25/04/2024 MÉXICO

Marruecos, refugio del Magreb

Marrakech Flickr Account: Marta Pérez Ramírez
Tras la Primavera Árabe y en su afán por los países norteafricanos de recuperar la estabilidad, Marruecos se perfila como un oasis en el desierto. Un nuevo gobierno aún moderado, reformas, hambre de crecimiento y con atractivos, piden la atención de la inversión extranjera.

 

Autores del artículo: John Galt y Marta Pérez Ramírez

El Magreb hoy


Marruecos no se parece a sus vecinos del norte de África. En Túnez un tendero se prendió fuego porque no aguantaba más la corrupción que le oprimía, y desembocó en una marea revolucionaria histórica para los pueblos árabes, los cuales nunca han vivido bajo una democracia. En Egipto, el dictador Mubarak, fue depuesto y hoy esquiva sus condenas achacando problemas de salud. El tunecino Ben Alí y señora huyeron a Arabia Saudí (Francia les negó asilo) en un avión que casi no despega por culpa de la tonelada y media de lingotes de oro que se llevaron consigo. Gaddafi, la versión más histriónica de un dictador, fue apaleado hasta morir. Y Argelia ya tenía bastante con haber terminado su Guerra Civil en 2002, y una población que a pesar de ser pobre, con sus recursos naturales tiene el litro de gasolina a 13 céntimos de euro y la energía subvencionada, hasta el punto de dejarse siempre las luces encendidas.

El motivo por el que la llamada Primavera Árabe no ha “prosperado” en Jordania o Marruecos ha sido por la voluntad de estos pueblos, pese a sus regímenes, de conservar su estabilidad que en Siria aguantó a duras penas hasta que la represión ha provocado una guerra civil. El regidor de Marruecos, Mohammed VI, vio claro que el acierto no estriba en reprender, sino en ir concediendo reformas (como la subida de sueldos o las subvenciones a los productos de primera necesidad) y reformando la Constitución, que en absoluto iban a mermar su estilo de vida, y darle las elecciones a la presidencia a un partido islámico moderado, ya que la pretensión del Rey sigue siendo la de un Marruecos aperturista y liberal.

Luces y sombras en el desarrollo de Marruecos

Tánger, al otro lado del estrecho. A pesar de los vínculos con Francia y las crecientes relaciones con Estados Unidos y China, España sigue siendo vital para la economía marroquí

Según el PNUD, Marruecos se sitúa por debajo de la media de los países de desarrollo humano medio, cerrando el ránking norteafricano en la posición 130 del Índice de Desarrollo Humano 2011, por detrás de Libia (64), Túnez (94) y Argelia (96), en parte debido a la alta incidencia del analfabetismo, donde las expectativas de escolarización apenas superan los 10 años. Los niveles de desigualdad en los ingresos son moderados, similares a los de Túnez o Estados Unidos, pero mayores que los de Argelia, y a pesar de que el porcentaje de población que sufre desnutrición es relativamente reducido, es el más alto de la región y está en aumento.

Marruecos creció con fuerza en la década pasada, al 4,4% anual entre 2000 y 2005, y algunos años a tasas superiores en su segunda mitad, incluso en un contexto internacional complicado. El crecimiento ha favorecido el surgimiento de empresarios, profesionales liberales y técnicos medios. En 2011 el crecimiento real del PIB fue del 4,9 % y el FMI tiene para 2012 y 2013 unas previsiones de 2,9 y 5,5% respectivamente. Sin embargo, el desempleo afecta al 9% de la población activa y al 22% de los jóvenes (sin contar el subempleo).

Marruecos no es rico en recursos energéticos pero tiene mano de obra barata, pone muchas más facilidades a la inversión extranjera que sus vecinos, y es más estable. Es uno de los países africanos musulmanes más sensibilizados con las repercusiones negativas que supone la lacra del terrorismo islamista, que en 2011 azotó una céntrica plaza de Marrakesh con una bomba cuyo objetivo no era casual: turistas. Marruecos depende cada vez más del turismo y del sector servicios. Mohammed VI tiene claro que su reino debe ser un país de referencia turística, donde la crisis financiera no ha hecho mella en un sector inmobiliario enfocado al extranjero que busca destinos en mercados menos saturados. En 8 años, esperan doblar el número de turistas que reciben, ya sea “vendiendo” zocos, exotismo para el cine de Hollywood, desiertos o haciendo de la nevada Ifrane un resort de invierno.


Los otros grandes pesos pesados de la economía marroquí son la agricultura, el sector textil y el fósforo. La extracción de fosfatos tiene un papel indiscutible, siendo Marruecos el primer exportador del mundo y el tercer productor, hasta el punto que una fluctuación de su precio en los mercados internacionales afecta por entero a la economía del país. La agricultura, aun de bonanza por el clima lluvioso de los últimos años, continúa siendo deficitaria en lo económico y emplea a más del 40% de la población para producir sólo el 14% del PIB nacional. El sector textil, por la mano de obra barata, sigue siendo refugio cotizado de fabricantes de ropa europeos.

