29/03/2024 MÉXICO

La deriva de Polonia: de la Europeización a la Autocracia

Poland Constitutional Crisis
1989. Los polacos votan en las primeras elecciones semi-libres desde la Segunda Guerra Mundial, allanando el camino para que los estados del Bloque del Este aboliesen sus regímenes comunistas y se incorporasen al “mundo libre”. 2015. Menos de dos meses después de las elecciones parlamentarias y apenas seis meses después de las presidenciales, decenas de miles de personas inundan las calles de las principales ciudades polacas coreando una misma consigna: “¡Libertad, igualdad, democracia!”. Polonia se aleja del mundo occidental preguntándose: ¿cómo ha podido pasar? ¿Qué es lo que ha fallado?

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4 de junio de 1989. En este día histórico para Europa, los polacos votaron en las primeras elecciones semi-libres desde la Segunda Guerra Mundial, allanando el camino para que los estados del Bloque del Este aboliesen sus regímenes comunistas y se incorporasen al “mundo libre”.

12 de diciembre de 2015. Menos de dos meses después de las elecciones parlamentarias y apenas seis meses después de las presidenciales, decenas de miles de personas inundaron las calles de las principales ciudades polacas, a los que pronto se unirían cientos de paisanos en capitales de todo el mundo. Todos coreando una misma consigna: “¡Libertad, igualdad, democracia!”.

¿Qué es lo que ha fallado?

Para Polonia, los últimos 25 años han sido un período en el que el poder político ha sido asumido de manera efímera por todos los actores políticos de izquierda a derecha, y se les ha escapado de las manos con la misma rapidez. Todos querían un trozo del pastel de un país muy bien situado para llegar a ser un actor importante en la región. Habiéndose unido a la OTAN en 1999 y a la Unión Europea en 2004, Polonia se convirtió en la esperanza europea durante la crisis financiera global como el único estado de la UE que mantuvo su crecimiento. En 2009, el ex Primer Ministro Jerzy Buzek fue nombrado presidente del Parlamento Europeo. En 2011, Polonia se mantuvo orgullosa al timón de la UE, asumiendo la Presidencia del Consejo Europeo de manera cuidadosamente planeada. En 2014, de nuevo se depositó la confianza en Polonia al nombrar a su ex Primer Ministro Donald Tusk como presidente del Consejo Europeo –quizá no es una posición de poder real dentro de la Unión, pero no obstante es denominado el “Presidente de la UE”–.

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Donald Tusk. Fuente: Wikipedia.

Nos situamos a finales de 2015. El mismo Donald Tusk es tachado de traidor que debe hacer frente al Tribunal del Estado, de acuerdo con el Secretario de Estado Adam Lipiński. La presidencia de la UE y Jerzy Buzek ya han sido olvidados y metidos en el mismo saco que todas las otras instancias de la Gran Nación de Polonia que se han inclinado ante el poder occidental, personificados particularmente en la Unión y la canciller Merkel. Las previsiones económicas son cuanto menos preocupantes: la calificación crediticia ha sido revisada a la baja –por primera vez– por Standard & Poor’s, junto a las previsiones negativas de Moody’s dos semanas más tarde. Los resultados de Polonia la equiparan con Hungría, convirtiéndose en un intruso en la UE. El nuevo compañero de clase raro con el que nadie quiere jugar. Mientras sigue este “camino a Budapest” –un hecho del que el gobierno se muestra orgulloso–, Polonia se aleja del mundo occidental preguntándose: ¿cómo ha podido pasar? ¿Qué es lo que ha fallado?


