19/03/2024 MÉXICO

Venezuela desde la razón en caliente

Protestas en Venezuela en el año 2017. Archivo Wikipedia.
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No es nada fácil escribir acerca de la situación en Venezuela. En épocas de "fake news" y posverdad, es mucho más difícil cuando se busca en los medios de comunicación: es tal la polarización que según en qué portal se caiga o qué canal se vea en la tele, se ve todo negro o todo blanco. Lo único que esto demuestra es que ninguna de estas versiones puede ser completamente cierta. Unos dicen “crisis humanitaria” y “dictadura”, otros dicen “intervención norteamericana”, “imperialismo” y “boicot”.

Probablemente este artículo no deje muy conforme a muchos de sus lectores y lectoras. No busca dar una versión cerrada, pulidita de la situación que atraviesa Venezuela. Lo motiva, por el contrario, la dificultad de hacerlo. No por falta de opciones, sino porque estas resultan insuficientes.

De un mismo hecho hay dos versiones: sea con los contenedores de ayuda humanitaria (desmentido desde el primer momento y recientemente por el New York Times), sea con las declaraciones de los representantes del ACNUDH, sea con los cortes de luz. Al mismo tiempo, es tal la viralización y el lugar que ocupa en los medios lo que pasa en Venezuela, que se habla de la “venezuelización” de los países o de la política y que la mayoría de la gente conoce a Chávez y Maduro (o tiene alguna noción, buena o mala), sea en Argentina, España o Alemania, desconociendo muchas veces los gobernantes de los propios países vecinos.

Crisis en la frontera colombo-venezolana en el año 2015. [Imagen vía Wikipedia]

Es cierto que Venezuela sufre una crisis importante, y es entendible que los medios informen sobre esto. Lo que resulta extraño es que no se hable en los mismos términos por ejemplo de su vecina Colombia (que en lo que va del año lleva más de 120 líderes asesinados), o México (que lidera el ránking mundial de periodistas asesinados y siempre rompe su propio récord), o Haití (que efectivamente atraviesa una crisis humanitaria), o la situación en Yemen (a complicidad de Europa y EE.UU.), o en Mozambique (tremendamente afectada por el ciclón Idai) o en Honduras, o en Palestina, o en RDC, o en Sudán del Sur,  o en el Sahara Occidental, o sobre las políticas (anti)migratorias de EE.UU., UE, Australia, etc. Hay, evidente y efectivamente, una desproporción. Eso es real y no es casualidad que justamente Venezuela tenga además de petróleo, coltán, oro, bauxita, y una posición geoestratégica importante. Tampoco es casualidad que Estados Unidos haya sido el primero en reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela (como allá por el 2002 con Pedro Carmona); y por supuesto que (siendo su principal socio comercial) frenar el intercambio, imponer sanciones económicas, prohibir la venta de productos que Venezuela necesita para procesar sus crudos generará problemas en un país que depende desde hace más de 50 años casi exclusivamente de la exportación de petróleo (cuyo precio además está relativamente bajo). Generará problemas a la gente.

El mismo Trump declaró que “todas las opciones están en la mesa”, cosa que por un lado omiten grotescamente cuando se trata de aliados o de países que no interceden con sus intereses y por otro lado ni siquiera es cierto porque no se plantean terminar con el bloqueo. Por supuesto esto vale también para Rusia, y China. Más miedo, menos esperanza.

No se trata de marcar territorio en una nueva especie de Guerra Fría, se trata de que la comunidad internacional apoye una salida negociada a esta situación, como el fallido intento liderado por México y Uruguay.

Se trata de que se impulse un diálogo representativo donde se expresen todas las voces; porque hay defensores del socialismo y no de Maduro, o sí de Chávez y no de Maduro, así como hay opositores y opositoras que no legitiman ni a un Guaidó ni a un López ni a un Capriles.


