas con el cuidado. Para ello se reclaman continuamente medidas que faciliten la conciliación como la ampliación de los horarios de guardería y escuela, por ejemplo. Pero, ¿son realmente estas medidas la mejor opción que se le puede ofrecer a la sociedad? Seguramente no. La conciliación solamente es un parche más que no cuestiona el sistema económico actual que prioriza la producción por encima de todo lo relacionado con la reproducción y el cuidado. No serían necesarias dichas medidas si el sistema fuera distinto y se plantearan otras opciones como la disminución de la jornada laboral que podría suponer una ampliación sustancial de la ocupación y una mejora en la distribución de los tiempos entre la vida profesional y la vida personal.
Hace ya más de un siglo, en 1880, Paul Lafargue publicó su famoso libro Le droit à la paresse (El derecho a la pereza) donde realizaba una estudiada crítica al sistema económico capitalista. En los últimos tiempos, a raíz de la sonora y mediática crisis mundial hemos podido comprobar que las tesis de Lafargue eran más que acertadas y que la quiebra del sistema económico actual ha provocado precisamente lo que él ya vaticinó en su momento: una crisis de superproducción, causa de paro y miseria entre la clase trabajadora. En El derecho a la pereza Paul Lafargue proclamó sus doctrinas a favor de reducir la jornada laboral y dedicar mayor tiempo a las ciencias, el arte y las necesidades básicas de cada persona.
Decrecimiento para una sociedad más justa
Quizás se puede considerar utópico[1], pero en los últimos años las tesis sobre decrecimiento económico han adquirido un nuevo relieve. Arcadi Oliveres, Doctor en Ciencias Económicas y presidente de Justícia i Pau sostiene que el decrecimiento es necesario para crear una sociedad más justa. Reducir la producción y, por ende, la jornada laboral es probablemente la única manera de alcanzar un verdadero equilibrio entre los seres humanos, repensando conceptos como “poder adquisitivo”, “nivel de vida” y “Estado de bienestar”. Estos conceptos, desde la perspectiva de género, son a todas luces ajenos a la mayor parte de las mujeres en todo el mundo y limitan el acceso y el ascenso de las mismas en el mercado de trabajo, violando flagrantemente el principio de no discriminación y haciendo visible una vez más el largo camino que queda por recorrer para adquirir la igualdad y para que las leyes sean garantes firmes de las mismas.
* Sobre este tema recomiendo las siguientes películas:
– En tierra de hombres (North Country), de Niki Caro.
– Mònica, de Eduard Cortés.
– Mi piace lavorare, de Francesca Comencini.
– Madame Brouette, de Moussa Sene Absa.
– En un mundo libre (It’s a free world…), de Ken Loach
[1] Muchas veces la utopía se cuestiona y se debilita ante el pragmatismo, pero ya lo expresó Eduardo Galeano perfectamente: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”
Una versión anterior de este artículo apareció por primera vez publicado en el blog de la autora, La Lente Violeta.
Esta es una explicación sin ánimo de lucro.
¿Quieres recibir más explicaciones como esta por email?