La realidad subyacente

Entonces, ¿qué ha fallado? Desde la perspectiva europea, los últimos ocho años han sido un periodo estable –y predecible– de gobierno democristiano del partido  (PO). Pero para los polacos con dificultades en su día a día, estas políticas de “aguas calientes”, como han sido catalogadas por los medios, han supuesto una razón indiscutible a la que culpar de su sufrimiento. Considerando que las cosas no pueden empeorar, los polacos demandaron un cambio, aunque ello suponga subir la temperatura hasta el punto de llegar a quemarse. El PO, aun conservando su popularidad entre las clases medias y altas, era para los polacos menos pudientes un nido de élites corruptas, habiéndose visto envuelto en varios escándalos. Si combinamos esto con la creciente amenaza del extremismo islámico, que los políticos de derechas han sabido asociar hábilmente (e irónicamente) al miedo a los refugiados, la pro-europea Plataforma Cívica quedó condenada.

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Jarosław Kaczyński. Fuente: Wikipedia.

El PO afrontó la derrota con tanto dolor como su –también estable y predecible– presidente Bronisław Komorowski afrontó su derrota unos meses más tarde ante un novato de las altas esferas de la política como Andrzej Duda (entre otras razones, por un exceso de confianza). Sus adversarios, el partido de derechas Ley y Justicia (PiS), dirigido con puño de hierro por Jarosław Kaczyński (hermano del expresidente Lech), ganó con solvencia asegurándose la mayoría en ambas cámaras parlamentarias. Habiendo ganado el control legislativo y ejecutivo mediante el voto popular, el PiS creyó que tendría poder ilimitado a la hora de gobernar. Se atribuyeron la misión de reconfigurar el país por completo, refiriéndose a su programa como el “cambio correcto” para amortiguar el impacto de sus reformas. Pero su travesía hacia el poder absoluto requería medidas firmes.

Controlando las instituciones

Es importante señalar que la victoria de Ley y Justicia, aunque notoria, no les garantizó la mayoría constitucional en la cámara baja del Parlamento (Sejm). Incapaces de modificar directamente la constitución (una reliquia de la época post-comunista, tal y como la definen), dirigieron sus esfuerzos al siguiente gran objetivo.


Como en la mayoría de países, el Tribunal Constitucional es la garantía de la democracia, asegurándose que las leyes aprobadas en el Parlamento se ajustan a la Constitución. Aparentemente, esto se interpuso en las aspiraciones de Kaczyński, puesto que si hay un órgano constitucional nunca puede haber un poder ilimitado. Una vez más, el gobierno encontró la manera de saltarse las normas.

La anterior coalición PO-PSL, lejos de ser perfecta, sobrepasó sus límites al elegir a cinco nuevos jueces del tribunal para reemplazar a los que dejarían de serlo en los meses venideros. Como el propio tribunal establecería más adelante, el PO sólo podría haber nombrado legalmente a tres de los cinco (ya que sólo tres de los mandatos finalizaron durante la legislatura anterior). El PiS utilizó las infracciones del PO como una excusa para nombrar a sus propios cinco jueces, pese a que existía un proceso judicial pendiente para determinar la legitimidad del controvertido proyecto de ley del PO. La noche anterior a la decisión del tribunal, el PiS había aprobado su propia resolución, invalidando los nombramientos del PO, y nombrando a sus candidatos. Posteriormente fueron investidos de inmediato por el presidente Duda, que anteriormente se había negado a investir a los anteriores candidatos, violando con ello la Constitución.

Para afirmar aún más su control sobre el Tribunal, el PiS ha introducido enmiendas que, por un lado le permitirían al presidente Duda nombrar a un nuevo presidente y vice-presidente del tribunal, y por el otro, reorganizaría sus funciones, paralizándolo por completo. Por lo tanto, una de las instituciones garante de la democracia había sido eliminada, despejando el camino a Kaczyński para poner en práctica su “cambio correcto” sin restricción legal alguna.

Interior del Parlamento polaco
Interior del Parlamento polaco. Fuente: imgur.


