19/03/2024 MÉXICO

Aquellos refugiados que París no quiere ver
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Al tiempo que Europa debate cómo acoger los demandantes de asilo, París se ha convertido en las últimas semanas en el escenario de intervenciones policiales para desalojar diferentes grupos de migrantes, potenciales refugiados, acampados en diferentes puntos de la capital. El Gobierno francés combina las promesas de alojamiento y mejor acogida con la exhibición de firmeza y órdenes de expulsión.

La llegada masiva de migrantes a Europa ha reabierto el debate acerca de la acogida de los mismos. Las imágenes de embarcaciones llegando a las costas italianas o los intentos de cruzar las vallas de Ceuta y Melilla, han provocado que las instituciones europeas se planteen nuevas medidas. Entre las políticas de vigilancia y seguridad y las de acogida, los 28 se debaten acerca de cómo hacer frente al fenómeno.

Francia no es ajena a este debate. A pesar de no ser uno de los países que recibe directamente estos flujos, en las últimas semanas esta cuestión ha estado muy presente en la agenda política y social. El Gobierno de François Hollande y Manuel Valls ha abanderado la oposición a la propuesta de la Comisión Europea de establecer cuotas para la acogida de refugiados entre los países de la Unión. Al mismo tiempo, el Ejecutivo francés también ha propiciado la intervención de la policía para desalojar varios centenares de migrantes sin papeles, la mayoría potenciales demandantes de asilo, acampados inicialmente en el distrito 18 de París.

Tradicionalmente receptora de una inmigración de carácter económico proveniente principalmente de sus antiguas colonias, Francia es uno de los países europeos que acogen menos refugiados. En contraste con otros Estados de la UE, el sistema de asilo presenta serios retrasos y deficiencias, retroalimentadas por trabas burocráticas y falta de voluntad política tal como documenta el periódico Liberation en su edición del pasado 10 de junio. El ejemplo más claro es el tiempo de respuesta a una demanda de asilo: una media de 19 meses.

A diferencia de países como Italia o Grecia, actuales receptores directos de potenciales refugiados, Francia recibe estos flujos de manera indirecta y en los últimos años ha visto disminuir el número de demandas: en 2013, fueron poco más de 60.000 las personas que pidieron el estatuto de refugiado. El mismo año, en Alemania, fueron más de 200.000. A pesar que numéricamente el fenómeno es menor que en otros Estados, eso no ha impedido ni la polémica política ni la oposición del Ejecutivo a la proposición de la Comisión Europea.

El campamento de la Chapelle [Foto: Jeanne Menj via Flickr]
El campamento de la Chapelle [Foto: Jeanne Menj via Flickr]

El campamento de la Chapelle

Desde septiembre de 2014, diversas tiendas de campaña se amontonaban bajo las vías del metro en la zona conocida como La Chapelle. A pocos metros de la Gare du Nord, grupos de migrantes se fueron instalando de forma precaria a lo largo de los últimos meses. A finales de mayo, eran cerca de 400 las personas que dormían bajo los puentes del metro. Según recitan los medios franceses, y tal como atestan diferentes asociaciones y ONG, los migrantes provenían mayoritariamente del Cuerno de África. Huyendo de la represión del régimen de Eritrea, o de situación de Sudán o Somalia, muchos son susceptibles de adquirir el estatuto de refugiado y la mayoría llegaron a Europa a través de Italia, pasando antes por el avispero libio. Para algunos, su objetivo no es quedarse en Francia, sino alcanzar los países nórdicos, Reino Unido o Alemania.


