28/03/2024 MÉXICO

Una deuda que se les debe a las mujeres

Por cuidar a hijos y padres, las mujeres desaprovechan el bono demográfico [Foto: Prensaibero vía LadoB].
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"La división sexual del trabajo continua siendo profundamente patriarcal, discriminatoria y desigual." Históricamente, se ha responsabilizado a las mujeres de las tareas reproductivas sin que, por ello, obtengan remuneración alguna. En este artículo hablamos sobre división sexual del trabajo, 'doble carga', brecha salarial, economía feminista y deuda de cuidados.

La carga histórica de las tareas del cuidado


A las mujeres, en contraposición a los hombres, se les responsabiliza socialmente de la realización de las tareas domésticas y del cuidado. Además, la mayoría de trabajadoras domésticas trabajan en condiciones de informalidad, ya que se trata de un sector poco regulado que dificulta, en muchas ocasiones, el acceso a prestaciones laborales como la seguridad social, la pensión, el seguro de desempleo, etc. Precaridad laboral que implica grandes carencias y, en resumen, les provoca vulnerabilidad.

En nuestros días, la división sexual del trabajo continua siendo profundamente patriarcal, discriminatoria y desigual, entre hombres y mujeres. Las mujeres han sido relegadas al espacio privado, es decir, ellas son las encargadas de la limpieza y el cuidado de los hijos, hijas, adultos mayores y esposos. Es a ellas y no a ellos a quienes la sociedad, de manera histórica, les exige ser las encargadas del “cuidado”, mediante lo que Marcela Lagarde define como “roles y deberes de género”. Tachándolas así de responsables “biológicas” de la realización de un trabajo que a pesar de no estar dignificado ni valorado económicamente, es fundamental para el desarrollo de la vida.

Las relaciones de poder que imperan

El sistema patriarcal presente en muchas sociedades del mundo, lleva años ejerciendo opresión sobre los cuerpos de las personas identificadas como mujeres a través del uso de roles de género encasillados, y asumiendo por “natural” que sean las mujeres las que, por su condición biológica, se encarguen de las tareas domésticas y del cuidado. Construcción social que además justifican con argumentos como la abnegación y la entrega amorosa hacia los “suyos”.

El modelo de familia en el cual seguimos operando en muchos lugares del mundo es el de la familia patriarcal y tradicional, en la que, los formatos de género están estrictamente definidos y dotan, estratégicamente, de un mayor poder a los cuerpos de los hombres. Siendo así los hombres quienes históricamente han recibido una remuneración por su trabajo, lo que les ha dado poder para sostener económicamente a sus familias; mientras que las llamadas tareas reproductivas, que han sido realizas por las mujeres en lo privado, son su contraposición económica. Finalmente, cuando por fin, y parcialmente, las mujeres han superado barreras para poder realizar tareas productivas por las que reciben una remuneración, la carga del cuidado ha continuado recayendo sobre ellas, sin ser compartida de manera igualitaria con “ellos”. Dando lugar a la llamada “doble carga”.

Trabajadores domésticos en el mundo [Infografía vía ILO].

La doble carga

La doble carga se conoce como el proceso por el cual, a pesar de que cada día hay más mujeres que trabajan fuera de casa, ellas siguen dedicando gran parte de su tiempo libre a las tareas domésticas y del cuidado, además de encontrarse en la disyuntiva de cómo combinar los roles tradicionales y socialmente construidos que la sociedad les exige: cómo ser buena madre, buena esposa, dedicas y preocupadas por el bienestar integral de los “suyos”; y a la vez cómo ser buenas profesionales, crecer laboralmente, y a pesar de ello, poder conciliarlo con la vida personal.


En México, por ejemplo, de acuerdo a datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), 21.103.000 personas trabajadoras dejaron sus empleos por temas relacionados a la familia, el matrimonio o/y el embarazo. De éstas, el 80% fueron mujeres. Son ellas las que generalmente están dispuestas a sacrificar sus carreras profesionales y/o aspiraciones personales a razón de cuidar y encargarse de las tareas de reproducción. Y lo son, no sólo porque es lo que se espera de ellas, sino también porque las leyes de conciliación laboral y las brechas salariales, les empujan a ello. Al fin y al cabo, en la mayoría de países las mujeres disponen de una baja de maternidad mucho más larga que la de los hombres; y la brecha salarial entre hombres y mujeres alcanza, a nivel mundial, el 22’9%, lo que quiere decir que sale mucho más barato que sea ella la que abandone su trabajo para dedicarse al cuidado del hogar.

En definitiva, trabajen o no, son igualmente ellas las que asumen el trabajo no remunerado. Ellas dedican entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados y entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades de mercado.

Según el Informe El Progreso de las Mujeres en el Mundo del 2014, el 25% de las mujeres de los países que integran la Unión Europea, atañen su ausencia en la fuerza laboral formal a la enorme carga de trabajo que tienen en temas relacionados al cuidado y las tareas domésticas. Si ese 25% lo comparamos con el 3% de hombres de la misma región que dicen lo mismo, nos damos cuenta de las diferencias abismales entre hombres y mujeres. En este sentido, las mujeres casi nunca tienen tiempo para ellas mismas en comparación con los hombres, mientras que ellos disfrutan de mucho más tiempo para sus actividades de ocio. Es decir, al final las mujeres viven una vida en desventaja, ya que trabajan más que los hombres, fuera y dentro del hogar.

