28/03/2024 MÉXICO

Espionaje, confianza, paz y… ¡llegaron los EEUU!

El espionaje es una herramienta política que no goza de buena prensa entre la opinión pública, aunque ha sido considerablemente aceptada entre Estados y ciudadanía hasta el momento. Este artículo argumenta que, al fin y al cabo, el espionaje es una herramienta política y, en función del uso que de ella se haga, sus consecuencias y connotaciones varían. Para ello se examinará qué diferencia en sus características y consecuencias al espionaje tradicional y al contemporáneo.

El espionaje ha traspasado la raya, ha roto con toda justificación posible y ha transformado una parte importante de su actividad en ilegítima”, es un argumento que podemos pensar está en el orden del día. Ahora bien, se puede decir que el espionaje  ‘se ha transformado’ en ilegítimo pero… ¿Es que no lo era antes? Es comúnmente aceptado que Maquiavelo estableció que “El fin justifica los medios”. En el contexto actual, los medios parecen haber cambiado y… ¿el fin? ¿también? ¿o no? Este artículo persigue hacer una concisa descripción de lo que el debate en la Teoría de las Relaciones Internacionales dice al respecto del espionaje ¿Es bueno, malo, agresivo, sexy -a lo James Bond)?

El espionaje es la “profesión” más antigua del mundo”. Además, como ya se ha explicado en United Explanations: “(e)l conflicto entre el derecho a la privacidad y la seguridad nacional es habitual tanto en el ámbito político como el jurídico”. La privacidad es un derecho muy protegido y que, por definición, se ve violado por el ejercicio del espionaje en general y, en nuestro caso, del político. Son muchos los recelos que este tipo de actividad levanta entre la ciudadanía; sin embargo, es una práctica comúnmente aceptada en las relaciones internacionales ¿Por qué? Una de las posibles respuestas a esta pregunta podría ser que todos lo aceptan porque todos juegan a ese mismo juego. La respuesta que habitualmente se da es la defensa del interés nacional pero ¿Ayuda el espionaje a proteger el interés nacional? ¿Cómo lo definimos? ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué indigna más ahora el espionaje?

Una definición simple de espionaje nos la ofrece Michael Kapp [i]. Este autor lo define como “la práctica de obtener información clasificada o secreta de un enemigo o Estado rival”, entendiendo por ‘rival’, apunta Kapp, todo rival potencial o real.

¿Ayuda el espionaje a proteger el interés nacional?

En el año 2007, Kapp escribió un artículo titulado Espiando por la paz: explicando la ausencia de regulación formal del espionaje en tiempos de paz. En éste, el autor aporta una serie de razones que no es necesario enumerar aquí y por las cuales -según él- no se puede acabar con el espionaje mediante regulaciones. Argumenta, además, que se trata de algo beneficioso, pues constituye un ‘instrumento para la estabilidad y la paz’.

De acuerdo con este autor, el espionaje permite a los Estados conocer las intenciones de otros Estados y por ello, y al contrario de lo que se pudiera pensar, ayuda a crear un clima de confianza y cooperación. Por tanto, nos dice, “cualquier intento de regular el espionaje invadiría la habilidad de los estados de determinar las intenciones reales”,  sembraría “desconfianza, malentendidos y desestabilización del actual sistema internacional”. Además -y esto es todavía más curioso- de sus investigaciones se desprende que “hay una correlación entre las intenciones pacíficas de un Estado y su disposición a tolerar, aunque en privado, algo de intrusión en sus secretos nacionales como precio a pagar por reducir malentendidos y tensiones, incrementando la estabilidad y minimizando las posibilidades de guerra evitables”.

Esta explicación está relacionada con las llamadas teorías de la paz democrática y su explicación de la paz entre democracias en base al mayor grado de confianza existente (que con los regímenes no democráticos); y confianza (aunque suene paradójico) es lo que, según este autor, el espionaje trae a las relaciones internacionales. Según Kapp, una reducción de la información privada lleva a la estabilidad y, por el contrario, incrementos de la misma pueden conducir a “peligrosas espirales de desconfianza, errores de cálculo y, posiblemente, un dilema de seguridad que podría llevar a un confortamiento real”. Es más, el autor nos da ejemplos como las invasiones de Napoleón o Hitler a Rusia o la guerra de Iraq en 2003 – según él, una mayor transparencia las habría evitado. En conclusión: a través de la transparencia, los estados reducen las posibilidades de incurrir en malentendidos.


Dicen que las relaciones se cimentan en la transparencia y la confianza. Pues bien: para tener unas buenas relaciones, es necesaria transparencia; a falta de transparencia ‘voluntaria’, ésta se fuerza a través del espionaje; y del conocimiento del otro nace la confianza.

¿Qué ha cambiado?

El argumento a favor del espionaje como herramienta de estabilización política tiene sentido en un contexto de disputa entre Estados pero en el escenario actual de las relaciones internacionales los Estados, y  con ello la política, están pasando a un segundo plano en el mapa mundial del poder. La emergencia de grandes multinacionales con mayor capacidad económica que la gran mayoría de los Estados, así como la emergencia de un nuevo tipo de terrorismo (el internacional) y una nueva suerte de peligro líquido, llevan a éste a la psicosis.

