28/03/2024 MÉXICO

Denis Mukwege: la voz contra la violencia sexual en el Congo
Mukwege (Panzi Foundation, USA)

Mukwege (Panzi Foundation, USA)
La población femenina congoleña está siendo sistemáticamente destrozada. Violaciones y torturas, junto con sus secuelas psicológicas, son usadas como arma de guerra. En este aterrador escenario, el ginecólogo Denis Mukwege construyó un refugio en 1999, el Hospital Penzi, por el que han pasado más de 42.000 mujeres y niñas violadas y torturadas. Una increíble historia que necesita ser contada.

La violación como arma de guerra, las mujeres como campo de batalla


La guerra en la República Democrática del Congo finalizó formalmente en 2003, pero el conflicto se ha perpetuado, especialmente en el este del país. Esta situación ha dejado más de 6 millones de víctimas durante 15 años de violencia y se estima que, cada mes, 45.000 congoleños son asesinados. La ONU ha desplegado 20.000 soldados para mantener una paz ilusoria en un terrero inabarcable –únicamente cuatro de las provincias más conflictivas triplican la extensión de Alemania, con sólo 35 kilómetros de carretera asfaltada- y en el que hasta 20 grupos armados distintos cargan contra la población civil.

Este es el contexto en el que la población femenina congoleña está siendo sistemáticamente destrozada. Un estudio de 2011 del American Journal of Public Health estima que 400.000 mujeres de entre 15 y 49 años fueron violadas en un periodo de 12 meses entre 2006 y 2007. O lo que es lo mismo, un millar al día. Estas cifras revelan que, más allá del componente sexual, la violación se ha convertido en una monstruosa arma de guerra capaz de destruir comunidades enteras. Este feminicidio, sin embargo, es difícil de contabilizar. Aunque se habla de medio millón de mujeres agredidas, desde bebés a ancianas, no se puede olvidar que hay mujeres que no denuncian y otras muchas que son asesinadas, enterrando para siempre sus historias. Tampoco es fácil identificar a los atacantes porque provienen de grupos muy distintos, desde las propias fuerzas de seguridad congoleñas y los efectivos de la ONU a una miríada de grupos rebeldes locales y extranjeros que ejercen su propia ley con total impunidad.

Denis Mukwege, el ginecólogo que repara a las mujeres

Frente a la extrema crueldad y violencia sexual ejercida contra las mujeres, el ginecólogo Denis Mukwege se ha erigido como uno de sus más valiosos defensores. Cuando estudió la carrera de ginecología, Mukwege pensaba que ayudaría a mujeres embarazadas en el parto y que lucharía contra la mortalidad materna. Sin embargo, su primera paciente había sido violada a unos 500 metros del hospital. Su futura labor médica quedaría irremediablemente marcada por este hecho, consagrando su vida desde entonces a la lucha contra la violencia sexual.

La República Democrática del Congo es considerada “el peor lugar en la tierra para ser mujer”. No únicamente a causa de las violaciones, que han alcanzado la escalofriante cifra de 48 violaciones por hora, sino también por la gran tasa de mortalidad materna, con cerca de 21.000 mujeres muertas en 2014 por complicaciones en el parto o en el embarazo. La organización Save the Children lo consideró “el peor lugar para ser madre”.

Tras convivir con el horror durante años, Denis Mukwege no duda en afirmar que la violación es un arma de guerra aún peor que las convencionales.

La mujer no solo es violada, sino que a menudo lo hacen varios hombres al mismo tiempo, delante de su comunidad y de su familia, de su marido y sus hijos. La deshumanizan. Y destruyen sus genitales. Disparándoles. Con productos químicos. Quemándolas. Usando plástico hirviendo“, cuenta el ginecólogo.

Las secuelas que estos brutales actos provocan son igualmente graves. Como explica Mukwege, al ser violadas en grupo, las víctimas pueden contraer el sida y otras enfermedades de transmisión sexual y contagiar a sus hijos. “Las consecuencias de la violación como arma de guerra son terribles. No solo las destroza a ellas físicamente, también lo hace psicológicamente, porque destruye su entorno”. En el país, su arraigo convierte a las violaciones en casi un fenómeno social que, además del sufrimiento en las víctimas, provocan desplazamientos y desarraigo, propagan enfermedades venéreas como el sida, resultan en embarazos traumáticos y no deseados o en partos casi insalvables, en infertilidad, en todo tipo de traumas sociales, físicos y psicológicos. Las mujeres son, en definitiva, el campo de una batalla en la que se mezclan los recursos naturales del país y el terrorismo.

