En un divertido ensayo, la activista feminista Gloria Steinem imaginaba como sería el mundo si los hombres tuvieran la regla y las mujeres no. Steinem escribía: “…la menstruación sería un acontecimiento de hombres totalmente envidiable y del que se podría presumir: Los hombres hablarían del tiempo de duración y de la cantidad de su periodo”. También apuntaba que las compresas y tampones serían gratuitas porque estarían subvencionadas por el Estado.
Por desgracia, no vivimos en el mundo sugerido de Steinem. La menstruación, un proceso biológico completamente natural que afecta a la mitad de la población mundial, es tabú y un estigma social, de mayor a menor grado, en la gran mayoría de culturas existentes en nuestro planeta. En algunas zonas del mundo, las niñas y las mujeres son sometidas a prácticas durante su ciclo menstrual que son claramente una violación de los derechos humanos. En este artículo se recogen algunas de ellas.
El ‘chapaudi’, tradición nepalí que destierra a las mujeres con la menstruación
En las zonas rurales del centro y el oeste de Nepal se practica una antigua tradición hindú llamada chapaudi (chhau significa menstruación y padi, una mujer, en el dialecto raute que se habla en la parte más occidental del país), que consiste en desterrar a las mujeres de sus hogares y obligarlas a vivir en unas chozas durante los días de su menstruación. Se considera que las mujeres son “impuras” cuando tienen la regla. Según la superstición local, si se quedan en sus casas harán enfurecer a los dioses, y la ira de éstos caerá sobre toda la familia.
Además, no pueden entrar en otras casas, ni en templos. También se les prohíbe tocar a otras personas, ganado, verduras, plantas y/o frutas, porque creen que si una mujer que está menstruando toca un animal, éste morirá; si toca los cultivos, éstos se destruirán; y si tocan frutas, éstas caerán antes de madurar. Hasta existe la creencia que si saca agua de un pozo, éste se secará. Por lo tanto, el acceso a pozos y grifos también queda limitado, sólo pueden bañarse o lavar la ropa en un chaupadi dhara, que consiste en un pozo separado, un arroyo o riachuelo pequeño cerca del pueblo.
Durante el chaupadi, las mujeres viven en los goth, chozas rudimentarias hechas de piedras, hierba o barro y tienen un tamaño de 1×2 metros aproximadamente. Estas construcciones son oscuras y sucias, porque normalmente también se utilizan como cobertizos para vacas o cabras. Obviamente, tampoco están bien aisladas, por lo que estas mujeres tienen que soportar temperaturas bajo cero en invierno y temperaturas sofocantes en verano.
Según la costumbre, las mujeres que tienen la regla tampoco pueden comer determinados alimentos como leche o derivados, lo que las deja con una dieta, solamente, a base de arroz y lentejas. Asimismo, con esta dieta privada de alimentos nutritivos, estas mujeres deben involucrarse en trabajos duros, recolectando leña, excavando… ya que se encuentran fuera de casa.
Estas condiciones tan duras e insalubres pueden causar problemas de salud que ponen en peligro su vida, como neumonía, diarrea, infección respiratoria, hipotermia y/o deshidratación.
A las mujeres que acaban de dar a luz se les impone un chaupadi más largo, concretamente de 11 días. Además de contar con una condición física más débil, porque acaban de parir, estas mujeres también deben cuidar de sus recién nacidos en esas condiciones tan duras. Por consiguiente, las tasas de mortalidad neonatal y mortalidad maternal son altas en estas regiones de Nepal.
Esta tradición también tiene un impacto en el bienestar psicológico de las niñas y las mujeres. El aislamiento de la familia y la exclusión social pueden llevar a la depresión, baja autoestima y desempoderamiento de las mujeres. Por si no fuera poco, las mujeres cuando practican el chaupadi también están en riesgo de sufrir ataques de animales salvajes, picaduras de serpientes y, hasta agresiones sexuales.
En agosto de 2017, el Parlamento de Nepal aprobó una ley que tipifica como delito el chaupadi, tras la muerte de varias mujeres y niñas durante la práctica de esta tradición. Las personas que fuercen a una mujer a practicarlo se enfrentarán a tres meses de prisión y una multa de 30$.
