28/03/2024 MÉXICO

Los beneficios empresariales igualan a los salarios en España

La fortuna de Amancio Ortega, fundador de Zara, crece sin parar, ¿sucede lo mismo con sus trabajadores? Foto: Leif (Bryne) vía Flickr
La fortuna de Amancio Ortega, fundador de Zara en 1975, crece sin parar, y CC.OO. exige un reparto “proporcional” de los beneficios de la empresa entre todos sus trabajadores. ¿Justicia social?

La fortuna de Amancio Ortega, fundador de Zara, crece sin parar, ¿sucede lo mismo con sus trabajadores? Foto: Leif (Bryne) vía Flickr

Derechos y deberes

Al comienzo de la película “El más valiente entre mil” (Tom Gries, 1968), tras una dura jornada en medio de la llanura y con el invierno ya próximo, los vaqueros se reúnen a cenar junto al propietario del ganado. El ranchero aparta a un lado al vaquero protagonista Will Penny (Charlton Heston), y le aclara que no va a darle más trabajo, que ya está viejo y la temporada no ha sido buena. Sin finiquito, carta de recomendación ni reproches, Penny le estrecha la mano a su empleador, le da las gracias, y se queda sólo en medio de la llanura, con una mano delante y otra detrás.

Afortunadamente mucho ha llovido desde el siglo XIX. Gracias a movimientos en busca de una mayor justicia social y defensa del proletario, el que trabaja sin ser dueño de los medios que emplea, mucho ha conseguido prosperar la sociedad occidental, independientemente de que todavía quede camino por recorrer para un sistema que, como comprobamos con las noticias diarias, tiene defectos.

El motivo por el cual muchas empresas e instituciones urgían al entonces presidente de España José Luís Rodríguez Zapatero a aplicar una reforma laboral, empleando continuamente el adjetivo “necesario”, tenía unas razones de peso fueran a los ojos de unos blancas, negras o grises. A pesar de que el llamado “optimismo patológico” del ex-presidente le empujase a ignorar el desangrado del tejido empresarial (que no con las fortunas propias de los  empresarios), finalmente no tuvo más remedio que claudicar a la llamada reforma.

Los privilegios que garantizan los derechos de los trabajadores, responden a un ideal donde una empresa cumple con unas condiciones que permite tanto a ésta obtener beneficios, como al asalariado tener un sueldo y prestaciones dignas. Es un objetivo que todas las naciones buscamos de un estado de bienestar social, que la mayoría entiende como moralmente bueno.

Cuando estalló la burbuja inmobiliaria en España en 2008 y comenzó la crisis económica que aun hoy continúa, el tejido empresarial se dio cuenta de que el país no reaccionó a tiempo a un “monstruo” que el sistema judicial (y del que pueden dar fe abogados y jueces) había terminado creando durante la “prosperidad”. Un empleado de una empresa que era despedido por una razón tan elemental como que “no hay suficiente trabajo”, y podía tal empresa demostrar con su contabilidad o cartera de pedidos dicha realidad, automáticamente podía demandar a su empresa por “despido improcedente”. El “monstruo judicial” consistía en que sistemáticamente en España, la figura quasi-divina del juez dictaba a favor del demandante, independientemente de la cuál sólida fuera la defensa de la empresa, ya que asumía que la empresa siempre podría “cubrir los gastos” de indemnización, frente a un recién despedido desprotegido. La situación llegó a tal punto, que las empresas directamente no se personaban a juicio, dándolo por perdido, o accedían a pactar con los demandados antes de que estos se produjeran. El despido “procedente” era virtualmente inexistente si un empleado se la jugaba a demandar.


Para despedir a un empleado de un negocio privado, se obliga a alegar una razón de peso si no se quiere caer en una indemnización cuantiosa. No se puede despedir a un empleado por ser negro, del Real Madrid o estar embarazada (causa: discriminación), pero tampoco porque al dueño le apetezca o simplemente el empleado “sea un vago”, porque se consideraban tales razones improcedentes (y difíciles de demostrar), aunque la primera sea absurda y la segunda no.

Las empresas en la crisis

Al comienzo de la crisis, las empresas descendieron en trabajo, en muchos casos 0, algunas cerraron u otras trataron de subsistir despidiendo personal, donde incluso algún ingenuo empleado se abonó al paro por voluntad propia, pensando que en dos años el temporal campearía y que ni PSOE ni PP tocarían unas prestaciones por desempleo “sagradas”. Empresas con décadas de productividad se vieron en una desagradable tesitura: despedir una fracción de los empleados para subsistir y continuar produciendo beneficios, o directamente, “recoger el chiringuito” y cerrar. Cuando la fracción despedida reclamó indemnizaciones cuantiosas (por despido improcedente) que la empresa era incapaz de asumir, la empresa convocaba un ERE, despedía a todos los trabajadores, cerraba y “yo con mi dinero y allá os las apañáis”. En vez de “despedir a 1, se despedía a 4”. Le sucedió tanto a empresas recién montadas como a generacionales.