Un refugio para curar y recuperar la dignidad de las mujeres

La labor de Denis Mukwege marcó un hito con la construcción del Hospital Panzi en la región de Kivu, en 1999. La primera paciente que fue atendida había sido violada y después le habían disparado en la vagina. Desde entonces, más de 42.000 mujeres y niñas violadas y torturadas han acudido a este centro.


El equipo médico del hospital, compuesto por unos 400 trabajadores, son referencia en la reconstrucción interna de los órganos dañados durante las violaciones. Sin embargo, la atención que proporcionan a las mujeres va más allá del tratamiento físico, ya que su programa de actuación está basado en cuatro pilares: además del tratamiento médico, dan asesoramiento psicológico, legal y socioeconómico.

Mukwege explica concisamente el fundamento de este programa: “Cuando atiendes a una mujer que ha dado a luz después de haber sido violada y no le das herramientas para afrontar a su situación, no haces nada. Es fundamental que puedan ganarse la vida y que no estén solas cuando regresen a sus comunidades con hijos que, a menudo, son rechazados”.

Así, en el Hospital Panzi se ha creado un servicio jurídico y un servicio de microcréditos para ayudar a comenzar una nueva vida a las pacientes, mujeres que en muchos casos son rechazadas por su comunidades. También han puesto en marcha clínicas itinerantes que recorren el Kivu Sur, mientras que los casos más graves se derivan a Panzi, donde pueden recuperar la dignidad cruelmente arrebatada.

Pacientes en el Hospital Penzi se ayudan mutuamente a caminar [Fotografía: Mary F. Calvert]
Pacientes en el Hospital Penzi se ayudan mutuamente a caminar [Fotografía: Mary F. Calvert]


A pesar de que resulta aterrador por sí solo, Mukwege no se apoya en el número de casos para justificar su labor, ya que recuerda que muchas víctimas no hablan de lo que les ocurrió porque están avergonzadas. Según sus propias palabras, repetidas hasta la saciedad en todos los foros internacionales a los que ha sido invitado, “basta con que una sola mujer haya sido violada para actuar. Esto es lo que quiero que el mundo entienda”.


El reconocimiento internacional a su extraordinaria labor humanitaria

Su labor ha atraído la atención de organismos internacionales, pero también de enemigos dentro de su país. Mukwege, ganador del Premio Sakharov en 2014 y nominado al Premio Nobel de la Paz, realizó en 2021 una dura intervención ante la ONU en la que expuso sin paliativos la crueldad de la situación en el Congo.

Me encantaría decir que tengo el honor de representar a mi país, pero no puedo. De hecho, ¿cómo puede uno estar orgulloso de pertenecer a una nación sin defensa, abandonada a sí misma, completamente saqueada e impotente frente a 500.000 de sus niñas violadas durante 16 años; seis millones de sus hijos e hijas asesinados durante 16 años sin una solución duradera a la vista?”.

Meses más tarde su familia fue retenida a punta de pistola hasta que él llegó a casa. Le esperaban cuatro hombres que le tirotearon, aunque milagrosamente escapó con vida. Se refugió en Bélgica durante tres meses, pero finalmente optó por volver. A pesar de vivir prácticamente recluido en su propio hospital y de contar con protección permanente, Mukwege no duda ni un momento en seguir luchando contra la violencia sexual. “Sé que no es seguro; que me puede pasar algo en cualquier momento porque no sé quién estaba detrás del ataque. Aun así, no puedo dejarlo. Sería como darles la razón, hacer lo que ellos desean. Yo quiero que las mujeres dejen de ser un campo de batalla. Y quiero que la siguiente generación esté libre de esta lacra. Si no lucho hoy, todo esto será imposible”.

Esta es una explicación sin ánimo de lucro

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Mario López

Córdoba, España. Licenciado en Derecho; Máster en Derecho Europeo, Internacional y Comparado; Máster en Derechos Humanos. He trabajado como técnico de políticas europeas en la delegación del gobierno andaluz en Bruselas y como técnico de proyectos para la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla. Actualmente soy gestor de proyectos europeos para BEDA - The Bureau of European Design Associations, de nuevo en Bruselas. Además soy co-fundador y secretario de Ticket2Europe, una asociación juvenil dedicada a proyectos de movilidad para jóvenes. Me apasionan las relaciones internacionales, la política y las cuestiones sociales, sin perder de vista los Derechos Humanos.


5 comments

  • Teresa

    12/11/2015 at

    Bravo!

    Reply

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