28/03/2024 MÉXICO

¿Cuál es el lugar legítimo de Rusia en el actual orden mundial?

El presidente ruso, Vladimir Putin, en el Kremlin, año 2015 [Foto: Sergei Ilnitsky/AFP vía npr.org].
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El pasado sábado 20 de enero de 2018 se celebró, en el Palacio de Pedralbes de Barcelona, el seminario War & Peace in the 21st Century. What is Russia up to? El seminario, organizado por el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), influyente think tank español dedicado al ámbito de las Relaciones Internacionales, contó con la presencia de diversos expertos de primer nivel en dicho campo de estudio y, especialmente, en el tema sobre el cual versaba la jornada: la vuelta de Rusia a primera línea del escenario internacional.

Javier Solana, presidente honorario del CIDOB y figura clave de la política europea que ostentó los cargos de Secretario General de la OTAN, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Comandante en Jefe de la EUFOR [Foto vía WikimediaCommons].

Iniciando el encuentro, Laura Pérez Castaño, concejala de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento de Barcelona, hizo una pequeña exaltación de la rica cultura rusa y su impacto en el mundo, para luego expresar sus preocupaciones respecto al comportamiento político de la actual Rusia de Vladimir Putin. Principalmente, Pérez Castaño explicó su experiencia en los campos de refugiados jordanos y lamentó que Rusia no estuviera aprovechando su posición de poder en el panorama internacional, y en la región de Oriente Medio, para resolver la situación en Siria. Además, la concejala también denunció la deriva autoritaria del régimen ruso y su falta de respeto por los Derechos Humanos, resaltando las vulneraciones sufridas por la comunidad LGTBI en el país.

Así, la primera de los conferenciantes ejemplificaba perfectamente —y probablemente sin pretenderlo— la estructura de la jornada: para estudiar el papel de Rusia en el mundo actual se analizaría tanto su política interior como su política exterior, y la relación entre las mismas.

Acto seguido, Antoni Segura, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona y presidente del CIDOB, y Javier Solana, presidente honorario del CIDOB y figura clave de la política europea que ostentó los cargos de Secretario General de la OTAN, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Comandante en Jefe de la EUFOR, hicieron una presentación formal del acto y, sobretodo, resaltaron la importancia de las próximas elecciones presidenciales rusas del 18 de marzo de 2018.

Hechos los discursos de introducción, Marc Marginedas, corresponsal de El Periódico en Moscú, comenzó la primera parte del seminario, dedicada al análisis de la política interior rusa, hablando de la entrada de Rusia en una fase de incertidumbre interna. Dicha situación se debería, según el periodista, a dos factores clave: la permanencia de Putin al frente del Kremlin —siempre teniendo en cuenta que, según la Constitución rusa, el mandatario debería haber abandonado el poder hace tiempo— y las luchas de poder entre la élite rusa que pueden ir ligadas a las siguientes elecciones; y la recesión económica que Rusia arrastra desde hace años debido, principalmente, a la caída de los precios del petróleo.


Marc Marginedas, corresponsal de El Periódico en Moscú [Foto: Amadalvarez vía WikimediaCommons].

El relevo lo cogió Konstantin Von Eggert, periodista y comentarista político ruso, que fue jefe de la sección rusa de la BBC (2002-2008) y es columnista regular del Deutsche Welle. Von Eggert empezó su intervención con una sentencia contundente: el próximo 18 de marzo no habrá elecciones, Putin seguirá gobernando el régimen después de un mero trámite plebiscitario. Pero cabe preguntarse si este será su último mandato, ya que prevé que Rusia entrará en una fuerte crisis política.

¿Por qué? La justificación de esta afirmación se encuentra en la necesidad de Putin de legitimar su régimen autoritario de forma democrática. A lo que cabe preguntarse cómo realizará el presidente ruso esta maniobra. Según Von Eggert, el Kremlin tiene dos vías para legitimarse, la oficial, consistente en la promesa de reformas económicas y relevo de cargos gubernamentales para maquillar su apariencia de cara, sobretodo, a la Unión Europea; y la “real” —o la visión de Von Eggert de lo que sucederá en Rusia en los próximos meses—, que se expresa en cambios de poco calado (quizá, como mucho, la sustitución de un par de ministros del gobierno) y el afianzamiento de las tres bases del régimen de Putin:

1) La utilización de la policía como fuerza de represión del Kremlin.


