28/03/2024 MÉXICO

El suelo en peligro: Desertificación en Argentina

Imagen de un terreno "desertificado" en Argentina, donde este tipo de territorios ocupan 60 millones de hectáreas [Foto vía Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina].
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Cada año se degradan 41.285 km2 de tierra (la superficie de Suiza) a causa de la desertificación, un fenómeno que evoluciona en todo el mundo. Sin embargo, en Argentina es especialmente palpable: la actividad agrícola e industrial está llevando al país a una situación límite.

Argentina cuenta con 2.780.400 km2 de superficie, lo que la coloca como la octava nación con más territorio del mundo. En contraposición de esto, sólo cuenta con 43 millones de habitantes (según un cálculo estimado del gobierno nacional), hecho que clasifica el país en el puesto número 23 en el ranking mundial de población. Esto significa que hay grandes extensiones de tierra para explotar. Sin embargo, por diversos motivos, el país no hace un uso responsable de sus recursos y se avecina una fuerte expansión de la desertificación e improductividad de las grandes extensiones de tierras.

Estos problemas de degradación de los recursos naturales se dan en el contexto de una nación que los posee de forma abundante, sobrepasando la riqueza natural de muchas potencias mundiales. No obstante, diferentes actores políticos y económicos han permitido el avance de las mineras, las petroleras, la industria de la soja y la tala forestal. Las consecuencias de ello: zonas de alta productividad arrasadas simplemente para el beneficio de unos pocos.

El país pierde 650.000 hectáreas por año debido a este fenómeno, según la antigua Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable (actualmente un Ministerio).

¿Qué es la desertificación y cómo afecta al mundo?

Cerca del 35% del territorio mundial se considera desértico, según Naciones Unidas, y eso es resultado, en parte, de la constante actividad humana sobre el suelo, que lo deja improductivo al perder todo tipo fertilidad. Esto se produce habitualmente en zonas secas que pueden ser áridas, semiáridas o subhúmedas, y que albergan a un tercio de la población global debido al cambio climático y a la explotación indiscriminada y no planificada de la agricultura.

La desertificación es el resultado de un desequilibrio a largo plazo entre la demanda humana de los recursos de los ecosistemas y la verdadera capacidad de esos recursos, que no son renovables. Bajo este panorama, los países deben apostar por la reforestación de zonas arrasadas y una explotación racional del medio ambiente. Pero, ¿es posible esto último en una economía tan extractiva como la capitalista?

Datos elaborados por la ONU en 2013 reflejan que ya hay 168 países con este problema, que cuesta 500.000 millones de dólares anuales. Además, la degradación no sólo no se reduce sino que aumenta 41.285 km2 al año, es decir, lo equivalente a la superficie de Suiza. Los países más afectados por este fenómeno son Yibuti, Somalia, Kenia, Etiopía, India y China. Por tanto, vemos que cuatro de las seis naciones más castigadas por este hecho son naciones africanas.

Extracción de petróleo en la región de la Patagonia, Argentina [Foto: Gonce vía WikimediaCommons].

Los suelos argentinos

El 75% del territorio argentino son suelos secos (áridos, semiáridos y subhúmedos). Por esta razón, el gobierno nacional se compromete a luchar contra este problema, en 1996, en la convención realizada por la ONU para tratar dicho asunto. Pero, según un estudio realizado en 2002, se comprobó que había cerca de 60 millones de hectáreas alcanzadas por este proceso de degradación en todo el país. No fue hasta el año 2011 que se creó un observatorio para tratar este tema.


Argentina tiene el desafío de hacerle frente a un factor especialmente relevante en la desertificación que está sufriendo el país y que es la variación interanual de precipitaciones, que afecta, sobre todo, a las regiones andinas. Varios académicos ya alertaron que las provincias de La Rioja y Catamarca tienen características similares a territorios desérticos cómo los de algunos estados de África.

Además, la región más castigada es la de la Patagonia, debido al sobrepastoreo que se da en el territorio y que tiene como consecuencias una disminución del 90% de la actividad forrajera, una expansión de los arbustos, gran erosión del suelo, y la alteración de las cuencas hídricas del lugar. Así, vemos que se perdieron 8 millones de cabezas en la producción ovina, especialidad de la zona, en el período que abarca del año 1992 al 2002.

Un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) advierte que todo el proceso de reforestación del lugar puede llegar a tener un coste de entre 4.500 millones y 49.000 millones de pesos argentinos debido a la imprudencia de los sistemas productivos aplicados en las provincias sureñas. Además, también se señala que la industria petrolera causó daños por un valor de entre 832 millones y 1.542 millones de pesos argentinos. Este informe fue publicado en 1999, en la actualidad el daño puede ser mucho mayor.

Todos estos cambios tienen como consecuencia dos procesos muy peligrosos para el futuro del planeta. Por un lado, las sequías que afectan directamente a las poblaciones de los estados, especialmente en las áreas rurales donde el agua es un recurso indispensable para cosechar. Por otro lado, la aridez del suelo provoca una degradación de la tierra que pierde fertilidad y queda improductiva de forma permanente.


Tractores trabajando un enorme campo de patatas, ejemplo del impacto de la industria agrícola y los monocultivos [Foto:NightThree vía WikimediaCommons].

Un fenómeno que se expande

Otras regiones del país que se encuentran en grave peligro de desertificación son la zona cuyana, especialmente la provincia de San Luis donde hay una expansión agropecuaria de productos propios de regiones húmedas que genera la pérdida de fertilidad en suelos más áridos como los de dicho distrito. Aquí cobra importancia el régimen de tenencia de tierras para esta maximización indiscriminada de la producción a gran escala.

A su vez, la expansión de la frontera de la soja afecta directamente a provincias como Chaco, Formosa, Salta y Santiago del Estero, lo que provoca la pérdida significativa de nutrientes en el suelo. Esto va de la mano de los procesos de expansión de tala de árboles y negocios similares que desarrollan muchas multinacionales dedicadas a este negocio.

Por último, la provincia de Buenos Aires presenta los niveles más altos de desertificación del país, fenómeno acompañado por una pérdida de nutrientes del suelo básicos para la producción de alimentos. Esto evidencia una falla en la planificación estratégica del país para sus sistemas de producción, algo que no sólo ha tenido un impacto ambiental sino que también ha provocado que Argentina haya perdido su soberanía alimentaria.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.


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Nacho Eguiguren

Estudiante de Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Matanza, Argentina.


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