28/03/2024 MÉXICO

20 años después de la Conferencia Mundial para la Igualdad de Género: ¿Qué ha dejado Pekín a las mujeres?

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La Declaración y Plataforma de Acción que resultó de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Pekín en 1995 ha sido un hito y una hoja de ruta para la igualdad de género. Pero, ¿se ha cumplido?

¿Existe algún país en el mundo que haya sido capaz de alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres en 2015? La respuesta es no: las mujeres siguen viviendo en condiciones de subordinación. Esta discriminación se expresa más o menos en función del origen, clase social, color de piel o nacionalidad, pero algo en común se cruza en todas las culturas: sus condiciones de vida son peores en relación con los hombres de su alrededor.

Según El Progreso para las Mujeres 2015, hoy más niñas que nunca van a la escuela y cada vez hay más mujeres en roles de representación y responsabilidad, lo que ha permitido abrir paso en una esfera tradicionalmente monopolizada por las dinámicas masculinas que han obstaculizado la posición directa de las voces femeninas.

Pekín y el empoderamiento de las mujeres

La Declaración y Plataforma de Acción que resultó de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Pekín en 1995 ha sido un hito y una hoja de ruta para la igualdad de género. Ha servido para que las leyes y políticas den más protagonismo a las mujeres, participen más públicamente o tengan espacio en las agendas de desarrollo y Derechos Humanos.

Pekín lanzó una pregunta insólita para el contexto: ¿Por qué las prioridades masculinas deberían estar por encima de las de las mujeres? La respuesta fue que la sociedad tenía que ser revisada desde sus cimientos, cuestionando la forma en que el mundo se estructura y la dificultad que este statuquo supone para las mujeres. Se cuestionó una sociedad plagada de relaciones históricamente construidas entre los sexos que arrastran a las mujeresa un estatus de desventaja en el disfrute de sus capacidades y potencial en igualdad de condiciones que los hombres. Esto determina que sean más pobres, menos exitosas, secundarias en lo público y protagonistas únicamente en lo doméstico.

Los 189 Gobiernos presentes en Pekín reconocieron su responsabilidad y asumieron que el avance de los Derechos Humanos de las mujeres es una cuestión profunda que necesita tocar normas, costumbres y estereotipos. También un impulso para su acceso a la educación, sus condiciones en el mercado laboral y su participación política. Solo así las mujeres lograrían salir de la exclusión y la violencia, que las arroja a una espiral de pobreza que también enrosca a sus hijas, frenando el desarrollo económico y humano de sus sociedades.

Y es aquí cuando Pekín propuso una solución: el empoderamiento de las mujeres. Esto es, equilibrar el poder y la forma en que éste ha sido tradicionalmente distribuido entre los sexos, apoyando a las mujeres como colectivo a la hora de impulsar demandas y reclamos sobre sus derechos.


¿20 años de incumplimientos?

Sin embargo, para muchas organizaciones de mujeres, los 20 años de Pekín son los 20 años del incumplimiento y de la falta de renovación de una hoja de ruta inefectiva que no ha superado los nuevos problemas en 2015. El mundo ha cambiado mucho desde 1995 y no a favor de las mujeres: extremismos, conflictos, crisis, precios de los alimentos, desastres o cambio climático. También la globalización, la privatización de servicios públicos y los intereses empresariales han transformadolas relaciones de poder, el disfrute de los Derechos Humanos y los medios de vida sostenibles.

Concentradísimo. Danilo Urbina vía Flick.
Concentradísimo. Danilo Urbina vía Flick.

Las mujeres están más presentes, pero su discriminación persiste. En el 90% de los 143 países analizados en un estudio del Banco Mundial, al menos una ley prohíbe a las mujeres acceder a determinados puestos, abrir una cuenta bancaria o disponer de capital. Mientras en Latinoamérica cada vez más mujeres participan en la vida política, en Oriente Próximo y norte de África su participación sigue contemplándose con una mirafda hostil.

En Irán, los maridos pueden prohibir a sus parejas trabajar, moverse o dictar sentencia. En República Democrática del Congo, las casadas no pueden demandar a nadie sin permiso de sus cónyuges. En Rusia no pueden conducir camiones, en Bielorrusa tienen prohibido trabajar como carpinteras y en Kazajastán no les está permitido ser soldadoras.


