28/03/2024 MÉXICO

Reivindicaciones en auge: desvelando el lenguaje sexista

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El lenguaje puede ser tanto un mecanismo de perpetuacion de desigualdades como contribuir a eliminar barreras en el ámbito de la perpspectiva de género. En Francia, así como en otros países, han surgido iniciativas para suprimir de la lengua algunas de las huellas más visibles de la aún presente modelo patriarcal. ¿Cuáles son estas propuestas hacia una lengua menos sexista?

En el año 2011, las mujeres ganan en Francia una media del 27% menos de salario que los hombres (la media europea se sitúa en un 29,2%), asumen el 80% de los trabajos del hogar, representan solo el 18,5% de los cargos políticos, forman parte del 85% del conjunto de trabajadores precarios, son víctimas de violencia de género (cada año 75.000 mujeres son violadas en este país) y se mueven han de soportar una sociedad en muchas ocasiones con rasgos machistas.

Son muchas las situaciones diarias en las que la mujer sufre discriminación de género, pero este artículo pretende concretamente analizar aquellas relacionadas con: “el uso sexista y androcéntrico del lenguaje”.

La lengua no es exclusivamente un instrumento para comunicar ideas, sentimientos o simple información, sino que refleja además tanto la ideología como las relaciones de poder de la sociedad donde se utiliza. Así pues, en cualquier sociedad donde exista o haya existido desigualdad entre mujeres y hombres, la lengua acostumbra a convertirse en un agravante en el tratamiento de las personas según su sexo.

Mademoiselle”, ¿sinónimo de juventud o sexismo?

El 26 de Septiembre de 2011 dos asociaciones francesas feministas –Osez le féminisme! y Les Chiennes de Garde reclamaban la supresión de la casilla “Mademoiselle” de cualquier documento administrativo (formularios de impuestos, seguridad social, bancarios, de transporte público…), juzgado como sexista, a través de su iniciativa “Madame ou Madame”.

“Mademoiselle” es una palabra muy frecuente y característica de la lengua y cultura francesas, tanto en contextos formales como informales. En la Francia de 2011, las mujeres francesas aún deben de escoger en los formularios la casilla de Madame o Mademoiselle según si están casadas o no, e incluso añadir su “nom de jeune fille” (apellido de soltera) en caso de haberse casado. La esencia que se desprende es clara: el hecho que las mujeres pasan simbólicamente de la autoridad del padre a la autoridad del marido.

Además de solicitar que se utilice solamente el término  Madame, estas asociaciones están a favor del reemplazo del concepto « nom de jeune fille » por el de « nom de naissance » (apellido de nacimiento) en cualquier tipo de documento.

Mientras que los hombres solo reciben el trato de “Monsieur” y no se distinguen entre casados o no, las mujeres siguen catalogadas según el vocabulario del Antiguo Régimen, es decir, por el hecho de haber contraído matrimonio o no. En sus orígenes, la denominación “Ma demoiselle” (mi doncella) representaba un título nobiliario que desde el siglo XVII pasó a designar una mujer soltera.


Cabe destacar que, es cierto que a día de hoy la mayoría de gente que utiliza la palabra Mademoiselle, lo hace para dirigirse a las mujeres jóvenes, diferenciándola así de Madame, cuando el trato se refiere a mujeres de edad madura. De hecho, existe un conjunto de población joven que no desea que se le llame “Madame” porque lo asocian a la vejez. No obstante, parece evidente que una cosa es que se imponga un determinado vocabulario (a través de las Administraciones públicas) y otra muy distinta que se escoja por elección propia.

Discriminación lingüística de género: Francia estancada frente a otros países

Mademoiselle Rose

Algunos expertos opinan que el lenguaje indica las desigualdades y en este sentido, creen que demuestra el retraso de Francia respecto a otros países. En los países anglosajones, Dinamarca y Alemania, por ejemplo, ya hace tiempo que se  abandonó este doble estado civil y suprimieron los conceptos Mrs o Miss, Fraulëin, etc., conceptos equivalentes al del “mademoiselle” francés. En Italia, por ejemplo, sólo se exige nombre y apellido al rellenar cualquier formulario, sin ningún otro elemento lingüístico precedente.

En el estado español, uno de los pocos países europeos donde la mujer conserva su apellido de nacimiento, a menudo se utiliza la palabra “señorita” con el mismo sentido sexista que el de “mademoiselle”. Opuestamente, en Canadá, la palabra « mademoiselle » se considera incluso un insulto.

