Kabul, Afganistán. El estadio Ghazi es un antiguo gimnasio de suelo mullido, paredes descoloridas y desconchadas. Es el mismo lugar que utilizaban los talibanes para sus ejecuciones públicas y castigos ejemplarizantes. Aquí, 24 chicas de 14 a 22 años se reúnen ahora para practicar boxeo, desafiando a todo y a todos. De hecho, en el país sigue estando muy mal visto que las mujeres practiquen cualquier tipo de deporte. Mohammad Sabir Sharifi, uno de los dos entrenadores, afirma haber recibido más de una amenaza de muerte. Asimismo, las deportistas sufren la oposición y la humillación de sus vecinos y a menudo de su propia familia.
Aunque pueda parecer un triunfo que 24 niñas acudan tres veces por semana a practicar deporte, realmente es un estrepitoso fracaso. Estas muchachas pertenecen a familias de clase alta; sus padres les han permitido y hasta alentado a practicar boxeo. Los afganos de a pie y en el corazón del país mantienen los prejuicios y el odio que los talibanes les inculcaron hacia la mujer. Muchos padres no entienden ni siquiera que las niñas vayan al colegio cuando su función principal en la vida va a ser servir a su marido. Sumisión y devoción. El papel de las afganas no ha cambiado mucho en estos diez años tras la marcha del Mulá Omar del poder.
Kabul, Afghanistan. Ghazi Stadium is an old gym with a springy floor and faded walls with peeling paint. This is the location which was used by the Taliban for public executions and exemplary punishments. Now, 24 girls aged between 14 and 22 meet here to practice boxing, defying everything and everyone. In fact, the country still frowns upon women practicing any sport whatsoever. Mohammad Sabir Sharifi, one of the girls’ two coaches, claims to have received multiple death threats. Athletes also face the disapproval and opposition of their neighbors and often of their own families.
Although it may seem like a triumph that 24 girls gather three times a week to play sports, in fact it is a dismal failure. These girls belong to upper class families; their parents have allowed and even encouraged them to practice boxing. On the other hand, ordinary Afghans still hold the prejudices and hatred against women that were instilled in them by the Taliban. Many parents do not understand why girls even go to school, while their main role in life will be to serve their husbands. Submission and devotion. The role of Afghan women has not changed much in the ten years following Mullah Omar’s departure from power.
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