La economía capitalista vs. las propuestas feministas

El mercado laboral formal es una puerta de difícil acceso para las mujeres en muchas regiones del mundo. Por ejemplo, en América Latina y el Caribe, el 54% se encuentran en la informalidad. En Asia meridional más del 80%, y en África subsahariana, el 74%. No es un asunto aislado. Además, los estados facilitan esta discriminación económica que sufren de muchas maneras, y no sólo en países pobres, sino también en las economías desarrolladas. Según datos del Women, Business and Law 2014: Removing Restrictions to Enhance Gender Equality 2014, del Banco Mundial, cerca del 90% de los 143 países analizados cuentan al menos con alguna diferencia legislativa que restringe las oportunidades económicas para las mujeres, provocando estigmatización y el aumento de la brecha de género en muchas regiones y, particularmente, en las ya mencionadas.

Contrariamente a este sistema, la economía feminista pone a la persona en el centro, y no al dinero. Resaltando que las mujeres en este paradigma económico han sido fundamentales por su trabajo y labor diaria en el trabajo doméstico ya que, a pesar de no ser tareas remuneradas, sí aportan al enriquecimiento de nuestras económicas. Por ejemplo, del PIB de México, las tareas domésticas representan el 24%, lo que equivale a 4’2 billones de pesos en datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (INEGI). A nivel global, el trabajo doméstico representa el 1’7% del empleo mundial y el 3’6% del empleo asalariado. En la región de América Latina y el Caribe el 11’9 % del empleo asalariado, en Oriente Medio el 8%, en África el 4’9% y en Asia el 3’5%. De hecho, las mujeres aportan el 52% del PIB mundial, según el Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas del 2015. En esta aportación están representadas las más de 52 millones de personas trabajadoras domésticas en el mundo, de los cuales el 83% son mujeres, según datos de la Organización Internacional del Trabajo.


Datos de la OIT [Infografía: Mariana Hernández vía animal Político].

La deuda que les debemos a las mujeres

El actual sistema económico está en crisis, esto ha provocado que los servicios de protección social sean limitados y la inversión social recortada a nivel global, y en especial en las regiones menos desarrolladas; lo que se ha traducido en que las mujeres han tenido que sacrificar su tiempo para dedicarlo a las tareas de cuidado, haciéndolas responsables de las inequidades de la arquitectura económica capitalista. La economía feminista busca un reconocimiento a este tipo de trabajo, e insiste en su necesariedad, acentuando que debe ser dado desde condiciones de vida dignas y adecuadas basadas en igualdad, libertad y principios democráticos.

En este sentido, la sociedad global tiene una deuda histórica de cuidados con las mujeres. El trabajo de cuidados, también conocido como trabajo doméstico y reproductivo, es fundamentalmente necesario para el desarrollo de la vida en sociedad, ya que gracias a él se satisfacen las tareas familiares, de grupo, supervivencia y reproducción. Aunque estas tareas son también responsabilidad de los hombres, son mayormente las mujeres las que a día de hoy se hacen cargo de las mismas. La deuda de cuidados es una deuda social y una deuda de género. Social en tanto que la familia, las comunidades, los grupos y colectividades han descargado sobre ciertos cuerpos el cometido de los trabajos domésticos y de cuidar a los otros; y de género en tanto que son los cuerpos de las mujeres donde se han depositado dichas tareas.

Lo que hay que pagar

Esta deuda debe ser pagada reconociendo que las tareas del cuidado enriquecen a la sociedad tanto como las llamadas tareas productivas, y que las mujeres que se quedan en casa están también trabajando. Y debe ser pagada en tanto que el cuidado de niñas, niños y adultos mayores u otros, deje de entenderse como tarea exclusiva de mujeres, pues es una tarea de la sociedad en su conjunto. También construyendo políticas públicas y leyes que protejan a las trabajadoras del hogar y salvaguarden sus derechos, tengan acceso a una protección de seguridad social y que les aseguren unas condiciones de vida digna. Hoy más que nunca hay que pagar una de las tantas deudas que se les debe a las mujeres.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.


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Waquel Drullard

Ciudad de México, México. #Queer #humanrights #PazyJusticia #LGBTI #Migrante #SocialDemòcrataLiberal #TerroristadelGènero. Internacionalista por la Universidad Anáhuac México, especialista en temas de género y derechos humanos, con experiencia en diseño y evaluación de proyectos. Con Diplomas en Globalización y Gobernanza: Buenas prácticas en el espacio Iberoamericano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Madrid, España. En Evaluación de Proyectos de Impacto Social y Consulta por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-México). En Derechos Humanos: ciudadanía, participación y DDHH por el Instituto Superior Francisco Bono, Sto. Dgo. Rep. Dominicana. Dominicano hasta la tambora, pero enamorado de México.


One comment

  • may

    06/11/2017 at

    Sin renta basica universal, sois esclavos/as de quien crea y recauda el dinero (seais hombres o mujeres). Si una persona tiene algo de suerte, consigue evitar temporalmente la esclavitud y la muerte por falta de recursos sobreviviendo como mascota de algun/a esclavo/a.

    Por otro lado, el hembrismo, los privilegios legales por sexo femenino, la discriminacion por sexo masculino y la guerra de sexos, no van hacia ningun sitio bonito o util, solo traen mas problemas a añadir a los que ya habian.

    Reply

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