28/03/2024 MÉXICO

¿Qué tiene la City de Londres que levanta tantas pasiones?

Un edificio de oficinas de la City de Londres. [Photo: edmondson photo Flickr account]
En la pasada cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea la sombra de la City de Londres se cernió sobre las decisiones adoptadas por el Reino Unido para proteger su mayor centro financiero, y uno de los más prominentes del mundo. ¿Fue la City de Londres la responsable de que Cameron se alejara aún más de la Unión Europea?


El primer artículo de esta serie, dedicada a analizar el por qué de la decisión que tomó David Cameron en la última cumbre europea, detallaba las condiciones que el primer ministro británico exigía a la Unión Europea en la última Cumbre de Jefes de Gobierno a cambio de aceptar las propuestas alemanas y francesas.

¿Qué tiene la City de Londres que levanta tanta pasión?

Las condiciones de salvaguarda británicas pueden ser más aceptables o menos, pero el hecho sustancial es que todas giraban en torno a la defensa de la City de Londres, uno de los principales núcleos financieros del mundo. Lo que el primer ministro británico buscaba con ello era mantener la posición actual de Londres frente a otros centros en alza como Frankfurt o París y, a la vez, evitar que perdiera competitividad ante posibles olas regulatorias en el sector de los servicios financieros. La editorial de la institución londinense Chatham House lo resumía perfectamente el mismo día de la cumbre: “Cameron insistió en protecciones específicas para la City, (…) de forma que buscaba proteger su capacidad para liderar la naturaleza de las futuras reformas en este sector tan central para su economía “.

No en vano, el sector financiero británico representa el 10% del producto interior bruto (PIB), el 11% de los ingresos fiscales del gobierno, el 3% del superávit comercial y el 7% de los puestos de trabajo de todo el país.

Por eso, mantener el máximo control de su desarrollo se vuelve cuestión de estado por parte de todos los políticos. Por lo tanto, recordemos: el protocolo que Cameron proponía consistía en que las decisiones relacionadas con el sector financiero en la Unión Europa lo fueran por unanimidad en lugar de la actual mayoría cualificada (con un 85% de los votos es suficiente para aprobar las decisiones). De este modo la unanimidad favorece que el Reino Unido pueda bloquear la decisión si no le interesa.

Lo cierto es que la clase política británica menos europeísta (de la que Cameron, en cierta manera, forma parte) se ve dominada por un amplio sentimiento consistente en ver Bruselas como el origen de una serie “de ataques regulatorios” hacia la City de Londres, con el único resultado esperado de pérdida de poder y competitividad. No quieren ni oír hablar de ceder más soberanía a las instituciones europeas. Incluso una de las figuras políticas más europeístas en la Cámara de los Comunes, el conservador Ken Clarke, declaraba que el Reino Unido debería prepararse para aceptar una regulación financiera “adecuada” desde Bruselas, pero en ningún caso aceptar la idea, por ejemplo, de una tasa Tobin sobre transacciones financieras.

De hecho, lo que abunda recientemente en la Cámara de los Comunes es la constante presión por repatriar poderes traspasados ​​a las instituciones europeas, en cualquier campo, tanto en el sector financiero como en agricultura o pesca. Esta presión muchas veces proviene de su propio grupo parlamentario. Aunque no está en la agenda del gobierno por mucho que el Parlamento lo debata, el propio Cameron acusa a la oposición laborista de ser quien se “rendió” ante la UE numerosas veces.

Como último punto de este análisis, es importante remitirse a uno de los documentos que más han marcado esta posición de la clase política británica y, por tanto, la postura del gobierno. Se trata del reporte de diciembre de 2011 del centro londinense Open Europe, titulado “Cambio continental: protegiendo el sector financiero del Reino Unido en una Europa cambiante”. Es un documento que se encuentra muy presente en boca de los analistas de las islas. Las dos principales ideas que quiere remarcar Open Europe es que, por un lado, el Reino Unido está perdiendo influencia a marchas forzadas a la hora de marcar el ritmo de las reformas financieras en Europa que había liderado hasta hace poco (tradicionalmente, más tendente a liberalizar no regular, lo que ahora se ve más como parte del problema que como solución). Por otro lado, destaca el hecho de que el peso financiero del mundo está virando de Occidente hacia las economías emergentes y cualquier distracción del sector financiero inglés en asuntos europeos le haría perder posicionamiento frente a esta nueva oportunidad de crecimiento mundial (y más , como dicen, sabiendo que lo único que puede venir de Europa es una mayor regulación en vez de liberalización).


En definitiva, pues, lo que sugiere Open Europe es, textualmente: “proteger los servicios financieros debe ser el primer punto de la lista de prioridades en las actuales negociaciones en la Unión Europea (…). Los servicios financieros suponen como mínimo el 10% del PIB británico, por lo tanto, queda claro donde debería concentrarse el Reino Unido su capital político “.

Sentimientos contrapuestos: ¿buen o mal resultado por parte de Cameron?

David Cameron intentó exactamente lo que sugería Open Europe y muchos de sus parlamentarios del Partido Conservador. En la rueda de prensa posterior a la cumbre de la noche del jueves, incluso, el primer ministro hizo una cerrada defensa sobre el hecho de que, gracias a haber vetado una reforma de los tratados que no consideraba sus condiciones, el Reino Unido salía ese día en una posición más ventajosa que sus socios europeos, obligados a renunciar a soberanía fiscal. En una línea muy similar se mostraba la editorial de la Chatham House, una de las instituciones más reconocidas tanto en asuntos internacionales como británicos. Su director, Robin Niblett, escribía que haberse quedado al margen de este proceso podría no ser una mala opción por el Reino Unido, ya que coordinar la disciplina fiscal y cohesión política de 23 países con niveles tan diferentes de competitividad y voluntad europea parece tener todas las de perder.

Han pasado los días pero parece que las noticias que llegan de Londres son de cierta inquietud, sobre todo en la misma City. Según informa Reuters, fuentes del sector financiero londinense declaran que no están tan seguros de que haya sido tan buena idea y que podría dejar en mala posición la plaza. Por supuesto, otras fuentes también aseguran que ninguno de los lobbies de la City no presionó para que el primer ministro tomara la decisión que tomó. Y otros, declaran simplemente que nada cambiará y que los negocios se seguirán haciendo a ambos lados del Canal de la Mancha. Cameron, recordemos, quería blindar el sector financiero de la regulación europea, y no lo ha conseguido, sigue sin tener poder de veto. Veremos.

Artículo reproducido con el permiso de Ekonomicus.


El post original se encuentra aquí.

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