19/03/2024 MÉXICO

La ablación: cuando ser mujer es un pecado
Cuerpo de mujer / Alejandro Cordón

Cuerpo de mujer
Miles de niñas al año son sometidas a un trato cruel e inhumano. Son privadas de su sexualidad, de su salud y de su dignidad. Bajo la cuchilla de una curandera, entre gritos de dolos, muchas pierden además de sus órganos genitales, la vida.

En el mundo, unas 140 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a alguna forma de mutilación genital femenina, según la Organización Mundial de la Salud. Esta forma de violencia de género supone una vejación enorme para la mujer, y un atentado a sus derechos más fundamentales como lo son el derecho a la integridad física, a la libertad sexual y de reproducción, a la salud y el derecho a la vida.

¿Qué es la ablación?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la mutilación genital femenina (MGF) como todos los procedimientos, que de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos.

No se sabe a ciencia cierta donde comenzó esta barbarie, pero sí se sabe que es practicada sobre todo en África, donde se lleva a cabo en 28 países. Otros lugares en los que existen pruebas documentadas de la práctica son: India, Indonesia, Irak, Israel, Malasia, Paquistán, Emiratos Árabes Unidos y Yemen. También hay datos anecdóticos en Colombia, Omán y Sri Lanka.

Según la OMS  existen varios tipos de mutilación genital:

  1. Circuncisión sunna: amputación del prepucio del clítoris, pudiendo extirparse en parte o en su totalidad el clítoris.
  2. Clitoridectomía: escisión o mutilación total o parcial del prepucio del clítoris y de los labios menores, conservando solo los labios mayores.
  3. Infibulación o circuncisión faraónica: esta es la más agresiva, ya que consiste en la extirpación del clítoris y labios mayores y menores. Después se cosen ambos lados de la vulva hasta que esta queda prácticamente cerrada, dejando únicamente una abertura para la sangre menstrual y la orina.
  4. Tipo IV: Aquí se incluyen prácticas lesivas más variadas como pinchazos, perforaciones, incisiones y estiramientos del clítoris y o los labios; quemaduras del clítoris y tejidos circundantes, introducción de sustancias corrosivas o hierbas en la vagina que provocan erupciones y quemaduras; abrasión de la piel circundante al orificio vaginal y cortes de la vagina.

Motivación de la práctica

Imagen: Fickr Olga Berrios

Los motivos por los que se realiza son muchos. Algunos sostienen que se practica como iniciación de las niñas a la edad adulta, o por motivos de higiene porque los genitales femeninos son sucios y antiestéticos, o porque se cree que aumenta la fertilidad y hace el parto más seguro. Pero una gran mayoría opina que la verdadera razón de la misma es privar a la mujer de sentir placer sexual (teniendo sólo los hombres derecho a ello), fomentar la castidad y asegurarse de que se mantiene “pura”, virgen hasta matrimonio. La noche de bodas, el marido penetra a la mujer desgarrándola en muchos casos, sobre todo si se le ha practicado la infibulación.  Con la penetración, lo que hacen es abrirle la gran cicatriz que ocupa el lugar donde antes existieron sus órganos sexuales.


La mutilación es realizada por “curanderas” o mujeres mayores, con herramientas rudimentarias como cristales, cuchillos o cuchillas de afeitar y nunca en centros sanitarios, y los daños causados son irreparables. La principal consecuencia es la pérdida casi total de sensibilidad genital, y el trauma psicológico creado. Hay mujeres que mueren desangradas o por colapso neurogénico debido al intenso dolor y el traumatismo, otras mueren semanas después de la intervención a causa de las infecciones resultantes.

La OMS enumera otros efectos como: la mala cicatrización; la formación de abscesos y quistes; un crecimiento excesivo del tejido cicatrizante; infecciones del tracto urinario; coitos dolorosos; el aumento de la susceptibilidad al contagio del VIH/SIDA, la hepatitis y otras enfermedades de la sangre; infecciones del aparato reproductor; enfermedades inflamatorias de la región pélvica; infertilidad; menstruaciones dolorosas; obstrucción crónica del tracto urinario o piedras en la vejiga; incontinencia urinaria; partos difíciles; y un incremento del riesgo de sufrir hemorragias e infecciones durante el parto.