Iberia ha anunciado el despido de 4.500 empleados. ¿Se trata de ser competitivos o ser codiciosos? El gobierno ha “pedido” a Iberia que rectifique. Fuente: jmiguel.rodriguez vía Flickr

¿Hay empresas avariciosas que aprovecharán la reforma laboral para despedir a gente de forma barata, para lucrarse rápidamente con los beneficios? Sí, las hay. Mucho se ha escrito y se dice sobre la figura del maligno empresario que sólo quiere ganar dinero y explotar al trabajador, y es juicio de cualquiera evaluar cuánta verdad hay en esa figura de “Tío Gilito”, en un mundo complejo donde hay empresas públicas y privadas; independientes o intervenidas; grandes y pequeñas; de negocios básicos o superfluos. Amancio Ortega es un empresario, la dueña de un kiosko también.


El motor económico de un país próspero son las PYMEs, y en una PYME no es un recurso humano independiente (que tan de moda están en Estados Unidos) el que se encarga de despidir a un empleado, sino un empresario cara a cara que puede ser consciente de que deja a una familia sin sustento. No se quiere tener en cuenta que muchas de las empresas que se han cerrado son negocios familiares que no desean en absoluto rendirse, pero que no son organizaciones benéficas, y que guardan su derecho a marcar el margen de beneficios que esperan obtener, avaricioso o no, pues para eso mismo arriesgaron sus medios y dinero en primera instancia. Tampoco se quiere tener en cuenta, que una empresa suele ser la primera interesada en contratar trabajadores y no despedir, precisamente cuando surge la ambición de ganar dinero. Que el deseo de ganar dinero con los recursos propios sea inmoral o no, es tan decisión nuestra como prohibir a una madre cocinar con mantequilla o aceite virgen extra.

Antes de la crisis, los ingenieros de la construcción tenían sueldos cuantiosos en España. Podían permitirse el lujo de rechazar ofertas de trabajo, porque éste les buscaba a ellos. Hoy la situación se ha revertido porque nadie les desea contratar. ¿Es realmente porque no hay trabajo? ¿Qué ocurre cuando el trabajo regresa y no se contrata a nadie?

La principal razón que esgrimía el presidente del Banco de España, a la sangría de talento español que emigraba/emigra a Europa, era el miedo. En Alemania o Escocia no da miedo contratar (si no les gustas te echan), pero en España sí. Una empresa no puede ver a un hipotético empleado como un problema potencial o un riesgo, sino como una solución. En cuanto un panadero ve que puede vender más bollos de los que produce, inmediatamente tiene que pensar en dos manos más al horno, a menos que ello le suponga en épocas de vacas flacas su ruina. Si se preguntan si una reforma laboral flexible ayuda a despedir fácilmente a las personas, la respuesta es sí. Si alguien también se quiere preguntar si ayuda a contratar en épocas de “brotes verdes”, la respuesta es también.

Caída de salarios, aumento de beneficios

Junio del 2006. Manifestación en Cataluña de ex-trabajadores de Mercadona exigiendo ser readmitidos. Fuente: bdext vía Flickr

Otro motivo de la caída del empleo, tal y como señala el INE, es la falta de financiación. En un tiempo de incertidumbre para bancos privados recelosos, y cajas de ahorros intervenidas que los políticos han arruinado, el problema a subsanar es la facilidad al crédito. Al drama humano de los desahucios, de bancos que cobran intereses usureros por hipotecas dadas a quienes no tenían garantías reales de devolverlas (en caso de pérdida de un trabajo, por ejemplo), se considera también los riesgos de qué supone para un banco, sobre todo el que siempre ha jugado dentro del marco de la legalidad, “no cobrar porque no”. Dichos bancos (los no rescatados) se preguntan qué condiciones van ahora a pedirle a la gente, cuando quiera un coche, una hipoteca o un préstamo. El crédito se concede cuando hay garantías o expectativas de garantías, y ahora mismo hay pendiente un rescate de la Unión Europea a España, que precisamente propicie que las cajas (entre las que se incluye lógicamente bancos “privados” de reciente creación en toda la geografía) tengan un crédito que dar.


Hay diversos motivos por los cuales los beneficios empresariales igualan ahora a los salarios en proporción porcentual del PIB. Para empezar cuando se habla de salarios no se atiende sólo a los de la empresa privada, sino en general, y es ahí donde entra el sector público, que en muchos casos ofrece un servicio que entendemos como necesario, imprescindible, pero no precisamente productivo. La crisis ha mermado y recortado los sueldos de empleados públicos, funcionarios o no. Los beneficios empresariales han aumentado según el INE un 2,64% y los salarios han mermado un 5’08%. Además de para comprarse un nuevo Ferrari o un yate, lo cierto es que los accionistas y empresarios que reciben esos beneficios, en la mayoría de los casos lo harán para afrontar la deuda que tienen contraída numerosas empresas españolas (porque es así como crecen muchas PYMEs, jugándosela constantemente), y para reinvertir en las mismas. Y por supuesto, para obtener ganancias que ellos mismos esperan.

Ésta es una explicación-opinión sin ánimo de lucro 

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John Galt

Alicante, España. Arquitecto e inversor. A ello hay que añadir una lista de intereses demasiado larga.


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