Durante el transcurso de la historia, las mujeres han sido relegadas al rol de víctimas durante situaciones de conflicto. Como consecuencia, la escasa presencia de mujeres en negociaciones de paz ha sido primordialmente en calidad de víctimas. Sin embargo, cada vez se da más visibilidad a otros roles como el de combatientes, de revolucionarias o de agentes de paz, aunque este avance no siempre viene acompañado de una proporcional participación en las mesas de negociación. Este artículo destaca la necesidad de adoptar una perspectiva de género en los procesos de paz y de construcción de nuevas estructuras de Estado.
Para empezar, explicaremos cómo se ha ido incorporando progresivamente dicha perspectiva de género a la legalidad internacional. A modo ilustrativo, trataremos dos casos que se han dado recientemente, con resultados diferentes: la Primavera Árabe y el proceso de paz en Colombia. Por último, hablaremos del caso actual de Siria para ejemplificar la importancia de incluir a las mujeres en el proceso de redacción de una nueva Constitución.
Mujeres, Paz y Seguridad
Desde la resolución 1325 de las Naciones Unidas (NN.UU.), la primera en vincular mujeres, paz y seguridad, se han adoptado otras siete, siendo la más reciente la de 2015. En ellas, se trata el rol de las mujeres en conflictos violentos tanto como víctimas como constructoras de paz y, como avance, también se puede apreciar la adopción de la concepción de seguridad humana contrapuesta a la visión Estado-centrista de seguridad. Otro aspecto importante tratado en las resoluciones es el reconocimiento de la violencia sexual como instrumento de guerra.
Especialmente destacables son las menciones a incluir una perspectiva de género en las negociaciones y las operaciones de mantenimiento de paz. Académicas de la literatura feminista destacan la necesidad de incluir de manera efectiva una perspectiva de género en todos los ámbitos y políticas, en lugar de llevar a cabo programas específicos para mujeres y con la exclusiva participación de éstas. Este paradigma es conocido como gender mainstreaming, y tanto las NN.UU. como la Unión Europea (UE) lo llevan adoptando desde la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing de 1995.
Sin embargo, en la práctica, la mujer sigue en la mayoría de casos relegada al papel de víctima, o bien se adopta el superficial discurso a favor de la inclusión de la mujer en la resolución de conflictos por su carácter pacificador. Asociar un carácter pacífico a las mujeres por determinación biológica tampoco constituye una solución, ya que implica obviar el papel jugado por la socialización en la construcción de distintos roles de género. Por ejemplo, cada vez más autores desmienten el presupuesto pacifismo femenino en el caso de las mujeres combatientes en grupos armados, las cuales resultan ser tan violentas como sus homólogos masculinos.
Así pues, aunque a nivel legal se han realizado importantes aportaciones hacia la participación de las mujeres en procesos de paz, a la hora de la verdad no ha habido una mejora sustancial. Un estudio realizado por ONU Mujeres (UN Women), basado en 31 procesos de paz entre 1992 y 2011, revela datos poco esperanzadores:
Tan sólo el 4% de los signatarios, el 2,4% de los líderes mediadores, el 3,7% de los testigos y el 9% de los negociadores en procesos de paz son mujeres.
La Primavera Árabe: presentes en las plazas pero ausentes en las mesas de negociación
Las revueltas ocurridas durante la denominada Primavera Árabe en algunos países de Oriente Medio y el Norte de África llamaron la atención de los medios internacionales por la elevada presencia de mujeres, en su mayoría musulmanas, manifestándose en las plazas públicas de diversas ciudades de países como Túnez, Egipto y Libia. El activismo femenino durante dichas revueltas contrastó con la percepción predominante en Occidente de las mujeres musulmanas como víctimas, oprimidas y con limitada agencia propia.
La activa participación de las mujeres esperanzó a las activistas, que esperaban ocupar un rol equitativo durante los procesos de transición política que prosiguieron a la caída de los regímenes autoritarios. Como participantes activas durante las revoluciones, se esperaba que tuvieran voz a la hora de decidir el futuro de sus países, así como aprovechar la oportunidad para ampliar sus derechos políticos y socioeconómicos, además de conseguir una mayor protección contra la violencia sexual —instrumento de represión usado para disuadir a las manifestantes.
