28/03/2024 MÉXICO

Egipto, a la casilla de salida

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Por primera vez en la historia de Egipto un civil ha sido elegido presidente. Mohamed Morsi, el hasta ahora líder de los Hermanos Musulmanes, ha ganado las primeras elecciones libres después de 60 años de monopolio militar en el gabinete presidencial.

¿Quién manda en Egipto?


Por primera vez en la historia de Egipto un civil ha sido elegido presidente. Mohamed Morsi, el hasta ahora líder de los Hermanos Musulmanes, ha ganado las primeras elecciones libres después de 60 años de monopolio militar en el gabinete presidencial. Desde el golpe de estado de los Oficiales Libres, en 1952, todos sus predecesores –Mohamed Naguib, Gamal Abdel Nasser, Anwar El-Sadat y Hosni Mubarak- procedían de la jerarquía militar. Pero que el líder de los Hermanos Musulmanes haya ganado las elecciones presidenciales frente a Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak y aliado del antiguo régimen, con el 52% de los votos no significa que los militares no sigan ostentado el poder en Egipto.

En las últimas semanas, los egipcios han asistido perplejos y desprovistos de recursos a una serie de maniobras de la Junta Militar y del régimen para acumular más poder y limitar las funciones del nuevo presidente. Tras el “golpe de estado judicial”, como lo describe Larbi Sadiki, los militares han reescrito la Constitución provisional y han asumido un enorme poder legislativo. ¿Se trata de un golpe magistral de la magistratura y de las Fuerzas Armadas poco dispuestas a ceder parcelas de poder a los islamistas, o acaso se trata de un acuerdo entre las dos grandes fuerzas que se disputan el poder desde hace 30 años: militares e islamistas?, como apuntan algunos analistas y expertos en la prensa internacional.

¿Cómo han cambiado las reglas del juego político?

El pasado 14 de junio, los militares con la ayuda del Tribunal Constitucional egipcio, formado por magistrados nombrados por Mubarak, dejaron claro quién lleva la batuta en el país más poblado del mundo árabe. “En Egipto no estamos ante un proceso de transición democrática sino más bien ante una vuelta al autoritarismo”, explica en una entrevista a United Explanations Sarah Ben Nefissa, investigadora del Institut de recherche pour le développement de la Universidad París 1. Aunque, reconoce, “no será un autoritarismo como el de Mubarak porque se ha producido un cambio de mentalidad colectiva muy importante, un cambio en la cultura política y en utilización del espacio público”.

A dos días de las elecciones, el Tribunal Constitucional decidió suspender la Asamblea del Pueblo (Majlis al-Shaab), elegida en las primeras elecciones legislativas libres y competitivas del país, celebradas en tres fases entre noviembre de 2011 y febrero de 2012. El parlamento, dominado por una mayoría islamista, quedó suspendido por orden judicial. Pero, ¿en base a qué? El Tribunal declaró inconstitucional la ley electoral y el proceso formal de las elecciones legislativas. Según la ley impugnada, de los 498 escaños elegibles (10 son nombrados por el jefe de estado), dos tercios están reservados para los candidatos que se presentan en listas de partidos y un tercio para los candidatos independientes.

Antes de las elecciones legislativas, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) y las fuerzas políticas alcanzaron un acuerdo para enmendar la ley electoral y permitir que los candidatos que concurrían por el sistema de listas pudiesen presentarse también como independientes. Sin embargo, a dos días de las elecciones presidenciales, la Corte Suprema alegaba que el acuerdo era inconstitucional porque los candidatos independientes tenían menos oportunidades de tener representación parlamentaria, lo cual constituye una violación del principio de igualdad. Probablemente constituya una violación legal pero, ¿por qué esperar a dos días antes de las elecciones para dictar la sentencia?

Además, en base a un recurso interpuesto, la Corte Suprema también declaró ilegal la Ley de Exclusión Política, aprobada por el nuevo parlamento y que prohibía presentarse a las elecciones presidenciales a toda persona con cargos de responsabilidad bajo el régimen de Mubarak durante los últimos 10 años. Ahmed Shafiq, el rival de Mohamed Morsi, fue comandante de las Fuerzas Armadas entre 1996 y 2002, Ministro de Aviación de 2002 a 2011 y fue nombrado Primer Ministro el 29 de enero de 2011, cinco días después del comienzo de las revueltas populares que desembocaron en la caída del régimen. Sin embargo, el Tribunal Constitucional, nombrado por el rais antes de su caída, se pronunció a favor de que Shafiq siguiera en la carrera presidencial, arguyendo que la Ley de Exclusión viola el principio de igualdad y es discriminatoria.


La indignación de los egipcios volvió a concentrarse en Tahrir. Miles de personas salieron a las calles para protestar por estas inesperadas y partidistas decisiones judiciales, que dejaban fuera del juego político ya no a los jóvenes de la revolución sino también a los Hermanos Musulmanes. Durante 10 días Tahrir volvió a llenarse de gente. Esta vez la mayoría votantes de la Hermandad que tomaron la simbólica plaza de la Libertad para apoyar a su candidato y protestar por las manipulaciones de los militares.

La segunda vuelta de las presidenciales y las modificaciones constitucionales

Con estas controvertidas decisiones judiciales y la sorpresa generalizada como telón de fondo, se celebró la segunda vuelta los días 16 y 17 de junio. Tras una primera vuelta con sorpresas electorales -los dos favoritos principales favoritos en la carrera presidencial, Abdel Moneim Abul Futuh y Amr Musa, quedaron en cuarto y quinto lugar-, los egipcios se vieron abocados a una complicada elección: votar por Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak aliado del antiguo régimen, o Mohamed Morsi, el líder islamista de los Hermanos Musulmanes. Sus discursos basados en el miedo y la polarización del debate sobre cuestiones clave como la religión o las relaciones con el SCAF fueron sus principales activos para movilizar a un electorado, ya de por sí muy dividido. Para los jóvenes de la revolución y los sectores más liberales, la elección entre lo amargo o lo ácido no era fácil.