2) Garantizar a la élite económica impunidad a cambio de su apoyo al gobierno.

3) La militarización de Rusia, perceptible en el incremento constante del presupuesto militar.

Sin embargo, según el periodista, esta estrategia tiene poco futuro a medio plazo. Desde hace 20 años, más del 50% de la población rusa es pro-democrática, un enorme segmento de población que se encuentra sin representación. Por otra parte, el mayor enemigo del régimen es la politización de una juventud que crece sin expectativas de futuro ni estabilidad; y éstas son, precisamente, las personas que crearán inestabilidad en la Rusia de Putin.

El siguiente potente fue Arkady Ostrovsky, editor de la sección de Rusia y Europa del Este de The Economist, que sentenció que cada vez es más claro que los problemas de Rusia no se resolverán por la vía económica sino política. Ostrovsky señaló la paradoja de que la legitimidad del régimen de Putin se asienta en prometer, al mismo tiempo, seguridad a la élite económica del país y a su población. Esta estrategia, de tintes zaristas, está condenada al fracaso porque el Kremlin no podrá proteger ambos intereses.

Konstantin Von Eggert, periodista y comentarista político ruso, que fue jefe de la sección rusa de la BBC (2002-2008) y es columnista regular del Deutsche Welle [Foto vía chathamhouse.org].


Por un lado, la élite cada vez tiene más lazos con Occidente, lo cual es percibido como una amenaza para el gobierno ruso, que ha empezado a cercar a una oligarquía económica que, precisamente a consecuencia de estos movimientos, se siente cada vez más insegura. Por otro lado, la sociedad, asfixiada por la represión de las fuerzas de seguridad y la corrupción económica e institucional, también siente una inseguridad creciente.

Así pues, ¿cómo mantiene Putin la estabilidad de su régimen? El gobierno se legitima a través de dos pilares fundamentales: la victoria en conflictos externos, como la anexión de Crimea o la guerra del Donbass (este de Ucrania); y la personalización del régimen, creando un discurso que equipara a Putin con el Estado.

Sin embargo, ¿cuánto puede durar lo primero y que pasará cuando haya una transición y se tenga que acabar lo segundo? Coincidiendo con Von Eggert, Ostrovsky percibe que el cambio generacional es una amenaza para el Kremlin, y cuanto más intente Putin mantener el status quo, más catastrófica será la caída del régimen después de la era del actual presidente de Rusia.

Arkady Ostrovsky, editor de la sección de Rusia y Europa del Este de The Economist [Foto vía edition.cnn.com].

Con estas consideraciones en mente llegó el turno de Marie Mendras, politóloga especializada en estudios rusos y post-soviéticos, y profesora de la Escuela de Asuntos Internacionales de París (Universidad Sciencies Po). La profesora Mendras estructuró su intervención en torno a la idea de la “política de la supervivencia” del gobierno de Putin. Si bien en todos los regímenes democráticos hay un factor clave que mantiene la estabilidad —que es el conocimiento, por parte del líder político del momento, de que su mandato, y por tanto su poder, es limitado y sabe que habrá un relevo—, Rusia no cuenta con esta base fundamental, y el gobierno de Putin se mantiene buscando su propia supervivencia, lo cual crea una inestabilidad permanente.

Esta búsqueda de la supervivencia para mantenerse en el poder es lo que guía las políticas del Kremlin, y es lo que la profesora Mendras ha catalogado como “política de la supervivencia”. Pero, ¿por dónde pasa esta supervivencia interna? Básicamente por el conflicto. No obstante, si analizamos la situación, ¿realmente puede decirse que Rusia haya ganado alguno de los conflictos de los últimos años?

1) Rusia ha perdido Ucrania, y el conflicto del Donbass se ha enquistado sin una victoria real por parte del régimen ruso.

2) La anexión de Crimea ha provocado un alud de sanciones económicas por parte de Occidente que no hacen sino estrangular al Kremlin.