El sector bancario parece estar bien capitalizado y el mercado de capitales es uno de los más desarrollados de la región, siendo el 90% de las empresas pequeñas y familiares. Sin embargo, las leyes laborales son estrictas y dificultan la puesta en marcha de nuevos negocios. Marruecos ocupa el puesto 70 de 142 según el índice de Competitividad Global 2011-2012, por detrás de países como Sri Lanka, Colombia o la Federación Rusa. Otro desafío de Rabat es la economía informal. Por un lado, el dinamismo económico se observa en los indicadores de espíritu empresarial: Marruecos ha duplicado la densidad de entrada de nuevas empresas desde 1995 hasta el año 2000. No obstante, el país muestra el mayor porcentaje del sector “informal” sobre el PIB del conjunto de la región, estimado por el FMI en un 44%. Así, las reformas políticas deben ir orientadas a una mayor competencia y transparencia en los mercados y a una reducción de las barreras de entrada con el fin de poder transladar los beneficios al sector no sumergido.

La primavera árabe y la economía marroquí

En Rabat, las protestas fueron principalmente urbanas y las demandas sociales han estado centradas en reclamaciones de carácter político, relacionado con la corrupción en las instituciones. Como respuesta a estas protestas, el gobierno ha subido los salarios a trabajadores públicos y militares, ha inyectado más de 2.000 millones de dólares para doblar los subsidios (que ya suponen cerca del 30% de los ingresos fiscales), ha incluido 18.000 nuevos empleos públicos  y ha creado un programa de empleo para universitarios en paro. El esfuerzo fiscal para sostener estas medidas es importante (casi un 6% de déficit público en 2011) y su sostenibilidad dependerá de que el país sea capaz de crecer. Asimismo, el coste de financiar la deuda pública ha aumentado y supuso un 65% del PIB en 2011.

En el actual contexto regional del Norte de África, Marruecos puede consolidarse como el país con mayor capacidad para aprovechar las oportunidades que ofrece el  mapa neoeconómico mediterráneo.  El nuevo gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) parece haber optado por el pragmatismo en materia de política económica: acercamiento a los empresarios, compromiso con Europa, prudencia macroeconómica, privatización y discurso reformista. Es posible que el PJD quiera reforzar su agenda de lucha contra la pobreza y la exclusión, aunque está por ver qué medidas y qué coste está dispuesto a asumir el gobierno dado el margen de actuación política de que dispone.


¿Qué futuro para Marruecos?

Marruecos, aun suponiendo una oportunidad para empresas extranjeras, sigue siendo un país con un grado de corrupción considerable, con injusticias con pueblos como el bereber o saharaui que no forman parte de la élite gobernante árabe. Con una población aún pobre, escasean recursos energéticos, económicos e infraestructuras. Francia es el primer inversor y comprador de deuda del país magrebí y España el segundo. La relación entre ambas naciones no ha sido fácil desde la independencia de Marruecos en 1956. Rabat cuando conviene desvía la atención de sus problemas internos hablando de Melilla, Ceuta y alguna isla deshabitada, y España, abierta pero no enfáticamente, pide la independencia del Sahara Occidental.

China tiene los ojos puestos en Argelia, pero Marruecos le va a poner todas las facilidades del mundo, igual que a Estados Unidos, socio comercial al que persigue, o a la Unión Europea, con quien goza de unos tratados comerciales que no tiene ningún otro país africano. Aun a riesgo de afrontar burocracia y problemas logísticos, Marruecos para cualquier empresa ávida de clientes potenciales se muestra apetecible, y el país encantado.

Aun con sus deficiencias, Marruecos puede seguir vendiéndose al mundo como un destino vacacional seguro y de excepción, especialmente tras el descalabro turístico de Egipto.

Desde una perspectiva a largo plazo, los motores de crecimiento y modernización social (urbanización, transición demográfica, emergencia de una clase media, desarrollo de medios de comunicación y nuevas tecnologías) pueden tener mayor peso que los problemas coyunturales o el contagio, ya que son los que proporcionan la base para que las demandas de cambio se consoliden. Así, el futuro de Marruecos depende no sólo de lo que ocurra en los próximos años en sus vecinos norteafricanos, sino del desempeño de su nuevo gobierno y de las reformas que lleve a cabo.

La campaña agrícola de 2012 ha sido difícil y la crisis europea empieza a afectar con mayor intensidad a las exportaciones del país. Los ingresos por turismo y las inversiones extranjeras han caído y sólo las remesas de emigrantes aseguran el equilibrio externo y la reserva de divisas. A pesar del deterioro de las previsiones económicas a corto plazo, el país se sitúa en una situación de partida comparativamente favorable si sabe aprovechar sus oportunidades. Un Marruecos estable y abierto en lo político y lo económico, capaz de mejorar el entorno institucional y atraer inversiones, podría ser uno de los ganadores económicos de la oleada de cambio que recorre la región.


 

Esta es una explicación sin ánimo de lucro.

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John Galt

Alicante, España. Arquitecto e inversor. A ello hay que añadir una lista de intereses demasiado larga.


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