[Este artículo fue publicado originalmente en catalán el 13 de febrero en el blog El dit a la nafra, y más tarde traducido al castellano y publicado el 18 de febrero en el blog La lente violeta. Tanto Sonia Herrera como Rubén Sánchez, son autores del mismo.]
Han pasado ya unas semanas desde la emisión del “Salvados” sobre violencia machista y hemos tenido tiempo de digerir y dar vueltas tanto al contenido como a la forma del programa. Aquí tenéis algunas de las reflexiones que hemos ido tejiendo:
En primer lugar, nos sumamos al juicio y el análisis que nuestra compañera Barbijaputa hizo hace unos días en eldiario.es y, como ella, como feministas, agradecemos que este tema se haya abordado en un programa de prime time como el de Jordi Évole. Agradecemos, sí, pero sin aspavientos, porque en realidad ya era hora…A grandes rasgos, fue un buen paso que desde el movimiento feminista le llevábamos reclamando a Jordi Évole desde hace tiempo, pero se quedó corto. Vayamos más allá.
El programa comienza con una comparecencia en los juzgados. Es la segunda declaración sobre los hechos que hace la mujer dos días después de pasar por comisaría a interponer la denuncia. Desde el pasado 27 de octubre de 2015 las declaraciones se hacen en esta sala. Antes se realizaban en una mesa pequeña rodeada de otras mesas de trabajo y otras mujeres que también declaraban y junto a un pasillo con gente arriba y abajo, con los interlocutores de pie interrogando… En la imagen se ve como ni fiscal ni letradas miran a la mujer mientras declara. Están pendientes de sus papeles…
Si hablamos de las entrevistas, ¿por qué decimos que el programa se quedó corto? Évole entrevistó a 4 personas: Francisca Verdejo, jueza de violencia sobre la mujer del juzgado nº2 de Barcelona, Jorge Freudenthal, un psicólogo del servicio de atención a hombres en el País Vasco, un empresario maltratador condenado en firme y, Marina Marroquí, superviviente de violencia machista que imparte talleres de prevención de la violencia en la pareja a jóvenes dentro de la asociación AIVIG. Sin duda, faltaron voces de especialistas que trabajan día a día en temas relacionados con violencia machista ya sea desde la atención directa a mujeres que sufren violencia como desde ámbitos académicos o la sensibilización desde el tercer sector, por ejemplo. Tampoco se dio voz a activistas del movimiento feminista ni se mencionó la movilización del 7N en Madrid.
Los motivos por los que esto fue así pueden ser muy diversos y, probablemente, algunos tengan que ver con temas de formato y tiempo, pero esta excusa no nos satisface teniendo en cuenta que otros programas de “Salvados” han abordado otras cuestiones de este nivel de complejidad con mucho más cuidado y detalle. Así que dejando de lado autojustificaciones de este tipo, nos da la impresión de que esta ausencia de voces o silencios mediáticos, al fin y al cabo, tienen mucho más que ver con el miedo: miedo a contradecir las opiniones manifestadas, miedo a que la crítica fuera tan dura que la gente que estuviera viendo el programa al día siguiente saliera a la calle movida por la vergüenza de ver cómo funciona todo, miedo a que un mensaje demasiado explícito sobre el sistema patriarcal y el silencio cómplice de instituciones y sociedad no fuera aceptado…
Volviendo a la entrevista con la magistrada Francisca Verdejo, nos parece muy oportuno el hecho de remarcar el carácter de delito público de la violencia machista y la responsabilidad de toda la sociedad. Por otra parte, fue acertado también incidir en la diversidad en cuanto al perfil de víctimas y agresores, así como la comparación entre el tratamiento público e institucional que se da a las víctimas del terrorismo y no a las mujeres asesinadas, la idea errónea sobre las denuncias falsas (0’0015-1’7%) o la escasez y descoordinación de recursos. Ahora bien, hay que decir que a las personas se las conoce por sus hechos más que por sus discursos, y nos consta que existe una fuerte contradicción entre el discurso y la praxis profesional del día a día de la jueza en los juzgados de violencia sobre la mujer en la atención a las mujeres supervivientes de la violencia machista.
En este sentido echamos en falta un lenguaje más politizado a lo largo de todo el programa. Se habló en todo momento de violencia de género cuando en La Sexta Noticias ya hace tiempo que se habla de violencia machista. Tampoco se aprovechó la oportunidad de incluir el término feminicidio y colaborar en su popularización a través de los medios generalistas para incorporar una verdadera integralidad en las cifras de asesinadas, aprovechando para explicar que el feminicidio, como consecuencia extrema del sistema patriarcal y de la violencia contra las mujeres, es un fenómeno global (con especificidades locales, claro) y que, según se estima en algunos informes como Femicide: a global problem (2012), cada año son asesinadas 66.000 mujeres por el hecho de serlo.