Allanando el panorama mediático

El Cuarto Poder, como a menudo nos referimos a los medios de comunicación, es el más difícil de controlar en un sistema democrático. Naturalmente, algo había que hacer al respecto. Es cierto que algunos de los mayores grupos de comunicación privados de Polonia son de propiedad extranjera y a veces pueden ser acusados ​​de sesgo liberal, al igual que el principal diario del país, fundado por los opositores en el 89. Pero cuando se trata de los medios de comunicación estatales, nunca ha habido ningún motivo para las acusaciones. Modernas e imparciales, las cadenas públicas eran una fuente fiable de información desde la caída del comunismo. Los responsables de su gestión normalmente eran elegidos, en su mayor parte, por el Consejo Nacional de Radiodifusión (un órgano elegido democráticamente), manteniendo al mismo tiempo los procedimientos transparentes y teniendo en cuenta el mérito y la experiencia de los candidatos. Procedimientos similares son comunes en los Estados miembros de la UE, incluyendo –curiosamente– Hungría.


Con dos nuevos proyectos de ley, el PiS ha logrado tomar el control total de los medios de comunicación públicos, refiriéndose a ellos desde ese momento como “medios de comunicación nacionales”. Los responsables de su gestión ahora son nombrados directamente por el ministro de Hacienda, es decir, en la práctica por el presidente Kaczyński. Hasta ahora los despidos se limitaban a casos especiales, como cometer un delito o actuar en contra del interés de la compañía, y los miembros de la junta servían por un periodo determinado. Con la nueva ley, los mandatos por un periodo limitado se han eliminado, y el ministro ahora puede destituir los directores, sus suplentes o cualquier miembro de la junta en caso de que decidieran no seguir las órdenes del presidente.

Como era de esperar, inmediatamente después de promulgar la nueva ley, los directores de los organismos de radiodifusión fueron reemplazados. El intransigente político del PiS, Jacek Kurski, ha sido nombrado nuevo –y “más independiente”– director de la TVP (televisión pública polaca). TVP1, el canal principal, ahora está controlado por un periodista del medio nacionalista y pro-PiS TV Republika. TVP Kultura está a cargo de un representante de la ultraconservadora Fronda católica. Por nombrar unos pocos casos. A raíz de estos nombramientos, numerosos periodistas han sido despedidos y reemplazados por sus homólogos de los medios nacionalistas fieles a Kaczyński. Esta “liberación de la influencia política” y “hacer los medios de comunicación más objetivos”–como el PiS lo describe– llevó a la radio pública polaca en sus últimos días antes de ser “liberada” a emitir cada media hora el himno nacional polaco y la Oda a la Alegría, con oyentes de toda Polonia sintonizándola al igual que lo habían hecho con Radio Europa Libre antes de 1989.

Controlando al pueblo

Tener poder sobre el gobierno y los medios de comunicación era claramente insuficiente, ya que los ciudadanos todavía conservaban sus libertades y derechos fundamentales. Un régimen ideado hasta sus últimas consecuencias para asegurarse de que las personas no pueden actuar en contra de él. Para ello, el gobierno PiS introdujo un proyecto de ley, la llamada “ley de vigilancia”, dando a las autoridades poderes comparables a los de un estado policial, como en Bielorrusia o en la Rusia de Putin. Con la promulgación de la nueva ley, a cualquier agencia gubernamental se le permite vigilar a cualquier ciudadano (incluidos los periodistas), reunir datos, espiar sus actividades en Internet o comprobar las facturas de teléfono, todo ello sin el consentimiento de un tribunal. Estas licencias para la vigilancia no se limitan a la investigación de ciudadanos sospechosos de terrorismo o cualquier delito grave, tal y como el gobierno quiere hacer creer afirmando que la razón de estas duras medidas es la seguridad nacional tras los ataques terroristas en París.

¿Tendrá todo esto alguna consecuencia?

Parece que a Jaroslaw Kaczyński no le preocupan mucho los principios democráticos. El PiS rechaza cualquier acusación de antidemocrático manipulando la idea misma de democracia, afirmando que son el gobierno de la mayoría, sin preocuparse por las minorías. El Presidente del Parlamento y seguidor del gobierno, Kornel Morawiecki, dijo abiertamente que el bien del pueblo polaco está por encima de la ley. Pero ¿quién dice qué es el “bien común”? ¿Un solo hombre con el apoyo del 37,5% del 51% de polacos que se preocuparon lo suficiente para votar? En la práctica, eso significaría que, como mucho, el 19% de la población adulta impone sus puntos de vista al otro 81%. Justo lo contrario que una democracia.

