19/03/2024 MÉXICO

El retorno de la ultraderecha a Alemania

Caricaturización del partido ultraderechista AfD comparándolo con el nazismo [Foto vía islamandkiwis.com].
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Alternativa para Alemania (AfD) es una fuerza política que en 4 años de vida ha ocupado el tercer lugar en las elecciones alemanas. Un ascenso meteórico que ha capitalizado el descontento popular y un voto transversal captado a través del dominio del ámbito discursivo. En este artículo, el autor del libro 'Factor AfD: el retorno de la ultraderecha a Alemania' analiza las claves del ascenso del partido ultraderechista.

Alternativa para Alemania (AfD) es una fuerza política que tiene poco más de cuatro años de vida. En ese corto tiempo ha logrado crecer y consolidarse al punto de pelear el tercer lugar en las elecciones del 24 de septiembre. Este ascenso meteórico ha sido producto de una capacidad fenomenal de sus dirigentes para apropiarse de un elemento del cual ningún otro partido puede sacar provecho: el descontento.

AfD es básicamente una expresión del descontento de una parte de la sociedad alemana. Y lo interesante es que es un descontento heterogéneo. Algunos están indignados con la política, otros con las decisiones de su partido de preferencia, muchos incluso están frustrados con el sistema en general que los ha dejado fuera. El denominador común es que ninguno de ellos se siente representado y ha sido el discurso de AfD el que los ha logrado aglutinar. De allí nace el carácter transversal que domina al electorado ultraderechista.

En el libro Factor AfD. El retorno de la ultraderecha a Alemania. Hemos decidido buscar respuestas a este fenómeno. Una empresa que combina el trabajo periodístico de campo con el análisis de datos y de construcción discursiva. En este doble eje se apoya una obra que desmenuza la estructura, la estrategia, la historia y la mística que pertenece a AfD.

El escenario favorable

Uno de los factores fundamentales para comprender el éxito de este joven partido ultraderechista es la congregación de tres elementos que han configurado un escenario realmente favorable para que este partido no sólo crezca sino que se consolide.

Portada del libro ‘Factor AfD: el retorno de la ultraderecha a Alemania’, del autor de este artículo, Franco Delle Donne [Foto vía eleccionesenalemania.com].

El primero de ellos es la existencia de una gran coalición. Esta alianza entre socialdemócratas y conservadores, que hasta el año 2005 era una verdadera rareza que había sucedido sólo una vez en la historia de la RFA, parece haberse convertido en moneda corriente. Desde el ascenso de Merkel la socialdemocracia ha estado más tiempo a su lado que intentando competir con ella para recuperar la cancillería. Dos grandes coaliciones (2005-2009 y 2013-2017) sumadas a la moderada oposición que ejercició el SPD entre 2009 y 2013 generan la sensación de que los partidos tradicionales han pactado. ¿Es una competencia ficticia? ¿Hay proyectos políticos alternativos? ¿Son CDU y SPD lo mismo con diferente color? Preguntas que más de un alemán se ha comenzado a hacer en los últimos años. Preguntas que AfD y sus dirigentes han detectado y sabido aprovechar.

El segundo elemento es la aparición de temas que sirvieron de ladrillos temporales para la construcción de un discurso político que ha mutado en sus prioridades pero no es su fin: capitalizar el descontento a través de la instrumentalización del miedo. En un principio fue la crisis europea y el miedo a perder los ahorros o el bienestar económico. Luego aparecieron los refugiados y el pánico al caos, a la inmigración, al extranjero. AfD ha tenido la oportunidad de usufructuar determinados eventos socioeconómicos que permitieron una preeminencia a la hora de marcar la agenda pública.


El tercer punto tiene que ver con el contexto comunicacional en el que los ultraderechistas se despliegan. La expasión del uso de las redes sociales ha generado un clima favorable para que determinados mensajes provocadores, demagógicos y reduccionistas no reciban control social alguno. En efecto, el anonimato que brindan las redes sumado al proceso endogeneizante que se deriva de la percepción selectiva de contenidos han generado un proceso de retroalimentación que mantiene vigente los frames utilizados por los ultraderechistas.

Inteligencia comunicacional

El desarrollo de los frames es una de las claves para comprender su efectividad a la hora de instrumentalizar el miedo y con ello lograr controlar la configuración de la agenda política del país. Un frame o un encuadre consiste en un proceso de selección y jerarquización de la información disponible sobre un tema o un hecho determinado. A través de ellos se estructura una definición del problema en discusión y un correspondiente curso de acción para hacerle frente. Los frames sirven entonces para estructurar y procesar el mundo que nos rodea. Por intermedio del lenguaje es posible activar un frame y a partir de allí favorecer determinadas interpretaciones de la realidad que se correspondan con los intereses de un grupo.

La estrategia comunicacional de AfD ha sido capaz de aprovechar el uso de algunos frames de manera superlativa. Y no es que sean expertos lingüistas, ni mucho menos, pero los ultraderechistas actualmente pueden mejor que ningún otro partido político instalar su propio frame en una discusión y llevarla hacia donde a ellos más les beneficia. Veamos un ejemplo.