Pero no habían acabado los golpes de efecto. El domingo 17 de junio, en plena jornada electoral, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas hizo públicas las enmiendas a la Declaración Constitución provisional aprobada el 30 de marzo de 2011. Unas enmiendas, de aplicación inmediata, hechas a medida por y para la Junta Militar. ¿Qué ocurría con la Asamblea Constitucional, el órgano encargado de redactar la nueva constitución? ¿Cuáles serían los poderes del nuevo presidente? ¿Quién controlaría el parlamento en suspensión?

Los nuevos anexos de la Constitución respondían todas estas cuestiones. La Junta Militar asumía enormes poderes legislativos y presupuestarios y le otorgaba completa independencia como institución militar, a la vez que limitaba los poderes del nuevo presidente. Entre otras medidas, los miembros SCAF quedaban al mando de las Fuerzas Armadas egipcias, incluida la potestad para nombrar a los altos cargos. El actual jefe del SCAF, el mariscal Mohamed Husein Tantawui, actuaría a partir de ese momento como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y como Ministro de Defensa hasta que se redactase la una nueva constitución. El presidente no tendría potestad para declarar la guerra sin la aprobación de la Junta  y además ésta tendría derecho de veto en el proceso de redacción de la Constitución, lo que significa que podría redactar un texto a su medida. En principio, las elecciones parlamentarias tendrán lugar un mes después de que la nueva constitución sea aprobada por referéndum.


Egipto: ¿en la casilla de salida?

Estaba previsto que la Comisión Electoral egipcia hiciese públicos los resultados oficiales de las presidenciales dos días después de los comicios, el 19 de junio, pero hubo que esperar hasta el domingo 24. Durante una semana el país quedó en suspense. Con el poder en manos de los militares y sin resultados presidenciales, la tensión en el país iba in crescendo. Egipto parecía estar en la casilla de salida, es decir, en el mismo punto que antes de la revolución: el poder en mano de los militares. Por suerte Tahrir recordaba al mundo una vez más que había esperanza.

Siguiendo los resultados arrojados por los sondeos a pie de urna, Mohamed Morsi se proclamó vencedor de las presidenciales. Pero, Ahmed Shafiq no dio su brazo a torcer y también se autoproclamó ganador de unos comicios empañados por las sucesivas decisiones judiciales y militares de sus aliados. Tahrir seguía llena. Los votantes afines a los Hermanos Musulmanes exigían una respuesta a la Comisión Electoral y unos resultados transparentes. Tras una larga semana de espera y con gran tensión acumulada, el 24 de junio, los resultados dieron la victoria al líder de la Hermandad, Mohamed Morsi. La plaza estalló de júbilo. 

Retos post-electorales: ¿y ahora qué?

En los próximos meses, la Junta dirigirá la redacción de la constitución, que será sometida a referéndum. Para Sarah Ben Nefissa, es este es un escenario que viene bien a los militares, con un presidente maniatado y con un corto período de tiempo para cumplir sus promesas, la popularidad de los Hermanos Musulmanes puede caer en picado y la Junta Militar estará ahí para recoger el guante. Eso si no hacemos caso a la teoría de que el juego político egipcio no es más que una farsa por parte de los Hermanos Musulmanes y la Junta Militar, que ya habrían acordado cómo dividirse el poder y el control que les dejó Mubarak.

Tras darse un baño de masas en Tahrir, el quinto presidente de la República tomó posesión del cargo el pasado 30 de junio con unos poderes muy mermados. “Juro por Dios que protegeré de forma sincera el sistema republicano y respetaré la Constitución y el Estado de derecho”, recitó Morsi, flanqueado por Faruk Sultan, el presidente del Tribunal Constitucional.

Mohamed Morsi se enfrentaba a una situación complicada pero los golpes de efecto en Egipto no han acabado. Esta vez proceden del recién ocupado sillón presidencial. Morsi ha lanzado un órdago a la Junta Militar y al Tribunal Consitucional que ha cogido con el pie cambiado al resto de actores políticos. El 8 de julio, Morsi aprobaba por decreto presidencial la reinstauración del Parlamento, -con mayoría islamista- suspendido por el Tribunal Constitucional y la Junta Militar. Morsi ya ha dejado claro que está dispuesto a movilizar a sus bases y tomar la calle para restablecer el texto constitucional original, excluyendo la declaración adicional de la Junta Militar. El Tribunal Constitucional en  una reunión extraordinaria convocada el 9 de julio que ha asegurado que su misión es velar por la Consitución y cada uno de sus artículos y que su decisión de suspender la Cámara baja es vinculante y no está sujeta a apelación por parte de ninguna autoridad. Está por ver la reacción de la Junta Militar…


La vida política sigue en plena ebullición y todo está por ver en este nuevo Egipto. O tal vez no tan nuevo. Como desde hace décadas, islamistas y militares se disputan el poder, ahora, más a base de órdagos miliares, religiosos o sociales que de votos. Sin embargo, el escenario ahora es diferente, como explicaba Sarah Ben Nefissa, los egipcios han aprendido el poder de la masa y de las manifestaciones y han demostrado que piensan ocupar Tahrir cada vez que se den pasos atrás en el camino hacia la ansiada transición política. Los egipcios se han convertido en adeptos a las tertulias políticas y la cultura de compromiso político parece haber calado en esta sociedad. Deben entender que el proceso de transición es la verdadera revolución y para conseguirla hay que seguir luchando.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro

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Cristina Giner


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