El 14 de enero, los levantamientos populares en Túnez consiguieron su objetivo: derrocar al dictador Ben Ali que se había perpetuado en el régimen durante 23 años. Nadie esperaba estas las revueltas, tampoco el efecto contagio que desencadenaron. En el Norte de África y Oriente Medio pocos son los líderes que a día de hoy pueden decir que no se han producido manifestaciones dentro de sus territorios. Incluso más allá de la región, se han visto represiones por parte del régimen chino a manifestaciones de jóvenes que coincidían en sus ansias de libertad y democracia con las de los jóvenes árabes.
Un vez derrocados los dictadores llegó el, ¿y ahora qué? ¿Cómo será el camino hacia la democracia que deben tomar estos países árabes? ¿Qué rol debe jugar la religión islámica en estas democracias árabes? Muchos han mirado hacia Turquía para responder estas preguntas. Turquía representa un modelo de país con mayoría musulmana, democrático y con una estabilidad política que ha ido acompañada de un crecimiento económico y desarrollo social que le han llegado incluso a colocar en el puesto 17 de las mayores economías del mundo. Turquía se ha convertido en una potencia regional en Oriente Medio y, además, mediadora en la mayoría de conflictos de la región, especialmente en el conflicto árabe-israelí.
Turquía se encuentra gobernada por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco), un partido islamista moderado democráticamente escogido, lo que hace aún más atractivo el caso turco para las revueltas democráticas árabes.
La evolución de Turquía hacia la democracia
El camino hasta aquí ha sido más difícil de lo que parece. Hasta que Ankara ha conocido la estabilidad política con un partido islamista en el poder, Turquía ha experimentado una larga historia de secularismo.
Mustafa Kemal Atatürk ha sido el padre de la revolución turca para expulsar a las potencias Aliadas que pretendían repartirse los restos del Imperio Otomano después de la I Guerra Mundial. Fue el fundador de la República turca en torno a tres principios fundamentales: modernización, europeísmo y secularismo. El Ejército se convirtió entonces en garante de estos principios y no dudó en dar un golpe de estado cuando consideraba que los principios secularistas y modernizadores no eran lo suficientemente respetados por un partido islamista que había llegado al poder.
El proceso de reformas democráticas comenzó a mediados de la década de 1990. Estas reformas estaban impulsadas por las perspectivas de adhesión a la Unión Europea (UE) e incluso se intensificaron con la llegada del AKP al poder en 2002, momento en el que se aprobaron importantes paquetes de reformas con el objetivo de cumplir con los requisitos de democratización y derechos humanos de la UE. Por otro lado, durante estos años, Turquía ha alcanzado un importante nivel de desarrollo socioeconómico y político y una economía plenamente integrada en la Occidental, a la que los árabes miran con admiración. La influencia de Turquía en Oriente Medio ha aumentado en las últimas décadas hasta convertirse en una potencia regional.
Turquía como modelo: el uso del ‘soft power’
Turquía ha conseguido aumentar su influencia en la región gracias a lo que en Relaciones Internacionales se denomina soft power o poder blando[1]: la habilidad de que un actor A determine la agenda y las preferencias de B. De ese modo, A conseguirá que B haga “lo que A quiere que haga”, pero sin obligarlo a hacerlo, a través del poder de atracción o imitacióna través de la cultura, la ideología o unas instituciones.
Algunos ejemplos de cómo Turquía ha utilizado su influencia blanda, contribuyendo a convertirse en un modelo para los países árabes serían una telenovela turca con millones de seguidores en todos los países árabes, en la que los árabes pueden ver el nivel de vida de los turcos y sentirse atraídos por ello. En la misma línea, el Primer Ministro Recep Tayyip Edogan, se ha convertido en héroe entre el pueblo árabe por levantarse en el Foro de Davos en enero de 2009 después de acusar al Presidente israelí Simon Peres de estar cometiendo delitos en Gaza.
Según una encuesta realizada por TESEV – un think tank turco –, más del 60% de los países árabes consideran que Turquía puede ser un modelo para el Mundo Árabe[2]. Turquía puede ser un modelo para los países árabes no sólo por ser una de las pocas democracias con población mayoritariamente musulmana en la región, sino por su historia de democratización y secularismo.
El hecho de que el partido en el poder actualmente sea un partido del Islam político demuestra, en primer lugar, hasta qué punto la democracia turca ha adquirido la madurez suficiente como para estar gobernada por un partido islamista que se rige estrictamente por las normas democráticas; en segundo lugar, el nivel de madurez alcanzado por el islamismo político turco.
El líder del partido islamista tunecino Ennahda, Rachid Gannouchi, en el exilio hasta que se produjeron las revueltas, declaró desde el principio que su intención de parecerse al AKP, y no a Al Qaeda. También las generaciones más jóvenes de los Hermanos Musulmanes han tomado como referencia el Islamismo moderado del AKP. En definitiva, los árabes ven en el AKP un ejemplo de islamismo moderado compatible con los principios democráticos.
Lecciones turcas para las revueltas árabes
Existen algunas lecciones que es posible extraer de la experiencia turca por parte de los países árabes que están experimentando ahora los levantamientos populares y se preparan para una transición democrática.
1. El papel de las Fuerzas Armadas turcas es una de ellas. Los militares turcos se convirtieron en los garantes de la democracia, interviniendo cuando consideraron que estos límites se sobrepasaban. Una vez el proceso democrático arraigaba, la influencia de los militares comenzó a erosionarse.
Lo que nos enseña principalmente la experiencia turca es que el éxito y sostenibilidad de la democracia depende de que existan instituciones políticas sólidas e independientes. El objetivo principal de los países árabes debe ser establecer partidos políticos efectivos, un poder judicial y medios de comunicación independientes y una sociedad civil implicada.
2. El caso de Turquía es un caso específico que se produjo en un contexto y unas condiciones únicas. Ankara comenzó su proceso democrático siendo un aliado especial de Estados Unidos durante la Guerra Fría de y con una orientación occidentalista y modernizadora.
3. El papel de Turquía como modelo le debe mucho a Mustafa Kemal Atatürk. El padre de los turcos tenía como objetivo principal una Turquía que fuera considerada un país europeo más y abogaba por una separación de la religión y el Estado al modo occidental.
4. La mejor lección que se puede extraer del modelo turco es la importancia de la tradición secularista y la separación entre religión y Estado para que un modelo democrático triunfe.
Ésta es una explicación sin ánimo de lucro
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[1] El concepto de soft power fue desarrollado por primera vez por el profesor estadounidense Joseph Nye. En los años 90 se debatía si Estados Unidos estaba perdiendo su poder e influencia en el mundo y Joseph Nye explicó que EE.UU. no estaba perdiendo poder, sino que la forma en la que éste se transmitía estaba cambiando y el poder de atracción había ganado terreno al poder de imponer las cosas por la fuerza o coercitivamente.
[2] Akgün et al. (2010) “The Perception of Turkey in the Middle East”, Foreign Policy Analysis Series 10, TESEV Publications: Encuesta realizada en Egipto, Jordania, Líbano, Palestina, Arabia Saudí, Siria e Iraq.
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