28/03/2024 MÉXICO

La Guerra Fría continúa en Yemen

Reconstruyendo Yemen, viñeta de la Primavera Árabe yemení [Foto: Carlos Latuff vía Wikimedia Commons].
Rebuilding_Yemen
El hábito de las grandes potencias de subsidiar guerras en otros países sigue siendo una constante en el ejercicio del poder. El caso de Yemen responde a un interés geopolítico más amplio cuya finalidad es asegurar el dominio de la “línea Brzezinski" por Estados Unidos y sus principales aliados.

Pese a que en el discurso se nos ha vendido la idea de que los enfrentamientos militares indirectos entre los polos del poder internacional es una práctica que murió junto con la Guerra Fría, la realidad es que el hábito de las grandes potencias de subsidiar guerras en los países de la periferia global es una constante en el ejercicio del poder. El conflicto en Palestina, las guerras de Irak y Afganistán y, más recientemente, la total balcanización de Siria son conflictos que responden a un interés geopolítico cuya finalidad es asegurar el dominio de la “línea Brzezinski” por Estados Unidos y sus principales aliados.

En este sentido, Yemen, pese a ser un país exterior a esa línea geoestratégica que resulta indispensable para la supervivencia de Estados Unidos como potencia hegemónica mundial, representa, por su posición geográfica en la península arábiga, una pieza fundamental en el gran tablero mundial para el control del flujo de 40% de los hidrocarburos alrededor del planeta. De ahí que el conflicto que actualmente se desarrolla en el país más pobre de dicha península sea una guerra subsidiada por intereses internacionales que tienen la mira puesta en una (re)configuración de las fronteras estatales en la región y en la dinámica de los hidrocarburos (extracción, consumo y precio del petróleo, primordialmente).

De lo anterior se desprenden dos factores a tomar en consideración al momento de explicar las causas y las consecuencias del conflicto: la geopolítica del Islam y la geopolítica estadounidense.

Niños jugando al fútbol en Aden, Yemen [Foto: Brian Harrington Spier vía Flickr]

La geopolítica del Islam

En primer lugar se encuentra el trazado artificial de fronteras que los países colonialistas impusieron a las poblaciones de la región, obligándolas a subordinar su existencia ante el proyecto ‘civilizatorio’ de un Estado-nación construido sobre los intereses de la etnia dominante. Sin embargo, pese a que esta división artificial de las poblaciones asentadas en la zona constituye una fuente de constantes conflictos, es la división entre chiitas y sunitas –con sus respectivas corrientes internas– el factor de mayor volatilidad en la zona.

En el caso de Yemen es importante recordar que el Estado que hoy conocemos es una construcción relativamente joven, pues fue hasta 1990 cuando la parte norte (chiita) y el sur (sunita) se unificaron en una sola república presidencialista. Así, en la construcción del Estado yemení la mayoría sunita se impuso tanto demográficamente como en el control del aparato de Gobierno, por lo que los enfrentamientos entre las minorías chiitas y el gobierno han sido constantes desde entonces.


Esta configuración estatal, no obstante, beneficia a los gobiernos sunitas de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Catar y Kuwait, pues contribuye a replegar al chiismo a los límites territoriales de Irán, Azerbaiyán, Bahrein e Irak. Por ello no sorprende que inmediatamente después de los primeros levantamientos chiitas (hutíes) en 2004 en el norte de Yemen la monarquía saudí emprendiera acciones militares –secundadas por Estados Unidos– para contener las revueltas. Un modus operandi que se repitió en las ofensivas de 2009, 2011 (en el marco de la “Primavera Árabe”) y en las más recientes de este año.

Es en este marco que se inscriben las aspiraciones iraníes y saudíes de convertirse en los líderes regionales de la comunidad musulmana. Por el lado saudí, el temor de la monarquía frente a cualquier movimiento que pudiera influenciar a su propia población, sometida a uno de los regímenes más restrictivos que existen en el mundo, es lo que la ha llevado a financiar movimientos terroristas antimusulmanes como Al-Qaeda. Del lado de los intereses iraníes se encuentra la disminución de la presencia occidental en la región, comenzando por las agresiones de Israel.

La geopolítica estadounidense

El segundo factor corresponde a la influencia de Estados Unidos en la región, una cuestión que no únicamente concierne a Irán, sino que últimamente también a Arabia Saudí debido a las negociaciones que Barack Obama realiza sobre el Programa Nuclear Iraní sin el consentimiento de la familia Abdulaziz. Al respecto, tanto el gobierno estadounidense como la monarquía saudí han sido abiertamente claros en el reciente y continuo distanciamiento en el que se encuentran sus relaciones. Se podría hablar, incluso, de que la desestabilización yemení responde a las intenciones de Estados Unidos de reemplazar a su aliado saudí en la región por un gobierno afín en Saná.

Mapa de Bab-el-Mandab [Foto: Archer90 vía Wikimedia Commons]


No obstante, más importante aún es el control del estrecho de Bab Al-Mandab. Punto de estrangulamiento –o chokepoint– entre Yemen en la península arábiga, y Somalia, Eritrea y Djibouti en el continente africano, a través del que transitan poco más de 3.5 millones de barriles de petróleo al día y cuya obstrucción afectaría el precio del hidrocarburo. El control de este punto se articula con el del Canal de Suez y el estrecho de Ormuz; el primero administrado por Egipto y el segundo por Irán.

De la perfecta articulación de estos tres enclaves dependen las principales rutas comerciales entre Europa, Oriente Próximo y el Sudeste Asiático (con un marcado énfasis en el suministro de energéticos entre estas tres regiones). Además, si bien es cierto que Yemen ni es miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo ni es un gran extractor de crudo, sus reservas son de las más abundantes en zona y en el mundo.

La geopolítica china como factor a tener en cuenta

Ahora bien, aunque hasta el momento la información disponible en torno al conflicto no muestra nada sobre la influencia China en el mismo -razón por la cual algunos especialistas en temas internacionales han calificado tan apresuradamente el conflicto como “asunto interno”- no hay que dejar de lado al gigante asiático. Como segundo mayor consumidor de petróleo en el mundo, importa más del 50% de su consumo energético de los campos petrolíferos arábigos. Además, no es secreto que la política exterior china ha desplegado un activismo inusual en el continente africano.

Para muestra basta con observar las intenciones del gobierno chino de instalar una base militar en Djibouti, justo frente al estrecho de Bab Al-Mandab y en el mismo país en el que Estados Unidos emplazó una de sus principales bases militares (Camp Lemmonier) para combatir el terrorismo en el centro de África y los países de Oriente Próximo. China lleva bastante tiempo desplegando una diplomacia que pone el acento en la inversión en infraestructura a cambio de este tipo de concesiones en los países en los que invierte grandes cantidades de dinero. En el caso de Djibouti tanto puede ser contrarrestar la presencia estadounidense en la zona, como obtener un margen de acción más amplio en el control de los recursos energéticos que importa desde ambas penínsulas.

Manifestación en Yemen [Foto: Desconocido vía Anticapitalistes.net]


Definitivamente, este conflicto no puede ser considerado como una cuestión interna que solamente compete a los yemeníes. Los intereses tanto de los países musulmanes como de las potencias mundiales se hacen evidentes ante la importancia que significa la península arábiga en términos energéticos y de control de las principales rutas marítimas que conectan Europa con Oriente y Asia. De cómo Estados Unidos pueda mediar entre el enojo de la monarquía saudí y la joya de la corona de su política exterior (el acuerdo nuclear iraní) dependerá el desarrollo del conflicto yemení en gran medida.

 

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Ricardo Orozco


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