28/03/2024 MÉXICO

Los costos globales de la corrupción

En diciembre de 2018 el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, recordó los 2,6 billones de dólares al año que el Foro Económico Mundial ha calculado como costo global de la corrupción. Este artículo analiza dicha cifra, así como las distintas manifestaciones del fenómeno, su relación con el desarrollo socioeconómico y su especial manifestación en América Latina.

El pasado 9 de diciembre de 2018, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, recordó los 2,6 billones de dólares al año que el Foro Económico Mundial ha calculado como costo global de la corrupción. La declaración fue rápidamente retransmitida por cientos de medios de comunicación en el mundo, precisando que el monto equivalía al 5% del PIB mundial y que al menos un billón de dólares correspondía a sobornos. Tras lo dicho, queda mucho por entender y reflexionar, comenzando por la medición de la cifra, las diferentes manifestaciones del fenómeno, su relación con el desarrollo socioeconómico y su especial manifestación en América Latina.

Lo primero a puntualizar es que el Foro Económico Mundial expresó esos 2,6 billones basándose en el sistema de Europa continental con 12 ceros, y no el del idioma inglés con 9. Así, con datos del Banco Mundial a fecha de 2017, la corrupción supera el 13% de la producción de Estados Unidos, la economía más grande del mundo con cerca de 19,4 billones de dólares para ese año, superando el solo soborno el 5% de esta. Así mismo, el dato es semejante al PIB del Reino Unido (quinta economía del mundo), superior al PIB de Francia (cerca de 2.5 billones), y el doble que España (1.3 billones). En otra vista, el costo de la corrupción en un año erradicaría el hambre de los más vulnerables del planeta por 10 años, según datos de valor per cápita de alimentos de la FAO. Ésto, sin siquiera considerar la corrupción privada pura y dura que levanta su mano con escándalos como el de los altos dirigentes de la FIFA, conocido como el FIFA Gate.

El egoísmo, inspirador de la corrupción y otras degradaciones humanas, impone el mayor tributo a los pobres por vía educación, salud, vivienda, competitividad, inversión, bienestar y desarrollo; remarcando el matrimonio entre corrupción y desigualdad social.

La corrupción en el mundo

En la cima de los 15 países más corruptos del mundo, América Latina aporta 10. En orden de gravedad, según datos de Transparencia Internacional: Venezuela, Nicaragua, Paraguay, México, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, Brasil y Argentina. Por otra parte, en la clasificación de los 10 más desiguales aportan 8, según el Banco Mundial: Haití, Honduras, Colombia, Brasil, Panamá, Chile, Costa Rica y México. La coincidencia de nombres confirma la conexión mencionada y hace notoria la distorsión macroeconómica en distribución de rentas, cuando un grupo reducido de políticos, empresarios y funcionarios se apoderan de grandes secciones de la torta a costa de los más desfavorecidos. La mano invisible queda entonces pulverizada.

Cartel anticorrupción en Namibia. [Foto vía UN News]

En México se postulan cifras de corrupción anual cercanas al 10% de su PIB según la OCDE, quien afirma que el dato se integra mayormente por el fenómeno del soborno (2% del PIB). El número resulta descomunal y preocupante frente al 3% del promedio latinoamericano para solo sobornos, lo cual ya de por sí comporta un desastre socioeconómico. Venezuela, por su parte, lidera todos los listados de corrupción desproporcionada y, su pueblo, como nunca en su historia, ha decaído vertiginosamente en sus condiciones de salud, nutrición, empleo, poder adquisitivo, derechos democráticos y desarrollo. Nicaragua le sigue los pasos muy de cerca en una especie de apostolado destructivo.

Cuantificar la corrupción directa y proyectar sus alcances es de suma complejidad. Si bien las dimensiones del problema son alarmantes, las cosas pueden ser más graves. En efecto, los cálculos inicialmente divididos entre el nivel burocrático general y el valor de los sobornos normalmente asociados a la contratación pública provienen de aproximaciones de percepción ciudadana, encuestas empresariales y registro de casos. Sin embargo, las fuentes y fórmulas generan números inestables en medio de la oscuridad de los entuertos y las muchas variables y modalidades de la corrupción. Nótense, por ejemplo, los mayores alcances de la denominada “gran corrupción”, donde algunos empresarios dominan los votos o financian las grandes campañas políticas a cambio de orientar mega contratos y acomodar regulaciones.