Así, mientras en según qué ámbitos el estado francés parece ser de los más evolucionados y progresistas – recordemos que ya en la Revolución Francesa (1789) la voz de las mujeres empezó a expresarse de manera colectiva-, otros aspectos nos muestra que a día de hoy, este país no deja de ser conservador respecto a esta ámbito. Situaciones diarias, como rellenar un formulario bancario, ponen a la mujer en una situación de sexismo ordinario, ya que una mujer soltera tiene que identificarse como “mademoiselle”, dejando en evidencia su estado civil. Sin embargo, no hay ninguna base jurídica para la distinción de las palabras “mademoiselle” y “madame”, por lo tanto, no hace falta ninguna ley para evolucionar hacia la no discriminación de género que encontramos ahora en la lengua francesa.


Transición hacia el uso del lenguaje incluyente y no discriminatorio

En algunos ámbitos, como hemos explicado, se reclama igualdad de trato (Madame/Monsieur), en otros, se reivindica distinción. Es decir, en el uso del lenguaje, tal y como se indica en la guia publicada en 1995 y redactada por la comisión asesora sobre lenguaje del Instituto de la Mujer (NOMBRA) -un referente por excelencia de la representación del femenino y el masculino en el lenguaje-,

Una palabra no puede significar un algo o un todo que es diferente de lo que nombra, y mujeres y hombres son diferentes”. De hecho, “es la innegable existencia de la diferencia sexual, la que reclama utilizar el femenino y el masculino, o términos que verdaderamente representen a mujeres y a hombres, tanto si hablamos de seres como de pueblos, categorías, grupos o experiencias humanas.

Por un lenguaje inclusivo

En este sentido, se ha trabajado desde las instituciones para que los hombres y las mujeres se encuentren representados en el lenguaje de manera igualitaria. Así pues, existen por un lado las Resoluciones 14.1 (1987) y 109 (1989) de la Conferencia General de la UNESCO. Y por otro, desde la Unión Europea se aprobó en el año 1990 la Recomendación sobre la eliminación del sexismo en el lenguaje, proponiendo tres medidas básicas: a)  los Estados miembros deben incorporar iniciativas para promover un lenguaje no sexista; b)  deben promover en textos jurídicos, educativos y de la administración pública el uso de terminología armónica con el principio de igualdad entre los sexos; y c) fomentar la utilización de un lenguaje libre de sexismo en los medios de comunicación.

Desde el ámbito no institucional, algunos movimientos sociales, como es el caso del Movimiento 15M,  han querido hacer frente a la perspectiva androcéntrica, optando en sus discursos por hablar de personas a fin de evitar este tipo de discriminación, de manera que todas las construcciones se hacen en su mayoría en femenino. Hablaríamos, entonces de “nosotras, las personas”. Afortunadamente, es cierto que cada vez hay más gente consciente de la discriminación en el lenguaje y que decide adoptar las construcciones correctas para ambos sexos.

Hacer de la lengua un organismo realmente democrático

Probablemente existen situaciones dónde la discriminación de género es mucho más relevante y llamativa: la violencia de género, el techo de cristal en las oportunidades laborales, las brechas salariales, la representación política etc., no obstante ello no ha de impedirnos ser conscientes de que el lenguaje también ha contribuido a reforzar esta situación a lo largo tiempo, realzando la subordinación de la mujer al hombre a través de determinados vocablos. Al fin y al cabo, en las últimas décadas, la situación social de la mujer ha experimentado una transformación en los distintos ámbitos de la vida y es importante adecuar la lengua a los cambios que nuestra sociedad demanda.


La comunidad hablante tiene que participar en las modificaciones para el buen uso de la lengua, pero las Administraciones Públicas deben también dar ejemplo y transmitir una imagen plural e igualitaria de la sociedad. Una lengua tiene que representar la igualdad, pero también, contribuir a ella. El conjunto de las actuaciones en este y cada uno de los ámbitos es lo que marcará el avance o no, hacia la igualdad de género.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro

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Alba Casadellà Almar

Nacida en Gualta (Girona, 1987), vivo en Barcelona desde 2005. Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración (UAB) y Postgrado en Comunicación, cooperación internacional y mediación sociocultural en el Mediterráneo (UAB). Erasmus en Sciences Po Paris y beca Leonardo da Vinci en Estrasburgo, he realizado prácticas en diferentes asociaciones del ámbito de la inmigración y la diversidad cultural, en el que tengo especial interés. También he trabajado en una consultora en relación con el desarrollo local y he colaborado en la Càtedra d’Ecosistemes Litorals Mediterranis de la UdG. Amante de la Costa Brava, me encanta viajar y conocer gente nueva.


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