Marco Legal

La lucha contra la ablación a nivel internacional, se plasma sobre todo en la Declaración de Naciones Unidas sobre eliminación de la Violencia contra la Mujer en la que se considera a la MGF como un acto de “violencia contra la mujer” y en cuyo artículo 4 impide a los estados miembro “invocar ninguna costumbre, tradición o consideración religiosa para eludir su obligación” de procurar eliminar la violencia contra la mujer.

Imagen: Flickr Olga Berrios


También en el continente africano son de gran importancia la Carta Africana sobre los Derechos Humanos y de los Pueblos y el Protocolo sobre los Derechos de las Mujeres que constata la necesidad de promulgar leyes que prohíban la mutilación.

Pero quizá la que revista mayor importancia es la  Declaración de Rabat, en la cual se condenan, como contrarias al Islam, tanto la mutilación genital femenina como otras prácticas nefastas que discriminan a las niñas y se hace una llamada a todos los Estados islámicos para que tomen todas las medidas necesarias para eliminar todas las formas de discriminación de las niñas y las prácticas tradicionales nefastas como la mutilación genital femenina y el matrimonio precoz. Esta declaración es de vital importancia ya que muchos se amparaban en su derecho a practicar libremente su religión, el islam, para justificar esta brutal práctica.

Debido a los fenómenos migratorios se ha extendido también a los países europeos, dónde no constituye ni una costumbre ni una tradición. Por ello, la Unión Europea ha llevado a cabo diversas iniciativas jurídicas contra la MGF, dejando claro que es una violación gravísima de los derechos fundamentales y una forma de violencia contra la mujer, no justificable ni por respeto a tradiciones culturales ni religiosas.

De todas maneras, la mutilación raramente se lleva a cabo en territorio europeo, sino que los migrantes viajan a sus países de origen y es allí dónde someten a sus hijas a la ablación. Por este motivo, España modificó la Ley para que el delito sea perseguible incluso extraterritorialmente, lo que significa  que incluso aunque la mutilación se haya llevado a cabo en un viaje familiar en el país de origen del inmigrante, los padres de las niñas serán castigados en España. También en caso de que haya sospechas de que se viaje al país de origen sea con tales fines, se podría retirar el pasaporte a la menor y prohibirle la salida del territorio.

Otras medidas positivas han sido las adoptadas por Francia y Bélgica, que han incluido entre sus prestaciones la operación de desinfibulación o reconstrucción del clítoris; o la de algunos países de la UE, entre los que se encuentra España, que reconocen el derecho de asilo por esta causa.

Perspectivas de futuro

Imagen: Flickr Olga Berrios


Si bien formalmente la ablación ha sido condenada en numerosos países, lo cierto es que en la práctica sigue teniendo un fuerte arraigo cultural.  Las familias sufren una gran presión social para someter a las niñas a tan brutal práctica, ya que de lo contrario, se exponen a la marginación social. Y a esta presión social se ven sometidos también los migrantes, presiones que vienen por sus familias en su país de origen o por la propia comunidad de migrantes que se crea en su país de acogida.

Por tanto, queda aún mucho camino por recorrer. En Europa, se deben promover campañas de información y educación entre las poblaciones susceptibles de realizar esta práctica, así como informar y formar a los profesionales sanitarios, trabajadores sociales y pedagogos de su importante papel en la detección y prevención de posibles mutilaciones y en el tratamiento de sus consecuencias.

En aquellos países dónde la igualdad entre el hombre y la mujer es aún una utopía, el trabajo es aun más arduo. La ablación es un modo de controlar a la mujer, de privarla de su dignidad y de su derecho a ser lo que es: una mujer. En aquellas culturas en las cuáles ser mujer es un pecado, hay que trabajar para protegerlas de éste, o cualquier otro trato denigrante.

Esta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Maria Julia Mersing

Licenciada en Derecho, máster en Internacionalización Económica y cursando máster en Marketing Digital. Tengo dos grandes pasiones: la comunicación y los derechos humanos. Soy voluntaria en una ONG que lucha contra la mutilación genital femenina y estoy muy implicada con la defensa del colectivo LGBT+ y el Medio Ambiente.


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