Esto por supuesto que no resta importancia ni pone en duda que haya una crisis en Venezuela y que el gobierno de Nicolás Maduro es responsable, porque esto no sucede de la noche a la mañana. En términos económicos, según datos de Amnistía Internacional, hubo una inflación del 1.698.488% en 2018 y el FMI estima que esta aumente a 10.000.000% en 2019. El salario mínimo se ha devaluado hasta 6 dólares mensuales, y las personas además sufren los efectos del racionamiento y cortes de agua y luz frecuentemente. A esto se suman unos niveles de polarización social, política e institucional desorbitados, incremento de protestas y de represión en las mismas incluyendo muertes (aunque la violencia también sea muchas veces incitada por factores de la oposición, el gobierno debe garantizar el libre ejercicio del derecho a la protesta). Así es que, según la ONU, más de tres millones de personas se han ido de Venezuela desde 2015 (10% de la población), aludiendo en su mayoría a la negación de sus derechos a la salud y a la alimentación, lo cual pone en evidencia el desabastecimiento de alimentos y medicinas (que asimismo está relacionado con las medidas adoptadas por EE.UU., Canadá y la U.E).

La situación es grave y muestra un retroceso en materia de derechos humanos y en muchos avances logrados por el gobierno anterior. Maduro debe dejar de escuchar a los pajaritos y empezar a escuchar a su gente.

Puente internacional “Las Tienditas” año 2019. [Imagen vía Wikipedia]

No está bien, bajo ningún punto de vista, que el pueblo venezolano sufra las consecuencias de negligencias políticas y mediáticas que fracturan y no reconcilian, cuando la única solución real a esta situación es la reconciliación, el diálogo. El bombardeo mediático paraliza, polariza, bloquea. El juego de la falta de alternativas, del miedo frente a la esperanza, que toma a la crisis como una variable independiente que habilita a la toma de acciones por fuera de un escenario “normal” busca poner a la gente en contra de la gente y llevar las cosas a un callejón sin salida. Lo que se debe buscar es una solución, y sobre todo escuchar al pueblo venezolano que clama paz.

Pareciera que el debate sobre si hay o no crisis humanitaria busca correr del eje lo que claramente sucede que es que estamos frente y somos parte de una crisis de humanidad. Estamos fallando, como mundo. ¿Qué podemos esperar de ciertos dirigentes políticos latinoamericanos, con Duque y Bolsonaro obstaculizando la entrada a personas desplazadas, por ejemplo? ¿De los medios de comunicación? ¿De EE.UU.? Pues, a priori, que sigan haciendo lo mismo. Es entonces que podemos imaginar un futuro distinto y rechazar al que se dice único. Desde la razón caliente, que es la razón humana, no la fría y “neutral”. Todo conocimiento es situado y este se sitúa en la gente y en la certeza de que hay más de uno que piensa así, incluyendo en las grandes esferas de poder.


Porque en el juego de “quién da más” el pueblo siempre pierde, por eso es vergonzoso que supuestos representantes del pueblo redoblen las apuestas para sacar a uno o al otro, cuando lo único que el pueblo venezolano quiere y necesita con urgencia y evidencia absoluta es paz. Porque es indignante la completa manipulación mediática que bombardea y bloquea, que desinforma e informa mal. Porque es un fracaso que la balanza se incline hacia el lado de la especulación económica y geopolítica, mientras la gente queda atrás, dejando obsoletos los derechos humanos en pos de los cuales supuestamente obran. Los alineamientos a lo TEG y el sin importar los medios ni las consecuencias de las comunidad internacional y regional chocan con la misma idea de sentido común, ultrajándola y convirtiéndola en oxímoron. La crisis humanitaria es provocada por una crisis humana que crece, como regla general, a medida que escalamos en el sistema de poder. Porque el 123 del sistema hegemónico neoliberal, colonial y patriarcal es deshumanización, deshumanización, y deshumanización. Esto no avala ni defiende al socialismo como única salida, ojo. Pretender que haya una única receta niega una diversidad que nos constituye y desincentiva conexiones sinápticas que necesitamos para salir del esta.

Esta es una explicación sin ánimo de lucro

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Gloria Ogando

Siempre quise cambiar el mundo, pero sé que se hace desde abajo, y desde dentro. Por eso escribo desde mi cuerpo, desde mi razón caliente, co-razono. Escribo porque es pedagógico. Escribo como práctica de libertad. Escribo para visibilizar y escuchar alternativas silenciadas, partiendo de la premisa de la diversidad infinita del mundo y del sesgo occidental monopólico en el relato hegemónico. Me paro en el sur global, epistemológica y metodológicamente: no hay justicia social sin justicia cognitiva. Anti-patriarcal, anti-colonial, anti-capitalista: con estos mimbres, ¡a tejer!


One comment

  • Nicolas

    01/04/2019 at

    Excelente descripción y analisis.

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