Imagen: Alik Keplicz
Imagen: Alik Keplicz


Es importante señalar que los polacos han sido siempre una nación impulsada por la esperanza. La misma esperanza que los condujo por los duros años de comunismo les hizo creer en un PiS renovado–un partido conservador moderno, con nuevas caras como Pla primer ministro Beata Szydło y el presidente Duda–, prometiendo nada menos que subvenciones en efectivo (concretamente 500 zloty –unos 115 euros– por niño, una promesa inviable que ahora están tratando de borrar del recuerdo). Durante su campaña, el presidente Kaczyński y sus antiguos compañeros estuvieron desaparecidos. Pero cuando cayeron las cortinas, hizo su aparición una vez más el viejo nuevo ministro de Defensa, Antoni Macierewicz–el teórico de la conspiración nacional que defendía que el accidente aéreo de Smolensk (en el que murieron 96 personas) fue un asesinato orquestado por Putin y Tusk–. Zbigniew Ziobro, el controvertido ex ministro de Justicia condenado por difamación y acusado de abuso de poder en más de una ocasión, fue reintegrado en su puesto anterior –para fusionarlo acto seguido con el de Fiscal General, dándole la capacidad de supervisar a los fiscales del país–. Luego tenemos a Mariusz Kamiński, condenado a tres años de prisión por abuso de poder, nombrado jefe de los servicios secretos –un nombramiento posible sólo gracias al perdón del presidente Duda–. Curiosamente, no tenía derecho para hacerlo en este caso por lo que Duda violó de nuevo la Constitución –un hecho señalado por el anterior profesor de derecho y ex supervisor del doctorado del presidente–.

La sociedad civil reacciona

Este claro abuso de la confianza del pueblo tenía que provocar una reacción. La popularidad del partido y del presidente cayó en picado. Decenas de miles de ciudadanos manifestaron su preocupación y enfado en las calles de Polonia y en el extranjero, bajo la bandera común de la Comisión para la Defensa de la Democracia (KOD), un movimiento de base dirigido a la defensa de la democracia, la libertad y el estado de derecho. Una encuesta realizada tras el fin de semana de manifestaciones organizadas por ambos bandos mostró un apoyo del 40% al KOD, comparado con el 25% que se mantenía a favor del régimen. Con cada acción destinada a erosionar la democracia y la libertad, más ciudades se han ido uniendo a las protestas masivas, llegando a las cuarenta a finales de enero. Mientras que Europa se preocupa de manera casi unánime por la deriva del país, el KOD está luchando para devolver Polonia a la senda hacia Europa.

Nadie sabe lo que el presidente Kaczyński tendrá reservado a continuación, pero una cosa está clara: los polacos no se quedarán de brazos cruzados mientras su libertad esté en peligro. La formación del Movimiento Solidaridad (Solidarność) muestra el camino hacia la democracia a los pueblos del bloque soviético. Ahora, se encargarán de iluminar el camino de vuelta a la democracia para sus compatriotas con la ayuda del KOD. Porque en el corazón los polacos, la esperanza nunca muere.

Traducción de Javier Hernando

Esta es una explicación sin ánimo de lucro


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Martin Mycielski

Living in Brussels since 2008 and in Poland, the UK and Algeria before that. To some, he's just a mild-mannered Database Manager in the World Federation of Advertisers. To others, he's one of the leaders of the Committee for the Defense of Democracy (KOD), the biggest civic movement in Poland, where he heads its International branch. He represents KOD in front of EU institutions, NGOs and other organizations, as well as writes on the subject of EU and Polish politics. Before that, Martin worked in EU institutions and an American law firm. He holds an MA in Diplomatic Protocol and International Relations from Camilo José Cela University in Madrid.


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