El caso Odebrecht

Véase que, a medida que el caso Odebrecht muestra sus cifras, se ha podido identificar que los sobornos guardaban incidencia directa con sobrecostos en las obras. Los mecanismos pasaron por aprobaciones de peajes adicionales o el incremento de tarifas en los ya adjudicados inicialmente, en el caso de concesiones, hasta sobrecostos “manejados técnicamente” con los contratantes cuando la inversión era estatal. Posterior a ello, habría que anotar otros “ingresos no operacionales” vía reclamaciones judiciales cuestionables. En Colombia, por ejemplo, Odebrecht había demandado al Estado por unos 300 millones de dólares por “cambios en planes de obra” de la llamada Ruta del Sol, pero, tras el escándalo de los sobornos, los tres árbitros del proceso se apresuraron a renunciar a finales de 2016 causando consternación pública.

El caso Odebrecht, que retrató en vergüenza a 12 expresidentes en América Latina, dejó conocer además otras empresas y funcionarios públicos inmorales e, incluso, nos recordó algunos elefantes blancos: infraestructuras millonarias emblemáticas e inservibles de la corrupción. Luego, hay que enlistar la corrupción sistémica que se sujeta a todos los niveles burocráticos, y que va desde el pago por agilizar un trámite o conseguir un documento, hasta vender fallos judiciales de poco o gran calado. En esta línea, Perú reveló su escándalo con magistrados de la Corte Suprema de Justicia en julio de 2018, mientras Colombia hizo estallar el suyo en 2017, con imputaciones, encarcelaciones y extradiciones que involucraron desde altos funcionarios de la Fiscalía, hasta “reputados” magistrados, senadores y “empresarios”.

Tipos de corrupción

Más allá de lo relatado, la corrupción muestra otras caras relevantes como el lavado de activos, la elusión y la evasión fiscal; crímenes que expanden aún más la brecha entre ricos y pobres ante la frustración al desarrollo e insuficiencia de los servicios básicos de bienestar. Todas estas expresiones y sus impactos son de complicada e imprecisa cuantificación directa y, mucho más, la extensión indirecta de sus efectos en los daños de imposible reparación, tales como la desnutrición crónica y los vacíos educativos de generaciones completas de jóvenes.

[Foto vía Wikimedia Commons]


Entre otras formas de corrupción, agreguemos los trastornos medioambientales causados por espurias licencias o permisos de explotación o urbanización en medio de ecosistemas vitales, esos que destruyen fuentes esenciales de agua y oxígeno y que contribuyen a la deforestación irresponsable en beneficio de empresarios y casas políticas. Además, la tala desmesurada del Amazonas y el apoyo a su explotación del actual presidente del Brasil, unido a la negativa del presidente Trump por atender acciones contra el calentamiento global, aumentan la desesperanza.

Dicho lo anterior, es razonable encontrar diferencias significativas en los cálculos del costo de la corrupción dependiendo de las metodologías, modalidades y variables tomadas. En España algunas fuentes expusieron que, para 2017, la corrupción rondó los 25.000 millones de euros, mientras otras arriesgaron los 90.000, o mejor, cerca de un 4,5% del PIB. La amplitud de rango entre las mediciones es concluyente. Ahora bien, el dato más abultado es congruente con el promedio estimado para la Unión Europea, que algunas ONG extreman hasta el 4,5% del PIB del bloque, o entiéndase, unos 904.000 millones de euros. Este dato por sí solo se acerca al 40% del global emitido por el Foro Económico Mundial, faltando los grandes números de Asia, América, África y Oceanía. Así pues, los 2,6 billones de dólares mencionados por Guterres pueden ser un dato conservador.

¿Cómo combatir la pandemia moral de la corrupción?

El pasado 31 de diciembre de 2018, el Fiscal Supremo del Perú destituyó a dos de los investigadores del caso Odebrecht y tres días después tuvo que reincorporarlos ante las masivas protestas ciudadanas y la indignación mundial. El traspié fue llamativo ya que Perú aporta cuatro expresidentes al escándalo. ¿Qué sucedió? El mundo entero condenó, presionó y avergonzó al fiscal Chávarry, exigiendo corregir y, además, dimitir del cargo.

La ciudadanía se movilizó junto a los medios de comunicación y los organismos multilaterales y, finalmente, la diplomacia internacional.

Esto revalida los esfuerzos de Transparencia Internacional y la OCDE por recomendar la ejecución de procedimientos públicos visibles, participación ciudadana activa, publicidad y mecanismos de transparencia y gobierno en línea donde la sociedad sea decisiva.