Protesta de apoyo a los refugiados [Foto: Jeanne Menj via Flickr]
Protesta de apoyo a los refugiados [Foto: Jeanne Menj via Flickr]

Bajo pretexto de riesgo sanitario, la policía desalojó el campamento el pasado 1 de junio. Oficialmente, el Ayuntamiento de París y la prefectura (delegación del Gobierno) debían buscar una solución de alojamiento para estas personas, así como acelerar el proceso para concederles el derecho de asilo. Pero la precariedad y la corta temporalidad de las soluciones encontradas por las autoridades, llevaron a muchos de los migrantes a reinstalarse otra vez cerca de La Chapelle, en los alrededores de la zona de equipamientos conocida como Halle Pajol se concentraron varias decenas de ellos. La policía procedió de nuevo a su desalojo el 8 de junio. Pero esta vez, la intervención policial fue mucho más dura y polémica que la anterior. Las imágenes de cargas, golpes y tira y aflojas entre policías, migrantes y militantes asociativos se sucedieron durante toda la jornada. Según las organizaciones que se encontraban en el lugar, algunos migrantes recibieron incluso el documento administrativo que les obliga a abandonar el país.

De nuevo desalojados, y a falta de una solución definitiva para su situación, los migrantes acamparon de nuevo en diferentes puntos de París. En los días siguientes se sucedieron las muestras de apoyo, y varias manifestaciones fueron convocadas para expresar la solidaridad con estas personas y exigir al Gobierno la aplicación del derecho de asilo y otra política migratoria. Mientras varias organizaciones sociales se movilizaban, las imágenes de nuevas ocupaciones y desalojos se sucedían día tras día. Siempre con el mismo final, la promesa de un alojamiento para unas noches. Soluciones que algunos han tildado de simples parches y que nunca abarcaban la totalidad de los migrantes.

“Humanidad y firmeza”

El actual Ministro del Interior, Bernard Cazeneuve [Foto: Parti socialiste via Flickr]
El actual Ministro del Interior, Bernard Cazeneuve [Foto: Parti socialiste via Flickr]


Atrapado por varios frentes, es difícil dilucidar la línea del Gobierno que dirige Valls. Criticado a partes iguales por la banda izquierda del arco político, que condena la dureza de las intervenciones policiales y la falta de voluntad política para encontrar una solución definitiva, y por la derecha, que pide más dureza, el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, presentó el 17 de junio un plan para hacer frente a la situación. Bajo la confusa apelación a la “humanidad y a la firmeza”, Cazeneuve se comprometió a aumentar los alojamientos para los demandantes de asilo al mismo tiempo que prometía agilizar las expulsiones de los “clandestinos” o de aquellos que no cumplan con los requisitos para acceder al estatuto de refugiado. Los anuncios del ministro llegaron unos días después que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, rompiera su silencio para pedir nuevos centros de acogida para los demandantes de asilo.

En un juego de equilibrios imposibles, el Gobierno apela a los valores de acogida, solidaridad e igualdad a la vez que cierra la frontera con Italia para evitar la entrada de nuevos potenciales refugiados. Entretanto, la extrema derecha se frota las manos y la derecha tradicional compite con ella en la defensa de ciertos postulados. Mientras que Marine Le Plen, subida al carro de las encuestas, acusa Hollande de aplicar la “preferencia extranjera”, a Sarkozy se le antoja acabar con el “derecho de suelo” para los hijos de los inmigrantes nacidos en Francia.

Bajo este ambiente, lejos de mejorar las condiciones de los migrantes y refugiados, los únicos éxitos del gobierno han sido sellar las fronteras y conseguir que la Comisión Europea cambie la idea de las cuotas de acogida por esa otra un tanto indescifrable de la acogida voluntaria por parte de los Estados miembros. Mientras tantos, los migrantes siguen deambulando por Paris, esperando la respuesta a sus demandas de asilo al tiempo que acampan en la calle y son desalojados semana tras semana en una espiral que perece no tener fin.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro


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Victor Albert

Barcelona. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona. Estudiante de Máster en Relaciones Euromediterraneas en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y en la Universidad París 8 - Saint Denis. Interesado en las relaciones internacionales y en las políticas públicas dirigidas a la población juvenil.


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