Apenas una semana después de los atentados terroristas que sacudieron París, el pasado 20 de noviembre, un hotel de Mali era asaltado por militantes yihadistas que operan en este país africano. Diecinueve rehenes y dos asaltantes fallecidos fueron el balance de las siete horas que duró el asalto al hotel Raddison Blu de Bamako. El ataque fue reivindicado por el grupo yihadista Al-Murabitún, liderado por el conocido argelino Mojtar Belmojtar, escisión desde 2013 de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Presumiblemente, el ataque habría sido coordinado por los dos grupos armados.
Pero este atentado no es un ataque aislado, aunque en los países occidentales parece pillarnos por sorpresa. En marzo de este mismo año, Al-Murabitún atacó el restaurante La Terrasse en Bamako, con cinco víctimas mortales, y en agosto hizo lo propio en un hotel de la ciudad de Sévaré, causando trece fallecidos. De hecho, esta gran capacidad operativa de Al-Murabitún ya se puso de manifiesto en 2013 conel asalto a la planta gasística argelina de In Amenas, que finalizó con treinta de los rehenes fallecidos. Toda esta violencia da cuenta de la volátil situación de seguridad que se vive en Mali y que no fue ni mucho menos solucionada por la intervención francesa de comienzos de 2013.
Mali tras la Operación Serval
Si en 2012 el avance de los grupos yihadistas por territorio Maliense era preocupante, su presencia estaba claramente establecida en la zona norte del país. Hoy, esta presencia se ha diluido en una nebulosa que afecta a todo el territorio nacional y, además, se ha producido la aparición de nuevos grupos, ya sea por escisión de los ya existentes, ya por nueva creación e, incluso, con grupos leales a Estado Islámico o Daesh.
El grupo más destacado y conocido es b>Al-Murabitún, liderado por Belmojtar. Este grupo se ha distinguido por sus acciones y ataques espectaculares contra objetivos bien definidos. Aunque los servicios de inteligencia Malienses consideran que el grupo está debilitado, especialmente debido a la reciente escisión que ha sufrido, en la que la rama liderada por Mojtar permanece fiel a Al Qaeda mientras que la comandada por Adnan Abou Walid Al Sahraouin se ha afiliado a Daesh y está presente en la región de Menaka.
Otro grupo también conocido, aunque en cierta decadencia, es AQMI, operativa en el norte del país, en la zona fronteriza con Argelia. Su potencial se habría visto muy reducido por la operación Barkhane, contando con aproximadamente 200 combatientes repartidos en tres katibas. Dos de estas katibas han estado bastante activas. La primera es la de Sariat al-Ansar, dirigida por el tuareg Maliense Hamada Ag Hama, más conocido como Abdelkrim le Targui, quien fue asesinado el pasado mayo. El ataque más conocido de este grupo fue el asesinato de los periodistas franceses de Radio France Internationale (RFI), Ghislaine Dupont y Claude Verlon. La segunda katiba es Sariat al-Forqane, quien habría participado conjuntamente en el ataque al hotel Radisson junto a Al Murabitún.
El Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO) fue casi desarticulado tras la operación Serval. Sus miembros optaron por seguir diferentes vías: unos fundaron Al-Murabitún junto a Belmojtar; otros se unieron al proceso de paz en el norte de Mali; otros se retiraron al noreste, en la frontera con Níger, dedicándose a aterrorizar a la población local; finalmente, otros se unieron al nuevo grupo yihadista que se está convirtiendo la amenaza principal a la seguridad en Mali: el Frente de Liberación de Macina.
El Frente de Liberación de Macina (FLM) comenzó a hacerse notar a comienzos de 2015. Está liderado por Hamadoun Koufa Diallo, un predicador conocido por sus violentos sermones y su relación con Iyad Ag Ghali, fundador de Ansar Eddine. Operan en la región de Macina, fronteriza con Burkina Faso y Mauritania, con epicentro en la ciudad de Mopti. Ya han llevado a cabo diversas acciones armadas, destacando la anteriormente mencionada del hotel de Sévaré. Su intención de construir un califato en el territorio de lo que antaño fuera el imperio Peul de Macina (que prosperó en el siglo XIX) ha llevado a muchos analistas a compararles con Boko Haram.
Finalmente, nos resta hablar de Ansar Edinne y su líder Iyad Ag Ghali, a quienes muchos consideran padrino del FLM. Ansar Eddine operaría en torno a la región de Kidal y se desconoce el paradero de Ag Ghali, aunque recientemente se ha manifestado para denunciar los acuerdos de paz firmados en Argel entre los grupos rebeldes tuareg, agrupados en la Coordinación de Movimientos del Azawad (CMA) y la Plataforma, que agrupa a las organizaciones pro-gubernamentales. Una katiba de esta organización, la llamada Khalid Ibn Walid, está considerada como su rama en el sur del país y trabaja en estrecha colaboración con el FLM.
El peligro de olvidarnos de Al-Qaeda
Teniendo en cuenta este mapa del yihadismo en Mali y, por extensión, en la región del Sahel, vemos que Al Qaeda y sus grupos ideológicamente afines no están tan muertos como se les quiere dar. La creciente y desmesurada atención que está concentrando Daesh en Irak y Siria y también a través de sus atentados en otras partes del mundo está apartando la vista de la gran constelación de grupos yihadistas que han surgido y viven en la órbita de Al Qaeda.
Evidentemente, Daesh representa una amenaza muy importante, especialmente para los países que sufren su presencia territorial. Tal vez dentro de algún tiempo, cuando las condiciones de la geopolítica internacional permitan que los distintos intereses hoy existentes se alineen en la misma dirección, Daesh sea sólo un amargo y doloroso recuerdo, pues su misma fortaleza (el califato territorial) es su debilidad. Cuando eso suceda, los mismos que siempre han estado seguirán ahí.
Puede que Al Qaeda esté perdiendo la guerra mediática y de influencia en la juventud musulmana frente a Daesh pero no está desaparecida de escena. Mali y Yemen así lo atestiguan. Al Qaeda en la península arábiga es la rama posiblemente más fuerte a día de hoy del conjunto Al Qaeda, muy fortalecida en el conflicto de Yemen y sin olvidar que fue la autora de los primeros atentados de París en enero de 2015 contra la revista satírica Charlie Hebdo y el supermercado kosher. Igualmente, aunque quizás venida a menos, AQMI sigue muy presente en el norte de África y el Sahel y Mali es un semillero de numerosos grupos yihadistas que persiguen distintos objetivos. La implantación de Daesh en Libia y Túnez no ha logrado arrebatar la supremacía a Al Qaeda en esta región.
Pero hay algo que debemos tener claro: Al Qaeda siempre ha sido una organización muy pragmática y podemos estar seguros de que aprovecharán la campaña total de Occidente contra Daesh para su propio beneficio. No deberíamos subestimarla.
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