3) El gasto del gobierno en hackers dentro de la operación pro-Trump no se ha traducido en un beneficio directo para Rusia, sino que únicamente ha atrapado al Kremlin en una teórica relación de ‘amistad’ con el gobierno de EE.UU. de la que, en realidad, no obtiene ningún beneficio.

Por otra parte, a nivel de política interna, Putin cada vez se ve más atrapado por un malestar social que debe compensar con su legitimización a través de la política exterior. Este malestar se asienta sobre dos bases:

1) La alta clase media rusa se siente amenazada por la conducta del Kremlin y muchos han huido de Rusia, pero con la intención de volver. Esto representa una amenaza para la estabilidad interna porque, para Putin, significa la llegada de rusos que han bebido de ideas occidentales.

2) Moscú está en crisis por la falta de un proceso efectivo de decision-making en las instituciones gubernamentales: los propios decisores están coartados por un sistema instaurado por el régimen que genera percepción de corrupción institucional.

Marie Mendras, politóloga especializada en estudios rusos y post-soviéticos, y profesora de la Escuela de Asuntos Internacionales de París (Universidad Sciencies Po) [Foto: Heinrich Böll Stiftung vía WikimediaCommons].

En conclusión, teniendo todo esto en cuenta, es necesario reflexionar sobre qué significa para Europa la búsqueda constante de la supervivencia a través del conflicto por parte del régimen ruso. Según Mendras, el ejemplo ucraniano es clarificador: Putin no permitirá revueltas sociales en los países que él considera en la órbita rusa, ni la independencia real de estos países de los lazos que los unen a Moscú, ni el acercamiento de los mismos a Europa.

Acabada la intervención de la experta, se inició un pequeño debate entre los ponentes sobre las ideas expresadas en esta primera parte del seminario. Recogiendo lo expresado en la última intervención, los ponentes acordaron, en su mayoría, que el gobierno ruso está en una fase de supervivencia que pasa por el conflicto. La cuestión es, ¿cuál será el próximo conflicto que buscará el Kremlin para legitimarse?

Marie Mendras, en su análisis, fue más allá y expresó que Putin ya ni siquiera busca legitimidad, sino el control del poder comportándose de una forma abiertamente autoritaria. Ante esta idea, Von Eggert manifestó su desacuerdo y puso en relieve que sin el apoyo social y económico interno el régimen será incapaz de sobrevivir. Y este apoyo, como muestran los ejemplos históricos de Georgia (casos de Abjasia y Osetia del Sur) y Chechnya, proviene de la victoria en conflictos externos, por lo que Moscú buscará nuevas batallas que ganar, probablemente en los países bálticos.

En este punto, Ostrovsky puntualizó a ambos ponentes. Por un lado, rebatió a Von Eggert diciendo que Rusia no tiene la capacidad para “crear” situaciones, como un conflicto en los bálticos, sino para aprovechar e incidir en escenarios ya creados, como en Ucrania o Siria. Por otro lado, enfatizó la idea de que Putin sí necesita legitimidad para sobrevivir y, dado que su apoyo entre la población ronda el 5-10%, no sólo necesita el favor del ejército para alcanzar dicha supervivencia, sino que tiene que buscar, más que nunca, formas de legitimación. No obstante, ya que el sistema establecido está fallando por corrupto, cabe preguntarse cómo podrá Putin cumplir este objetivo.

El lugar de Rusia en el orden mundial: el comportamiento exterior del régimen de Putin

La segunda parte del seminario comenzó con una breve intervención de Cristina Gallach, antigua Subsecretaria General de Naciones Unidas del Departamento de Información Pública y Comunicación, que enfatizó la imposibilidad de entender la política interna rusa sin entender la política exterior.

En este sentido, quiso señalar las posibilidades de colaboración entre Rusia y Occidente. Dado que los problemas de Occidente cada vez son más globales y están más interconectados, hay que cuestionar si Rusia es un socio fiable para hacer frente a estas problemáticas y, si lo es, ¿en qué áreas?