El espionaje internacional se restringía a su ejercicio sobre los Estados, Gobiernos y todo lo que, en mayor o en menor grado,  tenía que ver con éstos ¿Qué ha pasado? La respuesta se encuentra, en mi opinión, en estos nuevos peligros fluidos. Peligros, como el terrorismo, que en muchas ocasiones no tienen cara, ni mucho menos cargos o sujeción a leyes. Como si de alguien tratando de aguantar agua en las manos, EEUU (como paradigma) ha hecho de sus fines (mantener el poder) sus medios y, al parecer, se ha propasado en sus actuaciones; y los cables revelados por Wikileaks y el escándalo PRISM lo demuestran. Sami Naïr lo describe muy claramente:

El poder desmesurado que EE UU se arroga, junto con las capacidades de espionaje de la NSA, es la consecuencia directa de la situación en la que se encuentra la potencia americana hoy…: la de un Estado económicamente en crisis, en quiebra en el plano fiscal, que, al mismo tiempo debe hacer frente al ascenso de potencias emergentes… y al retorno de la potencia alemana al centro del poder mundial. EE UU busca, a través del control de la información mundial, invertir este ineluctable declive empleando el arma económica central del futuro (tan poderosa como el átomo o e petróleo): la información

La información sigue siendo un arma preciada como pocas pero, evidentemente, en la Era de la Información (Manuel Castells) a esta afirmación se le da una vuelta de tuerca más de la mano de las nuevas tecnologías y de ese mundo todavía por explorar llamado Internet. No sólo eso, sino que la cantidad de información es muchísimo mayor, hasta tal punto que es necesario determinado grado de desarrollo tecnológico para poder manejarla mínimamente y, según apunta Fernando Vallespín “este es el verdadero problema, el inmenso desequilibrio existente entre Estados Unidos y el resto en todo lo relativo al control de los big data, los datos masivos digitalizados. Y quien tenga la capacidad para hacerse con ese botín y procesarlo con los algoritmos adecuados, será el nuevo rey del mundo”. Del ansia de poder, y probablemente también del desconocimiento y el miedo a verse superado por las circunstancias, EEUU (y estoy seguro que no en solitario) ha traspasado las barreras y ha pasado de espiar a los Estados rivales a espiar a todo el mundo, ha acabado con esa tan defendida en su sociedad ‘libertad del individuo’.


¿Por qué indigna más ahora el espionaje?

Fernando Vallespín nos da una primera pincelada en respuesta a esta pregunta: “Las apariencias los son todo en política… Por eso es tan problemático este caso de espionaje que ahora está convulsionando a Europa, porque hemos roto con las apariencias”.

La paradoja es que internet, que se nos mostraba como la gran promesa de transparencia, ha devenido ahora en su contrario, el medio para sujetarnos a un control mayor y más sofisticado. Y contando además con nuestra total complicidad en esta sociedad del exhibicionismo (también) masivo. Sabemos que se busca el acceso a los datos de todos, no solo de los sospechosos de algo, y eso hace que aumente la inquietud

Naïr califica la situación como “de una gravedad excepcional” por el hecho de que EEUU ha pasado de espiar principalmente a Estados, a hacerlo con aliados y de espiar sólo al Estado a hacerlo con los ciudadanos. Califica esto como “una visión del mundo bien demencial, bien totalitaria”. Demencial por querer espiar a todo el planeta y totalitario porque el saber todo sobre todos lo hace capaz de amenazar y manipular a cualquiera; lo cual ha sido siempre objetivo de los Estados despóticos.

¿Y bien? ¿Es positivo o negativo?

No es mucho lo que la literatura académica deja ver del espionaje. Suelen centrarse en las tareas de Inteligencia ya sea a nivel político o militar. Menos aún lo es la literatura que lo analiza en esta nueva Era de la Información, en este nuevo tablero de juego. No obstante, lo que sí podemos decir es que se ha producido una evolución, un paso de un tipo de espionaje que llegaba a considerarse como benigno a un espionaje cuyas consideraciones éticas saltan a la luz. Hoy parece que la lucha entre costes (pérdidas incalculables de privacidad) y beneficios (posible efecto pacificador) se están desequilibrando rápidamente en beneficio de lo primero; en parte, gracias a el posible efecto de creación de desconfianza que el espionaje totalizador de EEUU está ejerciendo sobre el resto del mundo.

[i] Kapp, M. (2007). Spying for Peace: Explaining the absence of the Formal Regulation of Peactime Espionage. Chicago: The University of Chigago. Nota: Las citas utilizadas en este artículo de ésta y otras fuentes en lenguas diferentes al castellano, han sido traducidas por el propio autor.

Esta es una explicación sin ánimo de lucro.


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Fernando Ntutumu

Valencia, España. En el periodo 2010-2014 me gradué en Ciencias Políticas y de la Administración Pública por la Universidad de Valencia, durante cuyo periodo cursé una estancia Erasmus en la Maastricht University (MU), centro especializado en estudios europeos. En 2014 tuve el placer de disfrutar de un periodo de prácticas como asesor de investigación en el Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS) y, en las mismas funciones, para el Comité de Derechos del Niño (CRC) de la ONU. En 2015 me titulé como Máster en Democracia y Gobierno por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y actualmente preparo mi ingreso al Doctorado en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional impartido por el Institut de Drets Humans (IDH) de la Universitat de Valencia. Amante de la política; comprometido con los derechos y su innalienabilidad; activista y hacktivista; soñador.


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