Sin embargo, la participación femenina en dichas transiciones políticas resultó ser escasa sin sustraer cambios significativos en la situación de las mujeres en los nuevos regímenes. En el caso de Túnez, por ejemplo, las elecciones en otoño de 2011 se leyeron inicialmente en clave positiva para las mujeres, ya que éstas pasaron a ocupar un 27% de los asientos de la Asamblea Constituyente. No obstante, las posiciones con mayor poder de decisión fueron ocupadas por hombres y el mismo borrador de la Constitución fue ya desalentador por su ambigüedad en cuanto a la protección de las mujeres en las esferas pública y privada así como en garantizar la no-discriminación de las mujeres en los ámbitos legal y socioeconómico.
Egipto siguió un camino parecido, con una flamante ley electoral estipulando la obligada inclusión de mujeres en cada uno de los partidos políticos. De nuevo, las candidaturas incluyeron mujeres en las últimas posiciones de las listas, lo cual se tradujo en la presencia de 12 mujeres del total de 498 participantes en la Asamblea Constituyente del Pueblo Egipcio. Finalmente, en Libia se repitió la misma historia durante las elecciones post-Gadafi de 2012: una ley electoral aparentemente confortante que no fue suficiente para asegurar una presencia femenina equitativa y efectiva durante la transición.
Así pues, aunque las transiciones hacia nuevos regímenes en Túnez, Egipto y Libia abrieron la ventana de oportunidad para construir una sociedad más igualitaria; las altas expectativas derivadas de la activa presencia femenina en las plazas se tradujeron en superfluos cambios que no han implicado un avance significativo en la situación de las mujeres en estos países.
Mujeres combatientes y agentes de paz: el caso de Colombia
Además de las imágenes de mujeres musulmanas llenando las plazas, también nos han llegado en los últimos años representaciones de mujeres armadas y uniformadas. Desde las combatientes kurdas del YPJ hasta las guerrilleras colombianas de las FARC, y dichas imágenes han dado la vuelta al mundo.
El caso colombiano es paradigmático por dos razones principales. En primer lugar, entre el 35 y el 40% de los integrantes de las FARC eran mujeres que, de la misma manera que sus homólogos masculinos, se encuentran en la actualidad en el proceso de reintegración en la sociedad que se está dando tras la completa desmovilización del grupo armado. En segundo lugar, y en parte como consecuencia del primer punto, el acuerdo de paz de 2016, en palabras del Council on Foreign Relations, supone un ejemplo internacional en cuanto a la participación de las mujeres.
Cuando las conversaciones oficiales se iniciaron por primera vez en Cuba en 2012, tan sólo uno de veinte negociadores era una mujer. En 2013, líderes de la sociedad civil, con el apoyo de NN.UU., organizaron la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz para demandar un proceso de paz inclusivo. En este caso el cambio sí fue sustantivo ya que en 2015 las mujeres comprendían un 20% del equipo de negociadoras del gobierno y un 43% de los delegados de las FARC. Además, las mujeres contribuyeron al proceso de paz en diferentes niveles, incluyendo las subcomisiones oficiales y en importantes roles en la oficina del alto comisariado por la paz. Así pues, la participación femenina en ambos lados de la mesa de negociaciones así como representadas en la sociedad civil contribuyeron a asegurar el éxito del proceso de paz con las FARC, que llevaba años intentándose.
Además, el proceso de reintegración en la sociedad de miles de ex-guerrilleras supone de entrada un mayor reto para ellas, ya que se enfrentan a la estigmatización derivada de haberse apartado de su rol de género al coger el rifle y unirse a la lucha armada. Aún está por ver si la estrategia de desarmamiento, desmovilización y reintegración (DDR) del gobierno colombiano es aplicada teniendo el factor de género en cuenta. Aún es pronto para conocer los resultados del programa pero algunas tácticas del gobierno ya han sido cuestionadas, como en el caso de la campaña de desmovilización “Guerrillera, vuelve a sentirte mujer”. En este anuncio, una mujer anima a las guerrilleras a desmovilizarse apelando a la recuperación de su feminidad —en parte a través de la maternidad— mientras ella misma se aplica un labial.
Otro fenómeno derivado de la reintegración de ex-combatientes en la sociedad civil ha sido la creación de nuevas plataformas de defensa de los derechos de la mujer y grupos feministas, como es el caso de la asociación de Mujeres Farianas.