Dicho esto, Gallach interpeló directamente al siguiente ponente, Andrey Kortunov, director general del Russian International Affairs Council, preguntándole por qué, si Rusia es tan débil internamente, tiene un comportamiento de gran potencia en política exterior. Además, manifestó la peligrosidad de la idea de que un país tenga que tener un lugar ‘legítimo’ o ‘adecuado’ en el mundo —ya que, en este sentido, podemos preguntarnos cuál es esta idea de legitimidad—; y se preguntó, en abierto, si Rusia es parte del problema o de la solución a los retos del siglo XXI.

Andrey Kortunov, director general del Russian International Affairs Council [Foto vía 2bs.me].

Kortunov inició su exposición haciendo comprender al público que para un país es muy difícil pasar por un período post-imperial (refiriéndose al fin de la URSS) y reubicarse en el orden mundial, ya que todo país que ha pasado por un proceso similar exige al mundo respeto, reconocimiento e influencia. Es decir, que Rusia, al igual que cualquier país post-imperial, se ve a sí misma con derecho a tener un status global especial, y no sólo por su condición de antiguo imperio sino por su larga historia y su capacidad nuclear, sólo igualada por EE.UU.

Sin embargo, y en relación tanto a las potencias europeas, por su proximidad, como a esta idea de sentirse con derecho a tener un status especial en el mundo, Rusia se ha sentido marginada por Europa, que no amenazada, como apuntan otros analistas que estudian las relaciones entre las potencias europeas y la Rusia post-soviética.

No obstante, si bien esto podría ser cierto, Rusia tampoco ha tenido un comportamiento propio de gran potencia, ya que este status va más allá de la proyección de poder (como podría ser la intervención de Moscú en Siria), las capacidades nucleares, la posición en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, o poseer un vasto poder económico (en forma de recursos naturales como el gas o el petróleo), sino que requiere tener una visión del bien común global. Y el Kremlin parece estar faltado de herramientas en política exterior que caminen en este sentido: únicamente utiliza una política de hard power, por ejemplo, con su intención de demostrar a Occidente una posición de poder en Siria y reivindicar su estrategia ahí donde las potencias occidentales fallaron, en comparación con el caso de Libia.

Y aunque Rusia podría ser proveedora de bienes globales, y por tanto ser parte de la solución a los retos del siglo XXI, esto requiere cambiar a los stakeholders (partes interesadas) en el entramado de poder ruso, proceso que pasa inevitablemente por reformar la economía del país.

Terminada la intervención de Kortunov, Judy Dempsey, investigadora sénior de Carnegie Europe y editora jefe de Strategic Europe, inició su exposición señalando que el debate en torno a Rusia está muy polarizado y, sentada esta base, empezó su argumentación remontándose a un suceso clave de nuestra historia reciente: en 2007, como parte tardía de una política de normalización de relaciones con Europa Oriental iniciada por el Canciller de la antigua República Federal de Alemania, Willy Brandt, conocida como Ostpolitik, Alemania envió una gran delegación a Rusia para fomentar el intercambio y la cooperación económica entre ambos países y, por extensión, entre Rusia y Europa. Este gesto, que según la experta reflejaba el intento de esta Ostpolitik moderna de tratar de integrar Rusia a Europa y el mundo, fue rechazado por el presidente Putin.

Judy Dempsey, investigadora sénior de Carnegie Europe y editora jefe de Strategic Europe [Foto vía euractiv.com].

Tal rechazo provocó un cambio de paradigma, y Angela Merkel, y por ende la Unión Europa de la cual es “líder” más o menos informal, empiezan una política de marginalización de Rusia en el contexto europeo y global. Para cimentar la divergencia, este proceso de desconfianza iniciado en 2007 culmina con la anexión de Crimea por parte de Rusia en el año 2014. En este punto, Merkel constata que Rusia no es un socio fiable en el panorama internacional y empieza una unión de los países de la UE contra Rusia, cuyo reflejo más visible es la imposición de sanciones económicas conjuntas al país controlado por Putin.

Como respuesta, el Kremlin comienza una política de intento de división de Europa a través de la propaganda, de la incidencia en procesos electorales en los países de Europa Occidental, y de apoyo a movimientos subversivos en la región —como podrían ser, por ejemplo, los populismos de extrema derecha. Sin embargo, el gobierno ruso, mediante esta estrategia, no consigue revertir el discurso que se ha impuesto entre la población europea y sus dirigentes: no hay que confiar en Rusia.