Asimismo faltó contextualizar y comentar algunos de los datos que se aportaban y que aparecían en un tamaño muy pequeño, intercalados entre las entrevistas. En un momento dado, por ejemplo, aparece un rótulo que dice: “1 de cada 4 mujeres continúan con la relación a pesar de haber denunciado”. Este dato, sin explicar porqué, coloca la responsabilidad de la situación de violencia en las víctimas-sobrevivientes. Tampoco se comentó la desproporción entre el número de denuncias por delito público que se interponen cada día en España (355) y las órdenes de protección dictadas (64 al día). Y precisamente en esta falta de contexto y explicación radica el desconocimiento social sobre las razones que hacen que las mujeres no declaren, no denuncien, que retiren los cargos, etc.
En cierta forma sobró también “empatía” con el maltratador, la entrevista del cual nos genera muchos cuestionamientos. En primer lugar, el hombre, que oculta su identidad, afirma que a su pareja actual, su hijo y su entorno desconocen que fue condenado a 2 años de cárcel por violencia de género. Siendo así y teniendo en cuenta los datos que ofrece Viogen, el sistema de seguimiento integral de los casos de violencia de género que gestiona el Ministerio del Interior, sobre la reincidencia de los agresores machistas (2.234 maltratadores múltiples denunciados cada año), consideramos que esta mujer y, por extensión, su hijo, se encuentra desinformada y en una situación de riesgo. Asimismo, el testimonio de este hombre parece una continua justificación, más que una verdadera transformación tal como muestran algunas de sus afirmaciones:“yo la machacaba y se me daba bien”, “yo creo que lo hacía porque estaba con ella sin quererla”, “la mujer estaba sufriendo, lo que pasa es que no te das cuenta”, “explotó el tema y utilizó sus armas para deshacerse ella de mí”, “todos vamos a regañadientes [a terapia]”, “mi madre se lo consentía a mi padre y mi abuela a mi abuelo”… Tampoco reconoce que el maltrato es consecuencia de un determinado sistema machista y de la socialización de género y se autodefine como “enfermo emocional en vías de recuperación” cuando siempre hay que dejar muy claro que un maltratador no es un enfermo.
La parte del programa de Jordi Évole sobre grupos de terapia con agresores resultó confusa y dio la imagen de que se pueden equiparar los estragos que hace el patriarcado en unos y en otras, y no, las asesinadas (dejando de lado hijos y parejas actuales) son siempre mujeres. El psicólogo entrevistado cae en contradicciones como cuando afirma que la violencia es fruto del sistema patriarcal y que no es una enfermedad, pero a la vez compara la violencia machista con la drogadicción. Quizás hubiera sido más sensato e interesante tratar el tema de la “recuperación” de maltratadores en un programa específico hablando de los éxitos y también de las sombras de estos proyectos que han sido muy cuestionados en los últimos años. Focalizando la información en los maltratadores también hubiera sido interesante hablar de las campañas publicitarias contra la violencia machista; los tópicos sobre el papel de las adicciones, el paro, la dependencia económica…; sobre la ideología machista y el sistema patriarcal y como se socializa a los niños en ella; el índice de reincidencia de los maltratadores, etc.
Más allá de la intervención de la magistrada al inicio del programa, lo más destacable es la intervención de Marina Marroquí como superviviente y el relato de su vivencia, las fases del ciclo de la violencia, la asimetría de poder en la relación, el chantaje y la dependencia emocional (“Hacen todo el teatro para que te quedes sola”), el control, las violaciones dentro de la relación. Marina también hizo incidencia en el desconocimiento social imperante sobre la violencia contra las mujeres:”La gente no entiende la violencia de genero. La miran desde fuera y desde dentro es muy diferente”. También resulta interesante el apunte contra los “minutos de silencio”, que deben ser gritos contra los feminicidios, y su valentía para explicar toda su historia de maltratos continuados durante 5 años.
Cabe destacar también la parte del reportaje en el aula de secundaria del taller de prevención sobre el abuso en la pareja con los y las adolescentes impartido por Marina, iniciativa que hace años que se trabaja y que hay que incorporar en los niveles iniciales de la enseñanza, desde infantil y primaria.
Como apuntábamos al principio de este texto, se ha dado un paso pequeño al incluir en la agenda mediática del prime time la lacra de la violencia machista, pero se ha desaprovechado la oportunidad de hacer una crítica contundente a la alarmante situación actual, hablando de la interrelación de los diferentes tipos de violencia machista, haciendo énfasis y autocrítica como medios de comunicación con respecto a la violencia simbólica, alertando sobre la enorme necesidad de una educación en igualdad verdaderamente transformadora que lleve a un cambio cultural imprescindible y que pasa por cuestionar todos los productos culturales que sostienen y reproducen este sistema machista y que son el caldo de cultivo de la violencia física, una violencia que como muy bien decía Barbijaputa en su artículo, es “la eterna punta del iceberg”.
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