Tener leyes discriminatorias es un lastre para las mujeres, pero eliminarlas no les garantiza mejores condiciones de vida o deshacerse de costumbres que perpetúan su subordinación.

Violencia, desempleo y carga doméstica

La violencia contra las mujeres arroja cifras escalofriantes. 1 de cada 3 ha sufrido violencia y abuso sexual en el mundo. Para el 64% de las mujeres en República Democrática del Congo su primera experiencia sexual fue una agresión. En EEUU, el 83% de niñas han sufrido acoso sexual en escuelas públicas.

Las mujeres siguen enfrentando el desempleo y la sobrecarga del trabajo doméstico sin remuneración, sin reconocimiento de su contribución y sin participación del hombre en la mejora de sus vidas. Incluso cuando las niñas van a la escuela y desempeñan un rol productivo en el futuro, no se desprenden del 100% del cuidado de los hijos o de limpiar la casa, una carga que les resta tiempo para explotar otras capacidades y desarrollar su potencial.

Según ONU Mujeres, sus salarios son un 24% más bajos. En Alemania las mujeres obtienen un ingreso equivalente a la mitad del de los hombres a lo largo de su vida. Al mismo tiempo, en todas las regiones realizan más del doble de labor doméstica no remunerada y combinan trabajo con tareas de cuidado.

Vida política

La participación política es también una asignatura pendiente. Aún con el impulso de la Plataforma de Acción de Pekín, su representación en instituciones políticas ha crecido lentamente desde 1995: solo el 22,2% de los parlamentos del mundo están ocupados por mujeres.


Según el informe del Grupo de Trabajo sobre discriminación contra la mujer en la legislación y en la práctica, en los últimos 20 años hay muchas más mujeres que trabajan en España, pero generalmente en desventaja con respecto a los hombres. Representan el 70% de las personas con trabajo parcial y aunque quieren, no bajan la cifra porque no encuentran trabajo a tiempo completo.

Las mujeres mantienen un nivel educativo más elevado en España, pero esto tampoco se ha traducido en mejores empleos, sueldos o responsabilidad. Sin estos progresos, las mujeres no disfrutan de reconocimiento social, colocándose en planos secundarios y asumiendo en el imaginario colectivo que no son capaces de explotar capacidades productivas.

Sumisas y superficiales

La Modelo C1 - Challenge #1 - Backstage Shots - Caroline. Lil'_wiz vía Flickr
La Modelo C1 – Challenge #1 – Backstage Shots – Caroline. Lil’_wiz vía Flickr

Las causas de la violencia y la discriminación se enraízan en costumbres y actitudes hacia las mujeres profundamente arraigadas. Atacar esas normas y pautas que mantienen las desigualdades y estereotipan a las mujeres requiere de acciones concretas y nuevas actitudes. La educación y la revisión de los retratos negativos que ofrecen los medios y la publicidad sobre las mujeres son herramientas cruciales.

Ellas son espontáneas, sumisas, tiernas e intuitivas. Ellos tienen razón, inteligencia, tenacidad y autoridad. Los estereotipos impiden que hombres y mujeres desarrollen y elijan explotar sus capacidades, pero sobre todo colocan a las mujeres en desventaja, ya que sus estereotipos tienen menos prestigio social que los masculinos.

Las conferencias internacionales celebradas después de Pekín no han sido la panacea para cambiar la vida de las mujeres ni impulsar transformaciones desde 1995. Pero sí catalizadores para institucionalizar y colocar responsables, dando alcance al conocimiento y las reflexiones de las mujeres y los movimientos.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.


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Ianire Molero Olmos

Periodista especializada en Desarrollo Global, Cooperación y Desarrollo. Ha trabajado en temas de participación, derechos de infancia e investigación en UNICEF en Centroamérica y ahora en España. Desde Honduras contó historias para elmundo.es y otros medios españoles sobre política y DDHH y trabajó en la ONG inglesa BITC en Londres. Sus contribuciones son independientes.


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