Con este fracaso, el Kremlin tiene, además, un problema añadido, y es la expansión de la OTAN y la UE, no sólo como organizaciones sino como actores exportadores de valores occidentales/europeos, como ejemplifica el caso ucraniano. Por otra parte, Rusia se ha sentido traicionada tanto por la UE como por la OTAN y el Consejo de Seguridad de la ONU en Libia, ya que lo que pretendía ser una acción encaminada a aplicar la ‘Responsabilidad de Proteger’ (R2P), acabó siendo una herramienta de proyección de poder de Occidente en el exterior.

El debate: enfrentamiento y búsqueda de la cooperación con Rusia

Acabadas las exposiciones de los distintos ponentes del seminario, y habiendo cubierto tanto el análisis de la situación interior como del comportamiento exterior de Rusia, los expertos debatieron extensamente las distintas ideas puestas encima de la mesa, de las cuales sólo destacaremos algunas, priorizando lo más destacable del debate.

Kortunov y Dempsey empezaron resaltando dos errores recientes del Kremlin. Por un lado, según el primer analista, a nivel exterior, Rusia ha cometido un fallo de cálculo al maniobrar de forma reactiva a la Primavera Árabe, malinterpretando la misma como un movimiento impulsado por Occidente. Por otro lado, Dempsey expresó que, teniendo en cuenta la deriva autoritaria del gobierno ruso, éste se ha creado un nuevo frente interno: el trabajo de rendición de cuentas que realizan distintas ONG presentes en el Estado ruso, labor que el Kremlin se ve obligada a vetar o limitar para mantener su estabilidad.

Seguidamente, Solana hizo un extenso trabajo de reflexión señalando un error histórico que ha provocado, en gran parte, el actual enfrentamiento entre Rusia y Occidente. Remontándose a los atentados del 11-S, el ex-Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad manifestó la importancia que tuvieron estos hechos para Putin, que los percibió como una oportunidad para que Rusia cooperara con los EE.UU. en materia de lucha contra el terrorismo internacional y así conseguir su principal objetivo: ser reconocida como una potencial global.

Sin embargo, después de los atentados, Bush estableció dos prioridades para su mandato: 1) Acabar con el régimen de Saddam Hussein en Irak; y 2) Extender el sistema de defensa con misiles en los países de la OTAN. Esta última política fue entendida por Putin como una presuposición de los EE.UU. de que su relación con Rusia podía fallar y, de hecho, los estadounidenses, y por extensión Occidente, ya se preparaban, de antemano, para que fallase. Esta suposición implantó la desconfianza en el Kremlin y fomentó la divergencia entre Rusia y Occidente.

No obstante, por proximidad geográfica y por las relaciones de poder regional y global, para Europa es muy importante no perder a Rusia, por lo tanto es prioritario para la política europea prepararse para recuperar la relación con este país en la era post-Putin. Una relación perdida, por ahora, debido al sentimiento de marginalización y maltrato que sintió Rusia en los primeros años de mandato del actual presidente Vladimir Putin.

Posteriormente, Von Eggert señaló la dificultad o imposibilidad de dialogar con un régimen cuyo único interlocutor es Putin, y en el que el proceso de toma de decisiones es opaco y está controlado por la oligarquía formada por las empresas estatales. Además, a nivel de política exterior, el Kremlin no sólo manipula a la opinión pública para que la población perciba que el enemigo principal de Rusia es EE.UU. u Occidente sino que el mismo gobierno tiene una política agresiva que pretende hacer implosionar la OTAN forzando que ésta deba —y no pueda— aplicar el artículo 5 del Tratado1.

Sala del Palacio de Pedralbes (Barcelona) donde se realizó el seminario ‘War and Peace in the 21st Century: What is Russia up to?’ [Foto vía CIDOB].

La respuesta a esta afirmación por parte de Kortunov fue clara: la sociedad rusa puede estar manipulada pero no está faltada de sentido común, y eso lo expresan los datos que muestran que el 77% de la población rusa quiere unas mejores relaciones con Occidente.

