Mediciones de desarrollo alternativas al PIB: el Indice de Desarrollo Humano
Hace unos años en Italia, así como en otros países, pasaban en la tele un comercial de una famosa tarjeta de crédito. Había unas cuantas versiones diferentes, pero siempre el comercial comenzaba con una voz poniéndole precios a cosas y objetos que aparecían en pantalla… un saxofón: 350 euros, lo puedes pagar con tarjeta; un curso de música: 250 euros por mes, con tarjeta; un traje formal para ensayar, 160 euros, con la tarjeta... De repente aparecía un chico muy feliz, tocando su saxofón. La imagen se ampliaba, el chico estaba tocando para una fiesta de boda. Finalmente, volvía la voz de fondo y decía algo tipo: tocar con tu grupo de éxito en el matrimonio de tu ex novia que siempre dijo que ibas a ser un fracaso… No tiene precio!!! Para todo lo demás… tarjeta!
Es cierto, muchas de las cosas que nos hacen felices no se pueden comprar y no se les puede asignar un precio. Poder disfrutar de una puesta de sol, sentirte realizado/a en tu trabajo, poder contar con amigos, sentirte seguro/a caminando en tu barrio, o incluso cosas más concretas como estar sano, recibir una educación adecuada, tener una familia que te apoye (y cada uno podría añadir una larga serie de elementos a la lista)… Son aspectos que tienen mucha relevancia para la calidad de nuestras vidas; sin embargo su registro se escapa de las formas tradicionales de medir el bienestar, como es el Producto Interno Bruto (PIB).
¿Qué es el PIB?
Es el principal indicador macroeconómico que se utiliza para medir el valor monetario de la producción de bienes y servicios finales de un país durante un período de tiempo determinado (normalmente un año). EL PIB se utiliza principalmente para medir el crecimiento o decrecimiento de la producción de estos bienes y servicios de todos los sectores económicos de cada país, únicamente dentro de su territorio.
Un PIB más alto no necesariamente implica una mayor calidad de vida, simplemente mayor actividad económica.
Algunos estudiosos han tratado de ofrecer alternativas para tener instrumentos que nos cuenten más sobre las vidas y la felicidad de las personas, más allá del dinero. Un ejemplo es el llamado Indice de felicidad de Bután. Otra alternativa la constituye el Indice de Desarrollo Humano (IDH) adoptado desde el año 1990 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Este índice nace de la teorización de una diferente forma de entender el desarrollo y su manera de alcanzarlo: el paradigma del Desarrollo Humano (DH). Los padres de este paradigma son dos economistas: Mahbub ul Haq, paquistaní, y Amartya Sen, de origen indio, quién ganó el Premio Nobel de Economía en 1998.
En palabras simples, podemos decir que según este enfoque, el desarrollo va mucho más allá del incremento de laproducción y el consumo, y significa la ampliación de las posibilidades y opciones entre las cuales una persona puede escoger para lograr sus objetivos y sus metas. En otras palabras, este nuevo enfoque pone en el centro a las personas, y considera que el fin principal del desarrollo debería ser que los seres humanos tengan los recursos y las capacidades suficientes para poder disfrutar de todas aquellas libertades que anhelan, en un proceso de ampliación de su espectro de elecciones.
Observaciones en relación al paradigma del Desarrollo Humano
En primer lugar, el PIB como indicador no desaparece en este enfoque, pues el dinero puede ser un instrumento para ampliar libertades. Sin embargo su importancia se relativiza: hay otros elementos que son también relevantes para mejorar las vidas de las personas, aunque no necesariamente se vinculan a los ingresos y los gastos, como por ejemplo poder disfrutar de un medio ambiente sano, vivir en un entorno seguro, poder participar en las decisiones que afectan a la comunidad, etc.
La segunda observación tiene que ver con la multidimensionalidad de este paradigma: si aumentar el desarrollo significa aumentar las libertades, ¿de qué libertades estamos hablando? ¿Cómo las medimos? La primera pregunta hace referencia a lo que se conoce como el relativismo o subjetivismo moral. Las libertades u opciones pueden ser potencialmente infinitas, y cada uno las valora según su propio juicio. Ciertas libertades pueden ser importantes para algunas personas e irrelevantes para otras, o hasta incluso puede haber libertades incompatibles entre ellas.