En cualquier caso, la cooperación internacional marcó un punto de inflexión en el ejemplo anterior. Resulta fundamental que las organizaciones de derechos humanos locales, regionales y mundiales retransmitan la voz de protesta con los medios de comunicación, y que sean acompañadas con determinación por los actores multilaterales. Estos últimos, además, exigiendo a sus Estados miembros adoptar transformaciones que conduzcan a la independencia y autonomía del poder judicial y su fortalecimiento frente a los tentáculos del ejecutivo y el legislativo.


Los gobiernos deben impulsar leyes con condenas ejemplares para los delitos de corrupción y educar a sus pueblos en la indignación sobre estos, haciendo especial énfasis en los niños y jóvenes escolarizados y universitarios.

Las universidades deben dar un paso más allá de las movilizaciones ocasionales. Estos importantes fuertes de la sociedad están llamados a organizarse y a establecer grupos de seguimiento, investigación y monitoreo público sobre los principales focos de corrupción, encender alertas, registrar hechos, cuantificar cifras, y llevar sus resultados y denuncias ante los medios de comunicación, las autoridades nacionales y los organismos multilaterales e internacionales. Su ayuda, poco tenida en cuenta como solución, sería de incalculable valía pública y de grandes aportes a las generaciones venideras.

¿Por qué el fenómeno de la corrupción se afianza en América Latina?

Algunos historiadores y sociólogos encuentran origen a la corrupción sistémica de América Latina en sus raíces coloniales. Es de recordar que los nombramientos más importantes de la corona en América (España, Portugal y Francia) requirieron que los beneficiarios pagaran por ello a cambio de porcentajes del tesoro. Así las cosas, se enquistó un estilo déspota de los conquistadores sobre los nacidos en “Las Indias”, sumado al utilitarismo sobre indígenas y esclavos negros. Era natural el desarraigo de estos mercaderes sobre las colonias, lo cual trajo una manifiesta diferenciación de clases. Se fueron construyendo entonces sociedades resentidas, confrontadas, individualistas y divididas que exacerbaron la competencia social y la discriminación; ni bien que el mejor posicionamiento fundacional fuera ocupado por los descendientes directos de europeos.

En este contexto, los nuevos dirigentes aprovecharon su posición política para beneficio personal, manteniendo sueños de clase social, estudios en Europa y estilo de vida importado del viejo continente. Se fraguó entonces un ambiente de inconformidad cuyas manifestaciones populares, otrora maltratadas o excluidas, olvidaron sus ideales de justicia e igualdad para corromperse por el botín burocrático a su turno, más allá de todo contenido ideológico.

De ahí la aparición de numerosas dictaduras, guerrillas y bandas de comercio ilícito que recorrieron el siglo XIX y el XX y que aún persisten en una región históricamente desigual.

Esta herencia sociológica y cultural en la forma de administrar el poder y considerar la sociedad es el reto educativo y transformacional de las generaciones actuales y que, en definitiva, tenemos el deber de combatir y superar, tal como lo han logrado otros pueblos en su trasegar histórico. Y no solo se trata de educación formal y universal, sino de la construcción de valores y repudio colectivo de la mala práctica y su ejecutor. Es un desafío espiritual de conciencia colectiva y sentido de pertenencia donde hay mucho por crecer.

Esta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Alfonso Llamas

Cartagena, Colombia. Magister en Gobierno y Políticas Públicas, Especilista en Contratación Pública, y con otras especializaciones y estudios en áreas administrativas. Apasionado por la historia, viajar por el mundo y conocer el contexto de los grandes temas mundiales.


2 comments

  • Luis miguel ilelaty

    18/01/2019 at

    Excelente artículo

    Reply

  • Antonio Soto

    27/01/2019 at

    Se. Llamas me adrado leer su artículo y poder entender con más detalles las diferentes confecciones de la corrupcion con sus diferentes actores.
    Me llena de tristeza sentir qué hay un grado alto de impunidad ante estos crímenes y que sólo mandan un mensaje de que está bien ser corruptos sin importar el daño a nuestras generaciones futuras.
    Es increíble como los casos más sonados de corrupcion tengan tanta similitud en logística y no se haga nada.

    Sr. Llamad , su escrito es fascinante y como para hacer una película y espero seguir leyendo mas de usted. Excelente trabajo y felicitaciones por su nuevo libro “Gestión de riesgos del proponente en la contratación pública”

    Reply

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