La profesora Mendras cogió el testigo para cuestionarse también cómo podemos buscar una relación de cooperación con Rusia si el único interlocutor es Putin. Y, más aún, cabe preguntarse qué margen tiene el Kremlin para cimentar esta cooperación si la política interior y exterior está tan interconectada y ambas dependen tanto del conflicto.

Por otra parte, haciendo balance de errores, Ostrovsky señaló que la UE, buscando la protección de sus países periféricos, también ha cometido errores, empezando por querer integrar Ucrania dentro de su órbita negociando con un gobierno corrupto y oligárquico. Además, este movimiento también demostró al mundo que quizá Europa no tenga la capacidad para detener a una Rusia agresiva.

Por tanto, más que seguir con este tipo de estrategia, Occidente debería no limitarse a aplicar políticas punitivas como las sanciones a Rusia y sus oligarcas sino tener una visión a largo plazo y empezar a detectar posibles candidatos a relevar a Putin al frente del gobierno ruso y prepararse para dialogar con el nuevo mandatario.

Siguiendo con el ejemplo ucraniano, utilizado como paradigma de las tensiones entre Occidente, sobre todo Europa, y Rusia, Kortunov enfatizó el descontento de todas las partes con los acuerdos de Minsk que ha ‘congelado’ el conflicto en Ucrania. Sin embargo, la parte más importante de este descontento es que poco a poco el gobierno ucraniano ve quebrantada su fe en la UE, ya que empieza a percibir que Europa no rescatará a Ucrania de dicho conflicto, y esta tendencia llevará a Kiev a aproximarse cada vez más a EE.UU.

En la misma línea, Ostrovsky expuso el error que supone, por parte de Europa, el estar dando apoyo y proveyendo de armamento al actual gobierno de Kiev, ya que esto supone estar ayudando a un gobierno errático, que no combate la corrupción, que tiene una popularidad de en torno el 6%, y que sólo se sostiene por el enemigo externo, esto es por el conflicto en el Donbass. No obstante, es necesario resaltar la evidencia: Europa no puede permitirse abandonar, y por tanto perder, Ucrania.

Con estas ideas en el aire, Solana señaló que, si bien es cierto que es importante no perder Ucrania, será difícil convencer a los 27 países miembros de la UE de seguir dando apoyo al gobierno corrupto de Kiev.

Sin llegar a una conclusión definitiva, y habiendo expuesto errores y aciertos de Rusia y Occidente, repasando los orígenes del enfrentamiento entre los principales actores en este juego, y haciendo pequeñas previsiones de futuro, los diversos ponentes parecieron estar de acuerdo en una cosa: es clave para Occidente buscar y tener una buena relación con Rusia.

*1) Las Partes convienen en que un ataque armado contra una o varias de ellas, ocurrido en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas, y, en consecuencia, convienen en que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en el ejercicio del derecho de legítima defensa, individual o colectiva, reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes atacadas tomando individualmente, y de acuerdo con las otras, las medidas que juzgue necesarias, comprendido el empleo de las fuerzas armadas para restablecer la seguridad en la región del Atlántico Norte.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Lluis Torres

Barcelona, España. Politólogo especializado en Relaciones Internacionales graduado por la Universidad Pompeu Fabra. Actualmente trabaja en Amnistía Internacional Cataluña, dónde también realiza labores de activismo en el grupo de incidencia política. Anteriormente, co-impulsó diversos proyectos de cooperación en los campos de refugiados de Grecia. Sus líneas de interés se centran en temas relacionados con la conflictividad y la seguridad global, la economía política y el desarrollo internacional.


2 comments

  • Nurdatkir

    02/02/2018 at

    Analizar la política Rusa, sin sopesar la lucha de “proyección de poder” con EEUU, y occidente, deriva en un análisis muy limitado. Rusia no es un factor sino una composición de factores, al igual que EEUU. Qué sería EEUU, sin Rusia? Analizar una variable aislada “Rusia”, da conclusiones limitadas.

    Reply

  • Jorge Gay

    31/03/2018 at

    Yo sólo quiero decir que estuve en los premios Mestre Mate y son a-luci-nan-tes!

    Reply

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