28/03/2024 MÉXICO

¿Islamofobia en Francia?

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La integración de las personas musulmanas es motivo de un debate recurrente en Francia. Algunos consideran que el colectivo es víctima de discriminación. Otros, que quiere vivir al margen de las normas y los valores franceses.

Identidad nacional e integración


Los musulmanes son un colectivo al que se sitúa continuamente en el centro del debate sobre la integración y la identidad nacional en Francia. Un debate, el de la integración de los colectivos de origen inmigrante, que viene de lejos. En el esquema ideológico republicano todos los ciudadanos son iguales en derechos y libertades, dentro del marco de una laicidad que neutraliza toda vinculación entre religión y espacio público. Es evidente que la evolución y diversificación del país ha superado esta concepción. Las diferentes oleadas migratorias, de personas procedentes de antiguos territorios colonizados, ha configurado una sociedad plural y diversa. Las primeras, pero sobretodo las segundas y terceras generaciones, han hecho emerger el Islam como la segunda religión del país.

La complejidad de la sociedad francesa actual ha cuestionado, desde diferentes ámbitos, un consenso republicano que da síntomas de resquebrajarse. Éste se presenta azuzado por una extrema derecha que se muestra abiertamente racista y que, por tanto, pone en jaque el mismo concepto de igualdad. Para otros, en cambio, existe un peligro comunitarista que puede derivar en la creación de una sub sociedad regida por los valores religiosos, en este caso los islámicos, y ubicarse por tanto fuera de los límites que marca la laicidad republicana.

En un debate que se centra sobre los individuos y sus prácticas religiosas, se olvidan otros factores claves para la integración de estos grupos. Son diversos los autores y las organizaciones que han documentado las discriminaciones que sufren los individuos que integran los colectivos minoritarios en ámbitos como el trabajo o el sistema educativo. Significativos son los datos de acceso al mercado laboral y la promoción en el mismo, así como el acceso a la educación superior. En el mismo sentido, una ojeada rápida a la configuración sociodemográfica de los barrios de las grandes ciudades francesas muestra un urbanismo de la separación,  la exclusión y la pobreza.  Estas discriminaciones sobrepasan el ámbito religioso y se producen, especialmente, sobre el conjunto de personas de origen inmigrante y, más aún, si este origen es un territorio antiguamente colonizado.  

Pero estas cuestiones ocupan poco espacio mediático frente a debates más polémicos que se deslizan hacia el terreno de la estigmatización y se centran, únicamente, en los elementos de la práctica religiosa. Buena parte de la clase política francesa es propensa a darle vueltas a las cuestiones del velo o la comida halal, configurando un debate en el que se superponen llamadas a la preservación de la laicidad en el espacio público o la defensa de la moral tradicional.  Bajo este prisma, hay quien presenta los musulmanes como un colectivo que desafía el ideario republicano. Se considera así que sus valores y su vida cotidiana deben adaptarse a la moralidad francesa tradicional. La discusión se sitúa, en este sentido, sobre la conducta de las personas musulmanas como integrantes de un colectivo religioso, minoritario y surgido de la inmigración. En ocasiones se produce, pues, una estigmatización y generalización de todos  los individuos de religión islámica a partir de las prácticas de aquellos que son más integristas.

¿Discriminación o islamofobia?

Vale la pena preguntarse si se puede considerar que este debate alrededor de las personas musulmanas y sus prácticas religiosas conlleva una situación de islamofobia.  El mismo mote acarrea cierta controversia. Diversos colectivos ubicados en la órbita del laicismo tradicional arguyen que la palabra islamofobia es utilizada por los fundamentalistas musulmanes para referirse a todo aquél que critique legítimamente algún elemento de dicha religión. Entre los defensores de este argumento se sitúan diversos intelectuales progresistas como Caroline Fourest o Bernard Henry-Levy, firmantes de un manifiesto titulado Contra el nuevo totalitarismo. Según los defensores de esta postura, el miedo a la reacción de los integristas produce un efecto de autolimitación entre los europeos –especialmente entre los políticos-, que no gozan criticar aquellos aspectos del Islam que chocan con los valores o legislaciones occidentales. A la vez, muchos de los promotores de esta idea se definen como antirracistas y combaten la extrema derecha, ubicando su crítica al termino islamofobia en el marco de un rechazo generalizado a todas las religiones y su influencia a nivel social y político.

Pero el campo de los contrarios al término islamofobia también alcanza organizaciones como Risposte Laique o Resistence Republicaine, aglutinadoras de una amalgama procedente sobretodo  de la extrema derecha. Estos grupos pregonan un discurso de rechazo al islam que no duda en utilizar el desprecio y la mofa hacia los creyentes de esta religión. No deja de ser significativo el nombre de dichas entidades, ya que con él se auto asocian con los valores republicanos tradicionales.

En el lado de los que defienden el uso del término, se encuentran organizaciones formadas, mayoritariamente, por musulmanes. Una de las más relevantes es el Collectif contre l’islamophie en France, que el año pasado lanzó una provocativa campaña bajo el eslogan Nosotros somos (también) la Nación que, jugando con la mitología republicana, recreaba el Juramento del Jeu de Paume con ciudadanos de religión islámica. Por otra parte, organizaciones de derechos humanos también han empleado el término. Amnistía Internacional publicó en el 2012 un informe que bajo el título Elección y prejuicio, reportaba las discriminaciones a las que eran sometidas las personas musulmanas en Europa. Según Amnistía, las discriminaciones contra los musulmanes se centran, sobretodo, en el ámbito laboral y educativo, en las limitaciones y problemas para abrir mezquitas y centros de culto, así como en las legislaciones y debates sobre el uso de prendas de vestir con carácter religioso o cultural. Estas organizaciones y colectivos consideran, por ejemplo, que las normativas generalistas sobre el velo pueden acarrear una situación de discriminación.


Más allá del término y las lecturas que puedan derivarse, es evidente que existen prácticas, conductas, políticas y discursos que abonan la discriminación hacia el colectivo musulmán –y otros grupos- en Francia. Es necesario, sin embargo, poder distinguir estas situaciones y detectar cuando se produce una discriminación real fomentada por una fobia o rechazo previo.

Francia, como el resto de Europa, se enfrenta a una importante crisis de identidad. Para solventarla -o agravarla- se aboca fácilmente todo el foco sobre las minorías étnicas o religiosas, fomentando debates parciales y estigmatizadores con la excusa de asegurar la integración de las mismas. Sin embargo, se olvidan otras cuestiones cruciales para la integración de las personas con antecedentes migratorios e identidades culturales y religiosas diversas, como son el acceso al trabajo, a la educación superior o su afincamiento en la periferia de las ciudades.

Foto de portada: Francia debate acerca del burka, fuente: http://ripostelaique.com

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro


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Victor Albert

Barcelona. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona. Estudiante de Máster en Relaciones Euromediterraneas en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y en la Universidad París 8 - Saint Denis. Interesado en las relaciones internacionales y en las políticas públicas dirigidas a la población juvenil.


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