Propaganda electoral del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). El cartel dice “¿Los alemanes? No te financiarán una vida mejor” [Foto vía eleccionesenalemania.com].

La llegada de los refugiados significó un verdadero desafío para las competencias comunicacionales de los distintos partidos políticos alemanes. La mayoría no supo cómo reaccionar, por no decir todos. AfD fue la excepción. Liberados de los obstáculos de elaborar un discurso políticamente correcto, los dirigentes ultraderechistas no dudaron en plantear el frame de la guerra de culturas. Este es un frame muy potente, ya que activa valores como la identificación y el orgullo nacional, la defensa de las tradiciones y el miedo a perder la identidad. Con esta intepretación era posible para los ultraderechistas evitar la discusión de la solidaridad que planteaban las fuerzas más abiertas a la llegada de los refugiados. La guerra de culturas esconde una amenaza latente que no es posible soslayar. Se trata de la supervivencia de los valores propios.


Este frame es una construcción discursiva que no toda la sociedad alemana aceptó como definición de la problemática de los refugiados. Sin embargo, a AfD le ha servido como base para enviar un mensaje a vastas partes de su heterogéneo electorado: aquellos sectores que se sienten amenazados por el terrorismo, aquellos en situación vulnerable que ven a los inmigrantes como una competencia en la lucha por los recursos, o incluso aquellos grupos más nacionalistas que se ven legitimados en sus demandas.

La transversalidad

Entender a AfD implica aceptar que no se trata de un grupo de nazis votados por nazis. En primer lugar, hay que diferenciar entre la dirigencia, la militancia y el electorado de los ultraderechistas alemanes. Si bien la dirigencia en líneas generales sostiene un discurso xenófobo, antimusulmán y ultranacionalista, existen matices y diferencias internas. No todos creen que hay que dispararle a los refugiados si cruzan la frontera —una propuesta de Frauke Petry, presidenta del partido—, ni todos comulgan con la idea de que el Monumento a las víctimas del Holocausto fuese una verguenza —tal como manifestó el jefe de AfD, Thüringen Björn Höcke. Lo que sí los une, además de su discurso, es su convencimiento de que para crecer deben mantener ese discurso alejado de lo políticamente correcto. Es el pragmatismo a ultranza, le duela a quien le duela. Algunos por convencimiento, otros por oportunismo.

Propaganda electoral del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). El cartel dice “¿El Islam? No encaja con nuestra cocina” [Foto vía eleccionesenalemania.com].

A diferencia de la dirigencia, el electorado de AfD posee una complejidad mucho mayor. Votantes de todas las fuerzas políticas y, por sobre de todo, de antiguos abstencionistas, han configurado un caudal electoral de magnitud. En efecto, en sólo cuatro años han logrado representación parlamentaria en todas las elecciones regionales en las que han participado. En algunas regiones han llegado incluso al segundo lugar, desplazando a los partidos mayoritarios y sumando más del 20% de los votos.

Este electorado se compone de conservadores decepcionados por la socialdemocratización de la CDU bajo el liderazgo de la canciller Merkel. También suma a los votantes de extrema derecha que por primera vez pueden votar por un partido que expresa mensajes racistas y xenófobos, y que su sufragio no es testimonial. Al mismo tiempo, incorpora a los euroescépticos y demás grupos indignados con la política tradicional y la democracia de Bruselas. Y, por último, también incluye a los votantes vulnerables. Aquellos que alguna vez votaron a Die Linke, incluso al SPD hace muchos años. Este último grupo es el que ve cómo sus problemas son obviados por la política tradicional. Un sector que hasta hace muy poco se refugiaba en el abstencionismo y que hoy sale a votar para expresar su repudio más que para apoyar a una fuerza que, en el fondo, saben que no los representa.


Una oportunidad

AfD es un peligro por su demostrada capacidad para generar divisiones en la sociedad y fomentar el odio y el sectarismo. Sin embargo, los ultraderechistas también sirven de alarma para que los partidos políticos tradicionales entiendan que han fallado. El problema no es que exista AfD, sino que el verdadero problema es que el resto de fuerzas políticas ha dejado el espacio para que exista. Todavía están a tiempo de reveer su relación con el ciudadano y su manera de establecer vínculos. La mayoría deberá entender que no todo es política partidaria o trabajo parlamentario. Es preciso comprender y utilizar el lenguaje de la gente. Acercarse para conocer sus problemas, también fuera de los períodos de campaña. Y por sobre todas las cosas, aceptar que tanto los partidos como los políticos no son más que articuladores de demandas al servicio de la sociedad.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.

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Franco Delle

Franco Delle Donne es consultor en comunicación y residente en Alemania desde hace siete años. A punto de doctorarse por la Freie Universität Berlin. Es coautor del libro "Factor AfD. El retorno de la ultraderecha a Alemania", creador del blog eleccionesenalemania.com y colaborador en medios de Alemania e Iberoamérica.


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