Las rosas que se venderán por Sant Jordi hoy huelen a un suave y delicado perfume, pero también huelen a desigualdad, a explotación, a pobreza, a contaminación y a injusticia. Son en su mayoría mujeres aquellas que las reciben con ilusión en el norte y mujeres también las que se dejan la suya en su producción en los países del sur.