28/03/2024 MÉXICO

Europa desempolva su viejo traje colonizador

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La UE está inmersa en un proceso de transición que opone varios de los principios que la fundamenta. De la dirección que tomen los acontecimientos depende buena parte del futuro político y económico de Europa, pero la situación actual no puede perpetuarse indefinidamente en el tiempo.


Montesquieu ya advirtió, tal como apunta Albert Camus en “El Hombre Rebelde”, que el abuso de poder es mayor cuando las leyes no prevén la imperfección o la violación de estas mismas leyes. Si bien Montesquieu se refería a la violencia desencadenada en Francia por los propios líderes de la revolución tras la destrucción del viejo régimen, bien se podría aplicar dicho principio a lo que está aconteciendo en Europa hoy en día.

Nadie en Europa previó una crisis de esta magnitud, que ya dura cuatro largos años, y que amenaza con arrastrar al proyecto europeo a un desenlace de desconocidas consecuencias. En cualquier caso, el propósito de este artículo no reside en analizar los posibles escenarios futuros, sino en tratar de arrojar algo de luz al desconcertante presente que vivimos en Europa, aún y cuando este análisis nos presente una realidad descorazonadora.

¿Colonialismo europeo en los albores del siglo XXI?

Los líderes europeos, que comprendían la imperfección de la Unión Económica y Monetaria (UEM) surgida con la introducción del euro, de ninguna manera sentaron los mecanismos de control y gestión necesarios para lidiar con las eventualidades y contratiempos que podían surgir.  Una década después de la introducción del euro, las consecuencias de aquellas decisiones han sumido a Europa en una grave crisis política, económica y social, y han propiciado la toma de una serie de decisiones extremas que no parecen ir en la dirección adecuada para salir de ella. Lo cual nos remite irremediablemente a la denuncia vertida por Montesquieu, hace más de dos siglos, contra el abuso de un poder que vive ensimismado en sus incongruencias.

Europa está, por tanto, inmersa en un proceso de transición hacia un estadio aún por definir. En este estado transitorio, algunos procesos parecen haberse instalado y demuestran unos patrones recurrentes. El principal argumento de este artículo se basa en que los estados más poderosos, apoyándose en las presiones ejercidas por los mercados de capitales y en la imperfección de la UEM, están utilizando a la propia UE para acometer un control inflexible y autoritario sobre los estados más débiles. Pasando a controlar la política económica de estos estados, una nueva forma de colonialismo intraeuropeo ha emergido bajo el entramado de normas y “veladas” recomendaciones en que se articula la gobernanza europea.

El secuestro de la política económica                  

La consecuencia más evidente de este nuevo autoritarismo entre socios europeos consiste en el secuestro de la política económica. Los Estados europeos intervenidos, directa (Irlanda, Portugal y Grecia) o indirectamente (España e Italia), no controlan su política económica, principal arma con que cuentan para afrontar las crisis económicas, y que se articula en base a la política monetaria y la fiscal:

Política monetaria: los estados de la eurozona hace más de 10 años que no controlan su divisa, el euro, estando en manos del BCE. En los últimos meses, países como España e Italia vienen exigiendo una política monetaria más flexible y expansiva que relaje la presión de los mercados sobre sus respectivas deudas. Pero encuentran un BCE reticente a apoyar sus exigencias. Un BCE que se ciñe al mandato expreso de los Tratados europeos y que defiende con celo su prestigio e independencia.


Si bien la tasa de interés fijada por el BCE en su última reunión es la más baja en la historia del euro (del 0,75%), ésta sigue siendo superior a la del dólar (0,25%), el yen (0,1%) o la libra (0,5%), cuando la crisis en la eurozona es más grave que en las otras áreas monetarias. En definitiva, el conjunto de las acciones del BCE no favorecen la estabilización de los mercados de deuda y no reduce las cargas financieras de España o Italia cuando acuden a financiarse a las subastas de deuda. Al mismo tiempo, países como Alemania, Holanda y, en la última semana, Francia, no pagan intereses por colocar sus emisiones de deuda. Si bien no se puede culpabilizar al BCE de las tensiones financieras que viven los países que precisamente más problemas económicos están atravesando, se puede alegar que el BCE, limitándose de la manera más restrictiva posible a su mandato, beneficia la posición de los estados económicamente más potentes, como es el caso de Alemania.