Por lo tanto, aunque el proceso de paz colombiano ha sido de los más inclusivos hasta la fecha, Colombia aún se encuentra transitando hacia la paz y estabilidad, y por eso es pronto para conocer las consecuencias de dicho proceso para las mujeres. De la misma manera, debemos esperar para analizar si la estrategia de DDR impulsada por el gobierno colombiano está siendo efectiva en la reintegración de las ex-guerrilleras.
Una puerta abierta a la inclusión: Siria y la redacción de una nueva Constitución
El proceso de redacción de una nueva Constitución es uno de los mecanismos más recurrentes en la transición de una situación de conflicto hacia la paz y estabilidad. Además, constituye una oportunidad para abordar las desigualdades y la exclusión presentes entre la población, que en muchos casos son factores que contribuyeron o acentuaron el conflicto.
Las mujeres son reiteradamente excluidas en los procesos constitutivos. Según un estudio publicado por la organización no gubernamental Inclusive Security tan solo una de cada cinco participantes en la redacción de constituciones post-conflicto es mujer. Este dato está estrechamente relacionado con el hecho de que las reglas para elegir los redactores de la Constitución son establecidas durante el proceso de paz, procedimiento aún dominado por la presencia masculina. Como hemos visto antes, durante 1992 y 2011 tan sólo un 9% de los negociadores en procesos de paz eran mujeres. Sin embargo, cada vez son más voces las que se alzan demandando una representación más igualitaria en la resolución de conflictos actuales.
Es el caso de Siria, donde la guerra civil hace ya siete años que acecha el país. El acuerdo para la creación de un nuevo documento fundacional surgió de las controvertidas conversaciones de paz en Sochi, Rusia, el pasado 30 de enero, en las cuales el gobierno de Al-Assad y sus aliados Rusia, Turquía e Irán estuvieron sobre-representados en comparación con las fuerzas de oposición árabes y kurdas. En la declaración final de las negociaciones en Sochi las partes se comprometieron a que el comité constitucional incluyera al menos un 30% de mujeres en las estructuras de toma de decisiones durante el proceso de paz de Siria.
Las mujeres sirias llevan años presionando para poder tener acceso al proceso de paz. Veremos pues si se aprovecha la oportunidad de empezar de cero en Siria para construir un país más igualitario. Sea como sea, cada vez es más común la demanda por la incorporación de una perspectiva de género en las finalizaciones de conflictos y, aunque aún queda mucho camino por recorrer, la tendencia es al alza.
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4 comments
Andrés Vázquez
20/03/2018 at
Atender a la perspectiva de género exige también no desconocer que el género es cultural y contextual y que las culturas no son en absoluto homogéneas. El complejo equilibrio entre el respeto a las tradiciones culturales y los derechos humanos básicos, encuentra un nuevo tensor en la realidad cierta de quienes desde el interior de esas culturas dispares cuestionan legítimamente el rol que se les impone socialmente y al que se resisten. Pero tampoco conviene desconocer que las mujeres como grupo, dentro del contexto específico de una sociedad, tampoco lo conforman de manera homogénea y en ocasiones son las principales instigadoras de la exclusión de sus pares.
De todas formas, lo cierto es que existe todo un catálogo de ejemplos en los que los procesos de paz se han frustrado debido a múltiples factores, sin embargo todavía no se conoce ningún caso en el que el fracaso pueda atribuirse a las reivindicaciones de las mujeres.
Las mujeres deben de incorporarse, no sólo como mediadoras, también como proveedoras de soluciones a los conflictos, además de poder ser escuchadas deben de convertirse en actoras en los procesos de reconciliación. Su participación en la mediación de conflictos servirá además para garantizar que los intereses de las mujeres y otros grupos vulnerables no continúen opacos.
http://alenmediagroup.blogspot.com.es/2018/03/la-cuestion-de-genero-en-conflictos.html
Victor Chousal
07/05/2018 at
Las mujeres solo necesitan mimos
Victor Chousal
07/05/2018 at
No en plan machista, opino que todos necesitamos mimos. Forza DEPOR
Maria Morgade
07/05/2018 at
Yo pediría más mimos para todo el mundo, pero no lo hago por miedo a las represalias, ya que aún no tengo plaza. Me gustan mucho los mimos, que conste.