Esto lleva a la necesidad de una convención sobre el reconocimiento de un mínimo de libertades básicas y medibles, consideradas fundamentales para las vidas de los seres humanos. En el 1990 el PNUD publicó el primer Informe Mundial sobre Desarrollo Humano, que introdujo el Indice de Desarrollo Humano.
Este índice incluye tres libertades o dimensiones consideradas básicas y tres indicadores para medirlas:
- Tener una vida larga y saludable (que se mide con la esperanza de vida al nacer);
- Tener acceso a conocimientos (que se mide con la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta de matriculación escolar);
- Tener unas condiciones de vida dignas (que se miden por medio del PIB per cápita).
De esta forma, el IDH mide el progreso conseguido por un país en las tres dimensiones básicas del desarrollo humano. Cabe subrayar que el IDH no mide el desarrollo humano, sino que sólo algunos de sus elementos básicos, pues muchas veces, incluso en la literatura académica, se a cometido el error de identificar IDH con DH.
Sin duda, el IDH, por su multidimensionalidad, captura una realidad mucho más amplia de lo que hace el PIB como indicador del desarrollo. Una mirada a los rankings del IDH (incluidos en los informes mundiales de desarrollo humano del PNUD), en comparación a los rankings que contemplan sólo el PIB, puede revelar como los países van combinando progreso económico con progreso social.
Críticas al Indice de Desarrollo Humano y otras propuestas de indicadores
Sin embargo son muchas las críticas que se han hecho al IDH. Algunos cuestionan la elección de las tres dimensiones que lo componen, que omitirían opciones humanas importantes, como la seguridad alimentaria, la participación ciudadana, etc. Otras críticas se centran sobre el peso y la ponderación entre las tres dimensiones, ya que actualmente tienen todas el mismo peso. Algunos cuestionan las variables seleccionadas para medir las tres dimensiones. Otros destacan que no se tiene en cuenta la desigualdad en la distribución de los ingresos, etc.
Además del IDH, el PNUD ha desarrollado otros índices para medir el nivel de desarrollo:
- El Indice de Pobreza Humana, – recientemente substituido en el Informe Mundial de Desarrollo Humano del 2010 por el Indice de Pobreza Multidimensional (IPM), que perfecciona los mecanismos de medición – que mide los niveles de privaciones en las tres dimensiones básicas del desarrollo en vez de enfocarse en los logros, como hace el IDH.
- El IDH ajustado por desigualdades, que no sólo refleja los valores de IDH sino que lo hace en relación a su distribución en la población.
- El Indice de Desarrollo Humano relativo al Genero (IDG), que revela las desigualdades de los valores del IDH entre hombres y mujeres.
- El Indice de Potenciación de Genero (IPG), que a diferencia del IDG no utiliza las mismas dimensiones del IDH sino que analiza las oportunidades de las mujeres en tres ámbitos:
· La participación política y poder de decisión (medidos por el número de hombres y mujeres que ocupan escaños parlamentares);
· La participación económica y poder de decisión (medida por la participación de hombres y mujeres en cargos de legisladores, altos funcionarios y directivos así como puestos profesionales y técnicos);
· El poder sobre los recursos económicos (medido según los niveles de ingresos percibidos por hombres y mujeres).
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Tanto el paradigma del Desarrollo Humano, como el IDH, son conceptos dinámicos y flexibles, en fase de construcción, revisión y mejora. Sin embargo representan unos instrumentos poderosos para abordar el desarrollo con una mirada novedosa y más cercana al ser humano. Probablemente va a ser imposible construir un indicador que nos permita medir la felicidad del hombre del comercial que tocaba saxofón en la boda de su ex novia, sin embargo ya disponemos de instrumentos que nos permiten distinguir entre un crecimiento económico no respetuoso de las libertades fundamentales del ser humano, y un desarrollo que logre mejorar las vidas de las personas.
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One comment
Josu
12/05/2014 at
IPG, una nueva forma de medir el desarrollo mucho mejor que el PIB. Mirad lo que pasa en China por usar el PIB:
http://blogsostenible.wordpress.com/2014/05/10/ipg-un-pib-alternativo-para-medir-y-decidir-bien-no-queremos-crecer-como-china/