28/03/2024 MÉXICO

El mito de la conciliación familiar y laboral en España

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En España, las medidas de conciliación que nacieron con vocación igualitaria han conseguido lo contrario: un mayor número de mujeres en empleos parciales o precarios y con dedicación exclusivamente femenina al trabajo doméstico. ¿Cuáles son las razones que han provocado esta situación? United Explanations te lo explica.

La conciliación en la Ley Española


El artículo 44 de la Ley de Igualdad es claro al afirmar que la adopción de medidas de conciliación no debe discriminar al que se acoja a ellas. Sin embargo, la realidad en España es bien distinta.

Según el último informe de la OCDE el 75% de las madres regresa a trabajar ocho años después del parto y el empleo femenino se encuentra todavía por debajo de la media de los países que conforman esta organización.

Y es que, las medidas de conciliación están centradas en el ámbito de lo privado, de lo invisible, de lo femenino. Un asunto o problema que se saca de lo público, se dirime en el seno del hogar y penaliza la vida profesional de las mujeres que no entran en el circuito de la plena disponibilidad laboral.

“La conciliación en España está pensada para que la actividad laboral o la disponibilidad sea el eje central y la vida familiar quede subordinada a este eje. De hecho, la prioridad de las políticas de conciliación es el aumento de la actividad laboral femenina y no la división sexual del trabajo. Así pues podemos afirmar que las políticas de conciliación que regula esta Ley surgen por y para la mujer, pero no garantizan la participación de los hombres en ellas”. Teresa Torns[1].

 

La baja laboral para cuidar al recién nacido es cosa de mujeres

En España, la mujer tiene, tras el parto, 16 semanas de baja por maternidad y el padre 15 días, que además todavía muchos se resisten a coger porque “está mal visto”. A pesar de ello, en los últimos años ha aumentado el número de hombres que se ha acogido a este permiso remunerado. La legislación española también permite que el permiso de maternidad pueda ser disfrutado por el padre, previo acuerdo entre ambos progenitores, excepto las seis primeras semanas que corresponden en exclusiva a la mujer.

En cuanto a las excedencias por cuidado de hijos (incluidas en el paquete de permisos parentales), en España no están remuneradas y sólo permiten al padre y a la madre acogerse a éstos, hasta que el niño tiene 3 años. La reducción de jornada, una de las medidas estrella para la conciliación de la vida familiar y laboral, también puede ser asumida por el padre o la madre y conlleva una reducción del salario proporcional al tiempo de jornada laboral al que se renuncia.

Por poner un ejemplo de la realidad de estas medidas y en base a un estudio realizado por CC.OO. en el País Valencià, en 2009 se solicitaron 4.371 excedencias en la Comunitat Valenciana para cuidado de un familiar (hijos u otros) de las que el 95,5% fueron solicitadas por mujeres, tan sólo un 4,5% fueron requeridas por hombres (en total, 195), una cifra que como dice el informe de CC.OO. resulta “irrisoria” para la consecución de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres y el reparto equitativo de las tareas del cuidado.

Crisis y paternidad: la mujer, la más afectada

Las excedencias para el cuidado de los hijos suponen  en plena crisis económica la vuelta al hogar de una generación de mujeres ampliamente preparadas para desempeñar una labor profesional y que, de hecho, la han desempeñado. La situación actual de crisis económica que está devolviendo al hogar a mujeres madres universitarias y con reconocimiento profesional es comparable a la que se vivió en Estados Unidos tras la segunda Guerra Mundial y que tan acertadamente relata Betty Friedan en La Mística de la Feminidad (1974).


Cuando la situación que relata la feminista estadounidense parecía superada –incluso en España- y recién estrenado el siglo, en el año 2000, las mujeres que eran madres conseguían mantenerse en activo.

Sin embargo ahora dos factores están cambiando esta situación: por un lado, la vuelta al naturalismo en todo lo relativo a la maternidad y por otro, la actual coyuntura económica que lastra todavía más el empleo femenino.

Según el INE y atendiendo a datos de 2008, en todos los tramos de edad las mujeres ganan a los varones en inactividad laboral. Incluso, en los que hay menos número de mujeres como es el caso de población de 16 y más años.

Junto a las excedencias, otra medida de conciliación de gran calado, es la reducción de jornada para el cuidado de hijos menores de 8 años, una opción que en España también es coto de mujeres –a pesar de que es un derecho compartido de padres y madres-.

La trampa de la reducción de jornada

Así pues, la reducción de jornada se ha convertido para muchas madres en la gran trampa: menos sueldo, igual responsabilidad, doble jornada casa-trabajo, y freno a cualquier tipo de promoción en la empresas. La reducción de jornada suele ser vista por los empresarios como una menor disposición hacia las exigencias demandadas por el empleo y la mayoría de las empresas penalizan a las mujeres que optan por una reducción de jornada con puestos inferiores o de menor responsabilidad a los que ostentaban antes de solicitarla.


Y el premio a la disponibilidad laboral de la que gozan los que no tienen que hacerse cargo del trabajo no remunerado es a costa, lógicamente, del que sí lo realiza. Se puede afirmar que una tropa de hombres-padres está disponible laboralmente porque han dejado de realizar un trabajo que es obligatorio y social e individualmente necesario porque proporciona bienestar cotidiano y calidad de vida. Sin embargo:

“El hecho de que la mayoría de la población masculina no realice ese trabajo conforma un tipo de absentismo que, al no ser laboral, se convierte en un incumplimiento bien visto y tolerado socialmente”.  Teresa Torns.

A la penalización profesional que hemos citado se suma la sobrecarga laboral que supone la reducción de jornada para quien la solicita. Por menos sueldo, el trabajo se multiplica por dos, ya que se tiene que hacer frente a las responsabilidades laborales y a las familiares. Es entonces cuando podemos afirmar que la conciliación se convierte en acumulación o sobrecarga de tareas que recae, en la mayoría de los casos y según confirman las estadísticas del INE sobre el empleo del tiempo, sobre la mujer.

Resultado: más precariedad laboral femenina, menor reparto equitativo del trabajo doméstico

Todo afianza la teoría de que las medidas de conciliación  que nacieron con vocación igualitaria han conseguido lo contrario: un mayor número de mujeres en empleos parciales o precarios y con dedicación exclusivamente femenina al trabajo doméstico.  Así, los únicos países de la Unión Europea en que el porcentaje de hombres que usan el permiso parental supera el 10% son: Suecia, Holanda, Islandia y Noruega; en el resto, las tasas de participación masculina son inferiores al 10%. Ante este panorama, y para que la conciliación deje de ser un mito hay que abordar el problema de la maternidad desde el punto de vista de hombres y mujeres, y no como un asunto específicamente femenino.

Para ello, es fundamental que las políticas de conciliación afecten tanto a hombres como a mujeres con carácter intransferible.

Sólo de esta forma la maternidad dejará de ser considerada un límite para la carrera profesional de las mujeres. Como denuncia la propia Unión Europea, pocos hombres disfrutan de un permiso parental o de un trabajo a tiempo parcial. Por ello, deberían adoptarse medidas para animarlos a que asuman sus responsabilidades familiares en pro de la igualdad.

Ésta es una explicación sin ánimo de lucro.


[1] Las políticas de tiempo: un reto para las políticas del estado de bienestar. 2004. Revista Trabajo, 13. Universidad de Huelva. 2004 (p. 145-164)

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