La activista nepalí, Radha Paudel, en declaraciones al The Guardian, asegura que las mujeres de todo el país, incluso las nepalesas que viven en el extranjero, todavía practican el chaupadi en diversos grados. Paudel cuenta que hasta en Katmandú las mujeres viven separadas durante su regla, incluso si toda la familia vive en una sola habitación. En varias áreas urbanas, a las mujeres que menstrúan se les prohíbe la entrada en cocinas y templos.
El ‘gaokor’ en India
En India, país de mayoría hindú, se practica una tradición indéntica al chaupadi llamada gaokor. Este nombre proviene de las cabañas homónimas a las que son desterradas las niñas y las mujeres cuando tienen la regla. Esta costumbre está más extendida entre las étnias Gond y Madiya. Los Gond son la étnia mayoritaria en la zona central del país, concretamente en los estados de Maharashtra, Chhattisgarh, Andhra Pradesh y Orissa.
Una vez al mes, las mujeres que practican el gaokor hacen frente a las mismas condiciones de vida duras e inhumanas a las que son sometidas sus pares nepalíes.
En 2015, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de India (NHRC, en sus siglas en inglés) instó al gobierno del estado de Maharashtra a tomar medidas efectivas para erradicar esta práctica. La NHRC describe el gaokor como “una grave violación de los derechos humanos de las mujeres”. No obstante, hasta día de hoy, no se han llevado a cabo acciones para eliminarla.
Además, las niñas que son sometidas a este aislamiento, faltan a la escuela cinco días al mes, lo cual repercute seriamente a su educación. En India, un 23% de las niñas dejan los estudios tras tener la primera regla.
Higiene menstrual, una cuestión de derechos humanos
El tabú, el estigma y el silencio de la menstruación, junto con el difícil acceso a baños seguros con agua limpia y a productos sanitarios básicos como compresas y tampones, provoca que muchas niñas y mujeres alrededor del mundo no puedan mantener una higiene adecuada durante su ciclo menstrual. “Los derechos humanos se ven menoscabados cuando las mujeres y niñas no pueden manejar su menstruación con dignidad, y a la vez los derechos deberían ser un eje central de cualquier solución que se adopte”, según Hannah Neumeyer, responsable de Derechos Humanos de WASH United, una organización que trabaja para poner fin a la crisis mundial de saneamiento e higiene.
En muchas culturas, la menstruación va ligada a una gran variedad de supersticiones y falsos mitos, como, por ejemplo, en Afganistán. En este país existe la creencia que si una mujer se baña o se limpia los genitales cuando tiene la regla, ésta se volverá estéril. Esta costumbre de no bañarse durante la regla se encuentra también en otras culturas.
Además, en muchos países, las compresas y los tampones desechables son bienes de lujo que la mayoría de personas no se pueden permitir. Por lo tanto, las mujeres usan lo que pueden para contener los sangrados: hojas de los árboles, periódicos, trapos viejos, barro y pieles de animales. La utilización de estos materiales aumenta considerablemente el riesgo de infecciones.
Asimismo, debido al tabú, las mujeres limpian a escondidas los trapos y los secan dentro de casa, escondidos en algún rincón. Si se seca telas en lugares oscuros y húmedos, éstas atraen bacterias y moho. Esta forma de lavado causa graves problemas de salud, como infecciones por hongos, infecciones del tracto reproductivo e infecciones del tracto urinario. Varias ONG implementan programas de reparto de copas menstruales y compresas reutilizables, como hace Femme International en Ghana, Kenia y otros países.
Estas condiciones se ven empeoradas por el hecho de que en muchos países hay un acceso insuficiente a lavabos seguros con agua limpia para poder asearse correctamente. En Níger solo el 16% de las escuelas tienen latrinas funcionales y en la región de Cochabamba en Bolivia solo hay de media 1,2 latrinas por escuela, según Unicef.
Estos dos hechos, la falta de productos sanitarios básicos y el no acceso a lavabos en condiciones, hace que muchas niñas falten a la escuela cuando tienen la regla (un promedio de cinco días al mes) o abandonen los estudios completamente. Esto supone una violación al derecho de la educación y supone ampliar más la brecha de género.
“Cuando las niñas abandonan el colegio tan pronto, hay menos posibilidades de que recuperen su educación y vuelvan a clases, lo que las hace más vulnerables al matrimonio infantil forzado, la violencia y los abusos sexuales o las violaciones”, según Darren Saywell, director del área de Agua, Saneamiento y Salud de la ONG Plan Internacional.
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