Política fiscal: respecto a la política fiscal, ya nadie duda de que no son solo los países directamente rescatados por la UE y el FMI quienes ven dictadas sus políticas fiscales y económicas desde fuera. España e Italia acometen reformas y recortes draconianos que responden en mayor medida a exigencias de la UE -más concretamente a las decisiones tomadas en los respectivos Consejos Europeos de jefes de estado y en los Consejos de ministros de finanzas y economía- y del FMI, que a medidas verdaderamente efectivas para reconducir sus economías hacia el crecimiento económico y la recuperación. Los recortes indiscriminados, en un período de recaída de la económica, no llevan sino a un agravamiento de la recesión y a mayores dificultades para reducir el déficit y la deuda que precisamente pretenden reconducir. Las reformas enfocadas a modernizar el sector productivo, a reestructurar y hacer más eficiente el aparato estatal, quedan relegadas  por tanto a un segundo plano. La urgencia de las medidas más drásticas exigidas desde el exterior se impone, con el único objetivo de alcanzar el ansiado equilibrio presupuestario.

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Se puede considerar que la situación actual es resultado de un fallo colectivo. Las razones que han llevado a Europa a esta paradójica situación, donde la urgencia de las medidas cuestiona principios básicos como el propio sistema democrático, llevan a replantear ideas comúnmente aceptadas hasta la fecha. La UE, que hasta ahora había sido conceptualizada como un “Poder Civil” que busca expandir globalmente sus principios predicando con el ejemplo, queda fuertemente deslegitimada cuando abdica de sus propios principios e impone medidas que afectan directamente a la población por la que dice velar.

Las principales razones que nos han llevado a esta situación de intervención sobre algunos países europeos tienen que ver tanto con debilidades internas de los propios países, como con profundas deficiencias en la arquitectura institucional europea:


  • Una clase política española que ha perdido su crédito ante el resto de socios europeos. Tras años de abandono de su deber, han sido incapaces de dotar al país de las bases necesarias para generar un tejido económico moderno y competitivo gracias al enorme flujo de fondos europeos. Además, la pésima gestión de la crisis inmobiliaria y bancaria ha agravado aún más la situación económica del país.

Tanto es así que, independientemente del signo político del partido en el gobierno, todos han aducido injerencias y presiones externas para acometer los recortes que de ninguna manera buscan dirigir al país hacia un modelo productivo más sólido y competitivo, que mejore las perspectivas de futuro. El “no he tenido otra elección” fue utilizado por Zapatero en 2010, y Rajoy lo ha vuelto a utilizar con el anuncio de los últimos recortes. Sin embargo, escudándose en estas obligaciones impuestas desde el exterior no acometen las verdaderas medidas que tanto necesita España para salir adelante.

  • Unas instituciones europeas netamente intergubernamentales, que han carecido de mecanismos supranacionales que controlasen los excesos acometidos y que gestionasen eficazmente la salida de la crisis. La Comisión Europea se ve incapaz de imponer su criterio y termina adoptando el discurso impuesto por los estados más poderosos, erigiéndose en el guardián de la ortodoxia económica. La defensa de los intereses particulares sigue primando sobre la búsqueda de una solución general y definitiva al problema, minando la capacidad del Consejo Europeo para consensuar una hoja de ruta hacia una auténtica unión fiscal y económica, el campo de batalla donde la UE y el euro se juegan su futuro. Esta falta de certeza acrecienta a su vez las dudas sobre la viabilidad del euro en el medio-largo plazo, lo que favorece la inestabilidad de los mercados y hace más difícil la salida a la crisis.
  • Una primacía del discurso económico neoliberal en los principales actores internacionales encargados de gestionar la crisis económica, su impacto y sus consecuencias.

¿Hay salida?

Todo lo expuesto anteriormente ofrece un panorama desolador de la situación política y económica de la UE en la actualidad. El control de los países del norte de Europa sobre los del sur parece cada vez más una versión sofisticada de colonialismo, donde se crea una dependencia política y económica de los estados más débiles, la periferia, por parte los estados más poderosos, la metrópolis, que repercute directamente en dos pilares básicos de las sociedades europeas: la democracia y el estado de bienestar. Esta situación favorece el empobrecimiento de unos a costa de los otros, la dependencia de unos sobre otros, haciendo obsoletos los propios principios que fundamentan la UE.

De la dirección que tomen los acontecimientos depende buena parte del futuro político y económico de Europa, pero esta insólita situación no puede perpetuarse indefinidamente en el tiempo, ni articularse como una solución admisible. Los ciudadanos europeos necesitamos saber, hoy más que nunca, a donde nos dirige esta situación.

Ésta es una explicación-opinión sin ánimo de lucro

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Mikel Gastelu-Iturri

Durango, España. Licenciado en Economía, Master en Relaciones Internacionales, especialidad en Gobernanza Global y Política Exterior Europea. Empezó su trayectoria profesional como consultor en proyectos financieros y posteriormente adquirió experiencia en organismos e instituciones públicas en Bruselas, Los Ángeles y Washington. Es un apasionado de la política y de las relaciones internacionales.


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